- -
- 100%
- +
Los nuevos criterios adquirieron mayor dimensión y posibilidad en los años siguientes, cuando se desarrollaron propuestas concretas de formación curricular y un mayor compromiso del Estado con el asunto, durante los primeros años de la experiencia peronista. A través de la Comisión de Cultura Sanitaria (CCS), una comisión asesora de la Secretaría de Salud Pública de la Nación y creada ex profeso, la renovación de la enfermería profesional tuvo su primera posibilidad real de concreción con la creación de los cursos para instructoras y la posterior Escuela Modelo de Enfermería de Salud Pública. La CCS fue la primera instancia real de coordinación de la educación de las enfermeras a nivel nacional que se propuso modificar la educación de sus agentes de manera drástica.
En el seno de la CCS, hubo algunos asuntos rectores que se ubicaron en línea con lo que Ramos Mejía y algunas de sus colegas planteaban desde hacía unos años atrás: en primer lugar, unificar la educación de las enfermeras bajo un nuevo plan de estudios para todas las instituciones; en segundo lugar, regularizar la situación de las escuelas existentes –identificar las que podían alcanzar los nuevos objetivos y absorber las que no– y crear nuevas escuelas de carácter universitario en diferentes regiones del país que se adaptaran a los nuevos planes; finalmente, en tercer lugar, crear un ente fiscalizador en la órbita estatal para controlar la educación en enfermería, habilitar escuelas y credencializar a sus agentes. El resultado de las tareas de la comisión expresará buena parte de los problemas que la enfermería atravesaba desde hacía dos décadas y de las posibilidades reales de modificación del curso de la situación.
El primero de los asuntos –unificar y reformar los planes de estudio– logró resolverse parcialmente. La CCS se apoyó en el currículum de la Escuela de la UNL, pero mantuvo coincidencias con el programa ya existente en la Escuela municipal Cecilia Grierson dirigida por Ramos Mejía; definió un nuevo plan de tres años de duración con un perfil menos inclinado a lo estrictamente curativo, aunque con un tronco clínico y anátomo-fisiológico nutrido, varias especialidades (ginecología, puericultura, niños, etc.) y el desarrollo de aspectos sanitarios en varias asignaturas teóricas y prácticas. El programa de enseñanza planteado en la práctica sufrió modificaciones, aunque mantuvo el perfil que la comisión diseñó. A la hora de definir ese plan de estudios, la comisión giró a diferentes universidades del país (La Plata, UBA y Córdoba, entre otras) la propuesta basada en el plan de la UNL, con el objetivo de recibir comentarios y al mismo tiempo sugerir la implementación de un nuevo esquema en el futuro. En este punto se verificó temprano que la reforma que la comisión planteaba tenía pocas posibilidades a la hora de extenderla a toda la nación, pues la fragmentación era mayor a la esperada y la posibilidad de unificar situaciones tan diferentes era poco probable en el corto plazo.
En este sentido, la segunda cuestión tratada largamente por la CCS alrededor de la unificación, fue poco exitosa. Era el objetivo menos alcanzable y los hechos lo demostraron imposible. Las universidades, en ese momento intervenidas, fueron poco colaborativas con la comisión. La CCS inició una serie de gestiones para promover en las diferentes provincias la implementación de nuevos planes de estudio, pero tampoco logró efectividad en ese punto. Al mismo tiempo, propuso en varios casos que las escuelas mejor calificadas absorbieran a las que no lo estaban y no lograrían estarlo. En general, se solicitó a los hospitales universitarios que tenían cursos de enfermería que adoptaran el plan de estudios propuesto desde la CCS e integraran a las escuelas periféricas. Esto tuvo poco alcance. Tal es así que la comisión evaluó como infructuosa esa vía y optó por la unificación gradual, algo que no sucedería y que tampoco estuvo entre las ideas del ministro de Salud, como pudo verse luego (Argentina, Secretaría de Salud Pública de la Nación, 1947, p. 6).
La comisión planteaba un objetivo ambicioso para acompañar la planificación sanitaria del país y el próximo plan quinquenal (1946-1952), formar al menos 20.000 enfermeras. Para esto debió implementar una estrategia de corto plazo y realista que consistió en la creación de una nueva escuela que resultara “modelo”, o de “efecto demostración”, para todo el país, por un lado; y por otro, reconoció algunas de las escuelas ya existentes, como la del Hospital Británico, la municipal Cecilia Grierson y las numerosas escuelas de la Cruz Roja. Con el objetivo de elevar exponencialmente el número de enfermeras y, al mismo tiempo, calificar la profesión, la CCS descartó algunas de sus iniciativas principales luego de un año de estudio de la situación, entre ellas la propagación rápida de escuelas universitarias en varias provincias del país.
