Un Rastro de Esperanza

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—Lo estoy —dijo Keri—. Solo dame un momento.
Se levantó, sacó un detector de dispositivos de escucha de su bolso, y procedió a barrer toda la sala de conferencias. Mags enarcó las cejas pero no pareció sorprendida.
—Sabes, querida —comenzó a decir—, difícilmente puedo decirte que te pasas de cautelosa. Porque yo procuro que hagan esto profesionalmente dos veces a la semana.
—Sí, claro —dijo Keri—. Gracias por la chanza. Esto me lo dio un amigo experto en tecno en quien confío.
—¿Alguien del departamento? —preguntó Mags.
—No, en realidad es un guardia de seguridad de un centro comercial. Es una larga historia, pero digamos que el hombre conoce oficio y me debía un favor, así que cuando le pedí que me recomendara un buen detector de dispositivos, me dio este como regalo.
—Eso suena como una larga historia que me gustaría escuchar cuando tengas algo más de tiempo —dijo Mags.
Keri asintió distraída mientras continuaba barriendo la habitación. Mags sonrió y esperó pacientemente. Cuando Keri terminó sin hallar nada, regresó a su asiento.
—Okey, esto es lo que está pasando —dijo, y largó su historia con Cave, buena parte de la cual era familiar para Mags.
De hecho, su amiga la había ayudado recientemente para sacar información de un asesino a sueldo conectado con Cave. Era un hombre conocido solamente como el Viudo Negro, una figura misteriosa que conducía un Lincoln Continental negro sin placas.
Meses atrás, Keri había visto en la grabación de una cámara de seguridad cómo había matado de la manera más natural al hombre que había estado reteniendo Evie, para luego meter a esta en la cajuela, y desaparecer en medio de la noche, todo, sospechaba Keri, por órdenes de Cave.
De alguna manera, Mags se las había arreglado para contactar de manera anónima al Viudo Negro. Resultó que él estaba más que dispuesto a suministrar una pista sobre el paradero de Evie por un precio exorbitante. Parecía que no era leal a nadie, lo que resultó bueno para Keri en esa ocasión, porque su información eventualmente la condujo a enterarse de la existencia del evento Vista.
Pero aunque algunos de los detalles, como lo de la conexión con el Viudo Negro, eran periódico de ayer para ella, Mags no dijo nada. No la interrumpió ni una vez, aunque sacó una libreta y tomó alguna que otra nota. Escuchó con atención, desde el inicio hasta la llamada de esa mañana de Susan Granger sobre que Evie era el Premio de Sangre en la Vista.
Cuando estuvo segura de que Keri había terminado, hizo una pregunta.
—Entiendo tu situación, Keri. Y estoy horrorizada. Pero sigo sin entender. ¿Por qué estás examinando cientos de papeles sobre el Sr. Cave?
—Porque ya no sé qué hacer, Mags. No tengo más pistas. No tengo más indicios. La única cosa de la que estoy segura es que Jackson Cave está de alguna forma involucrado en el caso de mi hija.
—¿Estás segura? —preguntó Mags.
—Sí —dijo Keri—. No creo que lo estuviera inicialmente. Probablemente no tenía idea de que una de las víctimas de sus secuestradores era mi hija. Después de todo, yo ni siquiera era detective en esa época. Era profesora universitaria. Su desaparición es la razón por la que me convertí en policía. Ni siquiera sé en qué momento realmente atraje su interés. Pero en algún momento debe haber llegado a la conclusión de que la niña que la detective estaba buscando fue secuestrada por alguien a quien se lo había encargado.
—¿Y tú crees que él buscó la ubicación de ella? —preguntó Mags— ¿Tú crees que él sabe dónde está ella ahora?
—Esas son dos preguntas muy diferentes. Estoy segura de que en algún momento él investigó su ubicación. Habría sido de interés para él conocer la situación de ella. Pero habría sido mucho antes de que yo comenzara a husmear. Una vez que sospechó que yo lo estaba investigando, no tengo duda de que se habrá asegurado de que no se le pudiera conectar con ella. Sabe que si yo creyera que él me puede llevar hasta Evie, le seguiría día y noche. Probablemente le preocupe que yo lo secuestre y lo torture para conseguir la ubicación.
