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El 24 de noviembre de ese año, el Abraham de la escuela de pastores y escritores «prácticos y afectuosos» abandonó su Mesopotamia y se dirigió hacia la tierra prometida. Su nombre era Richard Greenham y había renunciado a su beca en el Pembroke Hall de Cambridge para convertirse en ministro de Dry Drayton, a unos 12 kilómetros de la ciudad. Él fue el pastor renovado pionero (con las características que Baxter esperaría), ya que, fue el primer hombre genuinamente capaz (hasta donde podemos decir) de abordar, de una manera auténticamente apostólica, la tarea de enraizar el evangelio en la Inglaterra rural. Ya hemos hablado un poco de su trabajo.74 Él se ganó una gran reputación como consejero pastoral o (como él mismo lo concibió) médico espiritual; y para sus amigos fue algo muy lamentable que él no «dejara para la posteridad un Manual en el que comentara acerca de las enfermedades tan particulares que Dios le permitió sanar, junto con los medios que utilizó para realizar sus curaciones». La cita anterior proviene de Henry Holland, el biógrafo de Greenham, quien expandió un poco más ese tema, diciendo:
La dieta y la cura necesarias para restaurar a las almas afligidas, es un misterio muy grande, y en ese sentido, muy pocas personas han logrado trabajar para comprender y desempeñar el buen arte de la medicina espiritual, o para enseñarnos algún buen método para practicar este (…) preciado arte, y transmitirnos gran experiencia; de tal manera que el peligro es grande, pues si no conocemos las reglas y los fundamentos prácticos de este arte, podemos cometer el error de adivinar con incertidumbre cuales son los mejores remedios y discursos que se deben aplicar sobre el alma enferma. Y si un médico natural, en lo que respecta a su oficio y sus facultades, puede decir efectivamente «ars longa, vita brevis [el arte es largo, la vida es corta], cuánto más el médico espiritual puede aplicar este aforismo a ese misterio del que estamos hablando. Los sabios piadosos saben que, es mucho más difícil discernir las causas secretas que producen las mucosidades ocultas del alma; y en esa área, es mucho más peligroso proceder confiando en la mera experiencia, sin conocer este arte ni tener las habilidades necesarias (…)
Pero, este reverendo hombre de Dios, el M. [maestro] GREENHAM, toda su vida fue un hombre que trasmitió gran esperanza, y él posiblemente nos ha dado las mejores reglas para desempeñar esta misteriosa facultad…75
Greenham nunca escribió el tratado sobre dirección pastoral que sus amigos deseaban (aunque la colección de cuarenta páginas titulada «Grave Counsels and Godly Observations [Consejos serios y observaciones divinas]» de Holland, que es la primera parte de las obras de Greenham, nos muestra cuál pudo haber sido la extensión y la fuerza que hubiera tenido ese tratado); sin embargo, sí realizó la segunda mejor opción, que posiblemente fue la mejor: entrenó a muchos de los pastores de la próxima generación. Los ordenandos (aspirantes a pastor) vivían en su casa y estudiaban con él como verdaderos aprendices; y regularmente, durante la comida del mediodía, se reunía con ellos un grupo de ministros locales y visitantes de otros pueblos; de manera que, en palabras de Holland, Greenham «fue un instrumento especial en las manos de Dios para alentar y entrenar a muchos jóvenes piadosos y eruditos en el servicio sagrado de Cristo, y en la obra del ministerio».