En ese contexto, una parte importante del éxito de las tareas de la comisión dependería del desarrollo de la Escuela Modelo a cargo de la Secretaría de Salud Pública. La legión de enfermeras que la organización sanitaria del país necesitaba dependía de ella. Una parte importante de las tareas de la comisión estuvo centrada en su desarrollo y diseño; para esto no solo contó con el plan de estudios que había formulado en base al existente en la UNL y a los desarrollados años antes por María Elena Ramos Mejía, también recurrió a la colaboración de profesionales extranjeras de origen chileno, país que experimentaba un sostenido proceso de profesionalización desde la década anterior (Zárate Campos, 2017). Sofía Erhenberg de Pincheira, de la Escuela de la Universidad de Chile y con experiencia en la organización de otras escuelas en la región, becada por la RF y luego consultora de organismos internacionales de salud, colaboró con la CCS y con el primer curso de instructoras en 1947. Las clases de Pincheira se realizaron en barrios periféricos de la capital y fueron consideradas como las “clases prácticas” de enfermería sanitaria (Argentina, Comisión de Cultura Sanitaria de la Secretaría de Salud Pública, 1946, f. 35).
En febrero de 1947, la comisión logró poner en marcha la nueva escuela que en su primera etapa dictó un curso de tres meses al que se unieron mujeres que ya se desempeñaban en la enfermería y que en muchos casos eran conocidas por los miembros de la comisión. Se inscribieron al curso 172 mujeres, ingresaron 50 y se graduaron como instructoras 42 (Argentina, Secretaría de Salud Pública, 1947, f. 200).
A los pocos meses del curso inaugural, en junio de 1947, se inició el primer curso regular de la carrera de Enfermería de la nueva escuela, que tendría tres años de duración; allí se pudo observar la continuidad de algunas dificultades detectadas por la comisión y por la Secretaría de Salud Pública. La primera etapa estuvo bajo la dirección de María Elena Ramos Mejía y contó con la colaboración de varias enfermeras que ejercieron como instructoras6. El objetivo inicial era reclutar 30 mujeres para el primer año y 75 durante los primeros tres años de funcionamiento de la nueva institución. Esas mujeres serían las “sanitaristas” y “replicadoras” de ese nuevo perfil. En el primer llamado se inscribieron 16 alumnas, pero en menos de un mes abandonaron siete alumnas, en el quinto mes se retiraron otras dos; promovieron a segundo año siete alumnas en total. En los años siguientes, la situación se mantuvo y el número de interesadas estuvo alejado de las metas de la comisión y de la Escuela; en 1948 llegaron a finalizar el primer año de la escuela 18 mujeres; ese número se repitió en 1949; en 1950 ese número fue de 22 alumnas, 14 en 1951, 21 en 19527. El nivel de respuesta de las convocadas a estudiar enfermería anticipó las dificultades que se mantenían a la hora de calificar el personal y de dotar al país de una legión de mujeres educadas y capaces de atender las necesidades sanitarias de la nación.
Posiblemente, las dificultades que algunas de las nuevas enfermeras e instructoras tuvieron para insertase rápido en el mercado laboral, jugaron en contra de las iniciativas de la CCS. Las integrantes del primer curso de instructoras iniciado en 1947, tuvieron la expectativa de un nombramiento y contratación posterior, es decir, un puesto de trabajo luego de terminada la etapa de instrucción que la Secretaría ofrecía. Este problema recurrente, la modalidad de contratación de las auxiliares y la estabilidad laboral, la Secretaría de Salud Pública no lo resolvió con claridad, al menos durante los primeros años de gestión. Al finalizar el curso, las graduadas estuvieron en una situación de incertidumbre y fueron liberadas a “obrar de acuerdo a su interés personal” (Argentina, Comisión de Cultura Sanitaria de la Secretaría de Salud Pública, 1946, f. 26); esto significaba volver a sus lugares de trabajo original. Esta situación, finalmente y por insistencia de la comisión, se resolvió favorablemente para algunas instructoras, creándose el cargo de Instructora de Enfermería con varias atribuciones que permitieron que algunas de ellas formaran parte del cuerpo regular de la Escuela Modelo y otras se incorporaran a la planta de la Secretaría en funciones específicas y vinculadas a la enseñanza de la enfermería sanitaria (Argentina, Secretaría de Salud Pública, Dirección general del personal, 1947, f. 48).
