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Luego se internaron en la casa, llegando a una habitación que obviamente pertenecía a la adolescente. Un deslumbrante diario se hallaba colocado sobre el escritorio, cubierto con bolígrafos y papeles. Una piña rosada de porcelana se hallaba en el borde del escritorio, una especie de portaretrato con un sujetador de alambre en la parte superior, y la foto de dos chicas adolescentes, sonriendo abiertamente ante la cámara.
Kate abrió el diario. La última entrada era de hacía ocho días y era acerca de cómo un chico llamado Charlie la había besado fugazmente en la escuela, durante el intermedio entre una y otra clase. Revisó entradas anteriores y encontró que eran notas similares: comentarios sobre un difícil examen, el deseo de que Charlie le prestara más atención, que a la necia de Kelsey Andrews se la llevara por delante un tren.
En ningún lugar del interior de la habitación había indicaciones de un intento de homicidio. Revisaron a continuación el dormitorio de los padres y lo encontraron igualmente falto de interés. Había unas pocas revistas para adultos ocultas en el closet, pero aparte de eso, los Fuller parecían rechinar de limpios.
Cuando salieron de la casa al cabo de veinte minutos, Barnes estaba todavía en el porche, sentado en una vieja y desgastada tumbona, fumando un cigarrillo.
—¿Encontraron algo? —preguntó.
—Nada —respondió DeMarco.
—Aunque me pregunto —añadió Kate—, ¿encontraron ustedes o la policía estatal un celular o un portátil en la habitación de la hija?
—No. Ahora bien, con respecto al portátil… eso no es de sorprender. Quizás se pueda afirmar por el estado de la casa, pero los Fuller no eran exactamente el tipo de familia que pudiera permitirse la compra de un portátil para su hija. En cuanto al teléfono, el plan de pago de los Fuller muestra que Mercy Fuller tenía de hecho el suyo. Pero hasta ahora nadie ha sido capaz de rastrearlo.
—Quizás está apagado —dijo DeMarco.
—Probablemente —dijo Barnes—. Pero aparentemente, y esto es nuevo para mí, incluso cuando un teléfono está apagado, puede ser rastreado hasta el lugar donde fue apagado… el último sitio donde estuvo encendido. Y los estatales determinaron que la última vez que estuvo encendido fue aquí en la casa. Pero, como ustedes han señalado, no se encuentra en ningún lado.
—¿Cuántos hombres trabajan activamente en el caso? —preguntó Kate.
—Tres en la estación en este momento, pero básicamente conduciendo entrevistas e indagando en cosas como las últimas compras, los últimos sitios que se sabe que visitaron y cosas así. Hay un hombre de los estatales que fue dejado aquí y está ayudando, aunque no está muy fe!iz que digamos.
—¿Y tiene otro hombre en la fuerza que usted considera está a cargo aparte de usted?
—Correcto. Como dije, ese es el Oficial Foster. El hombre tiene una mente como de caja fuerte.
—¿Nos podría llevar a la estación para una breve reunión informativa? —preguntó Kate— Pero solo usted y este Oficial Foster. Mantengámoslo entre unos pocos.
Barnes asintió con una mueca, al tiempo que se levantaba del asiento y tiraba la colilla en el patio. —¿Quieren considerar a Mercy como sospechosa sin que lo sepa mucha gente. ¿Correcto?
—Pienso que es tonto descartar la posibilidad sin indagar —dijo Kate—. Y mientras lo hacemos, sí, tiene razón. Mientras menos personas lo sepan, mejor.
— Llamaré a Foster de camino a la estación.
Bajó las escalinatas, observando a la reportera y a su cámara. Eso hizo a Kate preguntarse si él había tenido algún serio altercado con algún equipo reporteril, en los últimos dos días.
Al subirse ella y DeMarco a su auto, lanzaron al equipo de noticias miradas de desconfianza. Sabía que en comunidades como Deton, un asesinato como este hacía temblar la tierra. Y debido a ello, sabía que los equipos reporteriles en estas zonas por lo general no se detendrían ante nada para conseguir la historia.
Ello hizo que Kate se preguntara si había más historia aquí que lo que estaba viendo —y si era así, que necesitaría para conseguir todas las piezas.
