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En tal sentido, a pesar de que desde nuestra perspectiva teológica o política interpretemos las demandas misioneras concretas del Evangelio de Lucas de distintas maneras, no se puede desconocer que uno de los énfasis centrales de este evangelio es la afirmación del amor especial que Dios tiene por los pobres y los excluidos. Lucas subraya que los discípulos de Jesús tienen que ser como el buen samaritano y como la viuda pobre. Los discípulos de Jesús no han sido llamados para ser indiferentes o pasar de largo frente a las necesidades concretas de los seres humanos de carne y hueso (Lc 10.31–32), esquivando de esa manera, su responsabilidad misionera integral. Tampoco han sido llamados para acumular egoístamente pensando que la vida del hombre consiste en la abundancia de los bienes que posee (Lc 12.15).
En consecuencia, individual y colectivamente, los discípulos tienen que ser como su Señor y Maestro: amigo de publicanos y pecadores (Lc 7.34), proclamando todos los días la buena noticia del reino de Dios por ciudades y aldeas (Lc 8.1). De acuerdo con Lucas, no existe otra ruta misionera. Como lo indicó Jesús en la sinagoga de Nazaret, impulsados por el poder del Espíritu Santo, los discípulos están llamados a predicar el año agradable del Señor (Lc 4.19) en sus contextos históricos particulares. Así tiene que ser. Los discípulos no tienen otra alternativa, no existe una ruta distinta, no tienen otra alfombra misionera sobre la cual descansar su testimonio personal y colectivo.
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2 Según Conzelmann: «… Lucas es el primero en ser plenamente consciente […] de la diferencia entre el ayer y el hoy, del tiempo de Jesús y del tiempo de la iglesia. El tiempo de Jesús y el tiempo de la iglesia son expuestos como épocas distintas de un englobante decurso histórico-salvífico, épocas que son diferenciadas respectivamente merced a sus características peculiares […] El tiempo de Jesús y el tiempo de la iglesia se representan como dos épocas distintas pero mutuamente referidas conforme a un plan […] Lucas se plantea la situación a la que ha llegado la iglesia por la tardanza de la parusía y la génesis de una historia intramundana» (Conzelmann 1974: 27–28).
3 En la discusión contemporánea sobre la misión de la iglesia, los escritos de Lucas ocupan también un lugar destacado. De acuerdo con Bosch: «En años más recientes […] otro pasaje neotestamentario ha llegado a ocupar un lugar prominente en el debate sobre el fundamento bíblico para la misión, a saber, la versión de Lucas del sermón dado por Jesús en la sinagoga de su pueblo natal de Nazaret, donde se aplica a sí mismo y a su ministerio la profecía de Isaías 61.1s. El incidente, como tal, aparece únicamente en el Evangelio de Lucas. Todo el contexto en que está situado habla a las claras del lugar crucial que ocupa […]. Lucas 4.16–21 ha reemplazado, en términos prácticos, a la Gran Comisión de Mateo como el texto clave para comprender no sólo la misión de Cristo sino también la misión de la iglesia. Esta sola circunstancia se constituye en razón suficiente para justificar un acercamiento más detenido al concepto lucano de la misión» (Bosch 2000: 113–114).
4 Un tema asociado íntimamente al de la salvación es el concepto lucano de la conversión: «El tema de la conversión y del perdón está presente […] en el Evangelio de Lucas en proporciones excepcionales y en modo alguno comparables con los otros evangelios; reaparece en todas las secciones de su obra, constituyendo el alma de toda ella. Es el mensaje que el evangelista envía a su iglesia y sobre él construye toda su catequesis» (Laconi 1987: 34).
5 David Bosch precisa que en el Evangelio de Lucas los indefensos y los marginados son los samaritanos, las mujeres, los cobradores de impuestos y los pobres. Los pobres son primariamente los destituidos y los que se encuentran debajo de la línea de pobreza. La palabra pobres es también un término colectivo para designar a todos aquellos que en la Palestina del primer siglo estaban en desventaja, particularmente los cautivos, los ciegos y los leprosos (Bosch 1989: 5–7).
