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Tres años después, tras la muerte de Usher, Baxter se dio a la tarea de atender esa petición. En 1657 él escribió:
…he resuelto, con la ayuda de Dios, proceder en el siguiente orden. Primero, hablaré de los pecadores inconversos e impenitentes, los cuales todavía no tienen ninguna intención de volverse a Dios (…) y para ellos, en mi opinión, es necesario utilizar un discurso persuasivo que los despierte (…) Mi siguiente objetivo es enfocarme en aquellos que ya tienen alguna intención de volverse a Dios, y en ese sentido, mi intención será dirigirlos hacia una conversión verdadera y concienzuda, evitando que se conviertan en abortivos de la fe. La tercera parte consistirá en las direcciones para los cristianos jóvenes y los más débiles, las cuales tendrán la intención de afirmarlos en la fe, edificarlos, y preservarlos. La cuarta parte, son direcciones para los cristianos distantes y propensos a apartarse, para buscar su restauración segura. Además de eso, incluyo algunas persuasiones y direcciones breves en contra de ciertos errores particulares de estos tiempos, y en contra de algunos de los pecados mortales más comunes. En cuanto a las direcciones para, las conciencias dudosas y problemáticas, ya he hablado de eso en otro lugar.88 Finalmente, la última parte está destinada más especialmente a las familias, con la intención de darles dirección en lo que respecta a las diversas relaciones de los deberes familiares.89
En esa misma línea de pensamiento, durante los siguientes años, Baxter publicó: A Treatise of Conversion [Un tratado acerca de la conversión] (1657): A Call to the Unconverted [Un llamado a los inconversos] (1658); Directions and Persuasions to a Sound Conversion [Direcciones y persuasiones para la conversión sana] (1658); Directions for Weak, Distempered Christians [Direcciones para los cristianos enfermos y débiles] (1669); Crucifying the World by the Cross of Christ [Crucificando al mundo por la cruz de Cristo] (1658); Catholic Unity[Unidad católica] (1659); Self–Denial [La autonegación] (1660); The Vain Religion of the Formal Hypocrite Detected [La religión vana del hipócrita formalista detectada] (1660); The Mischiefs of Self–ignorance[Las consecuencias dañinas de la auto ignorancia] (1662); The Divine Life[La vida divina] (1664); The Life of Faith[La vida de fe] (1670); y el vademécum familiar fue incorporado al Christian Directory [Directorio cristiano] (1673), «probablemente el mejor cuerpo de teología práctica que está disponible en nuestro idioma o en algún otro», junto con el corto Poor Man’s Family Book [Un libro para la familia del hombre humilde] (1674) y el The Catechizing of Families[La catequización de las familias] (1683). Todos estos libros son un punto culminante en la escritura devocional puritana, y puede ser un punto de partida muy útil para orientar a aquellos que buscan encontrar el camino para adentrarse en el amplio mundo de la enseñanza espiritual puritana.
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Hasta ahora, nuestro análisis histórico nos ha mostrado cuál era el objetivo general y el carácter de las publicaciones de estos «escritores ingleses prácticos y fervorosos». Lo que ahora nos compete hacer es presentar una guía introductoria para entender más de ellos y de sus libros. Y en ese sentido, hay dos puntos generales que nos ayudarán a abordarlos de manera correcta.