CAPÍTULO TRES
La estación de policía de Deton era lo que Kate había esperado. Estaba metida en el extremo opuesto de la vía principal, junto a la autopista, un sencillo edificio de ladrillos con una bandera ondeando en el techo. Unas patrullas se hallaban estacionadas a lo largo del costado, su escaso número un reflejo del pueblo mismo.
Adentro, una amplia estancia abarcaba la mayor parte del espacio. Un gran escritorio descansaba al frente, vacío. De hecho, el lugar lucía prácticamente desierto. Siguieron a Barnes hasta la parte trasera del edificio, por un estrecho pasillo que conducía a solo cinco habitaciones, una de las cuales estaba señalada con una placa sobre la puerta donde se leía Sheriff Barnes. Barnes las guió hasta la última habitación del corredor, una muy pequeña dispuesta como una especie de sala de conferencias. Un oficial estaba sentado ante la mesa, hojeando una pequeña pila de documentos.
—Agentes, les presento al Oficial Foster —dijo Barnes.
El Oficial Foster era un hombre joven, acercándose probablemente a los treinta años de edad. Tenía el cabello cortado casi al rape y lucía un ceño fruncido. Kate podía afirmar que era un oficial bastante serio. No iba a contar chistes para aliviar la tensión y probablemente no se molestaría en conversar para conocer a las agentes sentadas enfrente de él.
A Kate le gustó de inmediato.
—El Oficial Foster ha serivido principalmente como el enlace para este caso desde que recibimos la llamada del Pastor Poulson —explicó Barnes—. Cualquier pieza de información que haya venido hasta aquí ha pasado por sus ojos y oídos, y la ha añadido a los archivos del caso. Cualquier pregunta que tengan, es probable que él pueda responderla.
—Esos son demasiados elogios —dijo Foster—, pero ciertamente me esfuerzo.
—Bueno, ¿qué información tenemos sobre las personas con quienes hablaron los tres integrantes de la familia Fuller, aparte de entre ellos mismos, antes de que sucedieran los asesinatos? —preguntó Kate.
—Alvin Fuller habló con un viejo amigo de la secundaria mientras pagaba en el Citgo de la Autopista 44 —dijo Foster—. Regresaba a casa después del trabajo, paró para comprar cerveza, y así se encontraron. El amigo dice que simplemente charlaron acerca del trabajo y la familia. Cosas muy superficiales, por pura educación. El amigo dijo que Alvin no se veía extraño en modo alguno.
—En cuanto a Wendy Fuller, la última persona en hablar con ella aparte de su família fue un compañero de trabajo. Wendy trabajaba en el pequeño almacén de una empresa de transporte en las afueras del pueblo. El colega mencionado dijo que la última cosa que conversaron fue que a Wendy le preocupaba que Mercy comenzaba a interesarse vivamente en los chicos. Mercy, al parecer, recién se había besado por primera vez y Wendy temía lo que eso podía significar. Pero aparte de eso, las cosas parecían casi lo mismo de siempre.
—¿Y qué hay de Mercy? —preguntó DeMarco.
—La última persona con la que habló fue su mejor amiga, una chica de por aquí llamada Anne Pettus. Hemos hablado con Anne dos veces, para asegurarnos que contara la misma historia. Dijo que la última conversación que tuvieron fue acerca de un muchacho llamado Charlie. De acuerdo a Anne, este chico Charlie no era el novio de Mercy. Anne también nos dijo algo que choca un poco con lo que sus padres podrían haber sabido acerca de ella.
—¿Como una mentira? —preguntó Kate.
—Sí. de acuerdo al compañero de trabajo de Wendy, hablaron acerca de este supuesto primer beso. Pero de acuerdo a Anne Pettus, eso no es cierto. Aparentemente, Mercy tuvo su primer beso hace mucho tiempo.
—¿Era ella promiscua?
—Anne no diría eso. Solo dijo que tenía la certeza de que Mercy había hecho mucho más que darse un beso con un chico.
—Con respecto a su desaparición, ¿adónde apunta la evidencia en este momento? —preguntó Kate— ¿Se la llevaron o se fue porque quiso?
—A menos que ustedes dos encontraran algo nuevo en la casa, no hay evidencia que sugiera que Mercy fuera llevada en contra de su voluntad. En todo caso, tenemos pequeñas evidencias circunstanciales que sugieren que ella pudo haberse ido porque así lo quiso.