Aunque se estableció en Dry Drayton, Greenham continuó ejerciendo una influencia considerable en la universidad, con la cual mantuvo un estrecho contacto. En 1589, estuvo en el púlpito de la iglesia parroquial universitaria de Great St. Mary’s, criticando con dureza uno de los tratados de Marprelate que hostigaba a los obispos con el argumento de que «este libro tiende a hacer el pecado ridículo, cuando debería hacerlo aborrecible». Él se opuso consistentemente a los agitadores presbiterianos de Cambridge. Les decía que su manera de actuar era «equivalente a tratar de colocar el techo antes de colocar los cimientos». «Hay algunos que, ignorando cómo reformarse a sí mismos, están hablando de reformar a la iglesia».76 «Algunos se preocupan por la disciplina de la iglesia, pero ellos mismos no son capaces de ver sus corrupciones personales».77
Toda su influencia en Cambridge se concentró en promover la religión personal y la paz dentro de la iglesia, y en hablar en contra del pecado y el cisma. Él se opuso y se resistió a todo aquello que estuviera en contra del amor cristiano y la paz, incluso cuando simpatizaba con las opiniones expresadas. En su práctica personal era un inconformista en lo que respecta a las cuatro ceremonias desagradables, y aunque simpatizaba con la visión de la reforma presbiteriana; nunca la defendió a capa y espada. Todo lo que él pedía era libertad para obedecer a su conciencia y para predicarle el evangelio a su gente. En 1573, el obispo Cox lo mandó llamar porque no había usado el sobrepelliz, y en respuesta, él escribió una explicación completa acerca de su postura. En la que se manifestó indispuesto a debatir acerca de ese tema:
Percibo por experiencia que la disensión de razones causa la alienación de los afectos. Yo creo que ese tema ya se ha debatido, y sigue siendo debatido entre los hombres piadosos eruditos, y yo, en comparación con ellos, no soy más que un simple hombre de campo, un académico joven, que durante los últimos tres años se ha encargado día con día de predicar al Cristo crucificado para sí mismo y para las personas del campo, de manera que no tengo ninguna necesidad de debatir este asunto con usted.78
Su postura al respecto nunca fue un misterio: «No puedo, ni usaré esa vestimenta, ni estaré de acuerdo con su uso, ni el uso del libro de comunión»; pero cuando fue confrontado con la pregunta: «¿Entonces cómo juzgas las acciones de hombres piadosos que creen que pueden estar de acuerdo con las ceremonias?» él no estuvo dispuesto a comprometer su integridad:
Yo reverencio a los verdaderos siervos de Dios, con sus misterios y sus vidas piadosas; yo no los juzgo en las ceremonias, porque ellos las pueden usar para el Señor, yo no quisiera ser juzgado por rechazarlos, y esto lo hago para el Señor.79
En conclusión, le recordó sutilmente al obispo que el estándar bíblico para los ministros de Cristo no depende de la conformidad a esas ceremonias. Después, él citó Mateo 7:15–16 y continuó diciendo:
Nuestro Señor celestial ha dejado la verdadera insignia, o la vestimenta común, por la cual sus verdaderos siervos serán reconocidos entre los demás (…) Este tipo de juicio, hasta ahora usted sólo lo ha aplicado en contra de mí, y yo no me sublevado; y espero que mientras yo me mantenga así, usted pueda estar contento con eso.80
En otras palabras, él simplemente estaba pidiendo ser juzgado por la calidad de su ministerio pastoral, y que se le dejara en paz para poder desempeñar su cargo. Y esa fue una característica muy marcada entre la nueva generación de pastores puritanos que fueron guiados por él entre la oscuridad espiritual de la Inglaterra rural. Algunos de ellos eran inconformistas, pero muchos estaban satisfechos con el marco existente de la iglesia establecida y la única cosa que ellos reprobaban era su falta de pastores. Así fueron hombres como Laurence Chaderton, Richard Sibbes, William Perkins, y Robert Bolton; cuya membresía de esta hermandad de maestros y médicos espirituales «prácticos y afectuosos» no se vio afectada por sus opiniones acerca de los problemas de las políticas eclesiásticas.