Primero, debemos tener en cuenta que la teología puritana práctica era la envidia de los protestantes continentales. Ya que, debido a que tenían que defender su vida teológica en contra de la Contrarreforma romana, y por causa de las incesantes guerras que los atormentaban y los herían, las mentes de las iglesias reformadas y luteranas tuvieron que estar completamente centradas en las controversias que ocurrían a su alrededor, y, por lo tanto, nunca tuvieron la libertad para profundizar en pensamientos acerca de su vida espiritual. En la «Advertencia» de su Christian Directory [Directorio cristiano], Baxter escribió:
Hace algún tiempo, muchos teólogos extranjeros presentaron una solicitud, que fue enviada por el Sr. [John] Dury, en la cual pedían que los ingleses enviáramos un resumen de nuestra teología práctica en latín, por lo cual, doce de nuestros grandes teólogos le escribieron al obispo Usher (…) para que les enviara una forma o un método. Sin embargo, ninguno de ellos se había podido tomar un tiempo para realizar ese encargo. Se dice que el único que había iniciado esa tarea era el obispo [George] Downame, pero lamentablemente murió en el transcurso. Si esa obra hubiera sido realizada, mi trabajo estaría de sobra. Pero debido a que nadie lo ha hecho, he realizado el siguiente ensayo.90
La gran estima que las iglesias continentales tenían por la teología práctica de los puritanos se puede deducir a partir del número de traducciones que se realizaron. El libro The Practice of Piety [La práctica de la piedad] se llevó a un gran número de idiomas europeos. Las obras en inglés de Perkins fueron traducidas en latín, holandés, español, irlandés (gaélico) y galés.91 Por su parte, Baxter fue leído en lugares tan lejanos como Polonia y Hungría,92 y con respecto a las traducciones de sus obras, él escribió en 1691:
Alrededor de doce de mis obras están traducidas en la lengua alemana; y los luteranos dicen que han sido beneficiados por ellas. Algunas están traducidas al francés; una de ellas fue traducida por el Sr. John Eliot al idioma de los nativos de la Nueva Inglaterra. Multitudes de personas testifican que esas obras han sido los medios para su conversión, y que la mayoría de la información contenida en ellas ha servido para su confirmación y consolación. Y mi esperanza es que estas obras produzcan un mayor beneficio para el mundo aun cuando yo esté muerto.93
El libro que se tradujo al idioma de los nativos americanos fue Call to the Unconverted[Un llamado a los inconversos]» que contiene ese tipo de «discurso persuasivo que los despierte» y del cual Baxter escribió en otro lugar:
En poco más de un año, había unos veinte mil ejemplares que fueron impresos bajo mi consentimiento, y después de eso se imprimieron unos diez mil, sin contar muchos millares de impresiones que fueron robadas (…) Por la misericordia de Dios, he sido informado de hogares en los que casi todos los miembros de la familia han sido convertidos a través de este pequeño libro, el cual yo había publicado sin darle mucha importancia: Y por si todo eso (en Inglaterra, Escocia, e Irlanda) no fuera una misericordia suficiente para mí, Dios (a partir de que fui silenciado) ha enviado el mensaje de este libro mucho más allá de los mares; porque después de que el Sr. Eliot imprimió la Biblia en el idioma de los indios americanos, tradujo este libro (…) Pero, además, Dios lo usaría aún más; porque el Sr. Stoop, el pastor de la iglesia francesa se complació en traducirlo al elegante idioma francés e imprimirlo (…) y espero que no sea infructífero allí; ni en Alemania, donde fue impreso en holandés.94
Si nos damos cuenta de que, en su época, los escritos prácticos puritanos fueron valorados en toda Europa (¡sin mencionar Escocia y Nueva Inglaterra!) eso nos puede servir como preparación para valorar estos escritos también.
En segundo lugar, deberíamos apreciar que esta literatura devocional, aunque es «popular» en el sentido de que fue expresada de manera simple y sin presuponer ningún conocimiento técnico, eso no significa que es «popular» en un sentido que reflejara algo trivial, crudo, teológicamente inapropiado, ignorante, inmaduro, o incompetente. El esnobismo moderno del aprendizaje, a través del cual los académicos profesionales se niegan a popularizarse, produce que los que están popularizados se vean obligados a pedir disculpas por no ser académicos profesionales; pero ese no era el síndrome de los escritores del siglo XVII. Los autores puritanos eran hombres eruditos, de mente firme, bien instruidos y académicos, conforme a la tradición de Perkins, a quien Thomas Fuller declaró acertadamente como el pionero que «humilló por primera vez las altísimas especulaciones de los filósofos en lo que respecta a la práctica y a la moral»,95 pero quién en su día también era conocido en toda Europa occidental como un destacado teólogo reformado de la talla de Teodoro de Beza. Para el clero puritano era un privilegio supremo y un deber principal el poder transmitir lo que sabían acerca de Dios, y hacerlo al nivel de la gente común, tanto en sus sermones como en sus escritos, y ellos consideraban que sus escritos prácticos, principalmente el material de sermones, eran tan importantes como cualquier otra cosa que hubieran escrito.