6 Schottroff y Stegemann afirman que: «Lucas no es el evangelista de los pobres en el sentido que sugiere esta fórmula. Ni los pobres (mendigos) constituyen el centro de sus intereses ni su programa social es una ética de la limosna, sin más precisiones. Sería más lógico llamar a Lucas el evangelista de los ricos. Pero no como director espiritual de los mismos, para edulcorar el mensaje Jesús esperanza de los pobres. Sino en el sentido de ser un severísimo crítico de los ricos y estar vivamente interesado en su conversión. Esta conversión sólo puede realizarse a través de dolorosas renuncias (renuncia a la mitad de sus bienes) o incómodas consignas (prestar con riesgo, condonar deudas, dar) […]» (Schottroff y Stegemann 1981: 220).
7 Así denomina a estos capítulos Carlos Escudero en su libro Devolver el evangelio a los pobres: A propósito de Lucas 1–2. Escudero, en la presentación de su obra, reconoce que ha querido subrayar la importancia que el Evangelio de Lucas da a los marginados como destinatarios privilegiados del mensaje de Jesús (Escudero 1978: 9).
8 Los otros evangelios sinópticos señalan que el centurión romano reconoció que Jesús era el hijo de Dios (Mt 27.54; Mr 15.39).
9 Los evangelios de Mateo y Marcos dan testimonio también de la Opción Galilea de Jesús. Desde Galilea comenzó el anuncio de las buenas nuevas del reino de Dios (Mt 4.12–23; Mr 1.14–15), a orillas del Lago de Galilea Jesús llamó a sus primeros seguidores (Mt 4.18–25; Mr 1.16–20). Fue en Galilea donde Jesús se apareció a sus discípulos (Mr 16.6–7) y donde les dio el encargo de anunciar el evangelio a todas las naciones (Mt 28.16–20). Todos estos datos contrastan, indudablemente, con la opinión generalizada que los judíos tenían acerca de Galilea: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? (Jn 1.46). ¿Eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se ha levantado profeta (Jn 7.52). Dentro de esta misma línea interpretativa —la Opción Galilea de Jesús— dos hechos complementarios destacan notoriamente. En primer lugar, que en su revelación a Saulo de Tarso en el camino a Damasco, el Señor se presentó como Jesús de Nazaret: Yo soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues (Hch 22.8). En segundo lugar, que en su predicación y testimonio, la comunidad de discípulos se identificó públicamente con el predicador galileo que había sido crucificado: sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano (Hch 4.10).
10 Actualmente ocurre lo mismo. Los enfermos de sida, los homosexuales, los drogadictos, las prostitutas, los minusválidos y los delincuentes, entre otros marginados, están presentes en todos los sectores sociales. También en este tiempo, entonces, la marginalidad constituye un problema complejo que cruza fronteras de todo tipo.
11 La palabra griega ptojós que aparece 34 veces en todo el Nuevo Testamento, se refiere mayormente al indigente, carente de lo necesario para vivir (Gutiérrez 1988: 425). Este término es utilizado diez veces en el Evangelio de Lucas para designar a aquellas personas que viven en una situación social caracterizada por la carencia o ausencia de bienes materiales (4.19; 6.20; 7.22; 14.13, 21; 16.20, 22; 18.22; 19.8; 21.3). En contraste con los evangelios de Marcos y Mateo en los que el término ptojós aparece cinco veces, en Lucas ocurre diez veces.
David Bosch afirma que en Lucas la pobreza es primariamente una categoría social y ptojós es usualmente un término colectivo para todos los que se encuentran en una situación de desventaja (Bosch 2000: 130–131). Beda Rigaux, por su parte, afirma que: «el pobre que Lucas magnifica no es el que lo es en espíritu. Es el que está verdaderamente en la necesidad y que es despreciado a causa de su condición material […] Los pobres son los que tienen hambre ahora (Lc 6.20–21; 24–25) […]» (Rigaux 1973: 299).
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