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Pero Riley también se veía cansada y triste en comparación con su madre joven.
“Nunca envejecerá”, pensó Riley.
Lo mismo no podía decirse de Riley.
Y sabía que su mundo estaba lleno de pruebas y desafíos que tendría que soportar.
¿Jamás obtendría un descanso? ¿Jamás estaría en paz con su vida?
Se encontró envidiando la alegría eternamente pacífica de su madre.
Entonces su madre se volvió y se alejó, desapareciendo en el grupo de reflejos de Riley.
De repente oyó una gran colisión y todos los espejos se hicieron añicos.
Riley estaba parada en la oscuridad, hasta los tobillos en vidrio roto.
Sacó sus pies poco a poco y luego trató de hacer su camino a través de los escombros.
“Cuidado donde pisas”, dijo otra voz familiar.
Riley se volvió y vio a un anciano robusto con un rostro desgastado.
Riley se quedó sin aliento.
“¡Papi!”, dijo.
Su padre sonrió.
“Esperabas que estuviera muerto, ¿cierto?”, dijo. “Lamento decepcionarte”.
Riley abrió la boca para contradecirlo.
Pero entonces se dio cuenta de que tenía razón. No lloró cuando se enteró de su muerte en octubre.
Y ciertamente no lo quería de vuelta en su vida.
Después de todo, no le dijo muchas palabras amables.
“¿Dónde has estado?”, preguntó Riley.
“Donde siempre he estado”, dijo su padre.
La escena comenzó a cambiar al exterior de la cabaña de su padre en el bosque.
Ahora estaba parado en la escalera de entrada.
“Quizás necesites mi ayuda en este caso”, dijo. “Parece que tu asesino es un soldado. Sé mucho de los soldados. Y sé mucho acerca de asesinar”.
Eso era cierto. Su padre había sido capitán en Vietnam. No tenía idea de cuántos hombres había matado en el cumplimiento de su deber.
Pero lo último que quería era su ayuda.
“Es hora de que te vayas”, dijo Riley.
La sonrisa de su padre se transformó en una mueca.
“Ay, pues no”, dijo. “Apenas me estoy poniendo cómodo”.
Su cara y cuerpo cambiaron de forma. En cuestión de segundos era más joven, más fuerte, de piel oscura, aún más amenazante que antes.
Ahora era Shane Hatcher.
La transformación hizo que Riley se sintiera aterrorizada.
Su padre siempre había sido una presencia cruel en su vida.
Pero estaba llegando a temer a Hatcher aún más.
Hatcher tenía algún tipo de poder manipulador sobre ella.
Podía obligarla a hacer cosas que nunca había imaginado que haría.
“Vete”, dijo Riley.
“No”, dijo Hatcher. “Tenemos un trato”.
Riley se estremeció.
“Ni me lo recuerdes”, pensó.
Hatcher la había ayudado a encontrar al asesino de su madre. A cambio, ella le permitió vivir en la vieja cabaña de su padre.
Además, sabía que se lo debía. No solo la había ayudado a resolver casos, también había hecho mucho más que eso.
Incluso había salvado la vida de su hija, junto con la de su ex esposo.
Riley abrió la boca para hablar, para protestar.
Pero las palabras no salieron.
En cambio, fue Hatcher el que habló.
“Estamos unidos en nuestras mentes, Riley Paige”.
Riley fue despertada por una fuerte sacudida.
El avión había aterrizado en el Aeropuerto Internacional de San Diego.
El sol de la mañana se elevaba más allá de la pista de aterrizaje.
El piloto habló por el intercomunicador, anunciando su llegada y disculpándose por el aterrizaje brusco.
Los otros pasajeros estaban tomando sus pertenencias y preparándose para bajarse.
A lo que Riley se levantó aturdida para bajar sus pertenencias del maletero, recordó su sueño perturbador.
Riley no era nada supersticiosa, pero igual no pudo evitar preguntarse...
¿El sueño y el aterrizaje brusco eran presagios de lo que se avecinaba?
CAPÍTULO OCHO
Era una mañana brillante y clara para cuando Riley se metió en su auto alquilado y salió del aeropuerto. El tiempo era realmente maravilloso, con una temperatura de unos quince grados. Supuso que haría a la mayoría de la gente pensar en disfrutar de la playa o al menos tumbarse junto a una piscina en alguna parte.