Durante la siguiente mitad de siglo, Cambridge produjo muchos médicos espirituales con el molde de Greenham. El Christ’s College fue su primer semillero; Dering estuvo ahí, primero como estudiante universitario, desde 1560, y después como maestro. Laurence Chaderton, quien se convirtió en protestante durante su tiempo como estudiante universitario allí, fue maestro durante casi dos décadas, antes de convertirse en el Primer Maestro del Emmanuel College, que acababa de ser fundado por Sir Walter Mildmay, en 1584. Chaderton dio una «conferencia» semanal (es decir, un sermón) en St. Clement’s Church durante 50 años, y cuando, a los 82 años, decidió dejar de predicar, recibió cartas de cuarenta clérigos que le rogaban que no lo hiciera y que testificaban que le debían su conversión a su ministerio. Fue Chaderton, a quien la audiencia le recibió sólo una vez su disculpa por haber predicado durante dos horas completas, pero Fuller testifica que, la congregación clamaba: “¡Señor, por amor a Dios, continúe, continúe!”81 Richard Rogers, «otro Greenham»,82 ministro del Wethersfield desde 1574, junto con Arthur Hildersam, predicador durante cuarenta años en Ashby–de–la–Zouch y mentor de William Gouge y John Preston, ambos fueron hombres de Cristo ; como también lo fue William Perkins, alumno de Chaderton, se convirtió cuando era estudiante ,y en 1584 comenzó a ser maestro. Paul Baynes, otro hombre de Cristo, quien sucedió a Perkins como conferenciante semanal en Great St. Andrew’s Church cuando éste murió en 1602, predicó para la conversión de Richard Sibbes, quien predicó para la conversión de John Cotton, quien predicó para la conversión de John Preston. Cuando Thomas Goodwin llegó al Christ’s College en 1613, a la edad de 12 años, este recinto universitario podía jactarse de tener a «seis maestros que eran grandes tutores, los cuales profesaban la religión del tipo más riguroso, y que después serían llamados “puritanos”».83 Un sermón de funeral acerca del arrepentimiento, predicado por Bainbridge, el maestro, muy pronto se convirtió en el instrumento humano que dio lugar a la conversión de Goodwin. De manera que, Chaderton, Rogers, Hildersam, Perkins, Gouge, Baynes, Sibbes, Cotton, Preston, y Goodwin obtuvieron el estatus de «ejemplos a seguir» como predicadores–evangelistas «prácticos y afectuosos». Así que, el movimiento de Cambridge progresó, manteniendo la profundidad espiritual y acumulando fuerza numérica durante mucho tiempo.
Lamentablemente, aunque no era de sorprenderse, los jóvenes que le siguieron la pista a estas grandes figuras patriarcales tuvieron dificultades para encontrar un cargo pastoral. Podemos imaginarnos, con justa razón, que, en esos días, muy pocos patrocinadores estaban dispuestos a ofrecer apoyo económico a los predicadores que, como era la intención de estos hombres, hablaban de una manera severa e intransigente acerca de la justicia y el arrepentimiento. En 1586, algunos estudiantes de Cambridge presentaron una petición al Parlamento, en la cual se solicitaban acciones legales con respecto a ese asunto:
Es imposible negar que ésta, nuestra Universidad, actualmente ha florecido en toda clase de buena literatura, mucho más que en cualquier otra temporada, pero gloria sea dada a Dios por ese florecimiento; sin embargo, también es imposible negar que nosotros, los que escogimos estudiar las Sagradas Escrituras y que nos hemos preparado para el santo ministerio, encontramos menos oportunidades legales para servir a la Iglesia de Dios, y se le da menos preferencia a nuestros servicios de lo que se daba en tiempos pasados, y esa es una lamentable noticia a la luz de este precioso evangelio. Justo ahora, en nuestra Universidad de Cambridge (…) hay hombres capacitados y dotados con las habilidades y dones necesarios para enseñarle a las personas ignorantes, pero esta falta de oportunidades ha sido un tema común que ha causado estragos en casi la mayoría de los rincones de esta tierra, y eso lo sabemos, en parte por experiencia, y en parte por causa de las quejas generales del pueblo, sin embargo, a causa de eso, muy pocos de nosotros tienen condiciones justas e iguales para desempeñar este oficio, y por su parte, los ministros ignorantes, la verdadera escoria del pueblo, prefirieron la ruina de miles de almas, y todo eso acarrea vergüenza para la Iglesia de Dios, y provoca la ruina absoluta del aprendizaje. Porque si nosotros mismos usamos algunos medios para obtener un cargo, la codicia de los patrocinadores es tal, y en la mayoría de los casos es tan insaciable, que no podemos esperar nada de ellos que no sea a través de simonía, perjurio, y en última instancia, una mera mendicidad. De manera que, en medio de esta gran falta de obreros, nos quedamos todo el día desocupados en la plaza, porque casi ningún hombre está dispuesto a contratarnos; así de lamentable es el estado de nuestra Iglesia en estos tiempos.84
Y aunque no se tomaron medidas oficiales al respecto; se comenzaron a hacer conferencias en muchas parroquias, para proporcionar puestos de predicación para estos jóvenes puritanos, y así la levadura del evangelio se extendió por Inglaterra durante los reinados de Isabel, Jacobo y Carlos.