—¿Qué clase de evidencia?
—De acuerdo a Anne, Mercy tenía ahorrada una pequeña cantidad de dinero en efectivo. Incluso sabía dónde lo guardaba: en el fondo del cajón de los calcetines. Revisamos y había unos trescientos dólares ocultos allí. Eso de hecho contradice que se hubiera ido por su voluntad porque habría tomado ese dinero, ¿correcto? Sin embargo, la última cosa debitada en la tarjeta de crédito de Mercy fue llenar un tanque de gasolina. Eso fue dos o tres horas antes de que los cuerpos de sus padres fueran hallados. Antes de eso, dos días atrás, ella compró unos cosméticos tamaño viajero en un Target de Harrisonburg: cepillo de dientes, pasta de dientes, desodorante. Tenemos eso en el historial de su tarjeta de crédito al igual que la confirmación de Anne Pettus, que fue de compras con ella ese día.
—¿Llegó a preguntarle a Mercy por qué necesitaba cosméticos tamaño viajero? —preguntó Kate.
—Lo hizo. Mercy dijo que no le quedaba mucho en casa y detestaba sentirse como una niña pidiéndole a sus padres que compraran sus cosas.
—¿Y ningún novio conocido? —preguntó Kate.
—No, de acuerdo a Anne. Y parecía saber casi todo acerca de Mercy.
—Me gustaría hablar con Anne —dijo Kate—. ¿Piensa que ella estaría dispuesta o vamos a ser rechazadas?
—Ella estaría muy dispuesta —dijo Foster.
—Él tiene razón —añadió Barnes—. Ella incluso nos ha llamado varias veces entre una y otra entrevista para ver si tenemos nueva información. Ha sido de mucha ayuda. Igual que su familia, al permitir que hablemos con ella. Si quiere, podemos llamar y arreglar algo.
—Eso sería fantástico —dijo Kate.
—Ella es una chica fuerte —dijo Foster—. Pero entre usted y yo... Creo que ella podría estar ocultando algo. Quizás nada importante. Pienso que ella solo quiere asegurarse de no comunicar nada malo acerca de su mejor amiga.
Eso es incomprensible, pensó Kate.
Pero ella también sabía que el hecho de que fueran las mejores amigas sería una razón más que suficiente para ocultar algo.
***
Los padres de Anne, como era de suponer, le habían permitido quedarse en casa. Cuando Kate y DeMarco llegaron a la residencia Pettus —localizada en un camino muy similar a aquel donde vivían los Fuller— los padres estaban parados en la puerta principal, aguardando. Kate pudo verlos a ambos a través de la puerta vidriada al estacionar el auto en la vía de acceso en U.
El Sr. y la Sra. Pettus salieron a su porche para encontrarse con las agentes. El padre mantenía los brazos cruzados, con una mirada triste en su cara. La madre lucía fatigada, los ojos enrojecidos y la postura encorvada.
Tras unas breves presentaciones, el Sr. y la Sra. Pettus fueron directo al punto. No eran groseros ni insistentes, eran simplemente padres preocupados que no querían hacer pasar a su hija por ningún infierno, sin necesidad.
—Ella parece mejorar cada vez que habla de eso —dijo la Sra. Pettus—. Creo que mientras más tiempo pasa, comienza a comprender que su mejor amiga no está necesariamente muerta. Pienso que mientras más asimila la idea de que solo podría estar desaparecida, ella quiere ser de más ayuda.
—Dicho eso —añadió el Sr. Pettus—, yo apreciaría si ustedes mantienen las preguntas breves y tan esperanzadas como sea posible. No se equivoquen... No interferiremos mientras le hacen preguntas, pero si escuchamos algo que parezca molestarla, su tiempo con nuestra hija se habrá acabado.
—Eso es más que justo —dijo Kate—. Y tiene mi palabra de que pisaremos con cuidado.
El Sr. Pettus asintió y finalmente les abrió la puerta principal. Cuando pasaron hacia adentro, Kate vio a Anne Pettus de inmediato. Estaba sentada en el sofá con sus manos sujetadas entre sus rodillas. Como su madre, lucía cansada y desgastada. Se le ocurrió entonces a Kate que las adolescentes tendían a sentirse fuertemente unidas a sus mejores amigas. Era incapaz de imaginar el tipo de emociones por las que esta joven estaría pasando.
