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Los estudiantes del Nuevo Testamento tienen que acostumbrarse a escuchar declaraciones como las siguientes:
•El Jesús mateano insiste en que todos los mandamientos de la ley permanecerán válidos hasta el fin de los tiempos (Mt. 5:18).
•El Jesús marcano es incapaz de hacer milagros para los que carecen de fe (Mr. 6:5; cf. Mt. 13:58).
•El Jesús lucano promete que Dios dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan (Lc. 11:13; cf. Mt. 7:11).
•El Jesús juanino frecuentemente usa metáforas para describirse a sí mismo (Juan 6:35; 8:12; 10:7, 11; 11:25; 14:6; 15:1).
Para algunos estudiantes, particularmente los que están más empapados en la fe y tradición cristiana, son más preocupantes las declaraciones que parece que indican que un libro contradice las creencias o valores del cristianismo. Por ejemplo, los eruditos del Nuevo Testamento dirán: «El Jesús marcano no nació de una virgen». Para los principiantes, eso podría sonar como una negación de la doctrina cristiana del nacimiento virginal, pero los eruditos simplemente declaran un hecho: no hay referencias del nacimiento virginal de Jesús en el Evangelio de Marcos. El autor del Evangelio de Marcos no sabía la historia del nacimiento virginal, o deliberadamente decidió omitirla. De cualquier manera, si queremos entender lo que el autor del Evangelio de Marcos quería comunicar a través del libro que escribió, debemos enfocarnos o interpretar ese libro como fue escrito, en lugar de suplementarlo con información de otras fuentes. A un nivel introductorio, la meta de los estudios del Nuevo Testamento siempre es entender cada libro de acuerdo a sus propios términos; la integración posterior de temas e ideas de todos los escritos del Nuevo Testamento generalmente se asocia con un campo avanzado de estudio llamado «Teología del Nuevo Testamento».

Figura 4.3. ¿El Jesús histórico? Esta «cabeza de Cristo reconstruida» fue producida por Richard Neave, un científico forense y artista médico en la Universidad de Manchester. El doctor Neave trabajó con tres cráneos de hombres galileos semitas del siglo I e. c. para componer un facsímil razonable de cómo era realmente Jesús. Además, Neave sugiere que Jesús habría medido alrededor de 1.6 m y habría pesado alrededor de 50 kilos. Probablemente, tendría barba porque era común entre los maestros, y habría tenido cabello rizado, más o menos hasta la nuca, porque en los hombres el cabello largo hasta los hombros se consideraba deshonroso (1 Co. 11:14). (Foto de la Biblioteca de la BBC)
El Jesús terrenal como lo entienden los historiadores modernos
Los historiadores también están interesados en estudiar al Jesús terrenal que se presenta en el Nuevo Testamento, y usan los escritos del Nuevo Testamento de la misma manera en que usan otros escritos de la antigüedad. Consideran estos escritos como fuentes principales para analizar, con el fin de extraer información pertinente para una reconstrucción creíble de quién fue Jesús y qué ocurrió en el mundo debido a él. Al usar el Nuevo Testamento con este propósito, debemos observar que los historiadores no lo usan de la misma manera que los teólogos cuando buscan explicar lo que los cristianos deben creer acerca de Jesús ni lo usan de la misma manera que los eruditos, cuya meta es entender los mensajes de los libros individuales. El objeto de la búsqueda del historiador no es «el Jesús del Nuevo Testamento», que es importante para le fe cristiana ni es el «Jesús mateano», ni «el Jesús juanino», ni ninguna otra figura semejante que frecuentemente es el foco del estudio del Nuevo Testamento. Ellos buscan al «Jesús histórico», es decir, la persona que surge de un análisis de fuentes de acuerdo a principios de la ciencia histórica generalmente aceptados. En este sentido, el estudio histórico de Jesús es un campo decididamente distinto a los estudios del Nuevo Testamento: es un campo que usa el Nuevo Testamento para entender la historia y no un campo que ve la interpretación del Nuevo Testamento como un fin en sí mismo. Aun así, el traslapo de intereses entre estos dos campos es considerable, a tal punto que algunas discusiones de lo que se llama «estudios del Jesús histórico» pueden ser apropiadas.
