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He aquí pues, que Dios gobierna verdaderamente la materia inanimada. La tierra y el aire, el fuego y el agua, el granizo y la nieve, los vientos tormentosos y los mares alborotados. Todos cumplen la palabra de Su potencia y realizan Su voluntad soberana. Por consiguiente, cuando nos quejamos del tiempo, estamos en realidad murmurando contra Dios.
2. Dios gobierna a las criaturas irracionales.
¡Qué ilustración tan sorprendente del gobierno de Dios sobre el reino animal encontramos en Génesis 2:19!: «Jehová Dios formó, pues, de la tierra toda bestia del campo, y toda ave de los cielos, y las trajo a Adán para que viese cómo las había de llamar; y todo lo que Adán llamó a los animales vivientes, ese es su nombre». Si se objetara que esto ocurrió en el Edén, y antes de la caída de Adán y la maldición consiguiente sobre toda criatura, acudiríamos al hecho histórico del Diluvio, donde otra vez Dios mostró evidentemente Su gobierno soberano sobre los animales. Observen en este texto cómo Dios hizo que viniera a Noé toda clase de criaturas vivientes: «Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán. De las aves según su especie, y de las bestias según su especie, de todo reptil de la tierra según su especie, dos de cada especie entrarán contigo, para que tengan vida» (Génesis 6:19–20). Todos estaban bajo el control soberano de Dios. El león de la selva, el elefante del bosque el oso polar, la terrible pantera, el lobo indomable, el tigre sanguinario, el águila de altísimo vuelo y el cocodrilo que se arrastra, todos, con su ferocidad nativa, ¡se someten dócilmente a la voluntad de su Creador y vienen al arca de dos en dos!
Nos hemos referido a las plagas enviadas sobre Egipto como ilustración del control del Creador sobre la materia inanimada, pero volvamos de nuevo a ellas parea ver cómo hablan del perfecto dominio de Dios sobre las criaturas irracionales. A Su palabra, el río produjo ranas en abundancia que penetraron en el palacio de Faraón y en las casas de sus siervos; y, contrariamente a sus instintos naturales, se introdujeron en las camas, en los hornos y en las artesas (Éxodo 8:3). Enjambres de moscas invadieron la tierra de Egipto, sin embargo, ¡no las hubo en tierra de Gosén! (Éxodo 8:22). Después, el ganado enfermó repentinamente y leemos: «he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima. Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel. Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra. Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno» (Éxodo 9:3–6). De manera semejante Dios envió una plaga de langostas a Faraón y a su tierra, designando el tiempo de su visitación, determinando su marcha destructora, y marcando los límites de sus destrozos.
No son los ángeles los únicos que obedecen los mandatos de Dios, sino que también las bestias hacen según Él quiere. He aquí que el arca sagrada, el arca del pacto, está en el país de los filisteos. ¿Cómo ha de ser devuelta a su tierra? Noten los medios que Dios utilizó y cuán completamente estaban bajo su control: «Entonces los filisteos, llamando a los sacerdotes y adivinos, preguntaron: ¿Qué haremos del arca de Jehová? Hacednos saber de qué manera la hemos de volver a enviar a su lugar (…) Haced, pues, ahora un carro nuevo, y tomad luego dos vacas que críen, a las cuales no haya sido puesto yugo, y uncid las vacas al carro, y haced volver sus becerros de detrás de ellas a casa. Tomaréis luego el arca de Jehová, y la pondréis sobre el carro, y las joyas de oro que le habéis de pagar en ofrenda por la culpa, las pondréis en una caja al lado de ella; y la dejaréis que se vaya. Y observaréis; si sube por el camino de su tierra a Bet–semes, él nos ha hecho este mal tan grande; y si no, sabremos que no es su mano la que nos ha herido, sino que esto ocurrió por accidente». ¿Y qué ocurrió? ¡Cuán sorprendente es lo que sigue! «Y las vacas se encaminaron por el camino de Bet–semes, y seguían camino recto, andando y bramando, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda» (1Samuel 6). Igualmente sorprendente es el caso de Elías: «Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer» (1 Reyes 17:2–4). El instinto natural de estas aves de presa fue reprimido y en vez de comerse los alimentos, los llevaron al siervo de Jehová en su solitario retiro.
¿Son necesarias más pruebas? No hay que ir lejos para encontrarlas. Dios hace que una asna muda reprenda la locura del profeta. Envía dos osas de los bosques a devorar a cuarenta y dos de los atormentadores de Eliseo. En cumplimiento de Su palabra, hace que los perros coman la carne de la impía Jezabel. Sella las bocas de los leones de Babilonia cuando Daniel es echado en el foso, aunque más tarde hace que devoren a los acusadores del profeta. Prepara un gran pez para que trague al desobediente Jonás, y al llegar la hora ordenada, le obliga a vomitarlo en tierra seca. A Su mandato y en cumplimiento de Su palabra, un pez lleva a Pedro una moneda para el tributo. Así vemos que Dios reina sobre las criaturas irracionales, bestias del campo, aves del aire y peces del mar; obedecen Su mandato soberano.
3. Dios gobierna a los hijos de los hombres.
Nos damos perfecta cuenta de que esta es la parte más difícil de nuestro tema y, por consiguiente, nos ocuparemos de ella más extensamente en las páginas que siguen; pero de momento, y antes de entrar en detalles, vamos a considerar el hecho del gobierno de Dios sobre los hombres en general.
Nos vemos confrontados con ciertas alternativas entre las cuales hemos de escoger: Dios gobierna o es gobernado; Dios dirige o es dirigido; Dios hace lo que quiere o lo hacen los hombres.
¿Y es difícil escoger entre estas dos alternativas? ¿Diremos que el hombre es un ser tan rebelde que escapa al control de Dios? ¿Diremos que el pecado ha enajenado al pecador, apartándolo del Dios tres veces Santo de tal forma que ahora se encuentra fuera del ámbito de Su jurisdicción? ¿O diremos que, por haber sido el hombre dotado de responsabilidad moral, Dios ha de dejarlo enteramente sin control por lo menos durante el período de su examen? ¿Se desprende necesariamente, por el hecho de que el hombre natural es un proscrito enemigo del cielo y un faccioso que se opone al gobierno divino, que Dios es impotente para cumplir Sus propósitos por medio de él? Lo que queremos decir es, no solamente que Él puede encaminar a bien los efectos de las acciones de los malhechores, ni que traerá a los impíos ante Su tribunal para que se pronuncie contra ellos sentencia condenatoria (pues esto lo creen también muchas personas que no son cristianas); sino que cada uno de los actos del más desobediente de Sus súbditos está enteramente bajo Su control. Más aún, que dicha criatura, sin saberlo, está llevando a cabo los designios secretos del Altísimo. ¿No fue así en el caso de Judas? ¿Es posible escoger un caso más extremo? Por tanto, si aquel rebelde estaba efectuando el designio de Dios, ¿no hemos de pensar lo mismo de todos los demás?
Nuestro objetivo aquí no es llevar a cabo una encuesta filosófica ni llegar a una conclusión de tipo metafísico, sino cerciorarnos de las enseñanzas de la Escritura sobre este profundo tema. ¡A la ley y al testimonio!, pues solamente allí podemos aprender del gobierno divino: Su carácter, Su designio, Su modus operandi y Su alcance. ¿Qué es, pues, lo que ha agradado a Dios revelarnos en Su bendita Palabra referente a Su control sobre las obras de Sus manos y particularmente sobre aquella que, en su origen, fue hecha a Su propia imagen y semejanza?
«En él vivimos, y nos movemos, y somos» (Hechos 17:28). ¡Qué afirmación tan impactante! Noten que estas palabras no iban dirigidas a una de las iglesias de Dios, ni a un grupo de santos que hubiera alcanzado un plano de elevada espiritualidad, sino a un público pagano, a los que adoraban al «Dios no conocido» y a los que se burlaban cuando oían hablar de la resurrección de los muertos. No obstante, el apóstol Pablo no vaciló en declarar enfáticamente a los filósofos atenienses, a los epicúreos y a los estoicos, que vivían, se movían y tenían su ser en Dios, lo cual no sólo significaba que debían su existencia y preservación a Aquel que hizo el mundo y todo lo que en él hay, sino también que sus mismas acciones estaban bajo la administración y control del Dios de los cielos y la tierra (cf. Daniel 5:23).
«Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua» (Proverbios 16:1). Observen que esta declaración tiene una aplicación general: se refiere a todo hombre, no simplemente a los creyentes. «El corazón del hombre piensa su camino; mas Jehová endereza sus pasos» (Proverbios 16:9). Y si Jehová endereza sus pasos, ¿no es prueba de que el hombre está siendo controlado o gobernado por Dios? Asimismo: «Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre; mas el consejo de Jehová permanecerá» (Proverbios 19:21). Es decir, sea lo que sea lo que el hombre desee o planee, después de todo, es la voluntad de Su Hacedor la que se cumple. Tomen por ejemplo el caso del rico insensato. Se nos dan a conocer los pensamientos de su corazón: «También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate». Tales fueron los «pensamientos» de su corazón, sin embargo «el consejo de Jehová» permaneció. Las resoluciones del hombre rico no sirvieron para nada, pues «Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma» (Lucas 12:17–20).
«Como los repartimientos de las aguas, así está el corazón del rey en la mano de Jehová; a todo lo que quiere lo inclina» (Proverbios 21:1). ¿Hay algo que pueda ser más explícito? Del corazón «mana la vida» (Proverbios 4:23), «porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él» (Proverbios 23:7). Si el corazón está en manos de Jehová y si Él lo inclina a donde quiere, ¿no está claro entonces que todos los hombres están bajo el control total del Todopoderoso?
Ninguna limitante debemos poner a lo establecido anteriormente. Insistir en que solamente algunos hombres hacen lo que Dios ha determinado es repudiar también otros textos bíblicos igualmente explícitos: «Pero si él determina una cosa, ¿quién lo hará cambiar? Su alma deseó, e hizo» (Job 23:13). «El consejo de Jehová permanecerá para siempre; los pensamientos de su corazón por todas las generaciones» (Salmo 33:11). «No hay sabiduría, ni inteligencia, ni consejo, contra Jehová» (Proverbios 21:30). «Porque Jehová de los ejércitos lo ha determinado, ¿y quién lo impedirá? Y su mano extendida, ¿quién la hará retroceder?» (Isaías 14:27). «Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero» (Isaías 46:9–10). No hay la menor ambigüedad en estos pasajes. Afirman, en los términos más inequívocos e incondicionales, la imposibilidad de que el propósito de Jehová no se cumpla.
En vano leemos las Escrituras si no descubrimos que los actos de los hombres, tanto de los malos como de los buenos, están gobernados por Jehová Dios. Nimrod y sus compañeros determinaron erigir la torre de Babel, pero antes de que su obra fuese acabada, Dios frustró sus planes. Dios llamó a Abraham «solo» (Isaías 51:2), pero su parentela lo acompañó cuando dejó Ur de los caldeos. ¿Acaso se frustró la voluntad del Señor? En ninguna manera. Si nosotros atendemos a la narración, nos daremos cuenta de que Taré murió antes de llegar a Canaán (Génesis 11:32); y aunque Lot acompañó a su tío hasta la tierra de la promesa, prontamente se apartó de él, y puso sus tiendas en Sodoma. Jacob era el hijo a quien se había prometido la herencia y aunque Isaac trató de alterar el decreto de Jehová y otorgar la bendición a Esaú, sus esfuerzos quedaron en nada. Esaú juró vengarse de Jacob, pero cuando se encontraron después de la separación, en vez de pelear llenos de odio, se abrazaron con lágrimas de gozo. Los hermanos de José planearon su destrucción, pero sus malos consejos fueron frustrados. Faraón pereció en el Mar Rojo al intentar oponerse a que Israel cumpliera las instrucciones de Jehová. Balac alquiló a Balaam para que maldijese a los israelitas, pero Dios le obligó a bendecirlos. Amán erigió una horca para Mardoqueo, pero fue él quien fue colgado en ella. Jonás resistió la voluntad revelada de Dios, pero ¿en qué pararon sus esfuerzos?
¡Ah, los paganos podrán enfurecerse antes esta idea! «¿Por qué se amotinan las gentes, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, Y echemos de nosotros sus cuerdas» (Salmo 2:1–3). Pero ¿acaso el gran Dios es perturbado o estorbado por la rebelión de Sus mezquinas criaturas? No, sino que «el que mora en los cielos se reirá; el Señor se burlará de ellos» (Salmo 2:4). Él está infinitamente por encima de todos y las más grandes confederaciones de los hombres, y los preparativos más vastos y enérgicos para derrotar Su propósito son, a Sus ojos, como un juego de niños. Él mira tan fútiles esfuerzos no solamente sin alarma, sino riéndose de la locura de ellos; trata su impotencia ridiculizándola. Sabe que puede aplastarlos como polillas cuando guste, o consumirlos en un momento con el aliento de Su boca. ¡Ah, qué vanidades que los «tiestos de la tierra» (Isaías 45:9) luchen contra la gloriosa Majestad del cielo! Tal es nuestro Dios; adórenle.
¡Considera también, la soberanía que Dios ha mostrado en Sus tratos con los hombres! Moisés, quien era torpe de lengua (en vez de Aarón su hermano mayor, quien no lo era), fue el escogido para ordenarle al monarca de Egipto, la liberación de Su pueblo oprimido. Asimismo, Moisés aunque era muy amado, pronunció una palabra arrebatada y fue excluido de Canaán; mientras que Elías, quien murmuró apasionadamente, solamente fue reprendido ligeramente ¡y después de eso llevado al cielo sin gustar la muerte! Uza apenas tocó el arca y fue matado instantáneamente, mientras que los filisteos se la llevaron en su triunfo insultante y no sufrieron daño inmediato. Las muestras de gracia que hubiera llevado al arrepentimiento a la condenada Sodoma, no movieron siquiera a la gran privilegiada Capernaum. Las obras poderosas que hubieran llevado sometido a Tiro y a Sidón, dejaron a las ciudades reprobadas de Galilea, bajo la maldición de un evangelio rechazado. ¿Si dichas muestras de gracia certeramente habrían tenido efecto en los primeros lugares, por qué no fueron dadas allí? ¿Si dichas muestras no iban a resultar en los otros lugares, por qué se dieron ahí? ¡Oh, qué exhibiciones de la soberana voluntad del Altísimo!
4. Dios gobierna a los ángeles, tanto a los buenos como a los malos.
Los ángeles son siervos de Dios, mensajeros Suyos. Escuchan siempre la voz de Su boca y cumplen Sus mandamientos. «Y envió Jehová el ángel a Jerusalén para destruirla; pero cuando él estaba destruyendo, miró Jehová y se arrepintió de aquel mal, y dijo al ángel que destruía: Basta ya; detén tu mano (…) Entonces Jehová habló al ángel, y éste volvió su espada a la vaina» (1 Crónicas 21:15–27). Podrían citarse otros textos de las Escrituras para mostrar que los ángeles están en sujeción a la voluntad de su Creador y hacen lo que Él les manda: «Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes» (Hechos 12:11). «Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto» (Apocalipsis 22:6). Así ocurrirá cuando nuestro Señor vuelva: «Enviará el Hijo del Hombre a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que sirven de tropiezo, y a los que hacen iniquidad» (Mateo 13:41). Asimismo leemos: «Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro» (Mateo 24:31).
Lo mismo puede decirse de los espíritus malignos. También ellos cumplen los decretos soberanos de Dios. Un espíritu malo fue enviado por Dios para provocar la rebelión en el campamento de Abimelec: «envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec» (Jueces 9:23); otro para ser espíritu mentiroso en boca de los profetas de Acab: «Y ahora, he aquí Jehová ha puesto espíritu de mentira en la boca de todos tus profetas, y Jehová ha decretado el mal acerca de ti» (1 Reyes 22:23); y aun otro para atormentar a Saúl: «El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová» (1 Samuel 16:14). En el Nuevo Testamento una legión entera de demonios no salió de su víctima hasta que el Señor la dejó entrar en el hato de puercos.
Por consiguiente, la Escritura aclara que los ángeles, buenos y malos, están bajo el control de Dios y qué, voluntaria o involuntariamente, llevan a cabo Su propósito. Sí, el propio Satanás está absolutamente sujeto al control de Dios. Acusado en el Edén, escuchó la terrible sentencia sin pronunciar palabra. No pudo tomar a Job hasta que Dios le concedió autorización. También tuvo que esperar el consentimiento de nuestro Señor antes de «zarandear» a Pedro. Cuando Cristo le mandó partir diciéndole, «Vete, Satanás», leemos, «El diablo entonces le dejó» (Mateo 4:10–11). Y como acto final, sabemos que será echado al lago de fuego que ha sido preparado para él y sus ángeles.
El Señor omnipotente reina. Su gobierno se ejerce sobre la materia inanimada, sobre las bestias, sobre los hijos de los hombres, sobre los ángeles buenos y malos y sobre Satanás mismo. Ningún planeta gira, ninguna estrella brilla, ni hay tormenta, ni movimiento de criatura, ni acto de un hombre, ni hecho de un ángel, ni acción del diablo, ni nada puede ocurrir en todo el vasto universo de forma diferente a como Dios ha determinado desde la eternidad. He aquí un auténtico fundamento para la fe. He aquí un verdadero lugar de reposo para el intelecto. He aquí un ancla para el alma, segura y firme. No se trata del destino ciego, del mal desencadenado, del hombre o del diablo, sino que es Dios mismo el que está gobernando el mundo, dirigiéndolo según Su propia voluntad y para Su propia gloria eterna.
Diez mil centurias antes que los cielosfuesen en sus cimientos afirmados,los mundos por venir, los luengos siglosestaban ya en Su mente planeados.El vil gusano, el ave pasajera,los tronos con sus reyes coronados,el fin de dinastías, pueblos, eras:todo estaba en Su mente decretado. (Isaac Watts)
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