—Anne —dijo la Sra. Pettus—. Estas son las agentes que te dijimos que venían. ¿Todavía te parece bien hablar con ellas?
—Sí, mamá. Estoy bien.
Ambos padres hicieron una pequeña indicación con la cabeza a Kate y DeMarco al tiempo que se sentaban a cada costado de su hija. Kate notó que Anne no comenzó a verse realmente incómoda hasta que sus padres la flanquearon.
—Anne —dijo Kate—, haremos esto rápido. Nos han informado de todo lo que le dijiste a la policía, así que no te pediremos que repitas todas esas cosas de nuevo. Bueno, con una excepción. Me gustaría saber del viaje de compras que tú y Mercy hicieron a Harrisonburg. Mercy compró varias cosas tamaño viajero, ¿correcto?
—Sí. Pensé que era extraño. Ella solo dijo que se le estaban acabando en casa. Pasta de dientes, un pequeño cepillo, desodorante, cosas como esas. Le pregunté porqué las compraba ella y no sus padres pero ella de alguna manera evitó responder.
—¿Sientes que ella era feliz en casa?
—Sí. Pero, es decir… tiene quince. Ama a sus padres pero odia este lugar. Ha estado hablando de mudarse de Deton desde que teníamos diez años.
—¿Alguna idea del porqué? —preguntó DeMarco.
—Es aburrido —dijo Anne. Miró a sus padres como pidiendo perdón—. Es decir, soy un poco mayor que Mercy; tengo dieciséis y una licencia, y ella y yo vamos aquí y allá a veces. De compras. Al cine. Pero tienes que conducir como una hora para hacer algo de eso. Deton está muerto.
—¿Sabes adónde quería mudarse?
—Palm Springs —dijo Anne riendo—. Vio un programa donde la gente asistía a una fiesta en Palm Springs y pensó que era lindo.
— ¿Tenía ella una universidad en particular a la que le hubiera puesto el ojo?
—No lo creo. Quiero decir fue poca la información que nos suministraron en la escuela, pero ella miró con insistencia el material de UVA y Wake Forest. Pero… Sí, no lo sé.
—¿Puedes decirnos algo acerca de Charlie? —preguntó Kate— Vimos su nombre en el diario y sabemos que eran lo suficientemente cercanos como para darse un pequeño beso entre clases. Pero la policía nos contó que tu dijiste que Mercy no tiene novio.
—No lo tiene.
Kate notó de inmediato cómo el tono de Anne cambió un poco con este comentario. Su postura también pareció volverse más rígida. Aparentemente, este era un tema sensitivo. Pero, como ella solo tenía dieciséis y ambos padres estaban sentados al lado de ella, Kate sabía que no podía acusar directamente a la chica de estar mintiendo. Tenía que abordarlo de otra manera. Quizás había unos oscuros secretos con respecto a su amiga de los cuales ella simplemente no quería hablar.
—¿Entonces ella y Charlie son solo amigos? —preguntó Kate.
—Algo así. Es decir pienso que quizás se gustaban entre sí pero no querían salir en una cita, ¿sabe?
—¿Que tú sepas, ella y Charlie hicieron alguna vez algo más que besarse?
—Si lo hicieron, Mercy nunca me dijo. Y ella me lo dice todo.
—¿Sabes si había secretos que le ocultara a sus padres?
De nuevo, Kate notó que la incomodidad asomaba al rostro de Anne. Era algo fugaz y casi imperceptible, pero podía reconocerla al cabo de tantos casos anteriores —particularmente aquellos donde los adolescentes estaban involucrados. Una rápida mirada, revolverse en el asiento, contestar de inmediato sin pensar la respuesta o tomarse demasiado tiempo para producir otra.
—De nuevo, si lo hizo, nunca me dijo.
—¿Qué hay de un trabajo? —preguntó Kate— ¿Estaba Mercy trabajando en algún lado?
—No recientemente. Estuvo trabajando unas diez horas a la semana como tutora de unos niños de la escuela hace unos meses. En álgebra, creo. Pero lo cancelaron porque no había suficientes niños interesados en obtener ayuda.
—¿Ella lo disfrutó? —preguntó DeMarco.
—Supongo que sí.
