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Dianelos Georgoudis / CC BY-SA 3.0
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Jesús
Levántese un domingo en la mañana y conduzca por su ciudad. Si vive en los Estados Unidos, encontrará iglesias, así como lo haría en muchos otros países. Son de muchas clases: denominaciones históricas e innovaciones recientes, comunidades de adoración, de «marcas» y genéricas. Encontrará gente que se reúne en catedrales elevadas y en locales comerciales alquilados, en auditorios espaciosos y en santuarios estilo hacienda. Verá vestimentas y menajes, vitrales y pantallas de video, costosas obras de arte encargadas y carteles improvisados de mal gusto. Y la gente es tan diversa como su mobiliario.
Ahora bien, he aquí un hecho sorprendente: toda esa gente se ha levantado y se ha reunido con otros el domingo en la mañana por causa de una persona: un judío que nació al otro lado del mundo hace más de dos mil años.
¡Escuche!
Oirá a la gente cantar:
Dominará Jesús el Rey
En todo pueblo bajo el sol;…
…
Oh, qué amigo nos es Cristo
Él llevó nuestro dolor…
…
Loores dad a Cristo el Rey, suprema potestad;
De su divino amor la ley, postrados aceptad…
Escuchará congregaciones confesar un credo:
Creemos en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Cuadro 4.1
La importancia histórica de Jesús
En una mañana de primavera, alrededor del año 30 e. c., tres hombres fueron ejecutados por las autoridades romanas de Judea. Dos eran «bandoleros»… El tercero fue ejecutado como otra clase de criminal político. No había robado, saqueado, asesinado, ni siquiera guardado armas. Sin embargo, se le acusó de haber afirmado ser el «rey de los judíos», un título político. Los que observaban… sin duda pensaron que el mundo observaría poco lo que pasó aquella mañana de primavera… Por supuesto, resultó ser que este tercer hombre, Jesús de Nazaret, llegaría a ser una de las figuras más importantes de la historia humana.
—E. P. Sanders*
Independientemente de lo que cualquiera pueda pensar o creer de él personalmente, Jesús de Nazaret ha sido la figura dominante de la historia de la cultura occidental durante casi veinte siglos. Si fuera posible, con alguna clase de superimán, retirar de esa historia cada migaja de metal que tuviera por lo menos un vestigio de su nombre, ¿cuánto quedaría?
—Jaroslav Pelikan†
*E. P. Sanders, The Historical Figure of Jesus [La figura histórica de Jesús] (Londres: Penguin, 1993), 1.
†Jaroslav Pelikan, Jesus through the Centuries [Jesús a través de los siglos] (New Haven: Yale University Press, 1985), 1.
Dios de Dios, Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza que el Padre.
Escuchará a un evangelista que exhorta a las personas a aceptar a Jesús como su Señor y Salvador personal, y que las invita a pedirle que entre a sus corazones para limpiarlas de pecado. Escuchará adoradores inspirados que afirman que Jesús les ha hablado esa misma mañana y les ha dado palabras de guía para otros que están presentes. Escuchará a un sacerdote que recita en latín o en griego, y que promete a los que se han reunido que están a punto de comer la carne de Jesús y beber su sangre.
Si usted no es una de esas personas, si no es cristiano, todo esto puede parecerle extraño. Incluso si es cristiano, algo de esto puede parecerle extraño, porque probablemente usted tenga algunas ideas sobre cuáles grupos de cristianos tienen razón en cuanto a Jesús, y cuáles no.
Jesús en el Nuevo Testamento: Terrenal y exaltado
Jesús es la figura central del Nuevo Testamento; cada libro se escribió por él y, en cierto sentido, acerca de él. Aun así, se puede hablar de dos formas distintas del Jesús de quien leemos en el Nuevo Testamento. Primero, el Nuevo Testamento nos habla de un hombre llamado «Jesús», que vivió en Galilea y que dijo e hizo muchas cosas extraordinarias antes de que finalmente fuera crucificado. Segundo, el Nuevo Testamento también habla de Jesús como una figura exaltada y eterna, que existió antes de la creación, que ahora sigue reinando desde el cielo, sentado a la diestra de Dios y que mora en los corazones de los que creen en él.
