- -
- 100%
- +
Un silencio cayó entre ellos.
Ryan suspiró de nuevo y dijo: —No ganaré mucho en este nuevo trabajo que comienzo mañana. No me siento muy exitoso en este momento. Pero es un buen bufete, y si me quedo allí podré ir subiendo poco a poco. Quizá me convierta en socio algún día.
Riley lo miró fijamente y le dijo: —Sí, quizá algún día. Pero este es un buen comienzo. Y me gusta lo que tenemos ahora mismo.
Ryan se encogió de hombros y dijo: —No tenemos mucho. Por un lado, solo tenemos un auto, y yo voy a necesitarlo para ir a trabajar, lo que significa…
Riley interrumpió: —Lo que significa que tendré que tomar el metro hasta el programa de prácticas todas las mañanas. Eso no tiene nada de malo.
Ryan se inclinó sobre la mesa, tomó su mano y le dijo: —Tendrás que caminar dos cuadras desde y hacia la estación de metro más cercana. Y este no es un vecindario tan seguro. Alguien forzó el auto hace unos días. No me gusta que tengas que andar sola. Estoy preocupado.
Riley comenzó a sentirse extraña. No entendía muy bien el por qué.
Ella dijo: —A mí me gusta este vecindario. Siempre he vivido en la zona rural de Virginia. Este es un cambio emocionante, una aventura. Además, sabes que soy fuerte. Mi padre fue un capitán de Marine. Él me enseñó a cuidar de mí misma.
Estuvo a punto de añadir:
—Y sobreviví el ataque de un asesino en serie hace un par de meses, ¿recuerdas?
No solo había sobrevivido ese ataque. También había ayudado al FBI a encontrar al asesino y llevarlo ante la justicia. Por eso le habían ofrecido la oportunidad de unirse al programa de prácticas.
Pero sabía que Ryan no querría escuchar eso ahora mismo. Su orgullo masculino estaba un poco delicado ahora mismo.
Y Riley se dio cuenta de algo: «Realmente me molesta que se sienta así».
Riley escogió sus palabras con cuidado, tratando de no decir lo incorrecto: —Ryan, sabes que no eres el único que tienes que acarrear la responsabilidad de hacer una vida mejor para ambos. Es responsabilidad de ambos. Yo también tendré mi propia carrera.
Ryan apartó la mirada con el ceño fruncido.
Riley contuvo un suspiro mientras pensó: «Dije lo que no debía».
Casi había olvidado que Ryan realmente no quería que asistiera a las prácticas de verano. Tuvo que recordarle que solo eran diez semanas y que no se trataba de entrenamiento físico. Solo vería a agentes trabajar, más que todo en lugares cerrados. Además, pensó que incluso podría llevarla a un trabajo de oficina allí mismo en la sede del FBI.
Se había tranquilizado un poco al respecto, pero desde luego no le entusiasmaba.
Sin embargo, Riley realmente no sabía lo que él preferiría para ella.
¿Quería que fuera madre y ama de casa? Si es así, se decepcionaría.
Pero ahora no era el momento de hablar de todo eso.
«No eches a perder este momento», se dijo Riley a sí misma.
Miró su anillo de nuevo y luego a Ryan.
—Está hermoso —dijo—. Estoy muy feliz. Gracias.
Ryan sonrió y le apretó la mano.
Luego Riley dijo: —¿A quién le daremos la noticia?
Ryan se encogió de hombros y dijo: —No sé. No tenemos amigos aquí en DC. Supongo que podría contactar a algunos amigos de la facultad de derecho. Y tú tal vez podrías llamar a tu papá.
Riley frunció el ceño ante la idea. Su última visita a su padre no había sido agradable. Su relación nunca había sido muy buena.
Además…
—Él no tiene teléfono, ¿recuerdas? —dijo Riley—. Vive solo en las montañas.
—Ah, sí —dijo Ryan.
—¿Y tus padres? —preguntó Riley.
La sonrisa de Ryan se desvaneció un poco.
—Les enviaré una carta para contarles —dijo.
Riley tuvo que contenerse para no preguntar: «¿Por qué no los llamas? Tal vez así pueda por fin hablar con ellos y conocerlos por teléfono».
