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El segundo género de conocimiento, dice Deleuze (2005), es el conocimiento de las relaciones, de su composición y descomposición; es decir, de las relaciones que componen al individuo y las que componen otros cuerpos, y cómo es posible que estas se vinculen. Va más allá de los efectos que produce un cuerpo en otro, porque al conocer las relaciones que los componen se saben las razones por las cuales una infinidad de partes extensivas le pertenecen a uno y no a otro. Con ello, se conocen las causas por las que un encuentro entre cuerpos produce un efecto particular. Así, este segundo género de conocimiento genera ideas adecuadas, pero ¿cómo opera?
Las partes extensivas no solo son extrínsecas en relación las unas con las otras, sino que no hay nada que las conecte en esencia: son radicalmente extrínsecas. ¿Qué las hace un conjunto? “Esas partes están determinadas siempre desde el afuera a entrar en tal o cual relación que me caracteriza” (Deleuze, 2005, p. 134). Por esta razón, la relación aparece al conocer de qué manera afecta las partes de un cuerpo el contacto con otro, al comprender las causas por las cuales se produce un efecto y no otro. Por este medio se conocen las relaciones que componen a uno y otro; para ello deben elaborarse ideas nociones, ¿cómo se hace esto?
Las ideas nociones2 se elaboran a partir del contacto con otro cuerpo que le afecta de forma alegre, que aumenta su potencia de actuar. Una vez que la razón asocia el afecto alegre con la imagen de “cosa” que compone al individuo, la realización de la potencia le impulsa a mantener el contacto y la duración de este ayuda a formar una idea de aquello que se tiene en común con ese cuerpo, del por qué tal contacto produce alegría, por qué se produce un efecto y no otro. Así, el individuo conoce las relaciones que lo componen y cómo le es posible relacionarse compositivamente. Este conocimiento le permite iniciar otros contactos con una idea sobre cómo presentarse ante el otro cuerpo para lograr con él relaciones de composición. Con estas primeras nociones comunes y sus afectos alegres se forman otras nociones comunes, más generales, que abarcan incluso a cuerpos que no convienen con el propio (Deleuze, 2009) en un ciclo que supone un cierto movimiento en favor de la compresión de la potencia. Esto quiere decir que en la medida en que el hombre se sumerge en la experiencia de los contactos adquiere “una especie de sentido del ritmo, de la rítmica” (Deleuze, 2005, p. 136), un saber hacer, una cierta sabiduría sobre su potencia:
Mientras ustedes no sepan cuál es el poder de ser afectado de un cuerpo, mientras lo aprenden al azar de los encuentros no tendrán una vida prudente, no tendrán la sabiduría. Saber de qué eres capaz. No como una cuestión de moral, sino ante todo como una cuestión física, del cuerpo y el alma. (p. 179)
El primer y el segundo género de conocimiento pueden observarse en una típica película de acción como Hancock del director Peter Berg (2008). La historia muestra a un hombre, John Hancock (interpretado por Will Smith), con características de superhéroe —fuerza extraordinaria, capacidad de volar, etc.— que no logra establecer relaciones de composición con los ciudadanos de Los Ángeles (Estados Unidos) a quienes ayuda. Las personas observan a un héroe torpe que causa daños materiales y perjuicios, mientras Hancock solo reacciona ante los acontecimientos y encuentros sumido en el primer género de conocimiento; la impopularidad que se gana lo hunde más en la torpeza. El héroe, al no conocer más que los efectos que los acontecimientos producen en él, se queda con los afectos tristes —aquellos que disminuyen su potencia de actuar— y es incapaz de establecer relaciones de composición. Su incapacidad surge de no comprender por qué los acontecimientos ocasionan en él esos efectos.
Un día cualquiera, Hancock le salva la vida al relacionista público Ray Embrey (interpretado por Jason Bateman), quien se empecina en darle orientación para un cambio de imagen. Hancock experimenta la vía propuesta por Embrey porque su relación con él fluye de manera alegre —incrementa su potencia de actuar—. A partir de este encuentro alegre, Hancock se encamina en ese “saber hacer” que lo potencia. Aprende a presentarse ante los demás de forma compositiva hasta convertirse en un verdadero héroe. El encuentro le genera afectos alegres a partir de los cuales produce las nociones comunes con las que aprende a fluir alegremente. En ese punto, se ubica en el segundo género de conocimiento.