La fe y doctrina cristianas afirman la unidad de estas dos figuras: son el mismo Jesús, no dos distintos. Aun así, los eruditos cristianos frecuentemente descubren que es útil distinguir entre los dos, especialmente cuando interpretan el Nuevo Testamento. Por ejemplo, hay un pasaje en el Evangelio de Mateo en el que Jesús les dice a sus discípulos: «A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre» (26:11). Luego, más adelante en el Evangelio de Mateo, Jesús les dice a estos mismos discípulos: «estaré con ustedes siempre» (28:20). El primer pasaje se refiere a lo que los eruditos llaman la figura de Jesús terrenal, histórica (o, a veces, «el Jesús antes de la Pascua»), el hombre que vivió en Galilea y que dijo a sus discípulos que no estaría presente con ellos en la tierra para siempre. Pero luego, en el segundo pasaje, cuando Jesús dice: «estaré con ustedes siempre», debe referirse a otra cosa. Los teólogos cristianos dirían que el Jesús eterno exaltado («el Jesús después de la Pascua») está presente de una manera que la figura terrenal e histórica no lo está.
La figura terrenal de Jesús en el Nuevo Testamento: Generalidades
Los Evangelios del Nuevo Testamento se refieren sistemáticamente a Jesús como un judío de Nazaret, una pequeña aldea de la provincia de Galilea. Es el hijo de José y María y tiene varios hermanos y hermanas. Es un campesino judío que trabaja como tektōn, una especie de carpintero u obrero de construcción. No se dice casi nada de su vida temprana, aunque se implica algún proceso de educación con el hecho de que, como adulto, sabe leer (Lc. 4:16-20) y es conocedor de las Escrituras. No se dice nada de su estado civil, lo que probablemente quiere decir que debe considerársele un adulto soltero, comprometido (¿por razones religiosas?) con una vida de celibato (cf. Mt. 19:12).
El Nuevo Testamento se enfoca principalmente en el último año de la vida de Jesús. Es bautizado por Juan el Bautista, un apasionado predicador del arrepentimiento, que parece haber formado su ministerio con el ejemplo de profetas del Antiguo Testamento como Elías. Luego Jesús comienza un ministerio público propio y viaja por todas las aldeas de Galilea, enseñando, predicando y sanando. Llama a discípulos para que lo sigan y elige a doce de esos discípulos para que constituyan un grupo más íntimo de seguidores, siguiendo el modelo de las doce tribus de Israel. Algunas facetas de su ministerio son especialmente dignas de atención:
•Es un ministerio itinerante. En tanto que Juan el Bautista predicaba en el desierto, esperando que las multitudes salieran a escucharlo, Jesús predica en el camino, y lleva su mensaje a diferentes grupos a medida que él y sus discípulos se trasladan de un lugar a otro (véase Mt. 8:20).
•Es un ministerio rural. Aunque había ciudades grandes en Palestina (Cesarea, Séforis, Tiberias), no se dice nunca que Jesús visitara alguna de ellas, excepto Jerusalén; el foco de su ministerio son las aldeas y los pueblos comerciales, lugares como Betsaida y Capernaúm. Frecuentemente, se le describe ministrando a la gente en ambientes al aire libre (p. ej., al lado del mar de Galilea).
gentil: persona que no es judía.
•Es un ministerio judío. A pesar de los encuentros ocasionales con gentiles o samaritanos, el ministerio de Jesús está dirigido principalmente a judíos y se conduce con términos significativos para el pueblo judío. Con frecuencia, enseña en las sinagogas, cita las Escrituras judías y discute temas como la forma en que la ley judía se puede cumplir de mejor manera y cómo se cumplen los escritos de los profetas judíos.
samaritanos: pueblo semita que vivía en Samaria en la época de Jesús y afirmaba ser el verdadero Israel, descendientes de las tribus que fueron llevados en cautiverio por los asirios.
De esa manera, el Nuevo Testamento presenta a Jesús como un campesino judío que asume los papeles de rabino y profeta en favor de otros campesinos judíos de Galilea, durante el gobierno de Herodes Antipas; adicionalmente, la fase más prominente de su ministerio ocurre precisamente después de que Herodes arresta a Juan el Bautista (véase Mr. 1:14).
