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Este “todo” incluye realizar fielmente las responsabilidades bíblicas de los padres. Los padres tienen dos responsabilidades principales hacia sus hijos, estas son: criarlos (1) en la disciplina del Señor y, (2) en la amonestación o instrucción del Señor.
Responsabilidades Bíblicas Básicas de los Padres
Padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor (Ef. 6:4)
La palabra griega usada para expresar disciplina en este versículo es paideia, la cual lleva la idea básica de entrenar nuestra vida externa.8 Es un término amplio que abarca una orientación estructurada y un control, que sean bajo parámetros prácticos para la vida diaria, para estimular, redargüir, o reprender (debido a desobediencia y/o actitudes pecaminosos y por supuesto, como sea apropiado según la edad del niño o de la niña.)
Por otro lado, amonestación o instrucción es la palabra griega nouthesia, la cual significa “poner o fijar en la mente.”9 Aquí la idea está dirigida a nuestra mente interna/nuestro corazón. Los padres han de instruir a sus hijos (tan fielmente como les sea posible), a pensar bíblicamente en cuanto a Dios, el hombre, Satanás el mundo y la vida.
Por ejemplo, debemos enseñar a nuestros hijos en cuanto a lo que significa temer y amar a Dios (Prov. 1:7 y Mat. 22:37–40). Ellos necesitan entender que la prioridad de la vida es una relación con Dios. Que vivan en un hogar cristiano servirá para ayudarles a honrar y respetar a un Dios digno, para fomentar un deleite sincero y una lealtad a él. En la medida en que usted demuestre que ama a Dios con todo su corazón, será más fácil encontrar ejemplos de la fidelidad de Dios y de darle el amor y el honor que él merece.
Cuando los padres instruyen y disciplinan a sus hijos no deben provocarlos a ira. Este principio se expresa de una manera un poco diferente en Colosenses 3.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. (Col. 3:21)
Todo padre tarde o temprano, ha provocado sin necesidad a su hijo pero este versículo se refiere a una actividad habitual, continua. Con frecuencia los padres son más grandes, fuertes y coordinados y saben más que sus hijos. Cuando este es el caso es fácil provocar a los hijos a airarse al exigir de ellos más de lo que los hijos son capaces de hacer. Los padres pueden provocar a sus hijos de otras maneras tales como el ser crueles, burlarse de sus hijos, reaccionar de manera áspera, reaccionar exageradamente al disciplinar a los hijos, retirar su amor, o al no expresar que los hijos les son motivo de alegría.10
Las Escrituras son claras cuando tratan el tema de proteger a personas de quienes podríamos fácilmente aprovecharnos y eso incluye a los niños. En lugar de provocarlos a ira, los padres tienen dos obligaciones con sus hijos de criarlos en (1) la disciplina del Señor y (2) la amonestación del Señor.
Los padres no son los únicos en la familia que pueden glorificar a Dios al ser fieles. Si el hijo, o la hija es un cristiano, él o ella también lo pueden hacer. A igual que sus padres, los hijos tienen dos responsabilidades bíblicas, básicas: (1) obedecer a sus padres, y (2) honrar a sus padres.
Responsabilidades Bíblicas Básicas del Hijo
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.” (Ef. 6:1)
Los hijos deben obedecer a sus padres excepto cuando le piden que peque. Encontramos el mandato obedeced a vuestros padres claramente declarado en Efesios 6:1, pero Dios lo cualifica. Ellos han de obedecer “porque esto es justo.” El Señor nunca pediría que pecaran y por supuesto, un padre tampoco lo debe pedir. Además, Hechos 5:28–29 deja en claro que quienes son autoridad no tienen el derecho de exigirles que pequen a quienes están bajo su autoridad. Pedro explicó esto a sus propias autoridades diciendo que era “¡necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!” cuando la exigencia de un gobernante iba en contra de lo que Dios exigía. Dios siempre es la autoridad suprema.