Pero Riley sintió una aprensión al acecho.
Se preguntó con nostalgia si alguna vez vendría a California solo para disfrutar del clima, o ir a cualquier otro lugar para relajarse.
Parecía que el mal la esperaba donde quiera que iba.
“La historia de mi vida”, pensó.
Sabía que le debía a sí misma y a su familia salir de ese patrón; tomarse un descanso y llevar a las chicas a algún lugar solo por el simple placer de hacerlo.
Pero ¿cuándo pasaría eso?
Dejó escapar un suspiro triste y cansado.
“Tal vez nunca”, pensó.
No había dormido mucho en el avión y estaba sintiendo el jet lag de la diferencia horaria de tres horas entre California y Virginia.
Sin embargo, estaba ansiosa por empezar a trabajar en este nuevo caso.
Mientras se dirigía hacia el norte por la autopista de San Diego, pasó edificios modernos con palmeras y otras plantas en ambos lados. Pronto estaba fuera de la ciudad, pero el tráfico en la autopista de múltiples carriles no disminuyó. La procesión de vehículos en movimiento envolvía grandes colinas, donde la luz del sol acentuaba un paisaje empinado.
A pesar del paisaje, el sur de California le pareció menos pacífico de lo que esperaba. Como ella, todos en la aglomeración de autos parecían tener prisa para llegar a algún lugar importante.
Tomó una salida marcada “Fuerte Nash Mowat”. Después de unos minutos, se detuvo en la puerta, mostró su placa y pasó.
Les había enviado un mensaje a Bill y Lucy para que supieran que estaba en camino, así que la estaban esperando al lado de un auto. Bill presentó a la mujer uniformada que estaba con ellos como la coronel Dana Larson, la comandante de la oficina del comando en el fuerte Mowat.
Larson la impresionó inmediatamente. Era una mujer fuerte y robusta con ojos oscuros e intensos. Su apretón de manos le transmitió a Riley una sensación de confianza y profesionalismo.
“Encantada de conocerla, agente Paige”, dijo la coronel Larson con una voz nítida y vigorosa. “Su reputación dice mucho de usted”.
Los ojos de Riley se abrieron.
“Estoy sorprendida”, dijo.
Larson dejó escapar una risita.
“No te sorprendas”, dijo. “Yo también trabajo en la aplicación de la ley, así que me mantengo al tanto de todo lo que hace la UAC. Estamos honrados de tenerlos aquí en el fuerte Mowat”.
Riley se sonrojó un poco mientras agradecía a la coronel Larson.
Larson llamó a un soldado que estaba cerca, quien caminó rápidamente hacia ella y saludó.
Dijo: “Cabo Salerno, quiero que conduzcas el auto de la agente Paige de vuelta a la estación de alquiler en el aeropuerto. Ella no lo va a necesitar aquí”.
“Sí, señora. De inmediato”, dijo el cabo. Se metió en el auto de Riley y salió de la base militar.
Riley, Bill y Lucy se metieron en el otro auto.
Mientras Larson condujo, Riley le preguntó: “¿Qué me perdí?”.
“No mucho”, dijo Bill. “La coronel Larson nos recibió aquí anoche y nos enseñó el lugar en el que nos alojaremos”.
“Todavía no hemos conocido al comandante de la base”, agregó Lucy.
La coronel Larson les dijo: “Estamos en camino a encontrarnos con el coronel Dutch Adams en este momento”.
Luego, con una sonrisa, agregó: “No esperen una calurosa bienvenida. Agentes Paige y Vargas, eso va más que todo para ustedes”.
Riley no estaba segura de lo que Larson quería decir con eso. ¿Al coronel Adams le disgustaría que la UAC había enviado dos mujeres? Riley no podía imaginar el por qué. Veía a hombres y mujeres en uniforme entrenando juntos en todas las direcciones. Y con la coronel Larson en la base militar, Adams sin duda estaba acostumbrado a lidiar con una mujer en un puesto de autoridad.