En cuanto a contenido, el tema más prominente que Jesús trata en el Nuevo Testamento es la inminencia y certidumbre del gobierno de Dios. Jesús usa frecuentemente la frase «reino de Dios» (o a veces «el reino de los cielos») para describir la esfera y el poder de la influencia de Dios, un fenómeno que ni el tiempo ni el espacio pueden restringir. Según Jesús, el «reino de Dios» (una frase que también se puede traducir como «gobierno de Dios» o «reinado de Dios») no solo está en el cielo o en el futuro, sino que es una realidad que ha de experimentarse aquí y ahora. Cuando Jesús dice: «El reino de Dios está cerca» (Mr. 1:15), quiere decir algo así: «Dios está listo y dispuesto para gobernar nuestra vida, aquí mismo y ahora mismo». Pero eso no es todo; el reino también tiene una dimensión futura, y el Nuevo Testamento presenta a Jesús que habla de eso también. Habrá un juicio final en el que el mismo Jesús presidirá, y a los seres humanos se les concederá acceso a la dicha eterna o se les condenará al castigo eterno, según su condición con relación a Dios y al mismo Jesús. Él indica que las bendiciones del reino futuro son para los que creen en él y que son fieles a él de palabra y obra.
reino de Dios/reino del cielo: frases que se usan para describir el fenómeno de que Dios gobierna, donde y cuando eso pueda ser.
El énfasis general en la presencia y el poder de Dios tiene numerosas implicaciones. Otros temas prominentes en las enseñanzas y predicación de Jesús incluyen: (1) un llamado a la lealtad firme a Dios y a la confianza absoluta en Dios; (2) una promesa de perdón que lleva a la reconciliación de pecadores y a una nueva inclusión de marginados entre el pueblo de Dios; (3) una revaluación de ciertas interpretaciones legales, particularmente aquellas que se consideran agobiantes o que se consideran que fomentan el elitismo espiritual; (4) una «ética de amor» radical, que declara que el amor a Dios y al prójimo son una sinopsis de todas las demandas de Dios y que impulsa a la gente a amar a todos, incluso a sus enemigos y (5) una reversión de juicios de valor que insiste en que Dios favorece al pobre más que al rico y al humilde más que al poderoso, con la consecuencia obvia de que los que quieran agradar a Dios deben humillarse a sí mismos, por medio de la pobreza y el servicio voluntarios.
Cuadro 4.2
El reino de Dios en las enseñanzas de Jesús
Jesús enseña frecuentemente acerca del «reino de Dios». A veces parece que habla del reino presente de Dios en las vidas humanas; otras veces parece que habla de un reino futuro donde la gente vivirá por siempre con Dios en el cielo. A menudo, parece que sus referencias al «reino de Dios» conllevan ambos significados. El reino de Dios es un fenómeno que ni el tiempo ni el espacio pueden limitar; es tanto un reino presente como un reino futuro.
•»Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia» (Mt. 6:33; cf. Lc. 12:31).
•»Si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes» (Mt. 12:28; cf. Lc. 11:20).
•»Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» (Mr. 1:15; cf. Mt. 4:17).
•»El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que este sepa cómo y sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla» (Mr. 4:26-27).
•»Les aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto el reino de Dios llegar con poder» (Mr. 9:1; cf. Mt. 16:28; Lc. 9:27).
•»Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al infierno» (Mr. 9:47).
•»Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos» (Mr. 10:14; cf. Mt. 19:14; Lc. 18:16).
•»El que no reciba el reino de Dios como un niño de ninguna manera entrará en él» (Mr. 10:15; cf. Mt. 18:3).
•»¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!» (Mr. 10:23; cf. Mt. 19:23; Lc. 18:24).
•»No volveré a beber del fruto de la vid hasta aquel día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios» (Mr. 14:25).
•»Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece» (Lc. 6:20).
•»Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera» (Lc. 13:28).
•»La venida del reino de Dios no se puede someter a cálculos. No van a decir: “¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!” Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes» (Lc. 17:20-21).
•»Quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3).
Compare estas referencias de las cartas de Pablo:
•»Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Ro. 14:17).
•»El reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder» (1 Co. 4:20).
•»El cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios» (1 Co. 15:50).
El Nuevo Testamento también presenta a Jesús enseñando sobre sí mismo, es decir, acerca de su identidad como alguien que tiene una relación única con Dios, y que habla prolépticamente, es decir, de una manera que anticipa los asuntos de interés para los cristianos en la vida de la iglesia primitiva (véase, p. ej., Mt. 18:15-18). Frecuentemente, se refiere a sí mismo en tercera persona como «el Hijo del Hombre», y también quiere que se le identifique (por lo menos en privado) como el Mesías y como el Hijo de Dios. En general, parece que Jesús indica que la posibilidad y necesidad de vivir bajo el gobierno de Dios es una realidad nueva, que ahora está disponible debido a él: Jesús es el mediador por medio del cual las personas experimentan el poder y la presencia del gobierno de Dios.
parábola: historia o dicho figurado que transmite una verdad espiritual a través de la referencia a fenómenos rutinarios y terrenales.