La Escuela Modelo fue la principal estrategia de la CCS para asegurar una dotación de profesionales calificadas y acordes con los planes de salud del gobierno peronista, pero sus límites indicaron la necesidad de apelar a otras alternativas. Se estimuló a mujeres de profesiones consideradas “afines”, como las maestras normales, a inclinarse por la enfermería para mejorar su situación dentro del escalafón docente. Pero, sin duda, una situación urgente para la comisión fue resolver la coexistencia de personal “empírico” –sin diploma– con personal calificado. En ese orden, la Comisión de Cultura Sanitaria propuso alternativas. Desde la nueva instancia ejecutiva se fijó la necesidad de evitar la práctica de tolerar “empíricas” y se propuso suspender la normativa que posibilitaba “habilitar” a quienes ejercían la enfermería sin título previo. Se trató de algo de difícil cumplimiento pues, periódicamente, se reconocía mediante recursos administrativos el legítimo ejercicio de la enfermería a quienes ya la estaban ejerciendo, aunque no tuvieran estudios previos (Argentina, Secretaría de Salud Pública, 1946, ff. 2, 5 y 6). Finalmente, lo que se impuso fue la validación de las no tituladas mediante exámenes especiales, una práctica que se extendió durante los años siguientes y que resultó, en algunos casos, más flexible y benévola de lo que proponían sus objetivos iniciales.
Comentarios finales
Enfermeras y parteras compartieron un escenario muy similar, que sufrió transformaciones entre los años de la década del 30 y el 40; sin embargo, sus lugares y posiciones fueron muy diferentes. En el mismo sentido fueron sus alternativas y decisiones tanto colectivas como individuales.
El mayor interés o preocupación por las condiciones del parto y nacimiento, o del binomio madre-niño, no jugó en un solo sentido para las parteras y obstétricas. El encumbramiento de la obstetricia ya había generado algunos cambios en la profesión: por un lado, las reconoció y calificó pero, por otro lado, recortó algunas de sus funciones y cambió los términos de la “sociedad” con los médicos que en adelante ya no sería tan beneficiosa. Pero la institucionalización de los partos señaló un sentido para la profesión que resultó muy complejo para las parteras tradicionales, pues el perfil profesional que alentaban y en el que se reconocían distaba mucho del propuesto. Las parteras aspiraban al parto privado, es decir, en el hogar o en las casas de partos propias, mantuvieron su interés por ese modo de ejercer la profesión y se ampararon en que una parte no despreciable de las mujeres las seguía requiriendo. Por otro lado, las condiciones de trabajo que el Estado proponía eran poco tentadoras. En definitiva, observaron a la institución como una competencia desleal y la mayoría de las demandas colectivas fueron en ese sentido. La tendencia a la cobertura universal en la década de 1940 terminaría por desestimar cualquier posibilidad de parto privado y los nuevos gremios de parteras los supieron visualizar a diferencia de sus predecesoras. En todo caso, en las nuevas condiciones, la partera u obstétrica tuvo un lugar dentro del sistema de atención de la salud, aunque no siempre fue el que sus tradicionales hacederas anhelaban.
La misma expansión del sistema de cobertura de la salud señaló un escenario en principio promisorio para la enfermería. Por un lado, definió y dio curso a una situación que descalificaba la tarea y la puso entre las preocupaciones de la gestión en salud. El objetivo de crear “legiones” de enfermeras permitía visualizar la magnitud de la ausencia de personal en el rubro. Lo que a fines de la década de 1930 y durante los primeros años de 1940 parecía no tener alternativas, tuvo mejores perspectivas a partir de 1946. Por otro lado, la nueva coyuntura permitió dar continuidad y tornear con una forma más tangible y definida una serie de ideas y concepciones sobre la profesión que estaban disponibles desde hacía varios años atrás. La persistencia de algunas profesionales locales y, sobre todo, sus vínculos con la comunidad internacional –evidentes, pero no del todo expresos–, tuvieron efectos concretos en los años de la década del 40. En esa clave se puede seguir el desarrollo de algunas profesionales que tuvieron inserción en el aparato del Estado y en el diseño de políticas públicas. Queda aún pendiente indagar más sobre las vinculaciones entre agentes locales y las agencias internacionales que se interesaron por el tema en la región, y en íntima relación con esto avanzar un poco más sobre las experiencias concretas fuera de las grandes capitales.