2
Cada movimiento de ideas necesita su propia literatura, y el movimiento pastoral del puritanismo no se quedó atrás en esa área. En ese sentido, Perkins, un erudito con muchos dones, que tenía un estilo claro y sencillo, fue el pionero en esta literatura. En 1589, comenzó una serie de libros populares escritos en estilo de sermón para promover la piedad puritana: A treatise tending unto a declaration, whether a man be in a state of damnation, or in the estate of grace [Un tratado que busca declarar si un hombre se encuentra en el estado de condenación, o en el estado de gracia] (1589); A Golden Chain [Una cadena de oro] (1590: una proyección calvinista del plan de salvación); Spiritual Desertions [La deserción espiritual] (1591); A Case of Conscience . . . how a man may know whether he be the child of God, or no [Un caso de conciencia (…) cómo un hombre puede saber si es hijo de Dios o no] (1592); Two treatises; of the nature and practice of repentance; of the conflict of the flesh and spirit [Dos tratados; de la naturaleza y la práctica del arrepentimiento; del conflicto entre la carne y el espíritu] (1593); y muchos otros (en las obras recopiladas de Perkins, las cuales llenan tres folios, hay 47 artículos diferentes).
Otros hombres continuaron lo que Perkins inició. Richard Rogers produjo una obra extensa, Seven Treatises . . . leading and guiding to true hapiness, both in this life, and in the life to come . . . the practice of Christianity . . . in the which, more particularly true Christians may learn how to lead a godly and comfortable life every day [Siete tratados (…) que nos llevan y nos guían hacia la verdadera felicidad, tanto en esta vida como en la venidera (…) La práctica del cristianismo (…) en los cuales, de manera más particular, los cristianos pueden aprender cómo llevar una piadosa y cómoda todos los días] (1603; quinta edición, 1630; versión reducida, The Practice of Christianity [La Práctica del cristianismo], o, An Epitome of Seven Treatises [Un paradigma de siete tratados], 1618). John Downame también escribió un folio, The Christian Warfare [La guerra cristiana] (1604). Las obras de Greenham aparecieron en folio en 1599, las de Perkins entre 1608 y 1609; y las de Dering salieron a la venta en 1597. Los folios eran para los libreros de los ministros, pero para los laicos se publicaban los cuartos y los octavos (es decir, libros de bolsillo) en abundancia: Las obras separadas de Perkins, ya mencionadas; los dos libros que fueron la dote de la esposa de John Bunyan, The Plain Man’s Pathway to Heaven [El sencillo camino del hombre hacia el cielo] de Arthur Dent (1601), y The Practice of Piety [La práctica de la piedad] de Lewis Bayly (cuadragésima edición, 1640); The Ten Commandments [Los Diez Mandamientos] de John Dod y Robert Cleaver (1603; decimonovena edición, 1635); y una gran cantidad de sermones expositivos en series temáticas. Inglaterra no había tenido literatura devocional de la que valiera la pena hablar hasta que comenzó esta corriente; por lo tanto, gracias a que escribían utilizando un lenguaje laico, el mismo lenguaje que usaban al predicar, los pastores pronto pudieron captar una gran cantidad de lectores, y la influencia de sus obras publicadas en la primera mitad del siglo XVII tuvo un alcance largo y profundo.