—¿No hubo historias de horror del sitio donde ejercía la tutoría?
—Nada de eso me dijo.
—Pero te sientes segura de que Mercy te contaba todo acerca de su vida, ¿correcto? —preguntó DeMarco.
Anne pareció incomodarse un poco ante la pregunta. Kate se preguntó si era la primera vez que ella era confrontada de esa manera —cuestionando algo que ella había expresado como verdadero.
—Eso creo —dijo Anne—. Éramos… somos las mejores amigas. Y digo que somos porque ella está todavía viva. Yo lo sé. Porque si ella está muerta…
El comentario flotó en el aire por un momento. Kate pudo ver que la emoción en el semblante de Anne era real. Basándose en su expresión, podía afirmar que la chica empezaría a llorar pronto. Y si llegaba a eso, Kate estaba segura que sus padres les pedirían que se fueran. Eso significaba que no tenían mucho tiempo —y eso significaba que Kate iba a tener que presionar un poco si esperaba conseguir respuestas.
—Anne, queremos llegar al fondo de esto. Y, como tú, estamos trabajando bajo la presunción de que Mercy está todavía viva. Pero, si puedo ser honesta contigo, en los casos de personas desaparecidas el tiempo es el enemigo. Mientras más tiempo pasa, más pequeñas son las posibilidades de averiguar que pasó con ella. Así que, por favor... si hay algo que te haya costado decir a las autoridades locales de Deton, es importante que nos lo digas. Yo sé que en un pueblo así de pequeño, te preocupa lo que los demás pensarán y...
—Creo que es suficiente —dijo el Sr. Pettus. Se puso de pie y caminó hacia la puerta —No aprecio que esté insinuando que nuestra hija haya estado ocultando algo. Y puede mirarla y decir que ella comienza a molestarse.
—Sr. Pettus —dijo DeMarco—. Si Anne está...
—Hemos sido más que comprensivos dejando que hable con las autoridades, pero hasta aquí llegamos. Ahora, por favor… márchense.
Kate y DeMarco intercambiaron miradas de derrota mientras se incorporaban. Kate dio tres pasos hacia la puerta antes de ser detenida por la voz de Anne.
—No… esperen.
Los cuatro adultos se giraron hacia Anne. Las lágrimas rodaban por sus mejillas y había una cierta gravedad en sus ojos. Miró a sus padres por un instante y luego apartó con rapidez la vista, como si estuviera avergonzada.
—¿Qué pasa? —preguntó la Sra. Pettus a su hija.
—Mercy tiene un novio. Algo así. Pero no es Charlie. Es este otro chico... y ella nunca se lo dijo a nadie porque si sus padres se enteraran, se habrían vuelto como locos.
—¿Cómo así? —preguntó Kate.
—Es este chico que vive cerca de Deerfield. Es mayor que ella… tiene diecisiete.
—¿Y estaban saliendo en citas? —preguntó DeMarco.
—No creo que fueran citas. Solo se veían. Pero cuando se juntaron, creo… Bueno, creo que solo fue algo físico. A Mercy le gustaba porque era un chico mayor que estaba prestándole atención, ¿entienden?
—¿Y por qué no lo iban a aprobar sus padres? —preguntó Kate.
—Bueno, primero por la edad. Mercy tiene quince y este chico tiene casi dieciocho. Pero está también su reputación. Abandonó la secundaria, anda con gente poco recomendable.
—¿Sabes si la relación fue sexual? —preguntó Kate.
—Ella nunca me dijo. Pero creo que eso pudo haber sido porque siempre que bromeaba con ella al respecto, se quedaba callada.
—Anne —dijo el Sr. Pettus—, ¿por qué no le dijiste a la policía?
—Porque no quería que la gente pensara mal de Mercy. Ella es… ella es mi mejor amiga. Ella es gentil y amable… este tipo es basura. No comprendo por qué le gusta.
—¿Cuál es su nombre? —preguntó Kate.
—Jeremy Branch.
—Dices que dejó la escuela. ¿Sabes en qué trabaja?
—En nada no creo. Trabaja con árboles aquí y allá, cortando ramas y ayudando a los madereros. Pero de acuerdo a Mercy, simplemente se sienta junto a la casa de su hermano mayor y bebe la mayor parte del día. Y no estoy segura, pero creo que vende drogas.