Bibliografía
Armus Diego y Susana Belmartino, “Enfermedades, médicos y cultura Higénica” en Alejandro Cataruzza (dir.) Crisis económica, avance del Estado e incertidumbre política (1930-1943), Nueva Historia Argentina, t. 7, Buenos Aires, Sudamericana, 2001, pp. 285-329.
Belmartino Susana, Carlos Bloch, Victoria Persello y Hugo Quiroga (1987), Las instituciones de salud en la Argentina, desarrollo y crisis, Rosario: OPS/OMS, 1988.
Biernat, Carolina y Karina Ramacciotti, (2008) “La tutela estatal de la madre y el niño en la Argentina: estructuras administrativas, legislación y cuadros técnicos (1936-1955)” en História, Ciências, Saúde- Manghuinos, Vol. 15, Nº 2 (2008) pp. 331-351.
Biernat Carolina y Karina, Ramacciotti, Crecer y multiplicarse. La política sanitaria materno infantil. Argentina 1900-1960, Buenos Aires, Biblos, 2013.
Biernat Carolina “La eugenia argentina y el debate sobre el crecimiento de la población en los años de entreguerra” en Cuadernos del Sur, Nº 34 (2005), Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur, pp. 251-273.
Cueto Marcos y Steven Palmer, Medicine and Public Health in Latin America. A History, New York, Cambridge, 2015.
De Castro Santos Luiz Antonio y Lina Farias, Saúde & História, São Paulo: Hucitec. 2009.
Di Liscia María Silvia, “Hijos sanos y legítimos: sobre matrimonio y asistencia social en Argentina (1935-1948), en Historia, ciencias, Saúde, Manguinhos, Vol. 9, suplemento (2002), pp. 209-232.
Faria de Rodrigues Lina “A Fundação Rockefeller e os serviços de saúde em São Paulo (1920-30): perspectivas históricas’. História, Ciências, Saúde - Manguinhos, Vol. 9, Nº 3 (2002), pp. 561-90.
Felitti Karina, “Parirás sin dolor: poder médico, género y política en las nuevas formas de atención del parto en la Argentina (1960-1980)” en História, Ciências, Saúde - Manguinhos, V. 18, suplemento (2011) pp. 113-129.
Ianina Lois, “Maternidad y políticas de salud pública. Reflexiones acerca de los discursos en torno a la creación de la Dirección de maternidad e infancia argentina (avance de investigación)”, en XXIX congreso ALAS “Crisis y emergencias sociales en América latina”, acceso electrónico: http://actacientifica.servicioit.cl/biblioteca/gt/GT11/GT11_LoisI.pdf.
Martin, Ana Laura, “Mujeres y enfermería: Una asociación temprana y estable, 1886-1940” en Biernat, Carolina, Juan Manuel Cerdá y Ramacciotti, Karina (dirs.) La salud pública y la enfermería en la Argentina. Bernal: Universidad Nacional de Quilmes: 2015, pp. 257-286.
Mazzeo Victoria y Raquel Pollero, “La mortalidad infantil en ambas márgenes del Río de la Plata en la primera mitad del siglo XX: ¿dos orillas, dos realidades?” en VIII Jornadas Argentinas de Estudios de Población Asociación de Estudios de la Población Argentina (AEPA), Tandil, 2005, pp. 1-19.
Mazzeo Victoria, Mortalidad infantil en la ciudad de Buenos Aires. 1856-1986, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1993.
Miranda Marisa Adriana y María Lujan Bargas, “Mujer y maternidad: entre el rol sexual y el deber social. Argentina, 1920-1945)” en Locus. Revista de história, Juiz de Fora, Vol. 17, Nº 2, (2011), pp. 75-101.
Mott Maria Lucia, “O curso de partos: debe o náo haver parteiras?”, en Cadernos Pesquisa, Nº 18 (1999), pp. 108-160, 1999.
——— “Revendo a história da enfermagen em São Paulo (1890-1920)”, en Cadernos Pagú, Vol. 13, (1999) pp. 327-345.
———“Midwifery and Construction of an Image in Ninenteenth-Century Brazil”, en Nursing History Review, Nº 11 (2008), pp. 31-49.