Lo primero que hay que decir es que el «Jesús histórico» no debe equipararse con Jesús, el hombre real que vivió en Galilea. Los historiadores reconocen que Jesús, la persona real, dijo e hizo muchas cosas que son desconocidas para nosotros. También aceptan que él pudo haber dicho y hecho cosas que se narran en el Nuevo Testamento, que no se pueden considerar como históricas, simplemente porque no hay prueba suficiente que verifique o confirme lo que se narra allí. La ciencia histórica es escéptica por naturaleza. Por ejemplo, los historiadores generalmente no están dispuestos a aceptar aseveraciones de que la gente hacía milagros u otras proezas sobrenaturales que desafían las leyes conocidas de la ciencia. No niegan necesariamente que esas cosas hayan ocurrido, pero generalmente sostienen que esas afirmaciones no se pueden confirmar de maneras que les permitan ser consideradas como hechos históricos. No son asuntos que se puedan verificar basándose en lo que cuenta como prueba histórica.
Cuadro 4.3
La biografía de Jesús por un historiador: Un extracto
Aún es un desconocido cuando llega a una aldehuela de la Baja Galilea. En él se clavan las miradas frías y duras de los campesinos, que llevan viviendo en el nivel mínimo de subsistencia el tiempo suficiente para saber con toda exactitud por dónde pasa la línea divisoria entre la pobreza y la miseria. Tiene todo el aspecto de un mendigo, aunque a su mirada le falta el encogimiento propio del pedigüeño, en su voz no se oye el típico soniquete quejumbroso y anda sin arrastrar los pies. Habla acerca de la ley de Dios, y los que lo escuchan lo hacen más que otra cosa por curiosidad. Ya saben ellos todo lo que hay que saber acerca de la ley y el poder, del reino y del imperio; en una palabra, saben perfectamente lo que son los impuestos y las deudas, la desnutrición y la enfermedad, lo que es ser un campesino oprimido o estar poseído por el demonio. Lo que a ellos les gustaría saber es qué puede hacer ese reino de Dios por el hijo que está cojo, por el padre ciego, por un alma demente gritando su torturado aislamiento entre las tumbas que marcan los límites del poblado. Jesús pasea con ellos entre los sepulcros y, en el silencio que se produce al concluir sus exorcismos, los aldeanos escuchan una vez más su voz, aunque ahora la curiosidad cede paso a la ansiedad, al temor, al embarazo. Es invitado, como exige el protocolo, a casa del principal personaje de la aldea, pero él prefiere quedarse en la de la mujer desposeída. No está bien, desde luego, pero no sería prudente criticar a un exorcista ni censurar a un mago.
John Dominic Crossan, Jesús: Vida de un campesino judío (Barcelona: Crítica, 1994), 9.
Los historiadores también son cautelosos en cuanto a aceptar reportes no corroborados de autores que narran cosas que ellos habrían querido que fueran ciertas o que habrían ayudado a promover su causa en particular. De esa manera, desde la perspectiva del historiador, los documentos del Nuevo Testamento deben clasificarse como «propaganda religiosa»; fueron escritos con el propósito expreso de promover la fe cristiana y de persuadir a la gente a creer ciertas cosas acerca de Jesús. Por ejemplo, los Evangelios de Mateo y Lucas informan que Jesús (que generalmente se decía que era de Nazaret) en realidad había nacido en Belén. Pero esto es algo que los cristianos habrían querido que la gente creyera de Jesús; un nacimiento en Belén habría ayudado a fomentar sus credenciales como el Mesías judío, quien se esperaba que naciera allí (véase Mt. 2:4-6; cf. Mi. 5:2). Por consiguiente, los historiadores son cautelosos en cuanto a aceptar semejante relato como un hecho histórico.