El tercer género de conocimiento implica ir más allá de las relaciones y sus posibles composiciones, porque se define en la búsqueda de la intuición de la esencia. Las relaciones que caracterizan al individuo expresan su grado de potencia, su esencia; pero el grado que le corresponde solo puede intuirse en la instantaneidad de la oposición a otros cuerpos más o menos potentes que el suyo (Deleuze, 2005). Y tal oposición es el esfuerzo que realiza un cuerpo para lograr que las partes extensivas de otro efectúen su relación, como una apropiación de las partes del otro, esfuerzo que hacen ambos en tanto perseveran en lo que son. Ejemplo de ello es el encuentro de un antibiótico y una bacteria. De acuerdo con IntraMed (2009), los antibióticos son “drogas producidas por un microorganismo, que inhiben el desarrollo o provocan la muerte de otros microorganismos”. En este ejemplo, una potencia —el antibiótico— trata de apropiarse de las partes extensivas de otra. La potencia de cada uno de estos cuerpos sale a la luz en el encuentro y es allí donde el antibiótico mide su efectividad para apropiarse de las partes del otro microorganismo. En la oposición se miden las fuerzas y se conoce la intensidad de la potencia, la esencia. En otras palabras, en la experiencia de la oposición el individuo conoce instantáneamente lo que puede hacer y padecer su cuerpo, qué tan efectivo es el antibiótico. Para alcanzar las ideas adecuadas propias del tercer género de conocimiento debe comprender lo que tiene en común con el cuerpo que lo afecta. Según Deleuze (1975), se conoce primero la relación que compone al cuerpo antes de conocer su esencia y esto puede indicar que en la oposición de los cuerpos se experimentan en un instante los tres géneros de conocimiento.
1 Deleuze (2005) usa sin distinción los términos partes extensivas y cuerpos simples para denominar aquello que compone al individuo. Así, este es un conjunto infinito de cuerpos simples igual que de partes extensivas.
2 Este concepto, así como todos los referentes a los géneros de conocimiento, surge de la lectura que hace Deleuze de Spinoza. Sin embargo, al denotar en la mayoría de los casos matices diferenciales del concepto original, se ha asumido para efectos de este trabajo que es Deleuze quien provee los conceptos.
Capítulo 3 El individuo: instantáneo y simultáneo
Desde el punto de vista deleuziano, instantaneidad y simultaneidad son dos cualidades fundamentales del cuerpo, bien si este se esboza a partir de las tres dimensiones que le coexisten o de los tres tipos de líneas que se entrecruzan sin cesar en él.
Considerar tres dimensiones (potencia, conjunto de partes extensivas y relación) implica una división meramente formal y comprensiva porque son aspectos que coexisten y se interrelacionan motivados por los afectos a los cuales están sometidos los cuerpos. Esos afectos se generan en el devenir en el que se sumergen los cuerpos, provocando un movimiento por el que el individuo deviene en tal o cual cosa en un instante y en otra al instante siguiente, correlativa en cada momento a los afectos que sufre en ese segundo instante. De allí que para determinar las características del individuo en función de dimensiones sea necesario referirse a un instante dado.
Para Deleuze (2005), el individuo coincide con un cuerpo: un conjunto infinito de partes extensivas. Se constituye así como cuerpo complejo a la vez que sus partes lo hacen como cuerpo simple. Los cuerpos simples son términos que no pueden dividirse y que solo existen colectivamente en conjuntos infinitos. Por tanto, no se habla de cuerpo simple, sino de conjunto infinito de cuerpos simples como expresión de la individualidad. Por ejemplo, no puede hacerse referencia a una parte infinitamente pequeña de hidrógeno como si fuera este elemento químico, porque esta tiende a desaparecer. Pero sí puede considerarse un conjunto infinito de partes de hidrógeno como este. Por otro lado, este cuerpo complejo que es el individuo está compuesto por partes de diversa naturaleza. En su configuración, un hombre como individuo incluye músculos, huesos, su pasado, su familia, sus amigos, etc., y en esto consiste su primera dimensión: un conjunto infinito de cuerpos simples que se llaman también partes extensivas, debido a su absoluta exterioridad.
