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—No, estoy bien aquí —dijo Ozzie—. Apúrate con el café. Sabes cómo me gusta.
Echándose a reír, sheriff Tallhamer dijo: —¿Cómo es que te gusta?
—En cualquier taza —gruñó Ozzie—. Ve a buscarlo ahora.
Tallhamer regresó a la oficina. Jake miró fijamente al prisionero y dijo: —Sr. Cardin, entiendo que no tiene una coartada para el asesinato de su ex esposa.
Cardin se encogió de hombros y dijo: —No sé por qué todos dicen eso. Estaba en casa. Comí una cena congelada, vi televisión un rato y luego dormí hasta el otro día. No estaba ni cerca de donde ocurrió, dondequiera que fue.
—¿Alguien puede corroborarlo? —dijo Jake.
Cardin sonrió y dijo: —No, pero nadie puede corroborar lo contrario tampoco, ¿cierto?
Al ver la expresión sarcástica de Cardin, Jake se preguntó: «¿Es culpable y solo burlándose de mí? ¿O simplemente no entiende la gravedad de la situación?»
Jake preguntó: —¿Cómo era su relación con su ex esposa al momento de su muerte?
El abogado gritó: —Phil, no respondas a esa pregunta.
Cardin miró a la otra celda y dijo: —Cállate, Ozzie. No voy a decirle algo que no le he dicho al sheriff un centenar de veces. No importará de todos modos. —Luego, mirando a Jake, Cardin dijo en un tono sarcástico—: Las cosas eran color de rosa entre Alice y yo. Nuestro divorcio fue amistoso. Nunca la lastimaría.
El sheriff regresó, le entregó una taza de café al abogado y le dijo a Cardin: —Mentiroso. El día de su asesinato, irrumpiste en el salón de belleza en el que trabajaba, gritando en frente de su clientela que había arruinado tu vida, que la odiabas y que la querías muerta. Es por eso que estás aquí.
Jake se metió las manos en los bolsillos y dijo: —¿Le importaría decirme por qué hizo eso?
Cardin dijo enfurecido: —Bueno, es que ella arruinó mi vida. Me ha ido muy mal desde que la perra me echó y se casó con ese maldito médico. Justo ese día me despidieron de mi trabajo como cocinero de comida rápida en la Cafetería Mick.
—¿Y eso fue su culpa? —dijo Jake.
Cardin miró a Jake a los ojos y dijo con los dientes apretados: —Todo fue su culpa.
Jake sintió un escalofrío al oír el odio en su voz.
«Le encanta hacerse la víctima», pensó.
Jake había lidiado con muchos asesinos que no aceptaban la responsabilidad de todo lo que salía mal en su vida. Jake sabía que el resentimiento de Cardin no probaba su culpabilidad. Pero sin duda entendía por qué había sido detenido.
Aun así, Jake sabía que no debía seguir en custodia, ahora que había habido otro asesinato. Por lo que el jefe Messenger le había dicho a Jake en Dighton, no había ninguna evidencia física que vinculara a Cardin con el crimen. La única prueba era comportamiento amenazante, especialmente la explosión reciente en el salón de belleza donde Alice había trabajado. Todo era circunstancial…
«A menos que diga algo comprometedor aquí y ahora», pensó Jake.
Jake le dijo a Cardin: —Supongo que no está afligido por su muerte.
Cardin gruñó y dijo: —Tal vez sí lo estuviera si Alice no se hubiera portado tan mal conmigo. Pasó todo nuestro matrimonio llamándome perdedor, como si el feo con el que se casó fuera mejor que yo. Bueno, solo me convertí en perdedor cuando se divorció de mí. Las cosas empezaron a ir mal cuando estuve por mi cuenta. No es justo…
Jake siguió escuchando a Cardin quejarse de su ex. Su amargura era palpable, al igual que su angustia. Jake sospechaba que Cardin nunca dejó de amar a Alice. Una parte de él había albergado la esperanza de que volverían.
Sin embargo, su amor por ella era obviamente enfermizo, retorcido y obsesivo. Jake había lidiado con un montón de asesinos cuya motivación era eso que llamaban «amor».
Cardin dejó de despotricar por unos momentos para decir: —¿Es cierto que la encontraron envuelta en alambre de púas? —Sacudiendo la cabeza con una sonrisa, añadió—: Vaya, qué creativo.
Esas palabras sacudieron a Jake un poco.
¿Qué había querido decir Cardin con eso?
¿Estaba admirando la obra de otra persona?
¿O estaba astutamente regodeándose con su propio ingenio?