Larson se estacionó delante de un edificio administrativo limpio y moderno y los guio al interior. A lo que se acercaron, tres jóvenes la saludaron. Riley vio que sus chaquetas del comando eran similares a las usadas por los agentes del FBI.
La coronel Larson presentó a los tres hombres como el sargento Matthews y los miembros de su equipo, los agentes especiales Goodwin y Shores. Luego todos entraron en una sala de conferencias, donde los esperaba el propio coronel Dutch Adams.
Matthews y sus agentes saludaron a Adams, pero la coronel Larson no lo hizo. Riley supuso que era porque ella y Adams eran iguales en rango. Pronto vio que la tensión entre los dos coroneles era palpable, casi dolorosa.
Y, como les había advertido, Adams se veía muy disgustado por la presencia de Riley y Lucy.
Ahora Riley comenzó a entender las cosas.
El coronel Dutch Adams era un oficial de la vieja escuela que no estaba nada acostumbrado a que los hombres y las mujeres sirvieran juntos. Y, juzgando por su edad, Riley se sentía bastante segura de que jamás se acostumbraría a eso. Probablemente se retiraría con sus prejuicios intactos.
Estaba segura de que Adams resentía la presencia de la coronel Larson en su base militar ya que era una oficial sobre la cual no tenía ninguna autoridad.
A lo que el grupo se sentó, Riley sintió un escalofrío inquietante de familiaridad mientras estudiaba el rostro de Adams. Era largo y esculpido como los rostros de muchos de los otros militares que había conocido durante su vida, incluyendo el de su padre.
De hecho, Riley encontraba el parecido del coronel Adams a su padre perturbador.
Se dirigió a Riley y sus colegas en un tono excesivamente oficial.
“Bienvenidos al fuerte Nash Mowat. Esta base militar ha estado en operación desde 1942. Tiene una extensión de treinta mil hectáreas, tiene mil quinientos edificios y quinientos sesenta y tres kilómetros de carreteras. Pueden encontrar unas sesenta mil personas aquí en un día normal. Estoy orgulloso de llamarla la mejor base de entrenamiento del ejército del país”.
En ese momento, el coronel Adams parecía estar tratando de reprimir una mueca. No estaba teniendo éxito.
Y agregó: “Y por esa razón les pido que no ocasionen molestias durante el tiempo que estarán aquí. Este lugar funciona como una máquina bien aceitada. Los foráneos tienen una tendencia desafortunada a rezagar las cosas. Si lo hacen, les prometo que tendrán que pagar. ¿Ha quedado claro?”.
Estaba haciendo contacto visual con Riley, obviamente tratando de intimidarla.
Oyó a Bill y Lucy decir: “Sí, señor”.
Pero ella no dijo nada.
“Él no es mi comandante”, pensó.
Simplemente le sostuvo la mirada y asintió.
Luego él movió los ojos a los demás en la sala. Volvió a hablar, su voz llena de ira.
“Tres hombres buenos están muertos. La situación en el fuerte Mowat es inaceptable. Arréglenla. Inmediatamente. Preferiblemente lo antes posible”.
Se detuvo por un momento. Luego dijo: “Habrá un funeral para el sargento Clifford Worthing a las once horas. Espero que todos asistan”.
Sin decir más, se levantó de la silla. Los agentes del comando se pusieron de pie y saludaron y el coronel Adams salió de la sala.
Riley estaba estupefacta. ¿No habían venido aquí para discutir el caso y qué hacer a continuación?
Obviamente notando lo sorprendida que estaba, la coronel Larson le sonrió.
“Generalmente no habla tanto”, dijo. “Tal vez le agradas”.
Todo el mundo se rio ante su sarcasmo.
Riley sabía que un poco de humor era una necesidad en este momento.
Las cosas se pondrían bastante sombrías muy pronto.
CAPÍTULO NUEVE
Todos dejaron de reírse, y Larson seguía mirando a Riley, Bill y Lucy. Su expresión era penetrante y poderosa, como si estuviera evaluándolos de alguna manera. Riley se preguntó si la comandante estaba a punto de hacer algún anuncio extremo.
En su lugar, Larson preguntó: “¿Ya desayunaron?”.
Todos dijeron que no.