Podemos darnos una idea del impacto que los libros puritanos tuvieron durante dos generaciones si comparamos el ministerio de Greenham en Dry Drayton con el de Baxter en Kidderminster. Greenham trabajó durante veinte años (1570–90) prácticamente sin fruto; Baxter trabajó durante catorce (1641–42, 1647–60), con un grupo de personas «que casi nunca habían tenido una predicación avivada y seria entre ellos», pero a él se le permitió ver que la mayor parte de la ciudad, que constaba de unas 800 familias y 2 000 adultos fuertes, hiciera una profesión de fe significativa. «¡Oh, qué soy yo, un gusano sin valor (…) para que Dios me aliente en abundancia, cuando los reverendos instructores de mi juventud trabajaron cincuenta años seguidos en un solo lugar y apenas pudieron decir que habían convertido una o dos de sus Parroquias!»85 Los medios utilizados fueron esencialmente los mismos en ambos casos; Baxter también podría decir con verdad que había dedicado su tiempo a «predicar al Cristo crucificado para sí mismo y para las personas del campo», tanto desde el púlpito como de manera personal con los individuos; pero la Inglaterra de Baxter, ya estaba fermentada por dos generaciones de predicaciones y escritos religiosos puritanos, de manera que era un lugar muy diferente al que le tocó a Greenham. La que antes era tierra sin arar ya había sido ablandada, las semillas ya habían sido sembradas fielmente durante varias décadas, y ahora había llegado el momento de la cosecha. En ministerios como el de Baxter, el anhelo de ver a las comunidades convertidas, que había llevado a hombres como Greenham y Rogers a sus cargos pastorales, finalmente se estaba cumpliendo.
Aunque, espiritualmente hablando, el sol de la cosecha brilló con un gran resplandor en muchas partes de Inglaterra durante la época del Commonwealth, las nubes de tormenta pronto regresaron y la historia de los «escritores ingleses prácticos y fervorosos» no termina felizmente, sino que termina en medio de sombras muy oscuras. Los puritanos que llegaron al poder en la década de 1640, a pesar de su unanimidad en lo que respecta a la religión personal, no pudieron llegar a un acuerdo unánime en las cuestiones de política (por esa razón, Cromwell tuvo que convertirse en un dictador renuente, contrario a lo que él y la mayoría de la gente deseaba). Y de la misma manera, aunque estaban en la búsqueda de la gloria de Dios en su iglesia, no pudieron ponerse de acuerdo en cuestiones eclesiásticas (por eso Cromwell tuvo que establecer una independencia abiertamente pluralista de un tipo no episcopal, no sociniano, no romano —lo cual fue del agrado de muy pocos).
Además, la excentricidad y el fanatismo vinieron a entorpecer los planes puritanos. Ya que, cuando los pastores insistían en que la conciencia debía ser controlada por la Palabra de Dios, los líderes laicos citaban las Escrituras para instar a los hombres a seguir su «luz interior». Cuando los pastores enseñaban el arte de vivir en esta tierra a la luz de la eternidad, los fanáticos soñaban con la idea de ver el reino de los cielos establecido literalmente en la Inglaterra del siglo XVII. Cuando los puritanos exaltaban el oficio pastoral afirmando que la mente de Dios era expuesta a través de las palabras del predicador, la gente, cada vez que veía a un hombre que fuera suficientemente audaz y desinhibido, lo trataba como si sus palabras y sus ideas fueran dignas de ser esparcidas en público como inspiradas por Dios. Cuando los predicadores decían que el aprendizaje sin el Espíritu Santo no producía un entendimiento de las Escrituras, las personas pensaban que la educación no era necesaria para comprender el significado de la Biblia. Y cuando los pastores puritanos, quienes tenían una formación universitaria y contaban con una verdadera erudición teológica, hablaron en contra de las tendencias de los cuáqueros, los ranters, los muggletonianos, y muchos más, las personas les decían que estaban apagando el Espíritu.
Baxter veía algo satánico en el éxito que los impresores estaban alcanzando en medio de todo eso. En 1653, el escribió: «Confieso que (…) siento preocupación por la lujosa fertilidad de la prensa libertina de los últimos tiempos, pues la considero como un designio del enemigo que tiene la intención de abrumar y sepultar (…) a aquellos escritores excelentes, acertados, y piadosos, que en otro tiempo eran leídos regularmente por las personas».86 La confusión y la inestabilidad, tanto política como espiritual, se estaban extendiendo; el avivamiento puritano se estaba consumiendo; y después de que Cromwell murió, ya nada parecía estar bajo control. Por esa razón, era inevitable que, como una reacción natural, en 1660 ocurriera la Restauración de la monarquía y de la Iglesia de Inglaterra.
Para los pastores, todo eso resultó en miseria, ya que, las leyes vengativas del Código Clarendon se encargaron de infundir miedo, expulsarlos, y reprimirlos. Y debido a que estuvieron dispuestos a mantener diligentemente sus ministerios fuera de la Iglesia de Inglaterra, eran considerados como ministros ilegales, por lo que terminaron siendo encarcelados. Ellos vieron a la Iglesia de Inglaterra rendirse ante el latitudinarismo, el legalismo, la fe ligera y la moral relajada, al mismo tiempo que el país entero imitaba ciegamente a su alegre monarca. Los grandes teólogos pastorales —John Owen, Thomas Goodwin, John Howe, Richard Baxter, Stephen Charnock— escribieron sus mejores obras durante estos años, y también las maravillosas alegorías de Bunyan fueron escritas en este periodo. Pero debido a que los pastores no podían estar totalmente de acuerdo con la afirmación de que la Iglesia de Inglaterra era una iglesia «restaurada», se les prohibió la entrada a las universidades, tanto a ellos como a los jóvenes inconformistas, y eso significaba que no podrían seguir transmitiendo sus conocimientos a otros, para preservar su especie. Por lo tanto, las organizaciones inconformistas que comenzaron a tambalearse cuando entro en vigor la Ley de Tolerancia (1689), terminaron por caer dolorosamente, y nunca más volvieron a alcanzar la estatura puritana que las había precedido. Así que, cuando John Howe, el último gigante puritano, murió en 1705, el puritanismo había terminado.
3
Entre los escritores devocionales puritanos, Richard Baxter fue reconocido desde el principio por la «celestialidad» tanto de su contenido como de su forma. La claridad y la energía, el orden y el fervor, la sabiduría y la calidez, la amplitud y la profundidad, la fidelidad ministerial y la autoridad magistral se unen en todas sus producciones «prácticas y afectuosas». De hecho, sus escritos tuvieron esa pasión impactante desde que escribió su primer libro, El reposo eterno de los santos (el cual comenzó a escribir con la intención de dirigir sus pensamientos hacia las cosas de arriba, cuando pensó que estaba en su lecho de muerte): no solo porque el libro se centra íntegramente en aquello que siempre fue esencial para la piedad que vivió y enseñó, es decir, la esperanza de gloria que fortalece el corazón, sino porque la sublime oleada de su retórica trascendió todo lo que los estilistas puritanos habían logrado hasta ese momento (1649). La prosa isabelina puritana, como la mayoría del resto de la prosa isabelina, era una prosa muy ordinaria; por su parte, los escritores de principios del siglo XVII, tales como Richard Sibbes, Robert Bolton y John Preston tenían más color y viveza; sin embargo, la elocuencia de los escritos de Baxter era tan alta que proyectaba una sombra que era capaz de cubrir a los demás escritores. Su libro «Acerca del reposo «, como él solía llamarlo, se convirtió en un éxito en ventas y, de la noche a la mañana, catapultó su prominencia como escritor de textos acerca de la vida espiritual.
James Usher, el eminente cronólogo bíblico, ex arzobispo de Armagh, tenía un mismo corazón con esta escuela de escritores «prácticos y afectuosos» y apreciaba mucho la calidad de Baxter como exponente de la verdad devocional. Al reunirse con Baxter en Londres en 1654, presentó ante él un proyecto para el avance de la religión en Inglaterra, pues consideraba que Baxter estaba totalmente capacitado para llevarlo a cabo.
En ese breve encuentro que tuve con el reverendo siervo de Cristo, el obispo Usher, todo el tiempo fue demasiado insistente para conmigo, pidiéndome que escribiera un directorio para las diversas clases de cristianos profesos, algo que pudiera servir para instruir de manera particular y precisa a cada una de estas clases; comenzando con los inconversos, luego con los bebés en Cristo, y finalmente con los cristianos sólidos; incluyendo diferentes tipos de ayudas especiales para combatir toda la gama de pecados en los cuales son propensos a caer. Por la insistencia que mostró en nuestra primer reunión, yo me di cuenta de que era algo que había estado en su mente desde antes; y le dije que, en primer lugar, muchas otras personas ya habían abundado en ese tema, y en segundo lugar, que debido a que no conocía mis debilidades, él podía tener expectativas de mí que sobrepasaban mis capacidades reales. Pero él no se quedó satisfecho con mi respuesta, y siguió insistiendo con su petición…87