Ese uso escéptico del Nuevo Testamento no tiene nada que ver con la apreciación teológica que concuerda con los escritos de la gente que cree que son Escrituras inspiradas. Aun así, los estudiantes no deben asumir que los «eruditos del Jesús histórico» necesariamente son irreligiosos. Muchos pueden ser cristianos devotos que simplemente están comprometidos con la honestidad en cuanto a la práctica de su disciplina (la ciencia histórica); se dan cuenta de que, aunque crean personalmente en Jesús (en un sentido espiritual, teológico o religioso), no deben falsear la prueba, ni tratar los materiales históricos en cuanto a él de manera distinta a como lo harían si estuvieran estudiando a cualquier otra persona del mundo antiguo.

Mapa 4.1. Galilea en la época de Jesús
A los estudiantes frecuentemente les parece complicado pensar en las afirmaciones bíblicas de esa manera. Puede parecer sacrílego admitir que algunas cosas que ellos creen de Jesús, cosas que se presentan claramente en el Nuevo Testamento, no superan la prueba de la ciencia histórica. Pero puede haber un sentido en el que ya sabemos que ese es el caso. En los Estados Unidos, se pueden enseñar ciertas cosas acerca de Jesús en las escuelas públicas: un maestro de historia puede decirles a los estudiantes que Jesús fue judío, que enseñó la Regla de oro, que llamó a sus discípulos, que fue crucificado, eso se considera como «hechos históricos» de Jesús, que se pueden presentar sin ninguna sospecha de que el maestro esté promoviendo la religión cristiana. Aun así, la mayoría de la gente en Estados Unidos se da cuenta de que sería inapropiado que un maestro de la escuela pública les dijera a los estudiantes que Jesús nació de una virgen, que era el Mesías, o que murió por los pecados de la gente. Un maestro que dijera esas cosas, probablemente, se metería en problemas por enseñar creencias religiosas en lugar de presentar simplemente información histórica. Por supuesto, las categorías de los «hechos históricos» y las «afirmaciones religiosas» se ponen confusas, pero la mayoría de nosotros probablemente tiene cierto grado de conciencia de que ciertas cosas acerca de Jesús son verificables dejando a un lado la fe, en tanto que otras no. La búsqueda del «Jesús histórico» básicamente es una búsqueda por el «Jesús verificable históricamente».
Regla de oro: nombre tradicional que se le dio a las palabras de Jesús en Mateo 7:12: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes».
Cuadro 4.4
Imágenes y títulos de Jesús en el Nuevo Testamento
Alfa y Omega Ap. 21:6 Amigo Jn. 15:13-15 Autor de la vida Hch. 3:15 El buen pastor Jn. 10:11 Cabeza del cuerpo Col. 1:18 El camino Jn. 14:6 Cordero de Dios Jn. 1:29 Cristo (Mesías) Mr. 8:29 Dios Tit. 2:13 Emanuel Mt. 1:23 Espíritu Hch. 16:7 Estrella de la mañana Ap. 22:16 Garantía He. 7:22 Heredero He. 1:2 Hermano Mt. 25:40 Hijo de Abraham Mt. 1:1 Hijo de David Mt. 9:27 Hijo de Dios Jn. 20:31 Hijo del Hombre Mt. 20:28 Imagen de Dios Col. 1:15 Iniciador He. 12:2 Intercesor 1 Jn. 2:1 Juez Hch. 10:42 Rey de reyes Ap. 19:16 León de Judá Ap. 5:5 Luz del mundo Jn. 9:5 Maestro Lc. 17:13 Mediador 1 Ti. 2:5 Ministro He. 8:2 Novio Mr. 2:19-20 Nuestra paz Ef. 2:14 El pan de vida Jn. 6:35 Pastor supremo 1 P. 5:4 Perfeccionador de la fe He. 12:2 Piedra angular Ef. 2:20 El primogénito de entre los muertos