“Bueno, esa situación es inaceptable”, dijo Larson con una sonrisa. “Vamos a remediarla antes de que se queden sin energía. Vengan conmigo. Yo les mostraré lo acogedores que podemos ser en el fuerte Mowat”.
Larson luego dejó a su equipo atrás y procedió a guiar a los tres agentes del FBI al club de oficiales. Riley vio de inmediato que la coronel no estaba bromeando. El comedor era como un restaurante de lujo y Larson no los dejó pagar por su comida.
Discutieron el caso mientras desayunaron. Riley cayó en cuenta de que definitivamente había necesitado el café. La comida fue agradable también.
La coronel Larson comenzó a darles su opinión del caso. “Las características más sobresalientes de estos asesinatos son el método utilizado y los rangos de las víctimas. Rolsky, Fraser y Worthing eran sargentos. Todos fueron asesinados desde una larga distancia con un rifle de alta potencia. Y las víctimas fueron fusiladas de noche”.
Bill preguntó: “¿Qué más tienen en común?”.
“No mucho. Dos de ellos eran blancos y uno era negro, así que no es una cuestión racial. Estaban al mando de unidades separadas, así que no tenían reclutas en común”.
Riley agregó: “Supongo que ya buscaron los archivos de soldados amonestados por cuestiones disciplinarias o psicológicas. ¿Ausentados sin permiso? ¿Dados de baja en formas deshonrosas?”.
“Sí”, respondió Larson. “Es una lista muy larga y ya terminamos de investigar a todos que figuraban en ella. Pero se las enviaré a ver qué opinan”.
“Me gustaría hablar con los hombres de cada unidad”.
Larson asintió. “Por supuesto. Pueden hablar con algunos de ellos después del funeral y puedo coordinar todas las reuniones que deseen”.
Riley vio que Lucy estaba tomando notas. Asintió con la cabeza para que la agente joven hiciera sus propias preguntas.
Lucy preguntó: “¿De qué calibre eran las balas?”.
“De calibre OTAN”, dijo la coronel Larson. “7,62 milímetros”.
Lucy miró a la coronel Larson con interés. Dijo: “Parece que el arma podría ser un rifle de francotirador M110. O posiblemente una Heckler y Koch G28”.
La coronel Larson sonrió un poco, obviamente impresionada con los conocimientos de Lucy.
“Debido a la distancia, suponemos que una M110”, dijo Larson. “Todas las balas parecen haber provenido de la misma arma”.
A Riley le gustaba que Lucy participara mucho en las investigaciones Riley consideraba a Lucy su protegida y sabía que Lucy la consideraba una mentora.
“Está aprendiendo rápido”, pensó Riley con orgullo.
Riley miró a Bill de reojo. Sabía por su expresión que también estaba satisfecho con Lucy.
Riley tenía sus propias preguntas, pero decidió no interrumpir.
Lucy le dijo a Larson: “Me imagino que están suponiendo que se trata de alguien con entrenamiento militar. ¿Un soldado de la base militar?”.
“Posiblemente”, dijo Larson. “O un ex soldado. Alguien con una excelente formación. No es un tirador normal”.
Lucy tamborileó el borrador de su lápiz contra la mesa.
Sugirió: “¿Alguien que quiere vengarse de las figuras de autoridad? ¿Especialmente de sargentos de instrucción?”.
Larson se rascó la barbilla pensativamente.
“He estado considerándolo”, dijo.
Lucy dijo: “Estoy segura de que también están considerando el terrorismo islámico”.
Larson asintió.
“Esa es nuestra teoría por los momentos”.
“¿Un ermitaño?”, preguntó Lucy.
“Tal vez”, dijo Larson. “Pero podría estar actuando en nombre de algún grupo, ya sea una pequeña célula cerca de aquí, o algo internacional, como ISIS o Al Qaeda”.
Lucy pensó por un momento.
“¿Cuántos reclutas musulmanes tienen actualmente en el fuerte Mowat?”, preguntó Lucy.
“En este momento, trescientos cuarenta y tres. Obviamente un porcentaje muy pequeño de nuestros reclutas. Pero tenemos que tener cuidado. En general, nuestros reclutas musulmanes han sido excepcionalmente dedicados. Nunca hemos tenido ningún problema con el extremismo, si eso es lo que es esto”.