—¿Lo harías? —preguntó Mags, más en tono de curiosidad que de acusación.
—Lo haría. Un millón de veces lo haría.
—Yo también —susurró Mags.
—Así que no creo que Jackson Cave sepa dónde está mi hija ni quien la tiene. Pero creo que conoce a individuos que a su vez conocen a individuos que saben dónde está ella. Creo que él podría averiguar su actual ubicación si se sintiera inclinado a hacerlo. Y creo que podría hacer que la llevaran a una ubicación específica si quisiera. Eso es lo que creo que está pasando. Creo que Evie es el Premio de Sangre porque él quiere que así sea. Y de alguna manera, sus deseos han sido canalizados hacia la gente que puede realizarlos.
—¿Entonces quieres seguir esa pista?
—No —dijo Keri—. El laberinto que hay entre él y ella es demasiado complicado como para que yo lo averigüe, ni siquiera disponiendo de tiempo ilimitado, lo que obviamente no tengo. Ese es un pozo sin fondo por el que no bajaré. Pero he comenzado a darme cuenta, que todo este tiempo he estado mirando a Jackson Cave como un oponente, la mente maestra que me separa de mi hija, la fuerza malévola que está para destruir a mi familia.
—¿No lo es? —preguntó Mags, sonando sorprendida y casi ofendida.
—Lo es. Pero así no es como él se ve a sí mismo. Y eso no es lo que él siempre fue. Me di cuenta que tengo que olvidar mis ideas preconcebidas, para saber quién es este sujeto y qué es lo hace ser como es.
—¿Por qué te interesa lo que lo hace ser como es?
—Porque no puedo derrotarlo si no comprendo cómo piensa, y cuáles son sus motivos. Y si no comprendo qué es, muy en el fondo, lo importante para él, nunca tendré una ventaja sobre él. Y eso es lo que realmente necesito, Mags: ventaja. Este sujeto no me va a dar ninguna información por las buenas. Pero si puedo determinar qué es lo que le importa, quizás pueda usar eso para recuperar a mi hija.
—¿Cómo?
—No tengo idea… todavía.
CAPÍTULO CINCO
Cuando Ray entró a la sala de conferencias tres horas después, Keri todavía no tenía esa ventaja. Pero creía tener una idea más precisa de quién era Jackson Cave.
—Encantada de verte, Detective Sands —dijo Mags, en cuanto entró cargado con sándwiches tipo submarino y unos cafés que ya estaban helados.
—Igual digo, Roja —mientras repartía los sándwiches sobre la mesa.
—Bueno, ¡válgame Dios! —replicó ella, malhumorada.
Keri no estaba segura de cuándo Ray había comenzado a llamar a Margaret Merrywether "Roja” pero se deleitaba con ello. Y a pesar de su reacción de ahora, Keri estaba bien segura de que a Mags no le importaba.
—Traje los registros financieros y de propiedad del sujeto —dijo Ray—. Pero no creo que vayan a ser la respuesta. Los revisé con Edgerton y él no pudo encontrar nada deshonesto. Pero para un hombre con tanto dinero y poder, ya eso por sí solo tiene algo de deshonesto.
—Estoy de acuerdo —dijo Keri—. Pero deshonesto no es suficiente para actuar.
—Él quería traer a Patterson, pero le dije que por ahora lo aplazara.
El Detective Garrett Patterson respondía al sobrenombre de "Trabajo Laborioso", y por una buena razón. En la unidad era el segundo mejor hombre en la tecnología, por detrás de Edgerton, y aunque carecía de la intuición de Edgerton para descubrir conexiones ocultas en informaciones complejas, poseía otro talento. Adoraba examinar registros de manera minuciosa, a fin de hallar pequeños pero cruciales detalles que otros pasaban por alto.
—Era la selección correcta —dijo Keri al cabo de un momento—. Él podría descubrir algo en los registros de propiedad. Pero me preocupa que no pudiera evitar contárselo a Hillman o que accidentalmente por echar una red muy amplia se activen las luces de alarma. No quiero involucrarlo a menos que no tengamos opción
—Puede que lleguemos a eso —dijo Ray—. A menos que hayas descifrado el código de Cave en las últimas horas.