La palabra griega que expresa “obedecer” es hupakouo.11 Esta es una palabra que se compone de hupa (“estar debajo”) y akouo (“dar atención” o “escuchar”). Nuestra palabra “acústica”, deriva de akouo. La acústica es todo aquello “relacionado con el sentido o los órganos de audición, al sonido, o a la ciencia de los sonidos.”12 Por lo tanto, la responsabilidad del hijo es escuchar, akouo, la instrucción de sus padres con la intención de obedecer. La razón de esto es que el hijo está bajo, hupa, la autoridad de sus padres.
La obediencia conduce de manera lógica a la segunda responsabilidad básica del hijo.
“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Ef. 6:2–3)
Cuando se entregó este mandamiento incluía una promesa maravillosa de largura de vida. Según obedecía el hijo podría vivir bien y durante más tiempo, especialmente en vista de que la rebelión resultaba en apedreamiento.
En su carta a los Efesios, Dios a través de Pablo resalta lo importante y beneficioso que es para un hijo que honre a sus padres. En verdad, un hijo honra a sus padres cuando les habla y habla de ellos de una manera amable y respetuosa y cuando busca someterse a la autoridad de sus padres mientras vive en su casa.
Hasta este punto hemos visto que los hijos están bajo la autoridad de sus padres y los hijos tienen dos responsabilidades: (1) obedecer a sus padres y (2) honrar a sus padres. También hemos visto que para la gloria de Dios y por su gracia los padres pueden cumplir fielmente las dos responsabilidades básicas que tienen: (1) disciplinar a sus hijos y (2) instruirlos en las cosas concernientes al Señor.
Nuestra Esperanza
Cada hijo que Dios nos da es una bendición especial de él. No solo nos bendice con el hijo sino también con la promesa que cuando necesitamos ayuda, podemos siempre “acercarnos con confianza al trono de la gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4:16). Dios ha prometido que él es “fiel y no [nos] dejará ser tentados más allá de lo que [podemos] resistir . . .” (1 Cor. 10:13).
Tenemos una gran esperanza tanto en la provisión diaria de la gracia de Dios como en la ayuda que hay para nosotros en la Palabra de Dios. La Biblia “se escribió para nuestra instrucción a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Rom. 15:4). Recientemente hubo un comercial de televisión que declaraba que “los hijos no llegan con un manual de instrucciones.” Pues sencillamente eso no es verdad. La Biblia sí nos dice lo que tenemos que saber y Dios nos dará ayuda sobrenatural para poder ser fieles a la Palabra de Dios.
Conclusión
Hay personas que creen que los hijos no son una bendición y buscan como “devolver la mercancía”. Pero los hijos sí son en verdad, una bendición maravillosa. Otros creen que los hijos no llegan con un manual de instrucciones, cuando sí lo hay. Podríamos titularlo un manual de sabiduría. Ellos llegan con instrucciones escritas por aquel que las creo y para los padres cristianos, llegan acompañadas de la ayuda personal de Dios. Con la gracia capacitadora de Dios y para su gloria podemos honrar fielmente a Dios al ejercitarnos en la crianza de los hijos, aún a través de los años de adolescencia. ¡Podemos hacerlo a favor de nuestro Padre perfectamente fiel, sea que en este mismo momento los hijos se están gritando el uno al otro en el asiento trasero del auto, o están pensando que David Pearce mató a Goliat!
Preguntas para Repasar
1. ¿Cómo es que la meta de ser fiel difiere de las metas que normalmente tienen los padres?
2. ¿Cuál cree Ud. que ha sido su meta principal como padre?
3. ¿Tiene alguna pregunta en cuanto a si es Ud. un hijo de Dios, nacido de nuevo, perdonado de sus pecados y está confiando únicamente en Cristo Jesús como su Señor y Salvador? ¿Cuáles preguntas tiene? (Ver Apéndice A, y/o su director de estudio para recibir ayuda adicional).