Como todo el mundo sabe, ellos fueron grandes controversistas en cuestiones de doctrina y también en materia del orden eclesiástico, pues ellos lo consideraban esencial para sus ministerios. Ellos afirmaban que los pastores son responsables de reprender la herejía y defender la verdad, para que sus miembros no se confundan, ni se debiliten ni sufran algo peor. La verdad bíblica es algo que alimenta al alma, pero el error humano es algo que mata, por esa razón, los pastores espirituales deben proteger la sana doctrina a toda costa. Como dijo John Owen:
A ellos [los pastores] les corresponde preservar la verdad o doctrina del evangelio, la cual ha sido recibida y profesada en la Iglesia, y su obligación es defenderla de todas las oposiciones en su contra. Existe un fin principal del ministerio (…) Pero el descuido pecaminoso de esa obligación es lo que ha causado que la mayoría de las herejías destructivas y los errores infesten y arruinen la iglesia. Muchos de los que tenían la obligación de preservar íntegramente la doctrina del evangelio, en su profesión pública de la misma, han hablado «cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos». De manera que hay obispos, presbíteros, y maestros públicos, que han sido los principales promotores de herejías. Por lo tanto, esta obligación, especialmente en este momento, en el que las verdades fundamentales del evangelio están siendo impugnadas por todos lados y por todo tipo de adversarios, tiene que ser atendida de una manera muy especial.96
Pero la controversia, aunque era una necesidad dolorosa cuando surgía algún error peligroso, no tenía ningún valor en sí misma, a menos que fuera vista y utilizada como un profiláctico en contra del mal. La única forma de edificar de manera positiva era a través de la exposición directa y la aplicación práctica de la verdad. Por lo tanto, no debería considerarse extraño que los intelectuales y académicos puritanos dedicaran sus mejores esfuerzos a la escritura práctica, viendo los resultados como la corona de sus esfuerzos, y esperando que estos escritos resultaran ser más útiles que cualquier otra cosa que ellos pudieran hacer.
Al darnos cuenta de que, detrás de la elaborada simplicidad de los libros prácticos puritanos se encuentra el cuidado y la competencia de los teólogos brillantes y profundamente instruidos, deberíamos estar dispuestos a estimar en alto el verdadero valor de esta literatura.
Los libros son medios de comunicación de los autores hacia sus lectores, y lo que los autores tienen que comunicar depende directamente de quién es el autor y cuál es su esencia como persona. Existen cinco cualidades positivas que hicieron que constituyeron a los autores puritanos y que les proporcionaron los elementos para plasmar el mensaje que aún es relevante para las personas que los leen hoy en día.