—No diría eso —admitió Keri—. Pero he descubierto unos datos sorprendentes.
—¿Cómo qué?
—Bueno, para empezar —intervino Mags—, Jackson Cave no fue siempre un completo desgraciado.
—Eso es una sorpresa —dijo Ray, desenvolviendo un sándwich y dándole un buen mordisco—. ¿Cómo así?
—Trabajó en la oficina del Fiscal de distrito —replicó Mags.
—¿Era fiscal? —preguntó Ray, casi atragantándose con la comida— ¿El defensor de violadores y acosadores de niños?
—Fue hace mucho tiempo —dijo Keri—. Se unió a la fiscalía en cuanto salió de la Universidad del Sur de California; trabajó allí dos años.
—¿No pudo con el trabajo? —preguntó Ray.
—De hecho, su porcentaje de convicciones era muy impresionante. Aparentemente no le gustaba llegar a arreglos así que llevó la mayoría de los casos a la corte. Consiguió diecinueve convicciones y dos jurados que no pudieron ponerse de acuerdo. Ninguna absolución.
—Eso está bien —reconoció Ray—. ¿Entonces por qué cambió de equipo?
—Para saber eso hubo que cavar un poco —dijo Keri—. De hecho fue Mags quien lo averiguó. ¿Quieres explicarlo?
—Será un placer —dijo ella, levantando la vista del mar de papeles que tenía delante—. Supongo que toda una vida haciendo investigaciones tediosas es recompensada de cuando en cuando. Jackson Cave tenía un medio hermano llamado Coy Trembley. Tenían padres distintos, pero se criaron juntos. Coy era tres años mayor que Jackson.
—¿Era Coy también un abogado? —preguntó Ray.
—Difícilmente —dijo Mags—. Coy tuvo problemas con la ley en su adolescencia y su primera juventud, casi todo cosas de poca monta. Pero a los treinta y uno, fue arrestado por asalto sexual. Básicamente fue acusado de violar a una niña de nueve años que vivía en su misma calle.
—¿Y Cave lo defendió?
—Oficialmente no. Pero pidió un permiso de nueve meses en la oficina del fiscal justo después del arresto. Él no era el abogado de Trembley y su nombre no está en ninguno de los documentos legales archivados en la corte sobre el caso.
—Me parece a que continuación viene un ‘pero’ —dijo Ray.
—Estás en lo correcto, querido —declaró Mags—. Pero por razones tributarias, el trabajo que declaró durante ese tiempo fue ‘consultor legal’. Y he comparado el lenguaje en los expedientes del caso Trembley. La lógica y algunas frases son muy similares a casos recientes de Cave. Creo que es lícito suponer que estaba asistiendo secretamente a su hermano.
—¿Cómo le fue? —preguntó Ray.
—Bastante bien. El caso de Coy Trembley acabó porque los jurados no pudieron llegar a un acuerdo. Los fiscales debatían sobre si volver a juzgarlo cuando el padre de la pequeña se apareció en el apartamento de Trembley y le disparó cinco veces, incluyendo una vez en la cara. No lo logró.
—Dios —musitó Ray.
—Sí —convino Keri—. Fue en esa época que Cave introdujo su dimisión en la fiscalía. Estuvo fuera de escena durante tres meses luego de eso. Entonces, repentinamente, reapareció con un bufete que servía principalmente a clientes corporativos. Pero también hacía la defensa de pequeños casos de cuello blanco, y de manera creciente, con el pasar de los años, trabajos pro-bono para individuos como su medio hermano.
—Esperen —dijo Ray incrédulo—. ¿Se supone que crea que este sujeto se convirtió en un abogado defensor para honrar la memoria de su hermano muerto o algo así, para defender los derechos de los moralmente pervertidos?
Keri meneó su cabeza.
—No lo sé, Ray —dijo—. Cave casi nunca habló de su hermano en todos esos años. Pero cuando lo hizo, siempre sostuvo que Coy fue falsamente acusado. Era categórico al respecto. Creo que es posible que comenzara su práctica con buenas intenciones.
—Okey. Digamos que le doy el beneficio de la duda por lo que a eso respecta. ¿Qué diablos le pasó entonces?
Mags intervino en ese punto.