Larson miró a Riley y Bill y sonrió.
“Ustedes dos están muy callados. ¿Cómo quieren proceder?”.
Riley miró a Bill de reojo. Como de costumbre, sabía que estaba pensando lo mismo que ella.
“Vamos a echarles unos vistazos a las escenas del crimen”, dijo Bill.
*
Unos minutos más tarde, la coronel Larson conducía a Riley, Bill y Lucy por el fuerte Mowat.
“¿Qué ubicación quieren ver primero?”, preguntó Larson.
“En el orden en que ocurrieron”, dijo Riley.
Mientras Larson condujo, Riley vio a soldados entrenando, corriendo carreras de obstáculos y practicando puntería con varias armas. Se veía que lo que estaban haciendo era riguroso y exigente.
Riley le preguntó a Larson: “¿Qué tan avanzados en su formación se encuentran estos reclutas?”.
“Están en la segunda fase, la fase blanca”, dijo Larson. “Tenemos tres fases: roja, blanca y azul. Las dos primeras, la roja y blanca, duran tres semanas cada una, y estos reclutas están en su quinta semana. Pasarán sus últimas cuatro semanas en la fase azul. Esa es la más difícil. Allí es cuando los reclutas descubren si tienen lo necesario para ser un soldado del ejército”.
Riley notó un poco de orgullo en su voz, el mismo orgullo que a menudo había oído en la voz de su padre cuando hablaba de su servicio militar.
“Ella ama lo que hace”, pensó Riley.
Tampoco tenía duda de que la coronel Larson era excelente en lo que hacía.
Larson se estacionó cerca de un sendero que atravesaba el campo. Se bajaron del auto, y Larson los llevó a una mancha en el camino. Estaba en un área abierta, sin árboles que podrían bloquear la vista.
“El sargento Rolsky fue asesinado aquí”, dijo Larson. “Nadie vio ni lo oyó suceder. La herida ni la posición de su cuerpo nos dijeron de dónde provino el disparo, excepto que debió haber sido de una distancia considerable”.
Riley miró a su alrededor, estudiando la escena.
“¿A qué hora fue asesinado?”, preguntó.
“A las diez de la noche”, dijo Larson.
Se imaginó cómo se vería este lugar a esas horas de la noche. Había un par de lámparas a unos nueve metros de la mancha. Aun así, la luz aquí habría sido bastante tenue. El tirador debió haber utilizado una mira nocturna.
Se volvió lentamente, tratando de adivinar de dónde provino el disparo.
Había edificios al sur y norte. Era poco probable que un francotirador tuviera la oportunidad de disparar desde dentro de cualquiera de esos lugares.
Al oeste pudo ver el Océano Pacífico a una gran distancia.
Había colinas rugosas al este.
Riley señaló las colinas y dijo: “Mi conjetura es que el tirador se posicionó en algún lugar allá arriba”.
“Esa es una buena conjetura”, dijo Larson, señalando otro lugar en el suelo. “Encontramos la bala aquí, y eso indica que el disparo debió haber venido de algún lugar en esas colinas. Juzgando por la herida, disparó desde unos setenta y cinco a unos noventa metros. Recorrimos la zona, pero no dejó atrás ninguna evidencia”.
Riley se quedó pensando por un momento.
Después le preguntó a Larson: “¿Es permitido cazar en el fuerte Mowat?”.
“Durante la temporada, con permisos”, respondió Larson. “Ahora estamos en la temporada de pavo salvaje. También se permite cazar cuervos de día”.
Riley obviamente sabía que estas muertes eran cualquier cosa menos accidentes de caza. Siendo la hija de un hombre que había sido a la vez un marine y un cazador, sabía que nadie podría utilizar un rifle de francotirador para matar a cuervos y pavos. Una escopeta era probablemente el arma de caza preferida alrededor del fuerte Mowat durante esta época del año.
Le pidió a Larson que los llevara a la siguiente ubicación. La coronel los condujo a unas colinas bajas en el extremo de una ruta de senderismo. Cuando todos se bajaron de su vehículo de nuevo, Larson señaló el lugar en un sendero que se abría paso cuesta arriba.