Col. 1:18 El primogénito de toda creación Col. 1:15 Profeta Lc. 13:33 La puerta Jn. 10:7 Raíz de David Ap. 5:5 Raíz de Isaí Ro. 15:12 La resurrección Jn. 11:25 Rey Mt. 25:40 Salvador Lc. 2:11 Salvador del mundo Jn. 4:42 Santificador He. 2:11 El Santo de Dios Mr. 1:24 Segundo Adán Ro. 12:5-19 Señor Ro. 10:9 Señor de gloria 1 Co. 2:8 Señor de señores Ap. 19:16 Siervo Mr. 10:45 Sumo sacerdote He. 3:1 El Verbo Jn. 1:1 La verdad Jn. 14:6 La vid Jn. 15:5 La vida Jn. 14:6La figura exaltada de Jesús en el Nuevo Testamento
Hasta aquí hemos enfocado toda nuestra atención en la figura terrenal de Jesús, el hombre que vivió en Galilea (y que, de esta manera, está sujeto a la investigación histórica). Pero, como se indicó anteriormente, el Nuevo Testamento también le pone mucha atención a Jesús como una figura exaltada, que sigue estando activo en las vidas humanas, aunque ya no esté físicamente presente en la tierra. De hecho, el Nuevo Testamento generalmente presenta el «ser cristiano» como un asunto de estar en una relación viva con Jesucristo, una relación que debe interpretarse de manera distinta a lo que los seres humanos una vez tuvieron con el Jesús terrenal. A veces, a Jesús se le visualiza morando dentro del creyente individual (Gá. 2:19-20). Muy frecuentemente, la metáfora se invierte de tal manera que el creyente se encuentra en Cristo (Fil. 3:9), es decir, como una parte de la entidad colectiva que ahora conforma el cuerpo de Cristo en la tierra (1 Co. 12:27). En cualquier caso, la relación es mutua: los creyentes moran en Jesucristo, y Jesucristo mora en ellos (Jn. 15:5).
Hay una considerable variación en semejante simbolismo. El Jesús exaltado puede identificarse como el novio de la iglesia (Mr. 2:19), o como un gran sumo sacerdote que sirve a Dios en un santuario celestial (He. 4:14). En efecto, al Jesús exaltado frecuentemente se le ubica en el cielo (Col. 3:1), aunque permanece activo en la tierra, especialmente a través de las palabras y obras de los que hablan y actúan en su nombre (Hch. 4:30). A veces, se le identifica como un espíritu que sigue inspirando y dirigiendo los acontecimientos en la tierra (Hch. 16:7). Se comunica con la gente a través de visiones (2 Co. 12:1) y profecías (1 Co. 14:29-31). Su presencia a veces se experimenta por medio de la interacción con otra gente, especialmente los marginados (Mt. 25:40), los vulnerables (Mr. 9:37) o los perseguidos (Hch. 9:5). La comprensión de su presencia a menudo se vincula con el bautismo (Gá. 3:27) o con la participación en una representación de su última cena (1 Co. 11:23-26). Responde oraciones (Jn. 14:14) y también hace oraciones por sus seguidores (Ro. 8:34). Además, el Nuevo Testamento da una seguridad absoluta de que este Jesús exaltado vendrá otra vez: regresará a la tierra de una manera tangible al final de los tiempos, vendrá en las nubes del cielo a presidir en el juicio final (Mt. 24:30; 25:31-32).
Hasta entonces, Jesús sigue siendo objeto de devoción: los cristianos casi pueden definirse como «todos los que en todas partes invocan el nombre del Señor Jesucristo» (1 Co. 1:2), o como gente que cree en Jesús sin evidencia física de su existencia (Jn. 20:29), o como gente que ama a Jesús, aunque no lo hayan visto (1 P. 1:8). En efecto, son gente que lo considera digno de adoración y alabanza (Ap. 5:6-14).