En primer lugar, ellos eran, como ya lo hemos visto, médicos del alma. Ellos valoraban la verdad revelada de Dios por su poder curativo en la vida de los pecadores, y para ellos, las discusiones meramente teológicas parecían ser ajenas a la verdadera naturaleza de la teología. Perkins habló en nombre de todos ellos cuando definió a la teología como «la ciencia de vivir adecuada y felizmente por siempre».97 Y añadió, diciendo: «existe una gran bendición que surge del conocimiento de Dios (Juan 17:3)». Por lo tanto, la teología es esencialmente una cuestión práctica, y se estudia mejor cuando se le da un enfoque que tiene una finalidad práctica directa (o existencial, como diríamos nosotros). Los comentarios de Baxter con respecto a su mala salud en su adultez temprana son significativos aquí:
¡Así me mantuve durante mucho tiempo, con un oído escuchaba los pasos de la muerte acercándose, y con el otro escuchaba los cuestionamientos de una conciencia llena de dudas! y desde entonces descubrí que este método de Dios era muy sabio, y que ningún otro método era mejor para mi bien (…) Eso me llevó a escoger ese método en mis estudios, y desde ese momento comencé a descubrir sus beneficios, aunque en ese momento no me sintiera satisfecho conmigo mismo. También me llevó a buscar primero el reino de Dios y Su justicia, a darle la mayor importancia a la única cosa necesaria; y a determinar primero cuál era mi fin último; por medio de eso terminé eligiendo o rechazando otros estudios, en conformidad a ese fin: Por lo tanto, la divinidad [teología] no sólo fue parte del resto de mis estudios, como si fuera igual que todos los estudios, sino que siempre tuvo el primer lugar y el más importante. Además, eso me llevó a estudiar primero la divinidad práctica, a través de los libros más prácticos, siguiendo un orden práctico; con el propósito de instruir y reformar mi propia alma. De modo que primero me dediqué a leer una gran cantidad de nuestros tratados prácticos en inglés, antes de dedicarme a leer otros cuerpos de divinidad, con la excepción de las obras de Ursine y Amesius…98
En otra parte, Baxter recomienda el mismo orden a los demás, y al hacerlo habla en nombre de los escritores «prácticos y afectuosos» como cuerpo. Ellos afirmaban que la verdad revelada de Dios es para promover una práctica que produzca beneficios en la salud espiritual; por lo tanto, la mejor manera de estudiar esta verdad es de forma práctica; así que, los pastores deben predicar y enseñar de esa manera. La doctrina del evangelio debe ser obedecida; y la verdad no sólo debe ser reconocida, sino que debe realizarse, en el sentido de hacer lo que ésta requiere de nosotros. De manera que, el teólogo más bíblico es aquel que es el teólogo más práctico, y viceversa; y a su vez, la manera más bíblica de teologizar es a través del estilo de predicación que contenga la mayor cantidad de aplicaciones y exhortaciones prácticas.
La verdad obedecida, decían los puritanos, producirá sanación. Y esas palabras encajan correctamente con la realidad, porque todos estamos espiritualmente enfermos —enfermos por causa del pecado, el cual es una enfermedad mortal en el corazón. Los inconversos están enfermos de muerte; mientras que los que han venido a Cristo, aunque han nacido de nuevo, siguen enfermos, sin embargo, van sanando gradualmente a medida que la obra de gracia continúa avanzando en sus vidas. No obstante, la iglesia es un hospital en el que nadie se encuentra completamente sano, y todos pueden tener una recaída en cualquier momento. Los pastores no son menos debilitados que otros, por medio de la presión del mundo, la carne, y el diablo; ellos son igualmente afectados por tentaciones de las ganancias terrenales, los placeres, y el orgullo, y como lo vamos a ver más plenamente en un momento, los pastores deben reconocer que aunque son los sanadores, ellos siguen estando enfermos y heridos, por lo tanto, necesitan aplicar las medicinas de la Escritura tanto a sí mismos como a las ovejas que están a su cargo en nombre de Cristo. Todos los cristianos necesitan la verdad de las Escrituras como medicina para sus almas, en cada etapa de sus vidas, y en ese sentido, la elaboración y la aceptación de las aplicaciones prácticas son equivalentes a la administración y a la ingesta del medicamento. La capacidad de aplicar terapéuticamente la verdad de Dios implica la capacidad previa de diagnosticar enfermedades espirituales, y esa capacidad de diagnóstico se adquiere primeramente por medio de la práctica de detectar y darle seguimiento a nuestros propios pecados y debilidades, sin embargo, también puede enriquecerse por otros medios secundarios. La frecuencia con la que los pastores puritanos lamentan su propia pecaminosidad no debe menospreciarse como una convención cultural trivial; más bien, eso debe ser una garantía para nosotros, como lo fue para sus primeros oyentes y lectores, es decir, es algo que nos garantiza que estos hombres sabían de lo que estaban hablando cuando buscaban «rasgar» nuestras conciencias (frase que ellos usaban), y cuando diagnosticaban nuestras enfermedades espirituales y prescribían un régimen de directrices bíblicas para nuestra cura. El secreto de su habilidad para sondear el corazón, clavar al pecado, y mostrarnos cómo el poder sanador de Cristo puede rescatarnos del mal moral y espiritual, radicaba principalmente en su propia auto examinación y su auto conocimiento delante de Dios.