4. ¿Qué contraste haría Ud. entre el ser fiel y el ser perfecto? ¿Qué lugar tiene el crecimiento progresivo (santificación) en la crianza de los hijos?
5. ¿Cuáles son las dos responsabilidades básicas de los padres?
6. ¿Cuáles son las dos responsabilidades básicas de los hijos?
7. ¿De qué manera está Dios usando a sus hijos para santificarlo?
8. ¿Quién recibe el reconocimiento de cualquier fidelidad que usted manifiesta y por qué?
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LA SALVACIÓN Y
SANTIFICACIÓN
DEL NIÑO
¿Podrá haber algo más importante para unos padres cristianos que sus hijos sean salvos y vivan para servir al Señor? ¿Puede Dios salvar a niños? ¡Claro que sí! Sin embargo, debido al riesgo de que se hagan falsas profesiones de fe, este capítulo tiene que ver con la presentación del evangelio en su debido contexto para sus hijos y con la manera en que es posible ayudar a los hijos que son salvos a crecer y a madurar como creyentes. Lo más vital que los padres podrán hacer es enseñar las verdades del evangelio. Por lo tanto, comencemos con la presentación del evangelio.
El Evangelio en Su Contexto
Es importante recordar que no hay un evangelio para los adultos y otro para los niños. Si Dios está abriendo los ojos de los niños, ellos comprenderán todas las verdades básicas del evangelio. Es por decir así, como un contenido para adultos pero con la fe de un niño. Si bien la versión infantil se presenta a un nivel diferente, para que haya una verdadera conversión, todos los elementos del evangelio deben ser enseñados, comprendidos, y recibidos con un corazón renovado hacia Dios (Ezequiel 36:26–27).
Los niños deben recibir instrucción a temprana edad en cuanto a Dios y la reverencia que se le debe tener. Deben ser instruidos en cuanto a las doctrinas particulares a la salvación. No es el momento para presionarlos a tomar alguna decisión de confiar en el Señor Jesús para ser salvos. Más bien, la presión debe de estar sobre los padres y los obreros de la iglesia a que sean fieles en presentar el evangelio completo a esta temprana edad. Enseñe diligentemente a los niños acerca de Dios, el hombre, el pecado, la ley, y la salvación “conforme a las Escrituras” (1 Cor. 15:3).
Además de desarrollar su propia relación con Cristo, comience poco a poco y en forma narrativa, a enseñarles a sus hijos pequeñas partes del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Su objetivo es instruirlo en el conocimiento de Dios para que ellos lo teman por reverencia y honra porque “el principio de la sabiduría es el temor de Jehová” (Prov. 1:7). No olvide leer Las Escrituras. Luego intente responder las preguntas que ellos hacen. Durante la semana refuerce lo que los hijos han aprendido en la iglesia. Sin importar la manera en que escoja hacerlo, lo importante es que tenga un plan sistemático para enseñarles las historias mientras aún son jóvenes (normalmente edad preescolar y kínder), y luego construya sobre las mismas a medida que los hijos van creciendo y son capaces de comprender más. Ana, la hija de Martha, le está enseñando historias bíblicas a sus hijos menores usando un flanelógrafo, lo cual le permite ilustrar las historias de manera colorida. A propósito, también está enseñando inglés a sus dos hijas más pequeñas, que son de Etiopía.