Aún no había conocido a los padres de Ryan, quienes vivían en el pueblito de Munny, Virginia.
Riley sabía que Ryan había crecido en una familia de clase trabajadora, y que estaba muy ansioso de dejar esa vida atrás.
Se preguntó si sentía vergüenza por ellos o… «¿Está avergonzado de mí? ¿Saben siquiera que estamos viviendo juntos? ¿Estarían de acuerdo con eso?»
Pero antes de que Riley pudiera pensar en la forma correcta de abordar el tema con él, sonó el teléfono.
—No contestemos, que dejen un mensaje —dijo Ryan.
Riley pensó en eso por un momento mientras el teléfono sonaba.
—Podría ser importante —dijo Riley antes de dirigirse al teléfono y contestar la llamada.
Una voz masculina alegre y profesional dijo: —¿Puedo hablar con Riley Sweeney?
—Ella habla —dijo Riley.
—Habla Hoke Gilmer, tu supervisor del programa de prácticas del FBI. Solo quería recordarte que…
Riley dijo con entusiasmo: —¡Sí, ya sé! ¡Estaré allí a las siete de la mañana!
—¡Genial! —respondió Hoke—. Tengo muchas ganas de conocerte.
Riley colgó el teléfono y miró a Ryan. Tenía una mirada melancólica en su rostro.
—Guau —dijo Ryan—. Todo se está volviendo real.
Ella entendía cómo se sentía. Desde su mudanza, rara vez habían estado lejos el uno del otro. Y mañana ambos irían a sus trabajos.
Riley dijo: —Tal vez debamos hacer algo especial juntos.
—Buena idea —dijo Ryan—. Vamos a ver una película en el cine, busquemos un restaurante bonito y…
Riley se echó a reír mientras lo tomó de la mano y lo ayudó a ponerse de pie.
—Tengo una mejor idea —dijo ella.
Riley lo llevó al dormitorio, donde ambos se cayeron sobre la cama entre risas.
CAPÍTULO DOS
Riley se sentía acelerada mientras caminaba desde la parada de metro hacia el gran edificio blanco J. Edgar Hoover.
«¿Por qué estoy tan nerviosa?», se preguntó. Después de todo, acababa de hacer su primer viaje sola en metro por una ciudad gigante, lo que consideraba una pequeña victoria.
Trató de convencerse de que este no era un cambio tan grande, que simplemente iba a la escuela otra vez, al igual que en Lanton.
Pero no pudo evitar sentirse atemorizada y desalentada. Por un lado, el edificio quedaba en Pennsylvania Avenue, justo entre la Casa Blanca y el Capitolio. Ella y Ryan habían pasado por delante del edificio a principios de esta semana, pero apenas estaba cayendo en cuenta de que estaría aprendiendo y trabajando aquí por diez semanas.
Parecía un sueño.
Cruzó la entrada principal y luego el vestíbulo hasta la puerta de seguridad. El guardia de turno encontró su nombre en la lista de visitantes y le dio un carnet de identidad. Le dijo que tomara un ascensor al tercer piso a un pequeño auditorio.
Cuando Riley encontró el auditorio y entró, alguien le entregó un paquete de reglas, reglamentos e información que debía leer más tarde. Se sentó entre una veintena de otros pasantes que parecían ser de su misma edad. Sabía que algunos, como ella, eran graduados universitarios recientes. Otros eran estudiantes que regresarían a la universidad en otoño.
La mayoría de los pasantes eran hombres, y todos ellos estaban bien vestidos. Se sintió un poco insegura de su propio traje de pantalón, el cual había comprado en una tienda de segunda mano en Lanton. Era lo más formal que tenía, y esperaba que la hiciera verse lo suficientemente respetable.
Un hombre de mediana edad no tardó en pararse delante de los pasantes sentados.
Él dijo: —Soy el subdirector Marion Connor, y yo estoy a cargo del programa de prácticas del FBI. Todos deberían estar muy orgullosos de estar aquí hoy. Ustedes son un grupo muy selecto y excepcional, elegido entre miles de solicitantes…
Riley tragó grueso mientras seguía felicitando al grupo.
¡Miles de solicitantes!
Le parecía extraño. Ella jamás había aplicado. Simplemente había sido elegida para el programa justo al graduarse.
«¿Realmente pertenezco aquí?», se preguntó.
El subdirector Connor presentó al grupo a un agente menor. Se trataba de Hoke Gilmer, el supervisor que había llamado a Riley ayer. Gilmer les ordenó a los pasantes a ponerse de pie y levantar sus manos derechas para tomar el juramento del FBI.
Riley sintió un nudo en la garganta cuando comenzó a decir las palabras: —Yo, Riley Sweeney, juro solemnemente que apoyaré y defenderé la Constitución de Estados Unidos contra todos los enemigos extranjeros e internos…
Tuvo que contener sus lágrimas mientras continuó.
«Esto es real —se dijo a sí misma—. Esto está sucediendo realmente.»
No tenía idea de lo que le esperaba, pero estaba segura de que su vida nunca sería la misma.
*
Después de la ceremonia, Hoke Gilmer les dio un recorrido por el edificio J. Edgar Hoover. Riley estaba sorprendida por el tamaño y la complejidad del edificio, y por todas las diferentes actividades que aquí se hacían. Había varias salas de ejercicio, una cancha de baloncesto, una clínica médica, una imprenta, muchos tipos de laboratorios y salas de computadoras, un campo de tiro, e incluso una morgue y un taller mecánico.
Todo le pareció increíble.
Cuando el recorrido terminó, el grupo fue llevado a la cafetería en el octavo piso. Riley se sentía agotada mientras se servía comida en la bandeja, no por lo mucho que había caminado, sino por todo lo que había visto.
¿Qué lograría experimentar durante sus prácticas de diez semanas? Ella quería aprender todo lo posible, lo más rápido posible.
Y quería empezar ahora mismo.
Mientras buscaba un lugar para sentarse, se sintió extrañamente fuera de lugar. Los otros pasantes parecían estar formando amistades y estaban sentados en grupos, charlando con ánimo sobre el día que estaban teniendo. Se dijo a sí misma que debía sentarse entre algunos de sus jóvenes colegas, presentarse y conocer a algunos de ellos.
Pero sabía que no sería fácil.
Riley siempre se había sentido como una forastera. Hacer amigos y encajar nunca había sido algo natural para ella.
Nunca se había sentido más tímida. Y solo era su imaginación, ¿o algunos de los pasantes estaban mirándola y susurrando sobre ella?
Acababa de decidir que se sentaría sola cuando oyó una voz a su lado.
—Eres Riley Sweeney, ¿cierto?
Se volvió y vio a un joven que había llamado su atención en el auditorio y durante el recorrido. Era muy guapo, un poco más alto que ella, robusto, atlético, con el cabello corto y rizado y una sonrisa agradable. Su traje parecía caro.
—Eh, sí —dijo Riley, de repente sintiéndose más tímida que antes. —¿Y tú eres…?
—John Welch. Encantado de conocerte. Te daría la mano, pero… —Asintió hacia las bandejas que ambas llevaban y se echó a reír antes de preguntarle—: ¿Quieres sentarte conmigo?
Riley esperaba que no estuviera sonrojada.
—Sí —le respondió.
Se sentaron en una mesa uno en frente del otro y empezaron a comer.
Riley le preguntó: —¿Cómo sabes mi nombre?
John sonrió con picardía y le dijo: —¿Estás bromeando?
Eso sorprendió a Riley, pero logró contenerse para no decir: —No, para nada.
John se encogió de hombros y dijo: —Casi todos saben quién eres. Supongo que podría decirse que tu reputación te precede.
Riley miró a algunos de los otros estudiantes. Efectivamente, algunos de ellos todavía estaban mirándola y susurrando.
Riley entendió: «Deben saber lo que pasó en Lanton».
Pero ¿cuánto sabían? ¿Eso era algo bueno o malo?
Desde luego no había esperado tener una «reputación» entre los pasantes. Eso la hizo sentirse muy acomplejada.
—¿De dónde eres? —le preguntó a John.
—De DC —dijo John—. Recibí mi título en criminología esta primavera.
—¿De qué universidad? —preguntó Riley.
John se sonrojó un poco y dijo: —Eh… Universidad George Washington.
Riley sintió sus ojos abrirse de par en par ante la mención de una universidad tan cara.
«Debe ser rico», pensó.
También percibió que se sentía un poco incómodo por eso.
—Guau, un título en criminología —dijo Riley—. Yo solo tengo un título en psicología. Me llevas ventaja.
John se echó a reír y dijo: —No creo. Probablemente eres la única pasante del programa con verdadera experiencia de campo.
Riley se sintió verdaderamente sorprendida ahora. ¿Experiencia de campo? No había considerado lo que había pasado en Lanton experiencia de campo.
John continuó: —Ayudaste a localizar y detener a un verdadero asesino en serie. Debió haber sido increíble. Te envidio.
Riley frunció el ceño y se quedó en silencio. No quería decirlo, pero creía que nadie debería envidiar lo que había vivido en Lanton.
¿Qué creía John había sucedido durante esas terribles semanas en Lanton? ¿Tenía alguna idea de lo que había sido encontrar los cuerpos degollados de dos de sus mejores amigas?
¿Sabía cuán horrorizada, desconsolada y culpable se había sentido?
El pensar que su compañera de cuarto, Trudy, todavía estaría viva si Riley la hubiera cuidado mejor la atormentaba.
¿Y tenía alguna idea de lo aterrada que se había sentido en las garras del asesino?
Riley tomó un sorbo de su refresco y comenzó a comer.
Luego dijo: —Fue… bueno, no fue como tú crees. Es solo algo que pasó.
John la miró con preocupación y dijo: —Lo siento. Supongo que no quieres hablar de eso.
—Tal vez en otro momento —dijo Riley.
Cayó un silencio incómodo. No queriendo ser grosera, Riley empezó a hacerle preguntas a John sobre sí mismo. Parecía reacio a hablar de su vida y familia, pero Riley fue capaz de sacarle un poco de información.
Los padres de John eran abogados prominentes que estaban muy involucrados en la política de DC. Riley estaba impresionada, no tanto por lo adinerado que era, sino por la forma en que había elegido un camino diferente al de cualquier otra persona en su familia. En lugar de querer una carrera política prestigiosa, John había elegido una vida más humilde.
«Un verdadero idealista», pensó Riley.
Se encontró comparándolo con Ryan, quien estaba tratando de dejar su humilde pasado atrás y convertirse en un abogado exitoso.
Sí, ella admiraba la ambición de Ryan. Era una de las cosas que más le gustaba de él. Pero no pudo evitar admirar también a John por las decisiones que había tomado.
Mientras hablaban, Riley se dio cuenta de que John estaba coqueteando con ella.
Eso la sorprendió un poco. Su mano izquierda estaba a la vista, por lo que seguramente ya había visto su nuevo anillo de compromiso.
¿Debería mencionar que estaba comprometida? Sentía que eso sería incómodo de alguna manera, sobre todo si no tenía razón.
«Tal vez no está coqueteando conmigo en absoluto», pensó.
John empezó a hacerle preguntas. Sin embargo, no volvió a tocar el tema de los asesinatos en Lanton. Como de costumbre, Riley no habló de ciertos temas: su relación conflictiva con su padre, su adolescencia rebelde y sobre todo que había presenciado el asesinato de su madre de niña.
Riley también se dio cuenta de que, a diferencia de Ryan o John, realmente no tenía mucho que decir sobre sus planes para el futuro.
«¿Qué dice eso de mí?», se preguntó.
Llegó al tema de su relación con Ryan y que se habían comprometido ayer. Sin embargo, no mencionó que estaba embarazada. No notó ningún cambio en particular en el comportamiento de John.
«Supongo que es naturalmente encantador», pensó.
Le alivió el hecho de que se había precipitado. No había estado coqueteando con ella después de todo.
Era un buen tipo y ansiaba conocerlo mejor. De hecho, se sentía bastante segura de que John y Ryan se llevarían bien. Tal vez podrían pasar el rato juntos pronto.
Cuando todos los pasantes terminaron de comer, Hoke Gilmer los llevó a un gran vestuario que sería su sede durante estas diez semanas. Un agente menor estaba ayudando a Gilmer a asignarles un casillero a cada uno de los pasantes. Luego todos los pasantes se sentaron en las mesas y sillas en el centro de la sala y el agente más joven comenzó a repartir teléfonos celulares.
Gilmer explicó: —Ya falta poco para el siglo XXI y al FBI le gusta estar en la vanguardia. No repartiremos buscapersonas este año. Quizá algunos de ustedes ya tengan teléfonos celulares, pero queremos que tengan otro exclusivo para el FBI. Encontrarán instrucciones en el paquete de orientación. —Luego Gilmer se echó a reír cuando añadió—: Espero que no les cueste tanto aprender a usarlos como a mí.
Algunos de los pasantes se echaron a reír.
El teléfono celular se sentía extrañamente pequeño en su mano. Estaba acostumbrada a los teléfonos de casa más grandes y nunca había utilizado un teléfono celular. Aunque había utilizado computadoras en Lanton y algunos de sus amigos tenían teléfonos celulares, ella aún no tenía uno. Ryan ya tenía una computadora y un teléfono celular y a veces se burlaba de Riley por ser chapada a la antigua.
No le gustaba cuando Ryan se burlaba de ella. La verdad era que la única razón por la que no tenía teléfono celular era porque no podía pagarlo.
Este era muy parecido al de Ryan, muy simple, con una pequeña pantalla para mensajes de texto, un teclado numérico, y solo tres o cuatro botones. Aun así, se sentía extraña por el hecho de que ni siquiera sabía hacer una llamada con él. Sabía que también se sentiría rara por el hecho de que podía ser localizada en cualquier momento.
Se recordó a sí misma: «Estoy empezando una nueva vida».
Riley vio que unas personas, la mayoría hombres, acababan de entrar al vestuario.
Gilmer dijo: —Cada uno de ustedes estará siguiendo a un agente especial experimentado durante sus prácticas. Primero les enseñarán sus propias especialidades: análisis de datos sobre delitos, trabajo forense, sala de computación, entre otras cosas. Se los presentaremos y ellos se encargarán de todo desde aquí.
Cuando el agente menor comenzó a emparejar a cada pasante con su agente supervisor, Riley vio que faltaba un agente.
Efectivamente, después de que los pasantes se fueron con sus mentores, Riley se encontró sin un mentor. Miró a Gilmer con perplejidad.
Gilmer sonrió y dijo: —Encontrarás a tu agente supervisor en la sala diecinueve.
Sintiéndose un poco inquieta, Riley salió del vestuario y por el pasillo hasta encontrar la sala correcta. Abrió la puerta y vio a un hombre de mediana edad bajito y con el pecho fuerte y grueso sentado en una mesa.
Riley jadeó en voz alta a lo que lo reconoció.
Era el agente especial Jake Crivaro, el agente con el que había trabajado en Lanton, el hombre que le había salvado la vida.
CAPÍTULO TRES
Riley sonrió cuando reconoció al agente especial Jake Crivaro. Había pasado toda la mañana entre extraños y le alegraba ver una cara conocida.
«Supongo que esto no debería sorprenderme», pensó.
Recordó lo que Jake le había dicho en Lanton cuando le había entregado los documentos para el programa de prácticas:
—Estoy en condiciones de jubilarme, pero podría quedarme un tiempo para ayudar a alguien como tú a empezar.
Debió haber solicitado ser el mentor de Riley.
Pero la sonrisa de Riley se desvaneció rápidamente cuando vio que el agente Crivaro no estaba sonriendo.
De hecho, el agente Crivaro no se veía nada feliz de verla.
Aún sentado en la mesa, cruzó los brazos y asintió con la cabeza hacia un hombre de aspecto amigable de unos veinte años que se encontraba cerca.
Crivaro dijo: —Riley Sweeney, quiero que conozcas al agente especial Mark McCune. Es mi compañero en un caso en el que estoy trabajando.
—Mucho gusto —dijo el agente McCune con una sonrisa.
—Igualmente —dijo Riley.
McCune se veía mucho más amigable que Crivaro.
Crivaro se levantó de la mesa y dijo: —Considérate afortunada, Sweeney. Mientras que los otros pasantes estarán atrapados aquí aprendiendo a utilizar archivadores y clips de papel, tú estarás en el campo. Acabo de llegar de Quantico para trabajar en un caso de drogas. Te unirás a nosotros. Ya nos vamos a la escena.
El agente Crivaro salió de la sala.
Mientras Riley y el agente McCune lo siguieron, Riley pensó: «Me llamó Sweeney».
En Lanton, siempre la había llamado Riley.
Riley le susurró a McCune: —¿El agente Crivaro está molesto por algo?
McCune se encogió de hombros y le susurró de vuelta: —Dímelo tú. Este es mi primer día trabajando con él, pero me dijeron que tú ya trabajaste en un caso con él. Dicen que lo impresionaste mucho. Tiene la reputación de ser un poco brusco. Su último compañero fue despedido.
Riley estuvo a punto de decir: —Eso no lo sabía.
Crivaro nunca había mencionado que tenía un compañero.
Aunque Crivaro había sido duro, nunca le había parecido «brusco». De hecho, lo consideraba una figura paterna amable, una muy distinta a su verdadero padre.
Riley y McCune siguieron a Crivaro hasta un auto en el estacionamiento del edificio del FBI. Nadie habló mientras Crivaro condujo hacia el norte por las calles de DC.
Riley comenzó a preguntarse si Crivaro explicaría lo que tendrían que hacer una vez que llegaran a la escena.
Finalmente llegaron a un vecindario de mala pinta. Las calles estaban llenas de casas adosadas que alguna vez debieron haber sido bonitas pero que ahora estaban muy deterioradas.
Aun conduciendo, el agente Crivaro finalmente habló: —Dos hermanos, Jaden y Malik Madison, llevan dos años aproximadamente manejando un negocio de drogas. Han sido muy descarados al respecto. Hasta venden drogas en la calle, como si fuera un mercado al aire libre. La policía local no ha podido hacer nada para detenerlos.
—¿Por qué no? —preguntó Riley.
Crivaro dijo: —La pandilla anda pendiente de la policía. Además, tenían a todo el vecindario aterrorizado. Hasta hacían disparos desde sus autos en movimiento. Unos niños recibieron disparos por eso. Nadie se atrevía a hablar con la policía sobre lo que estaba pasando. La policía llamó al FBI hace unos días pidiendo ayuda.
Uno de nuestros agentes encubiertos logró detener a Jaden esta mañana. Su hermano, Malik, sigue suelto, y la pandilla se ha dispersado. No serán fáciles de atrapar. Pero gracias al arresto logramos obtener una orden de registro para registrar la casa desde la que habían estado trabajando.
Riley preguntó: —Si los de la pandilla siguen sueltos, ¿no volverán a lo mismo dentro de poco?
McCune dijo: —La policía local puede hacer algo al respecto. Establecerán una comisaría móvil justo en la acera, solo una mesa de picnic y sillas atendidas por un par de agentes uniformados. Trabajarán con los del vecindario para asegurarse de que no se repita lo mismo.
Riley estuvo a punto de decir: —Pero podrían irse a otro vecindario.
Pero sabía que era una estupidez. Obviamente se irían a otro vecindario si no los atrapaban. Y luego la policía y el FBI tendrían que ponerse a trabajar de nuevo. Esa era la naturaleza de este tipo de trabajo.
Crivaro detuvo el auto y señaló la casa más cercana. —La búsqueda ya está en marcha en esa casa. Y estamos aquí para ayudar.
A lo que se bajaron del auto, Crivaro apuntó a Riley con el dedo y le dijo: —Tú no ayudarás en la búsqueda, solamente el agente McCune y yo. Estás aquí para ver y aprender. Así que no te entrometas. Y no toques nada.
Riley sintió un escalofrío al escuchar sus palabras, pero asintió obedientemente.
Un policía uniformado en la puerta abierta los dejó pasar. Riley vio de inmediato que una gran operación ya estaba en progreso. El pasillo estrecho estaba lleno de policías locales y agentes del FBI portando chalecos. Estaban apilando armas y bolsas de drogas en el piso.
Crivaro parecía satisfecho. Le dijo a uno de los hombres del FBI: —Parece que encontraron tremenda mina de oro.
El hombre del FBI se echó a reír y dijo: —Estamos bastante seguros de que esto es solo el comienzo. Tiene que haber un montón de dinero en efectivo por aquí en alguna parte, pero no hemos encontrado nada todavía. Hay muchos lugares para esconder cosas en una casa como esta. Estamos registrando absolutamente todo.