Figura 4.4. Cristo en gloria. Una imagen del siglo VI, de Saqqara, Egipto. (Bridgeman Images)
Este panorama general de cómo el Nuevo Testamento presenta la figura del Jesús exaltado es importante para la teología y fe cristianas. Pero, como con la figura terrenal de Jesús, el campo de los estudios del Nuevo Testamento quiere ser más específico y centrarse en cómo los libros o autores individuales entienden al Cristo exaltado. Algunos escritores exhiben lo que se llama una «alta cristología», según la cual, al Jesús exaltado se le equipara con Dios (véase el cuadro 4.5); otros se esfuerzan por mantener alguna distinción entre Jesús (por muy exaltado que sea) y Dios el Padre, de quien él sigue siendo subordinado (véase Mr. 10:18; Jn. 14:28). Algunos libros o escritores hacen énfasis en ciertos aspectos de la identidad o ministerio del Jesús exaltado y les ponen poca atención a otros. Por ejemplo, la carta a los Hebreos, en gran parte, se construye alrededor de una exposición del Jesús exaltado como sumo sacerdote, una imagen a la que se le pone poca atención (si acaso se le pone) en la mayoría de los otros libros del Nuevo Testamento. La imagen del Jesús exaltado que se manifiesta en un cuerpo de creyentes en la tierra es especialmente prominente en las cartas de Pablo. Los eruditos del Nuevo Testamento no solo asumen que cada autor funcionó con el rango completo de entendimiento en cuanto al Jesús exaltado que se encuentra en el Nuevo Testamento como un todo; sino que tratan de discernir qué aspectos del simbolismo del Nuevo Testamento son funcionales para cada libro, como para entender cada libro en sus propios términos.
Cristo: «el ungido»; el hombre conocido como «Jesús el Cristo» finalmente llegó a ser llamado simplemente «Jesucristo».
cristología: la rama de la teología que se enfoca en la persona y la obra de Jesucristo, que se entiende como una figura divina eterna.
Cuadro 4.5
Jesús como Dios: Referencias del Nuevo Testamento
Los versículos siguientes frecuentemente se citan como ejemplos de ocasiones en las cuales el Nuevo Testamento se refiere a Jesús como Dios:
•»El Verbo era Dios» (Jn. 1:1).
•»El Hijo unigénito, que es Dios» (Jn. 1:18).
•»¡Señor mío y Dios mío!» (Jn. 20:28).
•»El Mesías, el cual es Dios sobre todas las cosas, alabado por siempre» (Ro. 9:5, DHH).
•»Nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo» (Tit. 2:13).
•»Pero con respecto al Hijo dice: “Tu trono, oh Dios”» (He. 1:8).
•»Nuestro Dios y Salvador Jesucristo» (2 P. 1:1).
•»Jesucristo… es el Dios verdadero» (1 Jn. 5:20).
Véase Murray J. Harris, Jesus as God: The New Testament Use of Theos in Reference to Jesus [Jesús como Dios: el uso de Theos del Nuevo Testamento con referencia a Jesús] (Grand Rapids: Baker Academic, 1992).
Conclusión
Entonces, ¿cuántos Jesús hay? ¿Ha llevado la cuenta?
Veamos. Tenemos al «Jesús del Nuevo Testamento» (también llamado el «Jesús canónico»). Tenemos al «Jesús terrenal» (a veces llamado «el Jesús antes de la Pascua» o «el Jesús de la historia»). Tenemos al «Jesús exaltado» (llamado también «el Jesús después de la Pascua» o «el Cristo de la fe»). Y luego está el «Jesús histórico» (llamado también «el Jesús históricamente verificable»). Y tenemos a todos los distintos Jesús asociados con los diversos escritos o autores del Nuevo Testamento: el Jesús paulino, el Jesús juanino, el Jesús petrino (es decir, el Jesús de 1 Pedro) y así sucesivamente. En última instancia, también podemos hablar del «Jesús de la teología cristiana» o, en efecto, podríamos hablar del «Jesús bautista», «el Jesús calvinista», «el Jesús católico», «el Jesús luterano», «el Jesús wesleyano» y así sucesivamente. Podríamos hablar (y los eruditos definitivamente hablan) del «Jesús estadounidense», del «Jesús asiático», del «Jesús africano», del «Jesús latinoamericano» y así, sin parar.
Es impresionante y probablemente a la larga sí resulte un poco absurdo. Pero la complejidad de las clasificaciones es una medida de la estatura e importancia del hombre en sí. A ninguna otra persona de la historia o la literatura alguna vez se le ha otorgado tanta atención; nadie más atrae este nivel o esta variedad de interés. Según el Nuevo Testamento, eso no es nada nuevo; casi desde el mero principio, se dice que Jesús ha impulsado la consideración de las preguntas que las personas siguen haciendo hoy:




