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La realidad para Zambrano resulta de un proceso de construcción, ya que los sentidos no la transcriben de manera pasiva. Acudiendo al saber de la psicología de su tiempo, ella sugiere que la integración de los sentidos “es el resultado de una unificación operada por el humano cerebro y aun por el pensamiento, por la misma razón” (M-121, 1965: 83). Por otro lado, en el horizonte de la filosofía declara concordar con Kant, en que las formas de la sensibilidad humana constituyen al mismo tiempo la estructura de la sensibilidad y la estructura de la realidad (Cf. M-121, 1965: 83).[6] Desde la perspectiva de Zambrano, los sentidos se suman el espacio y el tiempo como formas de la sensibilidad, y en conjunto operan como vías de acceso a la realidad (Cf. M-119, 1965: 144).[7]
Queda para un futuro trabajo profundizar en esta relación entre Kant y Zambrano y la postura de la filósofa frente al idealismo trascendental del pensador alemán; sin embargo, lo importante para nuestros fines es que desde esta lectura la experiencia de la realidad está ligada de manera íntima con el modo como es percibida. Por lo que se puede entender por qué para la pensadora andaluza los sentidos conducen al ser humano a la realidad y por qué, por sí mismos, implican modos de percibir y de establecer contacto con ella. Al mismo tiempo se ve la conexión con la piedad, puesto que si cada sentido es un camino hacia la realidad, y si cada dato sensorial trae consigo el mundo todo de una cierta manera, entonces podemos decir que el ser humano descubre modulaciones, aperturas y posibles modos de acercamiento a la realidad. En “La actitud ante la realidad” Zambrano caracteriza al ser humano como la criatura predestinada a la realidad, que en contraste con el mundo animal crea modos de tratar con ella: “Cambia su modo de tratar con la realidad, inventa y descubre otros nuevos, sólo él introduce verdaderas modificaciones y aun transformaciones en ella” (M-119, 1965: 145).
En este modo de articular la comprensión de la realidad, se ve en el pensamiento zambraniano una impronta fenomenológica. La realidad es, desde esta perspectiva, una apertura, por eso es que nuestra autora afirma que “la realidad hay que descubrirla y que antes que descubrirla hay que buscarla” (M-119, 1965: 147). Gracias a la fenomenología, Zambrano puede tomar distancia del paradigma de la ciencia positivista según el cual la realidad estaría constituida por hechos y objetos que habría que conocer de manera independiente a la experiencia sensible del sujeto (Martínez, 2007: 17-22). Incluso, podríamos hablar de una fenomenología de lo sagrado, pues, como veíamos en el apartado inicial, lo sagrado apunta a la realidad hermética, no revelada e indefinible; mientras que lo divino responde a esa realidad que ha sido configurada por el ser humano a través del rostro de los dioses.
Por todo lo anterior cabe preguntar, ¿hay un sentido privilegiado en el ser humano? ¿Habría que pensar la estructura de la sensibilidad de manera jerárquica o imaginar que los sentidos, en tanto canales que traen la realidad hasta nosotros, se comunican entre sí? Zambrano nos propone un experimento mental:
Mas cabe, ya que de cosa humana se trata, hacer una prueba recogiéndose en sí mismo para oír sin ver y después, por el contrario, abandonarse por entero a la visión sin atender al oír, y se podrá observar quizás como dos mundos diferentes surgen y aun dos modalidades de la propia alma (M-82, 1964: 56).
Con este ejercicio de imaginación podemos decir que la experiencia de la realidad es específica debido a la preponderancia del oído o de la vista. Cada uno de los sentidos representan modos específicos de relación o trato con la realidad que podrían incluso, como dice la autora, abrir mundos diferentes. Desde esta perspectiva, cabe pensar que la experiencia de la realidad de las personas ciegas o sordas, o de personas que viven con alguna neurodivergencia, representan modulaciones y formas de la realidad insoslayables, innegables y legítimas.
Zambrano habla de la delicadeza, como una virtud que tiene que ver con “saber tratar con algo, sea personas, seres vivientes o cosas” (M-121, 1965: 83-84). Dentro de esta matriz del sentir, la delicadeza sería aquella instancia capaz de equilibrar y crear armonía entre los diversos sentidos para tratar adecuadamente con lo otro. La delicadeza y la piedad se encuentran, pues en ambos casos regulan la relación del ser humano con la alteridad. Tanto una como otra, en cuanto recuperan la dimensión originaria del sentir, están más cerca del poeta que del filósofo, porque mientras este último “quiere lo uno, porque lo quiere todo”, el poeta “no quiere propiamente todo, porque teme que en este estado no esté en efecto cada una de las cosas y sus matices” (Zambrano, 1996: 22).
Y es que la realidad para Zambrano se dice de muchas maneras. No quiere extraer la unidad con violencia reduciendo la multiplicidad y los matices de la riqueza de lo real. Ya decíamos que nuestra autora no teme hablar de realidades, contraria al pensamiento filosófico que busca un saber absoluto y que parte de la creencia de que la realidad que describe es tal como la define, Zambrano sabe que cada realidad es experimentada de cierto modo u otro, de acuerdo al cómo y desde dónde nos aproximamos a ella (Cf. Rivara, 2018: 78). Por eso, la delicadeza y la piedad dan cuenta de la capacidad humana para crear modos de acercarse a la realidad, a “lo otro” que nos circunda, sea dios, animal, planta o ser humano extraño y distinto de uno mismo, y también muestran que hay aproximaciones alternativas a la realidad, pues ésta se abre al ser humano a través de diversos canales, accesos o caminos. Delicadeza y piedad revelan que la realidad en Zambrano no necesariamente posee la categoría del ser, porque se compone tanto por lo que es, que se puede pensar y definir, pero también por lo que hay y no es (Cf. Rivara, 2018: 196).
La realidad, entonces, siempre guarda para Zambrano un cierto misterio y enigma, un secreto último que no puede ser poseído ni controlado, iluminado en su totalidad. El pensamiento “unifica cuanto ilumina”, pero olvida que toda cualidad está rodeada de un abismo que la razón siempre quiere anular (Cf. Rivara, 2018: 196). Por eso, una forma de la delicadeza es el tacto para saber detenerse a tiempo y de la piedad, saber que lo que se puede pensar, decir y definir está rodeado de alteridad y linda con “lo otro”, y que nuestra conciencia está en medio de la tiniebla.
Lo que Zambrano cuestiona no es la racionalidad, sino el racionalismo, es decir, la unidimensionalidad que éste impone a partir del supuesto de que la única manera de tratar con la realidad sería la razón. En este sentido es que podemos afirmar que el pensamiento zambraniano construye una razón piadosa. Cuando Zambrano define a la educación en sus manuscritos como un “despertar a la realidad” entonces se aleja de la transmisión de contenidos como propósito formativo esencial, no le interesan tanto los exámenes de selección o la aprobación de grados por pura erudición como por lo que enseñan para vivir (Cf. M-282, 1965: 70-71 y M-116, 1965: 81-82). El desarrollo de la persona es indisociable del despertar y de la sensibilidad del educando para aproximarse a la realidad a través de diversas rutas sin dogmatismo. La razón es ciertamente una de esas rutas, pero también está el sentir y la vida que, latiendo desde las entrañas, exige atención y escucha. Despertar a la realidad es despertar a una multiplicidad en la que la realidad sigue en movimiento, una realidad que no sólo se piensa, sino que se siente.
Conclusiones
En este texto hemos presentado cómo la piedad es un concepto fundamental para comprender las preocupaciones educativas de Zambrano que, como lo muestran sus manuscritos, se propone la creación de la persona humana comprometida con la realidad, entendida más allá de la razón y de la imagen moderna del mundo. Zambrano restituye la dignidad de la sensibilidad humana, recurre a lo más profundo del ser humano, su vida y el sentir, como vía principal para la construcción de nuevas aperturas a la realidad. Educar, desde esta preocupación, apunta la responsabilidad de generar caminos de encuentro con los otros seres humanos, pero también limitar el antropocentrismo para vincularnos con otras dimensiones de la existencia y la realidad, como los animales, las plantas y los dioses. Lo que a la larga resultaría en la reforma del entendimiento, aquella subjetividad tan valorada por Occidente por sus beneficios prácticos, pero que también redujo las posibilidades y capacidades de la persona. Educar desde la piedad y la delicadeza sería la oportunidad de cruzar los linderos impuestos por una historia racionalista y significaría un nuevo encuentro con nosotros y con lo real.
Licenciado en Filosofía por la Facultad de Filosofía y Letras de la unam; obtuvo el título con una investigación sobre el pensamiento de María Zambrano titulada Educar: despertar a la realidad y al tiempo. Una reflexión a partir de los manuscritos de María Zambrano. Actualmente es miembro del Seminario de Pensamiento en Español de la misma facultad. Sus líneas de investigación son filosofía de la educación, ética y género.
Maestro y candidato a doctor en Filosofía por la unam, casa de estudios donde es profesor de la Facultad de Filosofía y Letras y de la Facultad de Derecho. Ha realizado estancias de formación e investigación en la Universidad de Borgoña, la Universitat de Barcelona, la Universidad de Salamanca, la Universidad de Córdoba (Argentina) y la Universidad del Valle (Colombia). Ha coordinado con Mónica Gómez los libros Sofística y pragmatismo (2020), Perspectivas éticas para un mundo diverso (2015), Desafíos éticos de la diversidad cultural para una ciudadanía de calidad (2015), además es autor del libro Habitaciones del pensamiento, la ciudad en la filosofía de María Zambrano (2015).
Darío Camacho Leal, “Educar: despertar a la realidad y al tiempo. Una reflexión a partir de los manuscritos de María Zambrano” (en prensa). En este trabajo se exploran las dos vías arriba indicadas y descritas por la autora en el manuscrito “Filosofía y educación: la realidad” (M-128). (En el caso de los manuscritos referimos su clasificación del archivo María Zambrano.) A diferencia del trabajo antes citado, en el que el esclarecimiento del vínculo entre educación y realidad se realizó a partir de la noción “sueño”, en este caso, se explora esta conexión a partir del concepto de “piedad”.
Hay un paralelismo interesante entre la función del maestro como guía que se expresa en los Manuscritos y la guía como género literario. A propósito de la segunda sostiene Rivara en este artículo: “Parece que el cometido de la guía es hacer que una vida salga de su hermetismo, que se muestre para lograr la visión de sí misma, su intimidad, sus oscuridades y abismos; la visión de una imagen para que una vida pueda comenzar a comprenderse a sí misma” (Rivara, 2005).
En este manuscrito caracteriza la situación del ser humano entre el ser y la realidad, con lo que propone pues, que la realidad es heterogénea y que tenemos que aprender a tratar con formas de realidad, en función de un modo peculiar de entender la temporalidad.
“Es cosa, especialmente desde Kant, bien sabida que los datos aportados por los sentidos se ordenan ya desde su nacimiento según las formas del espacio y del tiempo, propias de la más íntima estructura de la sensibilidad del hombre y al par de la estructura de la realidad.”
“Y los sentidos y las formas de la sensibilidad que establecen el espacio y el tiempo, son vías de acceso a la realidad.”
Referencias
Obras de María Zambrano
Zambrano, M. (1973), El hombre y lo divino, 2a. ed., México, Fondo de Cultura Económica.
———, (1996), Filosofía y poesía, 4a. ed., México, Fondo de Cultura Económica.
———, (2007), Filosofía y educación (Manuscritos), A. Casado y J. Sánchez-Gey (eds.), Málaga, Ágora.
———, (2012), Para una historia de la piedad, en Aurora: papeles del Seminario María Zambrano, Revistes Catalanes amb Accés Obert, Barcelona, pp. 64-72 [en línea], disponible en
Manuscritos de María Zambrano
Zambrano, M., “La comunicación entre los sentidos”, 1964, M-82.
———, “Las dos preguntas”, 1964, M-57.
———,“El final del curso y los viajes”, 1965, M-116.
———, “El temblor del examen”, 1965, M-282.
———, “La actitud ante la realidad”, 1965, M-119.
———, “La intercomunicación de los sentidos: la delicadeza”, 1965, M-121.
———, “La mediación del maestro”, 1965, M-127.
———, “La vocación del maestro”, 1965, M-120.
———, “Entre el ver y el escuchar”, 1970, M-88.
———, “El aula”, s/f, M-131.
———, “Filosofía y educación: la realidad”, s/f, M-128.
Comentadores de la obra de María Zambrano
Camacho Leal, D., “Educar: despertar a la realidad y al tiempo. Una reflexión a partir de los manuscritos de María Zambrano” (en prensa).
Laguna, R. (2015), Habitaciones del pensamiento. La ciudad en la filosofía de María Zambrano, México, Facultad de Filosofía y Letras, unam.
Rivara, G. (2018), “Alteridad y piedad: el hombre y lo divino”, en Senderos de la filosofía de María Zambrano o cómo se hace filosofía al andar, México, Ítaca, pp. 43-51.
——— (2015), “Pensamiento y vida: la ‘guía’ zambraniana”, Dikaiosyne. Revista de filosofía práctica, núm. 15, diciembre de 2005, Mérida, Universidad de los Andes pp. 151-159 [en línea], disponible en
Otras fuentes
Martínez Miguelez, M. (2007), El comportamiento humano. Nuevos métodos de investigación, México, Trillas.
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