Jake supuso que había llegado el momento de tratar de hacerlo hablar del otro asesinato. Si Cardin tenía un cómplice que había matado a Hope Nelson, tal vez Jake podría hacerlo admitirlo. Pero sabía que tenía que tener cuidado.
Jake dijo: —Sr. Cardin, ¿conoce a una mujer llamada Hope Nelson, de Dighton?
Cardin se rascó la cabeza y dijo:
—Nelson… el nombre me parece conocido. ¿No es la esposa del alcalde?
Apoyado en las barras de la celda, sheriff Tallhamer gruñó y dijo: —Ella está muerta.
Jake contuvo un gemido de desaliento. No había planeado decirle la verdad de forma tan contundente. En su lugar, había planeado tomarse su tiempo para tratar de averiguar si ya sabía lo que le había pasado a Hope Nelson.
El abogado se puso de pie en la otra celda.
—¿Muerta? —gritó—. ¿De qué diablos estás hablando?
Tallhamer escupió un poco de tabaco en el piso de cemento y dijo: —Fue asesinada anoche, exactamente de la misma forma que Alice. Colgada de un poste, envuelta en alambre de púas.
De repente pareciendo sobrio, Ozzie espetó: —¿Entonces qué demonios sigue haciendo mi cliente aquí? No me digan que creen que mató a otra mujer anoche mientras estuvo encerrado aquí.
En ese momento, Jake se sintió desesperanzado. Sabía que sus tácticas ya no servirían de nada.
Sin embargo, le volvió a preguntar a Cardin: —¿Conocía a Hope Nelson?
—¿Qué le dije? —preguntó Cardin, sorprendido.
Pero Jake no sabía si estaba mintiendo o no.
Ozzie agarró los barrotes de su celda y gritó: —¡Si no sueltan a mi cliente ahora mismo, los demandaré!
Jake contuvo un suspiro.
Ozzie estaba en lo cierto, por supuesto, pero…
«Escogió el peor momento para ser competente», pensó.
Jake se volvió a Tallhamer y dijo: —Suelta a Cardin, pero asegúrense de vigilarlo de cerca.
Tallhamer le dijo a su ayudante que trajera las pertenencias de Cardin. A lo que el sheriff abrió la celda de Cardin, se volvió hacia Ozzie y dijo:
—¿Quieres irte también?
Ozzie bostezó y se recostó en su litera. —No, ya trabajé mucho por hoy. Si no necesitan esta celda, me volveré a dormir.
Tallhamer sonrió y dijo: —Adelante.
A lo que Jake salió de la comisaría con Tallhamer y Cardin, vio que el hombre de bata blanca seguía al otro lado de la calle en exactamente el mismo lugar que antes.
En ese momento, el hombre comenzó a acercarse a ellos.
Tallhamer le dijo a Jake en voz baja: —Prepárate.
CAPÍTULO OCHO
Jake miró al hombre que estaba corriendo hacia ellos. Parecía indignado. También notó que Tallhamer no estaba preparándose para actuar.
Entretanto, Cardin se había dado la vuelta y estaba caminado por la acera.
El hombre enojado alcanzó a Tallhamer. Agitando un brazo en dirección de Cardin, gritó: —¡Exijo que vuelvan a detener a ese hombre!
Aparentemente inmune a la ira del hombre, sheriff Tallhamer introdujo a Jake a Earl Gibson, el único médico del pueblo y esposo de Alice Gibson.
Jake intentó estrechar su mano y darle el pésame, pero el médico seguía agitando sus brazos y gritándole a Tallhamer. Notó que el Dr. Gibson era un hombre muy feo, con un rostro lleno de marcas de acné. Cardin definitivamente era más atractivo.
Jake supuso que Earl Gibson debía tener virtudes que habían atraído a la mujer muerta a pesar de su apariencia. Después de todo, Gibson era médico, y el ex de Alice no era más que un cocinero de comida rápida…
«Probablemente elegirlo fue bastante fácil en un pueblo con pocas opciones», pensó Jake.
Gibson se enfureció más cuando descubrió quien era Jake.
—¡FBI! ¿Por qué demonios está metido el FBI en esto? Ya atraparon al asesino de mi mujer. Lo habían encerrado. No hay un jurado en el mundo que no lo encontraría culpable. ¡Y ahora acaban de soltarlo!
Sheriff Tallhamer arrastró los pies y dijo en un tono paciente y casi condescendiente: —Earl, ya hablamos de esto hace un rato, ¿recuerdas?
El Dr. Gibson dijo: —Sí. Y por eso me quedé aquí, esperando. Tenía que verlo con mis propios ojos. Quería detenerlo.