—Bueno, está bastante claro que la culpa de la mayoría de sus clientes pro-bono era altamente dudosa. Algunos de ellos parece que habían sido simplemente reconocidos en ruedas de identificación o arrestados en la calle. A veces lograba sacarlos, pero por lo general no era así. Entretanto, pronunciaba discursos en conferencias sobre las libertades civiles, buenos discursos de hecho, muy apasionados. Se habló incluso de que algún día se presentaría como candidato para un cargo.
—Hasta ahora suena como una historia de éxito americano —dijo Ray.
—Lo era —convino Keri—, hasta hace diez años. Fue entonces cuando aceptó el caso de un hombre que no llenaba el perfil. Era un secuestrador en serie de niños que aparentemente lo hacía de manera profesional. Y le pagó muy bien a Cave para que lo representara.
—¿Por qué de repente tomó ese caso? —preguntó Ray.
—No está cien por ciento claro —dijo Keri—. Su trabajo corporativo no había despegado todavía. Así que pudo haber sido una decisión económica. Quizás no veía a este sujeto tan objetable como lo verían otros. Los cargos en su contra eran por secuestro por contrato, no asalto ni acoso. El hombre básicamente secuestraba chicos y los vendía al mejor postor. Él era, usando una descripción generosa, un ‘profesional’. Cualquiera que haya sido la razón, Cave se encargó de este hombre, logró que lo absolvieran, y entonces la represa se abrió. Comenzó a aceptar a toda clase de clientes similares, muchos de los cuales eran menos… profesionales.
—En esa misma época —añadió Mags—, el trabajo corporativo empezó a entrar. Se mudó de un local que daba a la calle en Echo Park a la oficina en una torre del centro donde está ahora. Y nunca ha mirado hacia atrás.
—No lo sé —dijo Ray escéptico—. Es difícil leer entre las líneas del luchador por las libertades civiles, al menos para nosotros, al tiburón legal sin remordimientos que representa a pedófilos, y que posiblemente coordina una red de esclavas sexuales infantiles. Creo que nos falta una pieza.
—Bueno, tú eres un detective, Raymond —dijo Mags con mordacidad—. La palabra lo dice, detecta.
Ray abrió su boca, listo para replicar, antes de darse cuenta que era objeto de una tomadura de pelo. Los tres rieron, felices de poder aliviar la tensión que sin darse cuenta había ido creciendo. Keri intervino de nuevo.
—Tiene que estar relacionado con ese secuestrador en serie que él representó. Ahí fue cuando todo cambió. Deberíamos mirar eso con más detenimiento.
—¿Qué tienes sobre ese? —preguntó Ray.
—El caso es uno de esos que se quedan en un punto muerto —dijo Mags, frustrada—. Cave representó al hombre, lo sacó, y el hombre desapareció del radar. No hemos podido encontrar nada sobre él a partir de entonces.
—¿Cuál era el nombre de ese individuo? —preguntó Ray.
—John Johnson —contestó Mags.
—Suena familiar —musitó Ray.
—¿De verdad? —dijo Keri, sorprendida—. Porque no hay casi nada sobre él. Luce como una identidad falsa. No hay un registro de él luego de ser absuelto. Es como si hubiera dejado la sala del tribunal para desaparecer completamente.
—Aun así, el nombre me suena —dijo Ray—. Creo que fue antes de que te unieras a la fuerza. ¿Intentaste conseguir la foto de su prontuario?
—Comencé a buscar —dijo Keri—. Hay setenta y cuatro John Johnson en la base de datos con fotografías tomadas en el mes en el que los arrestaron. No tuve oportunidad de revisarlos todos.
—¿Te importa si le echo un vistazo?
—Adelante —dijo Keri, abriendo una ventana y deslizando la portátil hacia él. Podía asegurar que él tenía una idea pero no quiso decirlo en voz alta en caso de que estuviese equivocado. Mientras recorría las imágenes, habló casi distraído.
—Ambas dijeron que era como si hubiera salido del radar, como si hubiera desaparecido, ¿correcto?
—Ajá —dijo Keri, observándolo atentamente, sintiendo que su respiración se agitaba.
—Casi como… ¿un fantasma? —preguntó.
—Ajá —repitió.
Dejó de recorrer la galería y contempló una imagen en la pantalla antes de mirar hacia Keri.