“El sargento Fraser fue asesinado allí”, dijo. “Había salido a caminar. El disparo parece haber provenido aproximadamente de la misma distancia que el anterior. Nadie oyó ni vio lo que pasó. Sin embargo, suponemos que fue asesinado a las once de la noche”.
“Once de la noche”, pensó Riley.
Señalando otro lugar, Larson agregó: “Encontramos la bala por aquí”.
Riley luego miró en la dirección opuesta, hacia donde el tirador debió haber estado. Vio más colinas, e innumerables lugares donde un tirador podría haberse escondido. Estaba segura de que Larson y su equipo habían recorrido el área exhaustivamente.
Finalmente se dirigieron a la zona de alojamiento de los reclutas. Larson los llevó detrás de una de las barracas. Lo primero que Riley vio fue una enorme mancha oscura en la pared cerca de la puerta de atrás.
Larson dijo: “Aquí fue asesinado el sargento Worthing. Parece que salió a fumarse un cigarrillo antes del entrenamiento matutino de su pelotón. El tiro fue tan limpio que el cigarrillo nunca cayó de sus labios”.
Riley se sintió más interesada. Esta escena era diferente a las demás, y mucho más informativa. Examinó la mancha y la otra mancha que se extendía por debajo de ella.
Ella dijo: “Parece que estaba apoyado contra la pared cuando la bala le alcanzó. Debieron haber sido capaces de obtener una mejor idea de la trayectoria de la bala aquí que en las otras escenas”.
“Sí, mucho mejor”, concordó Larson. “Pero no la ubicación exacta”.
Larson señaló al otro lado del campo, detrás de las barracas, donde había algunas colinas.
“El tirador debió haberse posicionado en algún lugar entre esos dos pequeños árboles”, dijo. “Pero dejó todo perfecto. No pudimos encontrar ni un rastro de él en cualquier lugar”.
Riley vio que la distancia entre los pequeños árboles era de unos seis metros. Larson y su equipo han hecho un buen trabajo limitando su búsqueda a esa área.
“¿Cómo estuvo el tiempo?”, preguntó Riley.
“Muy claro”, dijo Larson. “Hubo una luna cuarto menguante casi hasta el amanecer”.
Riley sintió un cosquilleo de emoción. Era una sensación familiar que sentía cuando estaba a punto de conectarse realmente con una escena del crimen.
“Me gustaría ir para allá y echarle un vistazo por mi cuenta”, dijo.
“Por supuesto”, dijo Larson. “Yo te llevo”.
Riley no sabía cómo decirle que quería ir sola.
Afortunadamente, Bill habló por ella.
“Dejemos que la agente Paige vaya sola. Es lo suyo”.
Larson asintió con aprecio.
Riley caminó por el campo. Con cada paso, ese hormigueo se volvió más intenso.
Finalmente se encontró entre los dos árboles. Entendió por qué el equipo de Larson no había sido capaz de encontrar el punto exacto. El terreno era muy irregular y había una gran cantidad de arbustos más pequeños. Justo en esa zona había por lo menos media docena de excelentes lugares para ponerse en cuclillas o tumbarse y disparar un tiro limpio hacia las barracas.
Riley comenzó a caminar entre los árboles. Sabía que no estaba buscando algo que el tirador pudo haber dejado atrás, ni siquiera pisadas. Larson y su equipo no habrían pasado por alto algo así.
Respiró lentamente y se imaginó a sí misma aquí en las primeras horas de la mañana. Las estrellas estaban empezando a desaparecer y la luna todavía proyectaba sombras por todas partes.
La sensación se intensificó cada segundo… la sensación de la presencia del asesino.
Riley siguió respirando profundamente y se preparó para entrar en la mente del asesino.
CAPÍTULO DIEZ
Riley comenzó a imaginarse al asesino. ¿Qué había sentido, pensado y observado cuando vino aquí buscando el lugar perfecto desde donde disparar? Quería ser el asesino con el fin de seguirle la pista. Y podía hacerlo. Era su don.
En primer lugar, sabía que tenía que encontrar ese lugar.