El estilo o la conducta del ministerio de Jesús también merece atención. Concretamente, a él le gusta contar parábolas, aunque también usa proverbios, aforismos y otras formas memorables del lenguaje, asociadas con la tradición de la sabiduría judía. Además, se le describe realizando lo que podría llamarse «acciones proféticas» (exhibiciones públicas poco convencionales con el propósito de aclarar un asunto en particular). El Antiguo Testamento narra que Isaías anduvo desnudo por tres años para ilustrar la vergüenza que le llegaría a Israel cuando la nación fuera llevada al exilio (Is. 20:3), y que Jeremías llevó puesto un yugo (Jer. 27:1-7) y quebró un cántaro (Jer. 19:1-11). Los hechos proféticos que se le atribuyen a Jesús incluyen cenar con recaudadores de impuestos (Mr. 2:15-17), entrar a Jerusalén montado en un burro (Mr. 11:1-10) y voltear las mesas de los cambistas de dinero en el patio del templo (Mr. 11:15-17).

Figura 4.1. Niños en el mercado. Jesús se comparó a sí mismo y a Juan el Bautista con los niños que tocan música en un mercado. No importa qué clase de música toquen —cantos fúnebres o bailes festivos—, la mayoría de la gente no pone atención. De igual manera, Jesús y Juan tenían estilos de ministerio muy distintos, pero ambos fueron desestimados por muchos (véase Mt. 11:16-19; Lc. 7:31-35). (Lalo García)
Otro aspecto prominente del ministerio de Jesús en el Nuevo Testamento es su práctica regular de sanar a los enfermos. Él purifica a los leprosos; hace que el mudo hable, que el sordo oiga y que el ciego vea, permite que el cojo o paralítico camine. Frecuentemente, estas curaciones se llevan a cabo por actos de exorcismo. Las personas sufren de diversas aflicciones porque están poseídas por demonios, pero cuando Jesús obliga a los espíritus inmundos a irse, la gente se cura instantáneamente. Jesús dice que es capaz de hacer esto porque el reino de Dios ha llegado (Mt. 12:28); de esa manera, sus curaciones y exorcismos también se convierten en hechos proféticos, que ilustran su mensaje central en cuanto a la presencia y al poder del gobierno de Dios. En unos cuantos casos, hasta le devolvió la vida a la gente. También hace lo que a veces se llama «milagros de la naturaleza», y realiza cosas que comúnmente son imposibles para un ser humano: camina sobre el agua, multiplica una cantidad limitada de comida, transforma el agua en vino, controla el clima, marchita una higuera. En la medida en que estos milagros son hechos proféticos, sirven para ilustrar el poder de la fe en Dios (véase Mt. 14:28-31; Mr. 11:21-24); a veces, también parece que tienen significado simbólico, por ejemplo, el agua transformada en vino simboliza una transformación de la vida rutinaria a la vida abundante (véase Jn. 2:1-11).
exorcismo: la acción de expulsar un demonio de una persona o cosa.
demonio: espíritu malo (o «impuro»), capaz de poseer a las personas y de incapacitarlas con alguna clase de enfermedad o incapacidad.
De cualquier manera, el ministerio de Jesús lo pone en conflicto con los líderes religiosos de Israel. No están de acuerdo con él en muchos asuntos en cuanto a la interpretación de la ley (p. ej., las regulaciones del día de reposo, el criterio para el divorcio) y la práctica apropiada de la piedad (p. ej., el ayuno, el lavado ritual de las manos, el dar ofrenda, el uso de filacterias). Según el Nuevo Testamento, estos líderes están celosos de la popularidad de Jesús entre la gente, y están escandalizados, porque se relaciona en público con los pecadores; también están ofendidos por su afirmación de que habla con una autoridad divina que sobrepasa nuestro propio juicio. Pero para Jesús, ellos también son ofensivos: los considera insensatos pedantes, falsos e hipócritas y parangones pomposos de arrogancia, por lo que los denuncia en público, precisamente con esos términos.
La carrera del Jesús terrenal llega a un clímax cuando se le arresta en Jerusalén, en lo que el Nuevo Testamento presenta como cargos inventados. Él quiere preparar a sus discípulos para este trauma al exponer conocimiento previo de lo que ocurrirá, prediciendo exactamente lo va a pasar y llevando a cabo una comida final con sus seguidores, llena de últimas palabras y consejos para ellos, a fin de que los sigan en los días venideros. Su muerte se presenta en el Nuevo Testamento como resultado del mal colectivo: los oponentes judíos de alto rango lo quieren fuera del camino y manipulan a un gobernador (Poncio Pilato) que, como era de esperar, era injusto, para que ordene la tortura y ejecución de un hombre que él sabe que es inocente. Hasta los propios discípulos de Jesús contribuyen a su muerte vergonzosa, ya que uno de ellos lo traiciona, todos lo abandonan y el hombre que era su mano derecha (Pedro) niega saber quién es Jesús. Clavado en una cruz, Jesús sufre y muere; su cuerpo es colocado en una tumba donada por un compasivo miembro de la élite judía. Entonces, así como lo predijo, resucita de los muertos y se les aparece a varios de sus seguidores.