Otra manera de enseñarles la Palabra de Dios es a través de cantos e himnos. Cualquiera que sea el medio, su entrenamiento debe comenzar con una comprensión básica de quien es Dios.13
Comprendiendo a Dios
Niños y adolescentes necesitan comprender que no hay otro como Dios. El es único y es asombroso que nos haya revelado como es él. “A ti te fue mostrado, para que supieses que Jehová es Dios, y no hay otro fuera de él.” (Deut. 4:35). Él es único en el sentido que él es el único grandioso Dios que consiste de tres personas distintas que habitan en unidad (Gén. 1:26; Juan 10:30; Hechos 5:3–4). La triunidad de Dios, o la Trinidad no es fácil de explicar pero los padres deben estudiar el tema y comenzar a enseñarles a los hijos acerca de este concepto. Ya que no hay ejemplo que pueden tomar de la vida cotidiana para ilustrar adecuadamente la Trinidad, sugerimos para ayudar a sus hijos a entender mejor como es nuestro Dios trino, que usen Mateo 3:16–17. Es uno de los ejemplos más claros en la Biblia donde las tres personas de la Trinidad actúan concertadamente. 14
Dios también es único porque siempre ha existido en la eternidad pasada antes de crear el sol y la luna y días de veinticuatro horas. Es decir, él ha existido “por todos los siglos” (Judas 25). El profeta Isaías dice que Dios se ha revelado como “‘Aquel que es Alto y Sublime, que habita la eternidad...’ ” (Isa. 57:15, énfasis añadido).
Dios no es solamente eterno, también es nuestro Creador. Una gran verdad se explica cuando lo niños aprenden que “En el principio creo Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1). “Él nos hizo . . .” (Salmos 100:3). Él está personalmente involucrado. Ver también Colosenses 1:15–17.
Así dice Jehová, tu Redentor, que te formó desde el vientre: Yo Jehová, que lo hago todo, que extiendo solo los cielos, que extiendo la tierra por mí mismo.” (Isa. 44:24)
En su ser único, Dios también es desmedidamente santo y justo. Al ser santo quiere decir que es completamente libre de todo pecado y de toda inconstancia en como él es y como obra. A diferencia de nosotros, él es siempre justo. Al ser justo quiere decir que siempre será fiel a sus normas y que debe mantenerse separado del pecado.
“Él es la Roca, cuya obra es perfecta, Porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; Es justo y recto.” (Deut. 32:4)
En su mayoría las personas reconocen que Dios es santo, pero pocas personas reconocen su justicia. Las Escrituras dicen que dos personas pudieron ver el trono de Dios. Uno de ellos fue Isaías y el otro fue el apóstol Juan. Ambos dicen haber visto criaturas con seis alas cada una volando alrededor del trono de Dios y Juan registra que decían, “Santo, Santo, Santo, es el Señor Dios Todopoderoso. . .” (Apoc. 4:8). Ya que Dios es santo, debe castigar el pecado. Por lo tanto él es justo. Pablo predicaba basado en la justicia de Dios:
“Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, [el Señor Jesucristo]; dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (Hechos 17:30–31 con explicación añadida)
Otra pieza del rompecabezas para poder comprender como es Dios es conocer que el es todopoderoso y soberano sobre su creación. Esto nos recuerda aquella canción de niños que dice, “Mi Dios es tan grande (los niños extienden los brazos hacia los lados), tan fuerte (flexionan los músculos), y tan poderoso, no hay nada (menean la cabeza en señal de “no”), que mi Dios no pueda hacer (dos palmas).”15 Dios es todopoderoso y es soberano. “Soberano” quiere decir que él gobierna sobre su creación. Un Salmista escribió, “Porque Dios es el Rey de toda la tierra; Cantad con inteligencia. Reinó Dios sobre las naciones; Se sentó Dios sobre su santo trono.” (Salmos 47:7-8) Dios es nuestro Rey Supremo del Cielo.
¡Afortunadamente, Dios también demuestra su misericordia, compasión, amor y gracia hacia nosotros y nuestros hijos! Jesucristo, Dios hecho carne, vino al mundo, “lleno de gracia” (Juan 1:14).
Pablo escribió una carta a la iglesia de Corinto en la cual alababa a Dios diciendo, “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación. . .” (2 Cor. 1:3, énfasis añadido). Con frecuencia uno de los primeros versículos bíblicos que los niños aprenden es Juan 3:16
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16, énfasis añadido)
Se podría decir muchísimo más en cuanto a cómo es Dios, pero con frecuencia aún los niños más grandes y los adolescentes no conocen las verdades más básicas en cuanto al carácter de Dios. Necesitan recibir instrucción. De lo contrario no vivirán en asombro reverente de él. Hemos mirado algo de cómo es Dios, pero, ¿Qué diremos del hombre? ¿Qué enseñan las Escrituras en cuanto a cómo es el hombre?
¿Quién es el hombre para que tengas
de él memoria?
El hombre fue creado sin pecado antes de la caída. Debía adorar a Dios, reflejar su gloria, servirle, y proclamar su majestad. Fue creado para que Dios lo amara, cuidara, bendijera, satisficiera y consolara, y para que caminara a diario con él. Considere los siguientes versículos:
“Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma.” (Deut. 10:12)
“Me mostrarás la senda de la vida; En tu presencia hay plenitud de gozo; Delicias a tu diestra para siempre.” (Sal. 16:11)
“¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.” (Sal. 73:25–26)
“Alaben la misericordia de Jehová, Y sus maravillas para con los hijos de los hombres. Porque sacia al alma menesterosa, Y llena de bien al alma hambrienta.”(Sal. 107:8–9)
“Por tanto, Jehová esperará para tener piedad de vosotros, y por tanto, será exaltado teniendo de vosotros misericordia; porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él.” (Isa. 30:18)
El hombre fue creado para vivir en comunión cercana con su Creador, pero cuando el pecado entró en el mundo las cosas cambiaron drásticamente.
Nuestro Pecado es Peor que lo que Creemos
Sencillamente, el pecado es quebrantar la ley de Dios. El apóstol Juan lo explicó diciendo, “es infracción de la ley” (1 Juan 3:4).16 Comenzó cuando Satanás, quien fuera un ángel creado por Dios, se rebeló contra Dios. Satanás fue lanzado fuera del cielo y luego en con artimaña engañó a Eva para que comiera la fruta del árbol prohibido. Como si fuera poco, llevó la fruta a Adán, y aunque Adán sabía muy bien cuál sería la consecuencia de lo que hacía, el también comió. El pecado es como una enfermedad sin restricción: contagia.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.. . . ” (Rom. 5:12). La Biblia presenta a los hombres como pecadores “. . . como ovejas, cada cual se apartó por su camino. . .” (Isa. 53:6).
Cada hombre, mujer y niño es responsable por la decisión que ha tomado de pecar y por ello está separado de Dios, porque Dios es santo. En Jeremías 31:30 leemos claramente que “cada cual morirá por su propia maldad.” Las Escrituras también enseñan claramente que nuestras “iniquidades han hecho división entre [nosotros] y [nuestro] Dios.” (Isa. 59:2, adaptación añadida). Dios no puede ignorar que él es santo, por lo tanto su ira está sobre todos los que no son redimidos; y la muerte y el juicio y el infierno son los resultados del pecado. El autor de Hebreos explica, “…está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio. . .” (Heb. 9:27). El pecado afecta todo aspecto de nuestra vida—mente, voluntad, emociones y cuerpos físicos. Esto es lo que los teólogos llaman la depravación total. Por la gracia de Dios, la depravación total no quiere decir que cada ser humano es tan malo como pudiera ser. Lo que sí quiere decir es que todo ser humano peca y justamente merece recibir la ira de Dios. Tristemente, nuestro pecado es peor de lo que creemos que es, pero la otra cara de la moneda es que la gracia de Dios es más maravillosa que lo que podemos comprender (Rom. 5:20).
