"Por una merced en estos reinos"

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Las cartas y correspondencias fueron el otro grupo de fuentes históricas utilizadas con amplia recurrencia, porque revelan la dimensión de los sucesos y de sus protagonistas; las cartas muestran, además, las entonaciones y emociones con que se entendían y adjetivaban los acontecimientos, las simpatías y las antipatías que generaban los otros en disputa. En muchos casos, y más en atención a que son tensiones las que se exponen, develan un mal común entre las autoridades y oficiales reales: la pasión y las conductas apasionadas que eran vistas como peligrosas para el cumplimiento del deber. Bien ha sabido Guillaume Gaudin darle importancia a esa inmensa masa documental constituida a partir de las correspondencias oficiales y privadas en tiempos de la monarquía, al definirlas como “la prolongación de aquellas conversaciones o la respuesta escrita a una petición oral”,26 como el mecanismo que comunicó, informó y conectó a un imperio de extensiones mundiales y como “expresión de las jerarquías sociales”.27 De hecho, Gaudin ha logrado tipificar las correspondencias según las siguientes categorías: a) la carta noticia que es, en general, un texto breve en que el destinatario informa sobre su persona; b) la carta petición que era breve y solicitaba una merced; c) la carta informe que es “una carta anual larga que da cuenta del estado de la Audiencia”,28 y d) los memoriales y pareceres.29
Toda esta cultura del derecho escrito, según Mazín, permite comprender la circulación de ideas, proyectos y personas,30 pero, a la vez, de pasiones, emociones, enemistades y lealtades, con lo cual demuestra ser el lienzo donde se entremezclaban las particularidades locales con las regularidades imperiales, las responsabilidades ligadas al servicio que se prestaba a la Corona y los sentires personales devenidos de los choques cotidianos con otras fuerzas de poder.
Los conceptos de colegialidad, carreras eclesiásticas, red y red compleja permitieron establecer el marco de análisis e interpretación. Así, definir la cohesión del cabildo eclesiástico y sus integrantes en el periodo mencionado obliga a tener presente una categoría de análisis propuesta por Mazín, la colegialidad, que, sin duda, fue muchas veces puesta a prueba en los procesos de gestión de la corporación payanesa referida al “sentido de cohesión dentro del cabildo”,31 el cual, como se observará, va a estar mediado por el servicio de la prebenda, la pobreza de las rentas decimales, las vacancias, las licencias, las ausencias, las promociones y los nombramientos de los capitulares. Esta categoría, aplicada a la gestión del capítulo eclesiástico payanés, evidencia cómo la cohesión capitular no estuvo determinada por un número máximo o mínimo de personas pertenecientes al cabildo, sino por la identidad corporativa implícita en el ejercicio de un cargo que ejercía una élite, cuyo perfil de circulación se ajustó mayoritariamente más a la catedral payanesa que a otra catedral indiana. Así fue como la identificación de largas permanencias en las prebendas de Popayán aseguraron no solo el consenso y la cohesión corporativa del cabildo eclesiástico, sino el mantenimiento de la administración de la catedral y de las otras obligaciones inherentes al servicio capitular.
