Esta colección de once cuentos no tiene ningún propósito relacionado con las clases, el aprendizaje o las calificaciones. Sus historias tienen la peculiaridad de estar protagonizadas por jóvenes enamorados, nostálgicos o imaginativos. Jóvenes que (por alguna razón) están conectados. Eso está muy bien, pues no hay razón que justifique que los jóvenes no podemos ser los protagonistas de las historias que leemos.
<br/>
Es difícil conocer por qué Alberto escribió este libro. ¿Acaso quiere hacernos perder el tiempo? ¿Enseñarnos algo después de asegurarnos que no lo va a hacer? ¿Lo escribió para que sus hijas no olviden que hay cosas más importantes que un peine? Tal vez eso no lo sepamos nunca, a menos que podamos preguntárselo en alguna de las ocasiones en las que se reúne a conversar con sus lectores. Lo que sí comprobaremos es que este hombre sabe perfectamente como hilvanar historias y dejarnos prendidos de ellas. Eso es algo difícil y a muchos escritores (incluyendo a los buenos) les lleva su tiempo. Bienvenidos al mundo de Alberto Pocasangre.