———“Médicos e medicas em São Paulo e os Livros de Registros do Servicio de Fiscalização do Exercício Professional (1892-1932)”, en Ciência & Saúde Coletiva, Vol. 13, Nº 3, (2008) pp. 853-867.
Nari Marcela Alejandra, Políticas de Maternidad y maternalismo político, Buenos Aires: Biblos, 2005.
Vallejo Gustavo y Marisa Adriana Miranda, “Los saberes del poder: Eugenia y biotipología en la Argentina del siglo XX” en Revista de indias, Vol. LXIV, Nº 231, (2004), pp. 425-444.
Valobra Adriana y Ramacciotti Karina, “Profesión, vocación y lealtad en la enfermería peronista”, en Biernat Carolina, Karina Ramacciotti y Adriana Valobra, La Fundación Eva Perón y las mujeres: entre la provocación y la inclusión, Buenos Aires: Biblos, pp. 119-150.
———“Feminización y profesionalización de la enfermería (1940-1955), en Biernat Carolina, Juan Manuel Cerdá y Karina Ramacciotti (dir.), La salud pública y la enfermería en la Argentina, Bernal: Unqui, pp. 287-314.
Wainerman Catalina y Georgina Binstock, Ocupación y género. Mujeres y varones en enfermería, Buenos Aires: Unicef-Cenep, 1992.
———“El nacimiento de una ocupación femenina: la enfermería de Buenos Aires”, Desarrollo Económico, Julio-septiembre de 1992, Vol. 32 (126), pp. 271-284.
Zárate Campos María Soledad, Dar a luz en Chile, siglo XIX. De la “ciencia hembra” a la ciencia obstétrica, Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2007.
———“Formar enfermeras, no empleadas domésticas. Profesionalización del cuidado sanitario en Chile, 1930-1950” en Dynamis, 37 (2), pp. 317-343.
1 En la ciudad de Buenos Aires, durante la década de 1930, se atendía a parturientas en los hospitales José María Ramos Mejía (ex San Roque), Guillermo Rawson, Carlos Durand, Teodoro Álvarez, Parmenio Piñero, Juan Fernández, Ignacio Pirovano, Torcuato de Alvear, Juan Salaberry, Cosme Argerich, José María Penna, Enrique Tornú y Francisco Muñiz. La ciudad destinaba 1.158 camas a las especialidades de ginecología y maternidad sobre las 5.961 que tenía (casi el 20 %) y 24 salas sobre las 178 totales.
2 La AON es la primera organización asociativa de parteras u obstétricas en Argentina. Se creó en el año 1901; en 1903 comenzó a publicar la Revista de la Asociación Obstétrica Nacional, que se editó hasta 1917. Se trata de una organización profesional que tuvo activa actuación en las primeras décadas del siglo XX y que promovió la calificación y legitimación de la partería.
3 En el Censo del Personal Administrativo y Obrero de la Ciudad de Buenos Aires de 1926, se declararon “parteras” 55 empleadas del municipio, pero solo 39 de ellas ejercían esa profesión para la ciudad.
4 Fue el caso de Hercilla Rodríguez Brizuela de la Escuela de la Orden de la Conservación de la Fe y luego instructora del primer curso de Instructoras de Enfermería Sanitaria en 1947 y miembro de la Comisión de Higiene Sanitaria de la Secretaría de Salud Pública.
5 La primera directora de la Escuela fue la propia Ethel Parsons; luego de terminada la misión en 1931, la dirección quedó en manos de una enfermera brasileña, Rachel Haddock Lobo, y como tercera en la línea jerárquica figuraba Bertha Pullen, que ejerció ese lugar entre 1928 y 1931. Lobo falleció en 1933 y en 1934 Pullen volvió a Brasil para asumir la dirección de la escuela hasta 1938.
6 Primero Hercilla Rodríguez Brizuela, luego se sumaron para los cursos regulares María Teresa Molina, Amelia D’Aste, Juana Colmeiro, Lidia Rodríguez, María Celia Prieto, Eileen Lilian Boyle y la Srta. Lagos. Las últimas fueron alumnas del curso de instructoras que la Secretaría de Salud Pública dictó a través de la Comisión de Cultura Sanitaria entre febrero y abril de 1947.
7 El cálculo es mío a partir de los datos de los libros de examen de la Escuela Superior de Salud Pública y de la Memoria de la Comisión del personal auxiliar de la Medicina.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.