—Creo que es porque es un fantasma; o para ser más preciso, ‘El Fantasma’.
Ray giró la pantalla para que Keri pudiera ver la foto. Al contemplar la imagen del hombre que puso a Jackson Cave en el mal camino, un escalofrío recorrió su espalda.
Ella lo conocía.
CAPÍTULO SEIS
Keri trató de controlar sus emociones mientras un chorro de adrenalina se repartía por su organismo, haciendo que todo su cuerpo se pusiera en tensión.
Reconocía al hombre que la contemplaba. Pero ella no lo conocía como John Johnson. Cuando se habían conocido, él respondía al nombre de Thomas Anderson, pero todos se referían a él como El Fantasma.
Habían hablado en solo dos ocasiones, cada una en la Correccional Twin Towers en el centro de Los Ángeles, donde se hallaba encarcelado por crímenes que no se diferenciaban mucho de aquellos por los cuales John Johnson había sido absuelto.
—¿Quién es, Keri? —preguntó Mags, entre preocupada y contrariada por el largo silencio.
Keri cayó en cuenta de que se había quedado muda, contemplando la foto durante varios segundos.
—Lo siento —replicó, forzándose a volver al momento presente—. Su nombre es Thomas Anderson. Lo tienen en una cárcel del condado por secuestro y venta de niños, a cuenta de personas que viven fuera del estado y no reúnen los requisitos para poder adoptar. No puedo creer que no se me ocurriera que Johnson y Anderson podían ser la misma persona.
—Cave trata con un montón de secuestradores, Keri —dijo Ray—. No había razón para que hicieras esa conexión.
—¿Cómo es que lo conoces? —preguntó Mags.
—Me topé con él el año pasado cuando estaba revisando el archivo de casos de secuestradores. Hubo un momento en que pensé que él podría haberse llevado a Evie. Fui a Twin Towers a entrevistarlo y rápidamente quedó claro que él no era el hombre. Me dio incluso unas pocas pistas que me ayudaron eventualmente a atrapar al Coleccionista. Y ahora que lo pienso, él fue la primera persona que mencionó a Jackson Cave; dijo que Cave era su abogado.
—¿Nunca habías escuchado acerca de Cave antes de eso? —preguntó Mags.
—Sí que había escuchado. Él es muy conocido para los policías de Personas Desaparecidas. Pero nunca me había reunido con alguno de sus clientes, ni tenía razón alguna para pensar en él como algo más que otro imbécil, hasta que Anderson llamó mi atención sobre su persona. Hasta que me conocí a Thomas Anderson, Jackson Cave nunca estuvo en mi radar.
—¿Y no crees que eso es una coincidencia? —preguntó Mags.
—Con Anderson, no estoy segura de que nada sea una coincidencia. ¿No es extraño que salga impune como ‘John Johnson’, pero luego sea arrestado por lo mismo de los secuestros usando su verdadera identidad, Thomas Anderson? ¿Por qué no usó de nuevo su identidad falsa? Quiero decir, el hombre fue bibliotecario durante más de treinta años. Básicamente arruinó su vida al usar su nombre real.
—Quizás pensó que Cave podía sacarle en una segunda ocasión —sugirió Ray.
—Pero ahí está el asunto —dijo Keri—. Aunque Cave fue técnicamente el abogado defensor en su último juicio, ese donde lo hallaron culpable, Anderson se defendió a sí mismo. Y al parecer, lo hizo de manera extraordinaria. Se dijo que fue tan convincente que si el caso no hubiese estado blindado, habría salido.
—Si este tipo es un genio —objetó Mags—, ¿cómo es que, en primer lugar, el caso en su contra era tan sólido?
—Le hice la misma pregunta —replicó Keri—. Y convino conmigo en que era extraño que alguien tan astuto y meticuloso como él fuese atrapado de esa manera. No me lo dijo de manera directa, pero básicamente insinuó que buscaba quedar convicto.
—Pero, ¡por qué en el nombre de Dios! —preguntó Mags.
—Esa es una excelente pregunta, Margaret —dijo Keri, cerrando la portátil—. Y es la que pretendo hacerle al Sr. Anderson ahora mismo.
*
Keri estacionó su auto en la enorme estructura que se hallaba cruzando la calle frente a Twin Towers y se dirigió al ascensor. A veces, si tenía que hacer una visita en el día, la enorme instalación anexa al centro de detención del condado estaba tan abarrotada que tenía que subir hasta el décimo piso —a cielo abierto— de la estructura para encontrar un espacio donde aparcar. Pero eran casi las 8 p.m. y halló un puesto en el segundo piso.
Mientras cruzaba la calle, repasó su plan. Técnicamente, debido a su suspensión y a la investigación de Asuntos Internos, no tenía autorización para reunirse con un prisionero en una sala de interrogatorios. Pero eso no era todavía de conocimiento general. Aspiraba a que su familiaridad con el personal de la prisión le permitiera abrirse paso bajo engaño.
Ray se había ofrecido a venir con ella para allanarle el camino. Pero a ella le preocupaba que ello atrajera preguntas que podrían meterlo en problemas. Incluso si ello no ocurriera, podría estar obligado a formar parte de la entrevista a Anderson. Keri sabía que el hombre no se abriría bajo esas circunstancias.
Como resultó, ello no tuvo que preocuparse.
—¿Cómo le va, Detective Locke? —le preguntó el Oficial de Seguridad Beamon mientras ella se acercaba al detector de metales de la recepción— Me sorprende verla tan recuperada luego de la refriega con ese sicópata a principios de esta semana.
—Oh, sí —convino Keri, decidiendo que sacaría provecho de esa pelea—, yo también, Freddie. Me veo como si hubiera estado en una pelea de campeonato, ¿no crees? De hecho estoy todavía de permiso hasta que esté en forma. Pero estaba enloqueciendo un poco en el apartamento, así que se me ocurrió venir a chequear un caso viejo. No es algo formal, así que ni siquiera traje la pistola y la placa. ¿Importará si entrevisto a alguien incluso fuera de horario?
—Por supuesto que no, Detective. Solo espero que se tome las cosas con calma. Pero sé que no lo hará. Firme. Tome su carnet de visitante y vaya al nivel de interrogatorios. Ya conoce el procedimiento.
Keri conocía el procedimiento y quince minutos después estaba sentada en una sala de interrogatorio, esperando la llegada del recluso #2427609, o Thomas "El Fantasma” Anderson. El guardia le había advertido que se estaban preparando para apagar las luces y tomaría un tiempo adicional buscarlo. Ella intentó permanecer serena mientras esperaba, pero estaba perdiendo la batalla.
Anderson siempre parecía meterse bajo su piel, como si secretamente le estuviese quitando el cuero cabelludo para descubrir su cerebro y leer sus pensamientos. En ocasiones, se sentía como si fuese una gatita mientras él sostenía uno de esos finos rayos láser, haciéndola corretear a su capricho en cualquier dirección.
Y sin embargo, fue su información la que la puso en el camino que la había acercado como nunca lo había hecho ninguna otra cosa hasta encontrar a Evie. ¿Eso fue planeado o fue por azar? Él nunca le había dado indicación alguna de que sus reuniones fueran otra cosa que casualidad. Pero si tenía el control del juego, ¿por qué lo hacía?
La puerta se abrió y él pasó adentro, luciendo en buena medida como ella lo recordaba. Anderson, a mitad de la cincuentena, era más bien bajo, alrededor de uno setenta y dos, con una constitución sólida y robusta, que sugería una asistencia regular al gimnasio de la prisión. Las esposas colocadas en sus musculosos antebrazos se veían ajustadas. Con todo, parecía más delgado de lo que ella recordaba, como si se hubiera saltado algunas comidas.
Su espeso cabello estaba partido de manera impecable, pero para sorpresa de ella, ya no era el negro azabache que recordaba. Ahora estaba bastante entrecano. En los bordes de su uniforme de prisión, se podían ver fragmentos de los múltiples tatuajes que cubrían el lado derecho de su cuerpo hasta el cuello. Su lado izquierdo estaba todavía impecable.
Mientras era conducido a la silla de metal al otro lado de la mesa frente a ella, sus ojos grises no se despegaron de ella. Sabía que la estaba estudiando, examinando, midiendo, tratando de aprender lo más que pudiera sobre su situación antes decir una palabra.