La segunda categoría conceptual de importancia fue la de carrera eclesiástica, la cual, al ser aplicada a los capitulares y obispos de Popayán, muestra que buena parte de los cursus honorum fueron la mejor expresión de los esfuerzos de clérigos y eclesiásticos en general por ascender socialmente en el mundo hispánico. Como refiere Aguirre, hacer una carrera eclesiástica implicaba poseer medios económicos para asumir el pago de estudios superiores en ciudades alejadas del hogar, cosechar virtudes en diversas empresas doctrinales, devocionales y religiosas, probar la limpieza de sangre y la idoneidad del linaje, tener vínculos con personajes destacados del mundo político y social indiano que atestiguaran a favor de los servicios y méritos, ser parte de una red, una clientela que certificara la trayectoria adquirida y virtudes profesadas,32 así “la carrera no era una trayectoria lineal hacia los altos cargos, sino un proceso gradual, sinuoso, en el que los méritos individuales surtían mejor efecto si estaban respaldados por una recomendación acertada en tiempo y forma”.33
Con respecto a las redes, Lucrecia Enríquez propone que la red es “una estructura construida por la existencia de lazos o relaciones entre individuos”34 y un sistema de intercambios en que hay un permanente flujo y circulación de “bienes o servicios”.35 La realización de las redes que aquí se presentan parte de una premisa: reconocer la importancia de las interacciones que tienen los sujetos de estudio y el tipo de relaciones que edificaron a lo largo de su vida, con lo que, como señala Michel Bertrand, no es solo vital identificar conexiones, amistades y tipos relacionales, sino también estudiar los intercambios que mantienen los individuos; “en este sentido, la red sería también un sistema de intercambios en el seno del cual los vínculos o las relaciones permiten la circulación de bienes o de servicios”.36 A partir de estas definiciones, es posible comprender que no todas las relaciones conducen a vínculos; por ende, no todos los personajes que están relacionados con un sujeto en específico poseen un tipo de vinculación histórica con este. Un ejemplo desde la historia se da con quienes firman como testigos en los protocolos notariales, quienes, si bien dan fe de los testimonios consignados en estos documentos, no necesariamente tienen un tipo de vínculo con los individuos de estudio. Para Bertrand, esto conlleva identificar relaciones efectivas con relaciones potenciales,37 determinadas ambas por la información que proveen las fuentes históricas.
Otra característica más se une a las presentadas: la complejidad. Ricard Solé define el término como “el comportamiento de sistemas formados por múltiples elementos en interacción”;38 indagar la complejidad conlleva el análisis de las interacciones, de la información que por ellas circula y de la manera en que estas pueden generar procesos y fenómenos. Desde esta perspectiva, las redes construidas exponen el tipo de relaciones, interacciones e intercambios que tuvieron los obispos de Popayán antes y durante su gobierno episcopal en el obispado payanés, para entender los contextos múltiples en que se desarrollaba su vida, que están constituidos por lo local, el mundo virreinal y el Imperio hispánico.
Además de los elementos mencionados, hay que entender que las redes son diacrónicas porque permiten estudiar un fenómeno de manera permanente en el tiempo. En términos prácticos, esto quiere decir que, a pesar de que los grafos que ilustran la red aparecen de manera estática, las relaciones y los vínculos que la componen se mantienen, por lo general, de manera permanente a lo largo de la vida del individuo.39 Eric van Young resume mejor las características mencionadas sintetizándolas en los siguientes criterios: durabilidad, es decir, con una persistencia en el tiempo; reciprocidad, en la medida en que los vínculos son más horizontales que verticales; horizontalidad, y ligadas a la voluntad de las partes por mantener algún tipo de vínculo.40
El ejercicio de elaboración de redes permitió, como menciona en múltiples de sus trabajos José María Imízcoz,41 superar la delimitación geográfica impuesta por el espacio de estudio, en este caso el obispado de Popayán, y ubicar de manera simultánea las relaciones y conexiones familiares, afectivas, políticas y comerciales, entre otros, de varios de los obispos y prebendados residentes en Popayán. Así, mientras moraban en la capital del obispado payanés, mantenían relación permanente con amigos, apoderados y conocidos en Santa Fe, Quito, Lima, Sevilla, Madrid y Roma; la mayor parte de estas conexiones demuestran que, a pesar de sus funciones, los obispos y algunos prebendados mantenían vínculos y amistades con los que vigilaban de manera permanente sus deudas, pleitos, negocios e intereses de promoción en otras geografías. A este universo de múltiples y diferenciados vínculos lo denomina Imízcoz análisis relacional, definido en palabras de este autor como:
Un análisis de tipo inductivo que parte de la observación de las acciones e interacciones de los individuos como actores efectivos de la vida económica, política, social y cultural, con el objeto de hallar sus configuraciones o agrupaciones reales, de percibir sus relaciones con el contexto (con las instituciones, normas, ideas y estructuras del sistema), de seguir en el tiempo las dinámicas que constituyen con su acción y, a término, de explicar los procesos de cambio desde la agencia de los actores que los producen efectivamente.42
No sobra decir, como señala José María Imízcoz, que el análisis inductivo se refiere a la composición de argumentos y explicaciones a partir de la información que brindan las fuentes históricas, lo cual no implica reducir la complejidad del sistema que se estudia.43
La metodología que se usó para diseñar las redes complejas de los obispos de Popayán pasó por determinar, en primera medida, el tipo de relaciones que tenían obispos y capitulares, y así ir identificando los cargos, los lugares geográficos y el tipo de vínculos establecidos con esos otros, y si estos intervenían o no en el proceso de promoción, ya sea con una recomendación, o como testigos de los méritos y servicios, o como agentes en la corte. Para determinar esta red, fue necesario comprender que hacer una implica establecer el tipo de vínculos construidos por los sujetos de estudio; como menciona María Isabel Sánchez Balmaceda, existe una tipología de relaciones propuesta por Koke y Kuklinski,44 con la que es posible reconocer diversas formas relacionales: a) de transacción referidas a “intercambios comerciales”45 y mercantiles de todo tipo; b) de comunicación, definida por “la transmisión de mensajes”46 entre los sujetos de estudio; c) instrumentales, establecidas para buscar alguna merced, recompensa o beneficio; d) afectivas, definidas por conexiones de amistad y paisanaje; e) de poder, representativa de sujetos pertenecientes a corporaciones e instituciones; f) de parentesco, constituida por lazos familiares.47
Así, en el proceso de identificación de relaciones y conexiones de los obispos de Popayán, fue necesario evaluar la calidad y cantidad de la información para establecer sus redes. Para esto, se cruzaron los datos presentes en documentos notariales, cartas, relaciones de méritos y servicios, diccionarios biobibliográficos y poderes especiales, con los que fue posible establecer las redes de siete obispos: Juan de la Roca, fray Juan González de Mendoza, fray Ambrosio de Vallejo, Diego Montoya y Mendoza, fray Francisco de la Serna, Vasco Jacinto de Contreras y Cristóbal Bernaldo de Quirós. De los otros siete obispos, la información encontrada no fue profusa o consistente por los siguientes aspectos: a) no tener documentos notariales para los tres primeros obispos de Popayán (Juan del Valle, fray Agustín de la Coruña y fray Domingo de Ulloa), b) el estado de deterioro en que se encuentran algunos documentos de archivo y c) no identificar en los documentos relaciones consistentes, como se denota en los casos de Melchor de Liñán y Cisneros, Feliciano de Vega y Padilla, fray Matheo de Villafañe y Panduro y Pedro Díaz de Cienfuegos.
Se apeló, además, a la llamada teoría de grafos, comprendiendo el grafo como “una representación abstracta de un sistema cualquiera, en el que los elementos del sistema o ‘nodos’ se relacionan entre sí mediante conexiones que indican la presencia de una interacción”.48 En términos técnicos, los cuales no pueden dejarse de lado en vista de las redes que se presentarán a continuación, un nodo es definido como “las personas o grupos de personas que se encuentran en torno a un objetivo común”,49 un vínculo “son los lazos que existen entre dos o más nodos”50 y un flujo como la línea que “indica la dirección del vínculo”.51 En este sentido, en Ucinet, un programa especializado en el diseño de redes, se estableció un tipo de grafo centralizado, con un ego determinado, que, en este caso, son varios de los obispos de Popayán, de quienes se desprenden los nodos, vínculos y flujos. Esto quiere decir que el tipo de redes que se presentan son egocentradas o personales, constituidas por “relaciones a partir de una persona”,52 distinta de una red sociocentrada, que “mide las relaciones entre todos los actores de un grupo determinado”.53 Para diferenciar tipos de vínculos, se presentan nodos representados en diversas formas geométricas, que se van diferenciando según su funcionalidad en cada red.
No sobra decir que complementan este marco metodológico e interpretativo dos obras que brindan elementos de tipo analítico para comprender y, sobre todo, enunciar el conflicto y la negociación, ambos procesos estructurales con los que se clarifican las tensiones jurisdiccionales que este proyecto pretende abordar. Por un lado, Jonathan I. Israel y su trabajo Razas, clases y sociales y vida política en el México colonial, 1610-1670,54 en que expone, específicamente en la segunda parte, la posibilidad de estudiar la vida política desde el conflicto poniendo en escena y en el orden de lo narrativo hechos, ideas, individuos y movimiento colectivo, conectando actores, intereses y jurisdicciones desde una perspectiva atlántica amplia. La otra obra es la de Arrigo Amadori,55 quien, estudiando la gestión de los virreinatos americanos desde la política del conde duque de Olivares, valido del rey y del Consejo de Indias en la primera mitad del siglo XVII, va dando cuenta de las diversas escalas de negociación que estos entes tuvieron que establecer con las élites locales americanas como muestra de la vinculación y conexión de los territorios hispánicos con la Corona, con lo cual se demuestra que “la negociación y la búsqueda del consenso no solo tenían lugar en el seno de las cortes; también estaban presentes en la relación del poder central con varias instancias del ámbito local, e incluso con individuos determinados”.56 Ambas visiones, la del conflicto y la de la negociación, son las que posibilitan que redes de poder, sistema de patronazgo y movilidades eclesiásticas encuentren los escenarios propicios de acción y, por ende, de estudio.
Finalmente, respecto de la elección temporal, es 1546 el punto de partida al ser el año de erección del obispado, extendiéndose el periodo de estudio a 1714, momento en que muere el último obispo payanés del siglo XVII, años que muestran una importante circulación de clérigos y religiosos peninsulares e indianos en Popayán, proceso que no se denota con intensidad en el siglo XVIII al fortalecerse la presencia de integrantes de las élites regionales payanesas en las instituciones religiosas del obispado.
Se pensó el espacio desde dos perspectivas definidas por el ámbito jurisdiccional y territorial, así como por el ejercicio del poder y la mentalidad de la época. Así, un tipo de características encierra la capital obispal como centro ordenador de las realidades eclesiásticas del obispado y otras son el tipo de lógicas territoriales gestadas con la comprobada circulación y movimiento de capitulares y prebendados. Respecto del primer asunto, se considera la capital del obispado como una ciudad episcopal; en cuanto al segundo, el obispado como espacio jurisdiccional se convirtió en punto de partida para comprender las realidades vinculantes que envuelven el problema de la promoción en Indias, lo cual significa que Popayán como unidad obispal fue solo una excusa para estudiar el mundo de la élite eclesiástica de Indias meridionales y su relación con las catedrales, el virrey del Perú, la corte real en Madrid y la corte papal en Roma.
Como propone Óscar Mazín, en Indias, “la ciudad es, inexorablemente, compañera del imperio”,57 de modo que es el espacio donde se personificaba de manera simbólica y material la diversidad de poderes que en ella habitaban, lo cual le brinda una importante complejidad al convertirse en teatro de fricciones, conflictos, pactos y negociaciones entre corporaciones, estamentos e indistintos grupos sociales. La ciudad fue aparato de representación del poder del rey y, por ende, de la monarquía, hogar de los intereses económicos y políticos de las élites locales, eje de intermediación de las relaciones entre quienes la habitaban de manera permanente y pasajera. Además, las ciudades en Indias tuvieron un tipo de vocación definida por la predominancia de un rasgo social, político o cultural, con lo cual aparecen las ciudades capitales virreinales, las ciudades de letras, las ciudades mineras, las ciudades frontera, y la que más nos interesa, las ciudades episcopales.
El obispado de Popayán, que ocuparía una gran porción del territorio neogranadino en términos jurisdiccionales, estaría vinculado a la Audiencia de Quito y, por evidente cercanía, a la Audiencia de Santa Fe. No obstante, como menciona Joanne Rappaport, y bien se comprobará, indiferente de la distancia y de las necesidades locales, en general, ciudades como Santa Fe y Quito estaban vinculadas en términos políticos y eclesiásticos a Lima y España, gracias al poder articulador del virrey en Lima como por la autoridad religiosa.58 Para profundizar en esta consideración, el estudio de las carreras y de las relaciones y redes de los obispos y prebendados del obispado de Popayán en el periodo de estudio ha permitido constatar que la llamada cultura colonial aislada o separada59 con la que se definió al obispado y gobernación de Popayán es inexistente, en la medida en que si bien la distancia complicaba la celeridad en las comunicaciones, los vínculos entre sujetos y corporaciones de poder se mantenían y fortalecían, con lo cual se creaban conexiones políticas y trasatlánticas que demuestran la posibilidad que tenía un obispo o un capitular de mantener nexos en distintos lugares de la monarquía hispánica, con lo cual vencían la distancia y ampliaban el rango de influencia de élites y grupos de poder en Indias.
La propuesta inicial consideraba la espacialidad desde la jurisdicción territorial del obispado de Popayán, pero, a medida que se fueron descubriendo las relaciones de los obispos y prebendados payaneses, se establecieron evidentes nexos con Quito, Santa Fe, Cartagena de Indias, Cuzco, Guamanga y la Ciudad de los Reyes, ciudades establecidas en el área que comprende las ya mencionadas Indias meridionales, así como con Sevilla, Madrid y Roma, lo cual demuestra que las barreras geográficas, reales para la época, fueron superadas con la existencia y con el mantenimiento de relaciones a partir de cartas y epístolas escritas. Esto hace que se considere hablar de una geografía de estudio más amplia, tomando como punto de partida a prelados y capitulares payaneses, y sus relaciones en el mundo hispánico.
Acercamientos historiográficos
No son muy profusos en la historiografía colombiana los trabajos y las investigaciones dedicados a la reflexión sobre arzobispos, obispos, cabildos catedrales, prebendados y canónigos, citándose a menudo de manera sintética o a pie de página algunos hechos relevantes que vinculan la historia eclesiástica con problemas históricos más específicos, como el de la conquista del Nuevo Reino de Granada, las primeras décadas de poblamiento español, las reformas borbónicas, la independencia y los conflictos Iglesia-Estado en el siglo XIX. Esta situación se genera inicialmente en un problema vinculado a los archivos episcopales y de las órdenes religiosas, pues o son inexistentes o tienen accesos restringidos a los investigadores, o los investigadores les han prestado poca importancia a los roles culturales y sociopolíticos cumplidos por la Iglesia y sus mediadores a lo largo de la historia. Los trabajos que existen sobre este tipo de relaciones y roles se circunscriben a los siguientes aspectos: a) los manuscritos de los cronistas de Indias y las relaciones histórico-geográficas propias de los siglos XVI y XVII, que hacen parte de la denominada historiografía indiana; b) las historias institucionales editadas o promovidas desde la Iglesia católica; c) los trabajos de los historiógrafos del siglo XIX quienes escribían la historia tal y como aparecía en los documentos, y d) las reflexiones propias de la producción universitaria de las escuelas de historia nacional y regional, y a las llamadas academias de historia conformadas, en su mayoría, por historiadores aficionados. Tales limitantes en el ejercicio historiográfico nacional son una de las mayores motivaciones para realizar este libro. A continuación, se referirán los trabajos, las investigaciones y los autores, que, privilegiando los siglos XVI y XVIII, hacen mención en sus reflexiones de uno o varios de estos aspectos.
De la historiografía temprana denominada indiana, conformada por crónicas, genealogías y relaciones histórico-geográficas que hacen mención de diversos datos biográficos de los obispos de Popayán entre los siglos XVI y XVII, se encuentran, principalmente, referencias sobre el estado del obispado, el cobro de los diezmos, de la cantidad de indios y doctrinas existentes, y del gobierno de los prebendados y de los obispos Del Valle y De la Coruña.60 Del grupo de los historiógrafos del siglo XIX, se presenta inicialmente la Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada,61 de José Manuel Groot, obra en tres volúmenes publicada en 1856, que narra de manera episódica los principales acontecimientos civiles y eclesiásticos neogranadinos, e integra bajo una perspectiva nacional los procesos regionales. Este trabajo, reconocido como parte de la historiografía conservadora colombiana del siglo XIX,62 nació dentro de la agudización del enfrentamiento entre la Iglesia y el Estado. Groot describe de manera muy general a algunos obispos payaneses y su labor en el proceso de adoctrinamiento y evangelización de los indios, el proceso de construcción de la catedral, la promoción de algunos prebendados del cabildo catedral payanés al cabildo eclesiástico santafereño y las labores misioneras y educativas de órdenes como la franciscana y la jesuita. En este mismo tono apologético y decimonónico, están, desde el ámbito regional, Gustavo Arboleda63 y Jaime Arroyo,64 quienes, respectivamente, a partir de la lectura de las actas del cabildo de Cali y Popayán, se dedicaron a escribir o transcribir la información y los datos de los documentos capitulares que presentan varias menciones de prelados y capitulares payaneses.
Cuatro trabajos auspiciados y promovidos desde el arzobispado de Popayán en años distintos, 1875, 1892, 2014 y 2018, narran la historia de esta sede en lo que se puede considerar como los referentes de su historia institucional. El primero, titulado Historia de la diócesis de Popayán,65 contiene dos textos, uno de Manuel Antonio Bueno y Quijano, canónigo y vicario capitular payanés, quien escribió la historia del obispado desde 1546 hasta la última mitad del siglo XIX, en que dio cuenta de manera particular de los obispos, las órdenes religiosas, los conventos y las corporaciones católicas que hicieron parte de la vida religiosa payanesa. De manera lineal, y utilizando documentos del archivo del arzobispado, Bueno cuenta cómo evolucionó y progresó la institucionalidad católica hasta bien entrado el siglo XIX, para demostrar cuáles habían sido los aportes que prelados, prebendados, religiosas y misioneros habían brindado a la región. El segundo texto, de tono apologético, fue obra de Juan Buenaventura Ortiz, obispo de Popayán. Lo escribió en 1892 a partir de la lectura de las actas del cabildo eclesiástico de Popayán. Presenta transcripciones documentales que exponen los acontecimientos que considera más relevantes para presentar una “verdadera historia eclesiástica de la Diócesis de Popayán”.66 El año de impresión de esta Historia de la diócesis de Popayán, compuesta por los manuscritos inéditos de Bueno y Quijano y Ortiz, fue 1942, gracias al auspicio de la Academia Colombiana de Historia y de su presidente, Tulio Enrique Tascón.67 Este determinó que, ante la necesidad de que se adicionara un trabajo de historia eclesiástica a la colección Biblioteca de Historia Nacional, se editaría un libro dedicado a la historia institucional de la Iglesia católica en Popayán y el Cauca, región de la que era oriundo.
La segunda obra, titulada Popayán. Religión, arte y cultura,68 fue publicada en 2014, y si bien está también dedicada a narrar la historia del obispado desde 1546 hasta el inicio del siglo XXI, exalta la labor eclesiástica liderada por la Iglesia católica en Popayán desde el arte religioso. Así, con una propuesta llamada dos realidades y un espíritu este trabajo recopila, desde los documentos históricos y las obras de arte religioso, la importancia de la presencia de la Iglesia católica y el catolicismo en toda la región payanesa y caucana, pues, explicativamente, no se concibe la historia de esta región si no se entiende desde el espejo de la religión católica. De manera novedosa, su editor, el presbítero Raúl Ortiz Toro, no solo consulta y trabaja los documentos del archivo del arzobispado, sino que logra identificar otras fuentes históricas y de interpretación en el Archivo General de Indias y el Archivo Central del Cauca, además de apelar a algunas obras de historiografía regional para complementar los datos referidos al protagonismo de obispos y del cabildo eclesiástico en diversos acontecimientos payaneses. Cabe decir que el capitulado no está estructurado por periodos históricos lineales, sino por el arte, el mobiliario y la arquitectura religiosa, así como por las órdenes religiosas, el cabildo catedral, los obispos y las cofradías. Se destaca, además, su impresión en gran formato, en que las principales obras artísticas que constituyen las colecciones del Museo Arquidiocesano de Popayán muestran la riqueza en custodias, mobiliarios y pinturas de arte quiteño colonial.