Kate casi lo sentía por Anne. Las miradas en los rostros de sus padres dejaban en claro que tendrían una seria conversación con ella, una vez que Kate y DeMarco se marcharan. Sabiendo esto, Kate caminó hacia Anne y tomó asiento en el mismo lugar que el padre había ocupado solo un minuto antes.
—Sé que fue duro para ti —dijo Kate—. Pero hiciste lo correcto. Nos has dado una pista y ahora quizás lleguemos al fondo de todo. Gracias, Anne.
Dicho eso, hizo una inclinación de cabeza a los padres de Anne y salió. En el camino hacia el auto, DeMarco sacó su teléfono. —¿Sabes dónde está Deerfield? —preguntó.
—Como a veinte minutos, internándose en los bosques —dijo Kate—. Si pensabas que Deton era pequeño, no has visto nada.
—Llamaré al Sheriff Barnes y veré si puede conseguir la dirección.
Estaba haciendo exactamente eso al tiempo que se subían al auto. Kate se sintió de repente llena de energía. Tenían una pista, el apoyo de la policía local, y casi todo un día por delante. Al arrancar, no pudo dejar de sentirse esperanzada.
CAPÍTULO CUATRO
Aunque DeMarco había recibido una dirección muy precisa de parte de Barnes, Kate no pudo evitar preguntarse si Barnes no se había equivocado, o si algo se habia se había quedado sin ser transmitido en la comunicación. Vio la dirección cinco minutos después de pasar por los límites del pueblo de Deerfield, pintada de mala manera con letras negras en el costado de un sucio buzón. Pero, como casi todo lo demás en Deerfield, Virginia, más allá del buzón todo era bosque y campo abierto.
Como a medio metro del buzón, vio el trazado de lo que presumió era una vía de acceso. La maleza había crecido a lo largo del costado, ocultando la mayor parte de la entrada. Ingresó a la vía y se encontró con que era un estrecho camino de tierra que conducía a un espacio abierto, más ancho, varios metros más adelante. Supuso que lo que estaba mirando era un gran patio al frente que no había visto una cortadora de césped en mucho tiempo. Había tres autos, dos de los cuáles lucían como chatarra, estacionados en el patio. Se hallaban colocados a lo largo de una franja de tierra que venía siendo el final de la vía de acceso.
A unos metros de los autos, no muy lejos de los árboles que pertenecían al bosque que se extendía más allá, había un enorme tráiler. Era del tipo que estaba decorado como una casa en su parte externa y, que de haber estado bien cuidado se vería como un lugar más bien bonito. Pero el porche principal se veía ligeramente inclinado, y uno de los soportes se había caído por completo. Faltaba también el canalón en uno de los lados de la casa y, por supuesto, estaba el patio lleno de maleza.
Kate y DeMarco aparcaron junto a la chatarra y lentamente se aproximaron a la casa. El césped, que mayormente era maleza, llegaba hasta las rodillas de Kate.
—Me siento como en un safari —dijo DeMarco—. ¿Tienes un machete?
Kate rió suavemente, con los ojos puestos en la puerta principal. Entre los.estereotipos y la información de Anne Pettus sentía que sabía lo que encontrarían adentro: Jeremy Branch y su hermano mayor, sentados sin hacer nada. El lugar olería a tierra, basura, y puede que incluso a marihuana. Habría botellas de cerveza regadas por entre los muebles baratos, que estarían apuntando a un relativamente bonito aparato de televisión. Ella había visto este decorado en incontables ocasiones, cuando se trataba de jóvenes vividores pertenecientes a las zonas rurales.
Avanzaron hasta el porche y Kate tocó la puerta. Podía oír el murmullo de la música que provenía de adentro, algo metálico pero con un volumen bajo. Escuchó también los pesados pasos aproximándose a la puerta. Al abrirse unos segundos después, fue saludada por un hombre de aspecto juvenil que tenía puesta una camiseta sin mangas y un short kaki. Una barba incipiente sombreaba su rostro. Todo su brazo izquierdo estaba tatuado y ambas orejas estaban horadadas.
En principio sonrió al ver a las dos mujeres en su porche, pero luego pareció comprender lo que eran en realidad. No eran solo dos mujeres, eran dos mujeres vestidas de manera profesional con una mirada seria en sus caras.