En segundo lugar, ellos eran expositores de la conciencia. Sus escritos prácticos siempre son exposiciones de las Escrituras, dirigidas a los fines que las Escrituras mismas establecen: «para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir [nutrir y entrenar] en justicia» (2 Timoteo 3:16). La hermenéutica puritana, aprendida de la Escritura misma (más precisamente, del uso que el Nuevo Testamento le da al Antiguo), era una hermenéutica que les permitía ver los siguientes aspectos: (1) cómo la palabra escrita nos muestra la naturaleza y las relaciones mutuas entre Dios y los hombres, (2) la forma en la que se vuelve real la relación de pacto de amor en Cristo, y (3) cuál es la manera de vivir una vez que esa relación es una realidad. El método expositivo puritano consistía en establecer las doctrinas —es decir, los principios concernientes a la relación en Dios y nosotros— que estaban implícitas en sus textos, para después aplicarlas. Por esa razón a los escritores se les llamaba «prácticos». Sus aplicaciones estaban dirigidas hacia la conciencia, es decir, presentaban razonamientos prácticos y autocríticos: razonamientos que nos llevan a cuestionarnos con respecto a nuestras obligaciones, nuestras deficiencias, y el estado presente de nuestra relación con Dios. Los puritanos creían que esa era la forma bíblica de exponer las Escrituras, y recurrían al Espíritu Santo en busca de la ayuda para honrar a las Escrituras: por medio de proveerle a la audiencia un buen entendimiento y una convicción de la verdad divina que está siendo expuesta, despertando en ellos un proceso de autocrítica, y proveyéndoles las respuestas apropiadas para respaldar el veredicto al que se ha llegado a través de la exposición bíblica. Estas respuestas abarcaban todas las áreas de la fe, la esperanza y el amor; el arrepentimiento, la humildad y desconfianza hacia uno mismo; la autonegación, la devoción privada y la obediencia; la alabanza, la acción de gracias, la súplica y la adoración; además de los diversos «afectos» resolutivos (no sólo oleadas de emoción pasajera, sino afectos que consolidan las inclinaciones de corazón con un énfasis experiencial) que contribuyen a la comunión y a la unión real con Dios. Su énfasis en la importancia de estos afectos resolutivos, y sus esfuerzos constantes por estimularlos y fortalecerlos (alegría, tristeza, deseo, temor, y muchos otros, todos enfocados hacia un objeto apropiado), explica por qué estos escritores eran llamados «afectuosos».