Gracia, Gracia, Maravillosa Gracia
A los niños hay que enseñarles con claridad, que no hay algo que pueden hacer para librarse a si mismos de la ira de Dios. No interesa que tan buenos se creen, o que tan especiales se creen, la norma de Dios es completa santidad. Por más que se esfuercen, no podrán ser perfectos, ¡ni siquiera si son criados en un hogar cristiano! Podrán ser muy dulces por fuera, pero aún tienen un corazón depravado y egoísta que necesita recibir la gracia de Dios. Todo niño necesita un Salvador que los limpie del pecado y les de la justicia perfecta de Dios. Aquel Salvador solo puede ser el Señor Jesucristo, el Cordero perfecto, sin mancha, quien vino al mundo a “dar su vida en rescate por muchos” (Marcos 10:45). Cristo llevó sobre sí nuestros pecados al caer sobre él la ira y el castigo que merecemos. La deuda por el pecado fue cancelada por completo a favor de los que creen. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu. . .” (1 Pedro 3:18).
Solamente Dios-hombre que fue sin pecado y no mereció morir o ser castigado por el pecado, pudo satisfacer la ira del Padre. Solamente Cristo tuvo la justicia perfecta que necesitamos nosotros si hemos de ser aceptados por Dios. La resurrección de Jesús de entre los muertos fue prueba que él era quien decía ser y que a través de su muerte él había logrado lo que dijo que lograría. La obra estaba concluida y la ira de Dios aplacada. Ahora Dios ofrece reconciliación por gracia, por medio de la fe en Cristo únicamente. Podemos ser “… acercados [a Dios] por la sangre de Cristo” (Ef. 2:13, explicación añadida).
Si la única manera en que podemos ser acercados a Dios es por medio de Cristo, entonces los padres que sean sabios tendrán cuidado de no sugerir que sus hijos ya se encuentran en comunión con Dios, antes de que ellos hayan respondido al evangelio (2 Cor. 5:11–21). Los mismos padres tampoco inquietarán a sus hijos más pequeños con la dura realidad de su estado de perdición hasta cuando sean capaces de entender las verdades del evangelio. Sin duda, aún los niños que no han sido salvos pueden ser instruidos a reconocer, alabar, y agradecerle a Dios por ser quien él es y por la gracia común que él les demuestra (Psa. 150:6).17 Sin embargo, esto no se debe confundir con lo que es una relación reconciliada con Dios por medio de Cristo. Por lo general, permita que sus hijos primero sean testigos de la relación suya con Dios antes de que respondan al evangelio para que puedan ver lo que Dios desea para la vida de ellos en el caso que sean salvos.
Al ser salvo, el creyente es declarado por Dios perdonado de todos sus pecados (Col. 2:13). Él también promete la esperanza segura del cielo, solamente por medio del Señor Jesucristo. (1 Pedro 1:3–4). “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12). La fe que verdaderamente salva es una transferencia de confianza en uno mismo a depositarla en Cristo exclusivamente. Implica sentir tristeza piadosa y arrepentimiento que aleja del pecado y por siguiente, impulsan a amar, confiar, someterse, y andar en pos del Señor Jesucristo.
Este cambio fue ilustrado en la vida real cuando el Señor me salvo a mí (Stuart). Yo había sido un adolescente rebelde y había escogido estudiar como interno en una escuela cristiana en otro estado antes que vivir en casa con padres que eran temerosos de Dios. Tan pronto como Dios me salvó, me entristeció mucho la manera en que yo había ofendido a Dios y maltratado a mis padres. Resolví entonces, viajar pidiendo aventón hasta la casa de mis padres (recorriendo parte del camino en un vehículo recolector de basuras), y para sorpresa y dicha de mis padres, les pedí que me perdonaran. Verá que la evidencia de que alguno ha sido salvo no es solo una oración que se ha rezado, sino un corazón que se ha alejado del pecado para seguir a Cristo y por la gracia de Dios, sigue perseverando “…para que los que viven, ya no vivan para [sus propios intereses], sino para [los intereses] de aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Cor. 5:15, explicación añadida).
Para estas alturas, usted quizás quiera hacer algunas preguntas respecto a lo que hasta ahora ha leído. Es por eso que hemos titulado la siguiente sección . . .
¿Pero, y Qué Me Dice De… ?