Figura 4.2. El Jesús universal. A lo largo de la historia, la gente de distintas culturas frecuentemente ha concebido a Jesús (y a veces a la Virgen María) desde el punto de vista apropiado a su contexto particular. No han tratado de representar a María y a Jesús como «realmente eran» en la Palestina del siglo I, sino como pueden parecerles a los devotos a través de los ojos de la fe. Cp. fig. 4.3. (izquierda, Rose Walton; derecha, Bridgeman Images)
El Jesús terrenal como lo entienden los autores individuales del Nuevo Testamento
El esbozo anterior del Jesús terrenal se parece a lo que frecuentemente se enseña y se cree de Jesús en las iglesias cristianas y en las clases de escuela dominical. Sin embargo, el estudio académico del Nuevo Testamento le da un enfoque un poco distinto al tema: la meta principal de semejante estudio no es entender lo que los cristianos creen de Jesús, sino entender los escritos del Nuevo Testamento en sí. Este no es un tema totalmente distinto; obviamente hay mucho traslapo entre «los escritos del Nuevo Testamento» y «lo que los cristianos creen de Jesús», ya que las creencias cristianas se basan en esos escritos. Aun así, los temas no son exactamente los mismos, y vamos a ver algunas de las formas más importantes en las que típicamente difieren.
Las creencias cristianas acerca de Jesús generalmente buscan abarcar todo lo que el Nuevo Testamento enseña en cuanto a él, todo lo que se afirma en los distintos libros combinados. Sin embargo, para entender cualquier escrito particular del Nuevo Testamento, es necesario enfocarse en lo que un libro o autor dice, al margen de la consideración de lo que se dice en otros libros. De esa manera, en los estudios del Nuevo Testamento es usual hablar del «Jesús de Mateo» o del «Jesús mateano», del «Jesús de Juan» o del «Jesús juanino», del «Jesús de Pablo» o del «Jesús paulino», y así sucesivamente. Eso puede ser un poco confuso o impresionante para un estudiante principiante, por lo que unos cuantos ejemplos ilustrarán el asunto.
En el Evangelio de Mateo, Jesús no pide información de sus discípulos ni de otra gente. En el Evangelio de Marcos, Jesús les hace preguntas a sus discípulos como: «¿Cuántas hogazas tienen ustedes?» (6:38) y «¿Qué están discutiendo con ellos?» (9:16). Las historias en las que aparecen estas preguntas se encuentran también en el Evangelio de Mateo, pero en Mateo las historias se cuentan de una manera que no se hacen preguntas (véase 14:16-18; 17:14-16). Hay varios ejemplos más de esto. ¿Qué debemos hacer con semejante fenómeno? Definitivamente, Jesús sí le pidió información a la gente, el Nuevo Testamento aclara eso. Pero el Jesús de Mateo no le pide información a la gente. Reconocer este hecho quizá no nos ayude a saber algo de Jesús (una meta de la teología y fe cristiana), pero sí nos ayuda a entender el Evangelio de Mateo (una meta del estudio del Nuevo Testamento). Para obtener una comprensión firme del Evangelio de Mateo debemos preguntar: «¿Por qué este libro no presenta a Jesús pidiendo información? ¿Es simplemente una coincidencia que no lo haga? ¿O el autor está tratando de demostrar algo?».
Tomemos otro ejemplo. En el Evangelio de Juan, Jesús no realiza ningún exorcismo y no cuenta ninguna parábola. Por los demás Evangelios, sabemos que Jesús sí hizo exorcismos y contó parábolas. Por lo que el Jesús de los Evangelios sinópticos hace esas cosas, pero el Jesús juanino no. De nuevo, saber esto probablemente no enriquezca nuestra comprensión de la vida y misión del Jesús terrenal, pero puede contribuir significativamente a nuestra comprensión de un libro en particular del Nuevo Testamento: los eruditos que estudian el Evangelio de Juan quieren saber por qué este libro no incluye exorcismos ni parábolas.