—Sabes que tuvimos que soltarlo —dijo Tallhamer—. Otra mujer fue asesinada anoche en Dighton, del mismo modo que Alice. Phil Cardin estuvo encerrado en la comisaría anoche. No mató a esa mujer, y tampoco tenemos ninguna razón para creer que mató a Alice.
—¡Ninguna razón! —espetó Gibson con furia—. La amenazó de muerte ese mismo día. Y no me insultes con esta tontería de la víctima de Dighton y que Phil Cardin no pudo haberla matado. Los dos sabemos que hay un sospechoso viable para el otro asesinato.
Eso interesó a Jake, así que preguntó: —¿Un sospechoso viable?
Gibson hizo una mueca y le dijo a Tallhamer: —Así que no le hablaste de él…
—¿De quién? —preguntó Jake.
—Del hermano de Phil Cardin, Harvey —le dijo Gibson a Jake—. Sigue a Phil en todo. También amenazó a Alice. La llamaba y le decía que él y Phil se vengarían de ella. La llamó el mismo día que fue asesinado. Y definitivamente no estuvo encerrado en ninguna celda anoche. Él mató a esa mujer en Dighton. Apostaría mi vida a que sí.
Jake estaba tan sobresaltado que le preguntó a Gibson: —¿Por qué cree que mataría a alguien en otro pueblo?
Gibson dijo: —Tal vez tenía algo en contra de esa mujer. Viaja mucho por el estado, así que tal vez se involucró con ella y siguió el ejemplo de su hermano. Pero creo que lo más probable es que lo hizo para proteger a su hermano, para que la gente creyera que no mató a Alice.
Tallhamer suspiró y dijo: —Earl, también hablamos de esto hace poco. Conocemos a Harvey Cardin de toda la vida. Viaja mucho porque es fontanero ambulante. Es rudo, pero nada como su hermano. Jamás le haría daño a nadie.
Jake estaba tratando de procesar lo que estaba oyendo.
Deseaba que Tallhamer le hubiera hablado de Harvey Cardin desde el principio.
«Eso es lo malo de policías pueblerinos… Algunos de ellos están tan seguros de que saben todo de los locales que a veces pasan por alto cosas importantes», pensó.
Jake le dijo al sheriff Tallhamer: —Quiero hablar con Harvey Cardin.
El sheriff se encogió de hombros como si lo consideraba una pérdida de tiempo y luego dijo: —Bueno, si eso es lo que quieres. Harvey vive a unas cuadras de distancia. Yo te llevo a su casa.
Mientras Jake caminaba con el sheriff, vio que Gibson estaba siguiéndolos. Lo último que necesitaba en ese momento era que un viudo furioso y afligido jodiera su entrevista a un posible sospechoso.
Tan delicadamente como pudo, dijo: —Dr. Gibson, el sheriff y yo tenemos que hacer esto por nuestra cuenta. —Cuando Gibson abrió la boca para protestar, Jake añadió—: Quiero entrevistarlo a usted más tarde. ¿Dónde puedo encontrarlo?
Gibson se quedó callado por un momento.
—Estaré en mi consultorio —dijo Gibson—. El sheriff le puede dar la dirección.
Luego se fue.
Jake y Tallhamer caminaron la corta distancia hasta una casita blanca donde vivía Harvey Cardin. Era una cabaña en ruinas llena de malezas.
Tallhamer llamó a la puerta principal. Cuando nadie respondió, volvió a llamar.
Tallhamer dijo: —Probablemente está trabajando en otra ciudad. Tendremos que volver en otro momento.
Jake no quería esperar, así que miró por uno de los paneles de vidrio de la puerta principal. Vio unos muebles simples y ningún toque personal de decoración. Parecía de esas casas que se alquilaban amuebladas, pero no había ningún indicio de que nadie vivía allí.
Jake supuso que Harvey Cardin definitivamente estaba de viaje y se preguntó si alguna vez volvería.
En ese momento, oyó a un vecino decir: —¿Qué se le ofrece, sheriff?
Jake se volvió y vio a un hombre en el patio.
Tallhamer le dijo: —Este agente del FBI y yo estamos buscando a Harvey Cardin.
El hombre negó con la cabeza y dijo: —Creo que no lo encontrarán. Lo vi cargar su camión hace una semana, justo una semana después de que su hermano fue arrestado por el asesinato de Alice Gibson. Me pareció que se llevó todo lo que tenía, lo cual no era mucho. Cuando le pregunté a dónde iba, me dijo: «A cualquier lugar menos a Hyland. Estoy harto de este maldito pueblo».
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