Los cuerpos simples no tienen interioridad, solo reaccionan unos sobre otros sosteniendo relaciones extrínsecas. Como conjunto, establecen una relación de movimiento y reposo que hace que este le pertenezca a un individuo y no a otro. La relación bajo la cual se subsumen estos cuerpos simples permite distinguir un individuo de otro. Deleuze (2005) ofrece un ejemplo: la relación entre el conjunto de las partes infinitamente pequeñas de quilo y el de las partes infinitamente pequeñas de linfa constituye la sangre, es decir, quilo y linfa componen la sangre a través de la relación que se establece entre sus conjuntos infinitos de cuerpos simples. El ejemplo ilustra cómo conjuntos de diferente naturaleza se conectan en un mismo individuo. Pero, además, en un hombre confluyen el conjunto que compone la sangre y el que compone los músculos, el que forma sus emociones, etc. Todos establecen una específica relación de movimiento y reposo que los hace pertenecer a Juan Pérez y no a otro. Los conjuntos establecen entre sí una única y especial relación. Y en eso consiste la segunda dimensión de la individualidad, en la relación característica en la que se expresa cada individuo.
Ahora, si la relación distingue a un individuo de otro, ¿cómo se distingue una relación de otra? Para Deleuze (2005), los conjuntos infinitos tienen potencias diferentes: potencia de ser y hacer, de padecer y actuar, de existir. La potencia diferencia un conjunto infinito de otro porque la relación que caracteriza un cuerpo expresa su potencia, su esencia singular. Y ningún cuerpo se expresa bajo la misma relación que otro, ninguno puede hacer o padecer las mismas cosas que otro.
A cada individuo le corresponde un grado de potencia que lo caracteriza. Esta potencia se manifiesta con una determinada intensidad que hace referencia a una variación entre el poder de actuar y el poder de padecer que se efectúa “en razón inversa, pero cuya suma es constante y constantemente efectuada” (Deleuze, 1975, p. 87). Al aumentar la potencia de actuar disminuye la potencia de padecer y viceversa. La potencia se ejerce con más o menos intensidad en un momento dado, de acuerdo con las afecciones que sufra el cuerpo; sin embargo, su capacidad, su potencia, es la misma. Lo que varía es la potencia de actuar y a esto hace referencia el movimiento. Dice Deleuze: “El movimiento no va de un punto a otro, sino que se crea más bien entre dos niveles como una diferencia de potencial” (Deleuze y Parnet, 2004, p. 37).
La película Diario de un escándalo (Notes on a scandal)1 ilustra este punto. La coprotagonista, Barbara, es lesbiana y ejerce como maestra en un colegio público. Normalmente, en el trabajo no manifiesta su orientación sexual, pero la presencia de Sheba, la nueva profesora de arte, despierta su libido. A pesar del pudor que le exige su profesión, los afectos que le produce Sheba la llevan a mostrar cambios en la intensidad con la cual se expresa como lesbiana a lo largo de la historia. Lo que sucede es que su potencia de actuar como lesbiana varía en intensidad de acuerdo con las circunstancias que la envuelven a cada instante. Barbara no es más o menos lesbiana: su capacidad de actuar como tal ha variado en intensidad. En este sentido, Deleuze (2005) expone:
Cada vez que una afección efectúa mi potencia, la efectúa tan perfectamente como puede, tan perfectamente como es posible. Lo hace tan perfectamente como puede en función de las circunstancias, en función del aquí y el ahora. Efectúa mi potencia aquí-ahora en función de las cosas. (p. 87)
El grado de potencia que configura a Barbara, incluye, entre otras cosas, su potencia de actuar como lesbiana en un grado que solo le corresponde a ella como individuo. También incluye su potencia de actuar como profesora en un grado igualmente particular, etc., así se configura la tercera dimensión del individuo: la potencia como esencia singular.
Las tres dimensiones coexisten porque la relación aglutina los cuerpos simples y expresa la potencia. Se manifiestan de manera instantánea debido a que las afecciones producen efectos instantáneos, es decir, que tienen la misma duración que el afecto en los cuerpos; cosa que permiten que se manifieste —también instantáneamente— una posibilidad de modo de ser que reposa en la potencia que es el cuerpo mismo. Así, las tres dimensiones son inseparables. Se habla de individuo porque la relación aglutina las partes extensivas que le constituyen de manera particularísima y está claro que, en cuanto cuerpo, coexisten en él las tres dimensiones. De allí que se hable del individuo simultáneo, quien se constituye como instantáneo porque fluye en el devenir de la vida, donde los afectos le producen, de manera instantánea, cambios en su potencia de actuar.
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