Y dentro de la hermenéutica puritana estaba incrustada una creencia, la cual había sido argumentada de una manera tan exitosa por los reformadores, que sus sucesores ingleses pudieron darla por sentada y ponerla en práctica, y esa era la creencia de que, la justificación por gracia y por fe a través de los méritos de Cristo, era como un prisma dado por Dios, a través del cual tenían que ser pasadas todas las Escrituras, para poder ver plenamente cuál era la luz y la verdad que éstas tenían para nosotros. William Tyndale, quien, en éste como en muchos otros asuntos, puede ser llamado el abuelo de la teología práctica puritana, explicó la afirmación anterior de la siguiente manera:
Por lo que estos dos puntos, es decir, la ley interpretada espiritualmente, entendiendo cómo es que aquello que no es hecho con un amor sincero desde lo profundo del corazón es un pecado condenable (…) y el hecho de que las promesas que han sido dadas al alma arrepentida que tiene sed de ellas y clama por ellas ante la misericordia paternal de Dios, sólo a través de nuestra fe, sin tener mérito alguno por nuestras obras, sino sólo por Cristo y por los méritos de Sus obras (…) yo considero que, si esos dos puntos están escritos en tu corazón, serán la llave que abrirán las Escrituras ante ti…99
Y las directrices para el estudio de las Escrituras continúan. Tyndale hace referencia a 2 Timoteo 3:16; Romanos 15:4; y 1 Corintios 10:11, y procede diciendo:
Por lo tanto, busque en las Escrituras, conforme las va leyendo, primero la ley (lo que Dios nos manda hacer); y después las promesas (…) en Cristo Jesús nuestro Señor. Luego busque ejemplos, primero de consuelo, cómo Dios purga a todos los que se someten a caminar en Sus caminos, en el purgatorio de tribulación (…) nunca queriendo que ninguno de ellos perezca, sino que se aferren a Sus promesas. Y finalmente note los ejemplos que están escritos para infundir temor a la carne, para que no pequemos; es decir, cómo es que Dios soporta a los pecadores impíos y perversos, permitiendo que continúen en su maldad (…) los cuales endurecen sus corazones contra la verdad, y como consecuencia, Dios los destruye por completo.100
Y continúa instruyendo:
para que pueda usted tomar las historias y las vidas que están contenidas en la Biblia como ejemplos seguros e indubitables de que Dios tratará con nosotros hasta el fin del mundo.101
Una vez que esos principios son aplicados, de acuerdo con Tyndale, las Escrituras se interpretarán a sí mismas: «La Escritura da cuentas de sí misma, y siempre se expone a sí misma por medio de otro texto abierto».102 La llave es la justificación por la fe, y la puerta (como es de esperarse) es la epístola a los Romanos. «Una luz y un camino hacia la Escritura completa», como Tyndale la llama, y traduce el veredicto de Lutero al respecto: «una luz brillante, y suficiente para alumbrar toda la Escritura».103 Estos principios exegéticos fueron transmitidos a la hermandad puritana por Perkins, quien estableció que, si uno comenzaba a estudiar Romanos y continuaba con el Evangelio de Juan, tenía la clave para entender toda la Biblia.104 En ese sentido, los estudios más detallados nos demuestran que, prácticamente estos principios tienen un estado axiomático en toda exégesis puritana.
Los recuentos puritanos acerca de la fe —la fe que trae justificación y por la cual los cristianos viven cada día— no son uniformes en todos los aspectos. Todos los escritores están de acuerdo en que la fe es más que una simple creencia de hechos conocidos, pero cuando intentan mostrar qué más es, sus definiciones divergen un poco. Perkins, consciente de la manera en la que los reformadores utilizaban las Escrituras para correlacionar la fe con el testimonio del Espíritu en las promesas de Dios, llegó a la conclusión de que la esencia de la fe está en la seguridad aplicativa, la cual veía como un ejercicio de la mente; Ames, su discípulo, consciente de la manera en la que los reformadores usaron la Escritura para presentar al Cristo vivo, crucificado y resucitado, como el objeto de la fe, y evidentemente influenciado por la perspectiva voluntarista de los Arminianos, con quienes debatía constantemente, concluyó que la esencia de la fe reside en recibir y confiar personalmente en Cristo a través de los términos del pacto, lo cual él veía como un ejercicio de la voluntad; y la mayoría de los recuentos puritanos que se escribieron después de Ames, y posiblemente también antes, incluyen ambos elementos.105 Pero todos los puritanos ven la fe como algo que involucra la conciencia, es decir, el juzgarse a sí mismo en la presencia de Dios a la luz de la verdad bíblica, y por lo tanto, estructuran todas sus exposiciones bíblicas con el propósito de inducir y nutrir la fe, utilizando directrices prolongadas y apelaciones a la conciencia. Un ejemplo típico de esta disciplina mental consciente en este asunto es la directriz de John Owen al comienzo de su gran y complejo tratado The Doctrine of Justification by Faith[La doctrina de la justificación por la fe]: