El bienestar emocional

- -
- 100%
- +

Joan Piñol
El bienestar emocional
Claves para vivir mejor

© 2020 by Joan Piñol Forcadell
© 2020 by Editorial Kairós, S.A.
Numancia 117-121, 08029 Barcelona, España
www.editorialkairos.com
Composición: Pablo Barrio
Diseño cubierta: Katrien Van Steen
Primera edición en papel: Octubre 2020
Primera edición en digital: Octubre 2020
ISBN papel: 978-84-9988-805-7
ISBN epub: 978-84-9988-833-0
ISBN kindle: 978-84-9988-834-7
Todos los derechos reservados.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.
A Tere, Joan y Guillem, que son mi vida
A mis padres, que me dieron la vida
A mis amigos y familia, por los que daría la vida
A partir de las conferencias que he realizado para empleados y directivos de empresas, y profesionales de diferentes ámbitos, sobre las emociones, el estrés, el bienestar emocional y la felicidad, se me ocurrió que podía transmitir esas vivencias y reflexiones en un libro.
Además, quería aprovechar la oportunidad de compartir mis conocimientos y experiencias relacionadas con la psicología, con la finalidad de ayudar a otras personas a conseguir el equilibrio entre el pensamiento, la emoción y la conducta, tal como lo he hecho durante años conmigo mismo y con mi entorno personal y profesional.
Por otra parte, mi intención también es aclarar algunos conceptos o ideas que nos ayuden a conocer cómo somos, qué sentimos y qué podemos hacer para estar bien física y emocionalmente y alcanzar la felicidad. No hay que olvidar que hacer felices a los demás también nos ayuda a serlo nosotros, y así vivir más y mejor, os lo aseguro.
¿Por qué un libro sobre bienestar emocional y aspectos generales de psicología? Considero que la psicología se puede aplicar en todos los ámbitos de la vida, de la sociedad y del trabajo. Por lo tanto, en el inicio de este manual he querido introducir algunos conceptos un poco más teóricos, que espero te ayuden, como me ayudaron a mí, a orientarte en tu camino, es decir, a encontrar ese bienestar que todos buscamos y anhelamos.
Asimismo, he incluido las experiencias de pacientes y amigos que han pasado por procesos de pérdida (enfermedades graves, accidentes, defunción familiar…), o por diversas situaciones de dificultad emocional y sufrimiento, ya que personalmente me han servido para pensar que mi tiempo debo invertirlo en estar bien y ser feliz, y creo fervientemente que puede reforzar esa misma idea en vosotros. A pesar de esas situaciones inevitables, no hay que olvidar que a diario también debemos enfrentarnos a otras circunstancias externas que tampoco ayudan ni facilitan nuestro día a día, como son las crisis económicas, laborales, políticas, de seguridad, entre otras, pues todo esto nos afecta de una manera u otra.
Mi deseo es ser una mejor persona, mejor amigo, mejor padre, mejor hijo o hermano, ser un mejor compañero e intentar que mi entorno se encuentre bien porque, al final, todo depende de nosotros.
Ahora te pido que realices una pequeña reflexión durante unos minutos para que valores tu situación. Deberás detenerte un instante y analizar lo que tienes, sin dar nada por sentado. ¿De cuántas cosas deberías estar agradecido? ¿De qué puedes sentirte orgulloso? ¿Con cuántos amigos cuentas? ¿Y la familia? ¿Has pensado alguna vez en la suerte que significa haber nacido en tu pueblo o ciudad en lugar de encontrarte en una zona en conflicto, o donde la pobreza te haría imposible poder disfrutar de todo lo que tienes?
Todas estas cuestiones me han hecho valorar mi entorno, mis amigos y mi familia. Valóralos tú también.
En cada uno de los capítulos de este libro, iremos reflexionando de forma general acerca del ámbito de la psicología, de las emociones, el bienestar y la felicidad.
Comenzaremos con un breve viaje desde los inicios de la humanidad (de los primeros homínidos al Homo sapiens), pues es vital conocer cómo han influido las emociones en la supervivencia de nuestra especie, cómo nos han marcado y por qué reaccionamos de determinada manera, lo que nos ayudará a conocernos mejor.
Continuaremos con algunos conceptos básicos sobre el cerebro, las emociones, la psicología y las hormonas de la felicidad y el bienestar. Conoceremos un poco más acerca de la enfermedad del siglo XXI: el estrés, pues, al comprenderlo, aprenderemos a gestionarlo mejor, y también a distinguir las características de otra enfermedad muy importante: la depresión.
Por último, llegaremos a las claves para intentar ser felices, y por ende vivir más y mejor. Si conocemos nuestras emociones, si tenemos buenos hábitos (ejercicio físico y cognitivo, así como una buena alimentación), si practicamos las técnicas de relajación, la positividad, la risa, el abrazo y la generosidad entre otros, te aseguro que tendremos más cerca la felicidad y el bienestar.
En definitiva, el componente emocional es fundamental para ser feliz y estar bien: nuestro entorno, la familia, los amigos, el trabajo, la forma de ver la vida (la actitud), la generosidad, cantar, bailar, hablar, abrazar, reír, llorar, mostrar los sentimientos. Todas son pequeñas acciones que nos hacen sentir bien con nosotros mismos y con los demás. Por eso, hay que recordar que sentirse querido y acompañado es un elemento vital para estar en paz y ser feliz.
Buscar la felicidad y el bienestar emocional ayuda a afrontar de una manera más asertiva los momentos difíciles. ¡También está demostrado que ayuda a vivir más!
«Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo».
NIETZSCHE
Haz tu parte. El cuento del colibrí
Este libro se centra en mi historia para que la podáis hacer vuestra, pues en realidad todos los relatos se conectan entre sí creando una red de emociones, ilusiones y magia. Con las historias, liberamos endorfinas a través de nuestro cerebro, por eso quiero empezar este recorrido hacia el bienestar y la felicidad con un bonito cuento de la selva amazónica.
El cuento del colibrí
Cuenta la fábula que un día hubo un incendio enorme en la selva y todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible.
De pronto, un jaguar vio pasar por sobre su cabeza a un colibrí… en dirección contraria, es decir, hacia el fuego. Le extrañó mucho, pero no quiso detenerse. Al instante, lo vio pasar otra vez en su misma dirección. Así, pudo observar el ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues le parecía un comportamiento muy raro.
—¿Qué haces colibrí? –le preguntó.
—Voy al lago, cojo agua con el pico y la echo al fuego para apagar el incendio.
El jaguar sonrió.
—¿Estás loco? ¿Crees que vas a conseguir apagarlo tú solo con tu pequeño pico?
—Bueno –respondió, el colibrí–, yo haré mi parte…
¡Haz tu parte!
La moraleja de este cuento es que la felicidad y el bienestar no son la consecuencia de tener una vida plácida, sino que consisten en la sensación de saber que, por más difíciles que sean algunas cosas, uno ha hecho todo lo que está en su mano para mejorarlas.
Quiero ser el primero en hacer mi parte: contar esta historia para relacionarla con todo lo aprendido. Un relato que recorrerá todo el libro para que os sirva de guía, de referencia, para que podáis conectar con vuestras emociones y reflexionar, para que os transmita la fuerza, la magia y la ilusión necesarias, que nos ayuden a superarnos y a querernos.
¡Seamos egoístas! ¡Si estamos bien emocionalmente y somos felices, generamos endorfinas, lo que nos ayudará a vivir mejor!
1. Una historia personal
Nací en un precioso pueblo agrícola a orillas del río Ebro, con buen clima, buena gente, y muy buen arroz. Una infancia feliz en un entorno saludable, ya que los amigos de la escuela, del barrio, los vecinos y, por supuesto, mi familia marcaron mi infancia. Recuerda que nuestra niñez condiciona el resto de nuestra vida.
Tengo una familia maravillosa que me enseñó a respetar, a amar, a ayudar, a ser humilde. También a agradecer lo que tenía, a valorar las cosas, la vida… Hoy son cualidades que a nivel personal y profesional me han aportado grandes satisfacciones y éxito.
Somos como somos en parte por nuestra genética, pero sobre todo por nuestro entorno y gracias a los aprendizajes y vivencias realizadas desde pequeños.
Mi abuelo materno y mi tío eran médicos. Mi abuelo era médico de familia y había estado en diferentes pequeños pueblos (mi recuerdo más nítido fue su última etapa en una pequeña localidad de una conocida zona vinícola). Allí, la relación con sus pacientes era muy personal por el hecho de conocer a cada uno no solo desde su dolencia o enfermedad, sino también desde sus peculiaridades personales y familiares. Una relación muy cercana, y tengo que admitir, pues lo he podido constatar con la experiencia de los años, que la curación de cada individuo era más rápida y mucho mejor.
Ya sea por esta experiencia que tuve durante mi infancia, o por seguir la tradición familiar, siempre me había planteado estudiar medicina. Así que encaminé mis estudios de bachillerato hacia la rama de ciencias para poder llegar a ser médico, con el objetivo de especializarme en Psiquiatría.
En el verano previo a entrar en la facultad, leí un libro sobre psicología de las organizaciones en el que un directivo explicaba, desde su perfil más humanista, cómo había logrado administrar con éxito su compañía, gestionando diferentes ámbitos de la empresa, pero sobre todo cuidando a las personas, algo muy importante para mí.
Parecerá mentira, pero en poco tiempo, tras leer la experiencia de un desconocido, cambié el enfoque profesional de mi vida. Y me propuse estudiar Psicología, una ciencia joven, que es hoy la profesión que ejerzo con pasión. Allí hice grandes amigos y compañeros, que, como yo, tenían la vocación de ayudar a otras personas desde el ámbito de la atención de la salud psicológica y emocional, y algunos (todo hay que decirlo) para conocerse a sí mismos.
Y, cosas de la vida, durante mi estancia en aquella universidad sucedió un acontecimiento trascendental, ya que allí conocí a alguien muy especial en mi vida: mi esposa y la madre de mis hijos. Recuerdo perfectamente su sonrisa y su cara cuando nos cruzamos en el pasillo, una mañana en un descanso previo a la clase de psicobiología.
¿Por qué te cuento todo esto? Las emociones importantes siempre se recuerdan con todo detalle, aunque pasen los años, ya sean vivencias de la niñez (los amigos, el primer beso, la primera fiesta de verano…) o el nacimiento de un hijo, una defunción, una enfermedad propia o la de un familiar o amigo. ¡Qué curioso! ¿Verdad?
Veamos, pues, cómo funcionan nuestro cerebro y nuestras emociones, primero desde una vertiente ancestral, para poder comprender cómo funcionan en la actualidad y entender de esta manera qué herramientas necesitamos para llevar una vida de felicidad y bienestar.
2. Nuestro origen.
La evolución de la especie
Estoy convencido de que te estarás cuestionando para qué te va a servir leer un capítulo sobre la evolución de las especies, así que espero poder demostrarte cuánto te servirá.
Para entender nuestras emociones es vital tener un mínimo conocimiento de la evolución humana, pues la llevamos en nuestro ADN. ¿Quiénes somos? ¿Qué importancia tienen las emociones? ¿Están relacionadas con nuestra supervivencia como especie? Responder a todas estas preguntas me ayudó a entender cómo actúa el ser humano en determinadas situaciones y, por supuesto, me sirvió para entenderme mucho mejor.
Sin embargo, ¿cómo puedo plantearos todas estas cuestiones y responderlas sin que toda la explicación parezca extraída de un manual? ¿Por qué los adultos nos empeñamos en complicar los conceptos? ¿Por qué solo los simplificamos cuando nos dirigimos a un público infantil? Yo quiero dirigirme a vuestro niño interior a través de una historia real, que explicaré como si fuera un cuento, de una manera fácil y sencilla.
Primer cuento. La Vía Láctea y su origen
Hace mucho tiempo, iniciamos nuestro viaje en una región de la galaxia llamada Vía Láctea, que es una de las más de 100.000 millones de galaxias que conforman el universo. Ahí vive el Sol, la gran estrella del sistema solar, que es admirada por todos los planetas que habitan en ese sistema; danzan a su alrededor para nutrirse de su radiación electromagnética. Al fin y al cabo, todos necesitamos de todos, igual que el Sol también necesita de sus planetas. Y la Tierra no iba a ser menos, pues también se nutre de esa misma fuente de energía.
Todo empezó hace unos 13.500 millones de años con el Big Bang, una gran explosión que generó hidrógeno y helio, gases que fueron la base e inicio de todo lo que hoy conocemos. Sin embargo, siguiendo la estela de José Martí, un escritor y político cubano… «todo, como el diamante, antes que luz es carbón», y no iba a ser diferente la creación de la Vía Láctea. Lo que empezó como una nube de gas, lo que empezó siendo carbón, acabó por convertirse en luz con la creación del Sol hace unos 5.000 millones de años. La Tierra pasó por un proceso similar, pues a pesar de que se formó hace 4.500 millones de años, los océanos y las rocas no se acabaron de configurar hasta pasados 600 millones de años después.
Inicialmente, la Tierra se originó a partir de una especie de extensa mezcla de nubes de gas de hidrógeno y helio, junto con rocas y polvo en rotación. Pero, como ya sabemos, todos necesitamos de todos. También de las estrellas, ya que sin ellas la Tierra no hubiese existido como tal, igual que nosotros sin nuestros padres. Gracias a los elementos químicos como el oxígeno, carbono, nitrógeno, cloro, sodio, oro, uranio, hierro, etc., que las estrellas liberan al espacio cuando expiran, se pudo formar nuestro planeta. Así es como, generación tras generación, han ido sembrando el espacio de elementos químicos que de otra forma no existirían; de ahí viene la expresión «somos polvo de estrellas».
Todos somos elementos químicos del universo. Si fuéramos al supermercado de la vida, ¿qué compraríamos para crear una persona? Las personas adultas estamos formadas por 43 kg de oxígeno, 16 kg de carbono, 7 kg de hidrógeno, 1,8 kg de nitrógeno, 1 kg de calcio, así como 0,8 kg de fósforo, 0,1 kg de potasio, 0,1 kg de azufre, 0,1 kg de sodio y 0,1 kg de cloro (además de otros elementos como magnesio, hierro, flúor, zinc, cilicio, rubidio, estroncio…).
Y esta es también la historia de nuestra vida. Desde que nacemos nos configuramos como personas, pero para poder llegar a ser luz y llegar al bienestar emocional, primero partimos del desconocimiento, de la oscuridad, del no saber, y es necesario ese tiempo de construcción propia a partir del conocimiento del ser humano. Como decía la letra de una canción de Mago de Oz: «Cuando oigas a un niño preguntar “por qué el sol viene y se va”, dile “porque en esta vida no hay luz sin oscuridad”».
Para pasar del desconocimiento al entendimiento del bienestar emocional debemos centrarnos brevemente en la formación de la vida, y para ello me he encontrado con varias teorías: que la materia orgánica pudo haber llegado desde el espacio, a través de algún meteorito, o que se generó a través de la misma Tierra por las células procariotas, que son unos organismos unicelulares sin núcleo. Las respuestas nos aportan seguridad y esta, a su vez, tranquilidad y bienestar emocional.
Como profesional especializado en ciencias, soy más de la creencia de la aparición de las células procariotas que, surgiendo de las moléculas generadas por la propia energía química de la Tierra, adoptaron la luz solar como fuente de energía, siguiendo los pasos de los planetas de la Vía Láctea. Millones de años más tarde, esas células trasmutaron a bacterias capaces de realizar la fotosíntesis, por lo que se empezó a consumir el CO2 de la atmósfera para liberar oxígeno; y, con ello, se formó la capa de ozono que absorbió gran parte de la radiación ultravioleta del Sol.
Así, los organismos unicelulares que llegaron a la superficie de la Tierra tuvieron mayores probabilidades de sobrevivir y poco a poco se fue desarrollando la vida y las especies: primero los dinosauros y, posteriormente, los mamíferos, y entre ellos, nuestros primeros antepasados: los primates.
Segundo cuento. La especie humana y su evolución
Hace 6 millones de años, un pequeño mono africano fue el primer ancestro de nuestra raza, así como de los bonobos y chimpancés. Esto nos indica que conocer a nuestros antepasados es también conocernos a nosotros mismos. Sus conductas, su manera de relacionarse también forma parte de nuestro ser y, por ese motivo, vamos a profundizar un poco más en ellos, en nosotros; pues, como dijo Galileo: «La mayor sabiduría que existe es conocerse a uno mismo».
¡Así que… allá vamos! Al analizar el genoma humano y su proceso evolutivo, se ha descubierto que el Homo sapiens comparte casi el 99% de sus genes con el chimpancé y el bonobo. Para mayor precisión, el genoma de cualquier individuo de nuestra especie tiene una diferencia únicamente del 1,24% con respecto al genoma de los chimpancés y un 1,62% con respecto al de los gorilas. Si hay tan poca diferencia entre nosotros y ellos, imaginaros la cantidad de pensamientos y sentimientos en común que tenemos entre nosotros mismos, los humanos. Eso nos indica que, al final, todos acabamos operando de maneras similares, exceptuando nuestras peculiaridades; por eso estoy convencido de que este camino que estás iniciando con esta lectura te ayudará personalmente.
El primer punto en común entre nosotros, a diferencia de nuestros parientes primates, es la bipedestación.
El clima variaba continuamente, no había casi árboles y nos teníamos que desplazar, para buscar comida y agua, por el suelo, con lo cual no veíamos lo que teníamos delante y éramos muy fácilmente devorados por las bestias. Tras muchos años de evolución, empezamos a caminar sobre las dos patas traseras.
Ya éramos plantígrados y nuestro cerebro iba creciendo y evolucionando. La adaptación de nuestra raza ante tales circunstancias hizo que fuéramos capaces de caminar erguidos. Esta evolución adaptativa tiene vital importancia para conocer por qué somos así en la actualidad.
En definitiva, todos pasamos por procesos de cambio, tal como lo han hecho nuestros ancestros y, a lo largo de nuestra vida, debemos adaptarnos a las dificultades que surjan para salir más fuertes. Ya lo decía Charles Darwin: «No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive: es la que se adapta mejor al cambio».
Tercer cuento. Nuevos orígenes en África
Los cambios son necesarios, y, citando otra vez a Darwin: «En la lucha por la supervivencia, el más fuerte gana a expensas de sus rivales debido a que logra adaptarse mejor a su entorno». Y eso fue lo que sucedió.
Los primeros homínidos bípedos fueron los australopitecos, de los que se conservan esqueletos muy completos, un ejemplo es el de la famosa Lucy. Su desaparición se ha atribuido a la crisis climática que hace unos 2,8 millones de años condujo a una desertificación de la sabana, con la consiguiente expansión de ecosistemas esteparios.
El Homo habilis, el antepasado más antiguo del género humano apareció hace aproximadamente 2,4 millones de años. Su desarrollo evolutivo se produjo gracias a la introducción de la carne en su dieta, lo que provocó un aumento del cerebro y de sus capacidades cognitivas al incorporar una mayor cantidad de micronutrientes en su alimentación. Finalmente, desaparecieron hace 1,6 millones de años, dando paso al Homo erectus.
El Homo erectus fue el primer tipo de homínido capaz de manipular y trabajar con el fuego. De esta manera, pudieron batallar contra el frío y alimentarse de animales después de cocinarlos. Por lo tanto, su ingesta de carne era muy elevada, lo que generó modificaciones en las mandíbulas y en el cráneo. Más tarde, aparecieron el Homo Neanderthal y el Homo sapiens, que coexistieron hace unos 230.000 años.
Como se puede observar, los cambios son constantes y el acto de sobrevivir viene impregnado en nuestro ADN; por eso tengo la certeza de que cualquier ser humano es capaz de adaptarse a los estragos de la vida y superarlos. Para comprobarlo, solo tienes que echar la vista atrás, tanto hacia la historia universal como a tu vida personal. No eres la misma persona que hace unos años y no lo serás dentro de un tiempo. Evolucionamos.
Los instintos de la evolución
Esta breve introducción histórica me permite destacar la idea de que toda la evolución se debe a los instintos naturales que nos han permitido competir con la crudeza de la selección natural. Esos instintos, acumulados durante millones de años, se instalaron en nuestro cerebro como naturales: la supervivencia del ser (miedo), la supervivencia de la especie (reproducción), la jerarquía (poder y sumisión), la territorialidad (propiedad), las relaciones sociales, la ira, el éxito, la sorpresa, el asco, la tristeza y la alegría. Hace tan solo unos pocos miles de años que hemos empezado a disponer de más tiempo, para dedicarlo no solo a la supervivencia, sino también a la organización de pequeños grupos, es decir, a la convivencia humana.
En consecuencia, nuestro cerebro empezó a crecer gracias a una mejor alimentación y a nuevas emociones sociales que surgían de las relaciones entre los clanes, y es probable que de esta manera naciera el sentimiento de colaboración.
Partiendo de esta idea, evolucionemos; así que utiliza este libro como herramienta para llegar a tu bienestar emocional. Pero, antes, imagina por un momento que eres uno de esos primeros seres humanos, que te encuentras en medio de la naturaleza, pasas el tiempo cazando y recolectando, es decir, sobreviviendo… Las amenazas a las que te enfrentas pueden ser fuerzas de la naturaleza, los depredadores, las enfermedades y los enemigos. La respuesta para afrontarlas es la misma: la fuerza y la decisión, ya sea para tratar de escapar de un incendio, de pelear con un felino, o de enfrentarte a un enemigo del poblado vecino. Salir corriendo o luchar serán las dos mejores opciones para enfrentarte a esas amenazas. Ahora, imagínate en una fábrica o una oficina, o en el campo en el que trabajas de sol a sol… ¿Qué temes? ¿Inclemencias, felinos y tribus? Seguro que no, tal vez tendrías miedo a perder el trabajo, a no conseguir tus objetivos, a no poder llegar a terminar un trabajo a tiempo, a disgustar a tu jefe, o a diferentes problemas de índole profesional o familiar. Sin embargo, ninguna de estas amenazas se puede resolver corriendo o luchando. En unos pocos miles de años, hemos pasado de solucionarlo todo con el uso de la fuerza a resolverlo con la inteligencia. No obstante, un cambio de paradigma tan rápido no permitió a nuestro cerebro y al resto del organismo adaptarse a la misma velocidad, lo que provocó, y sigue provocando, que nuestro cuerpo reaccione a las amenazas tal y como lo venían haciendo nuestros antepasados, a pesar de que ahora estas amenazas sean muy distintas y requieran de estrategias completamente diferentes.










