El mundo indígena en América Latina: miradas y perspectivas

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38 Véanse los trabajos de Eduardo Natalino dos Santos, Deuses do México Indígena: Estudo Comparativo entre Narrativas Espanholas e Nativas, Sao Paulo, Palas Athena, 2002, y Tempo, Espaço e Passado na Mesoamérica: O Calendário, a Cosmografia e a Cosmogonia nos Códices e Textos Nahuas, Sao Paulo, Alameda, 2009.
39 Título original: Kings of the Sun [Los reyes del Sol], dirección: J. Lee Thompson, Estados Unidos, Mirisch Corporation, 1963 (108 min, son., color).
40 Apocalypto, dirección: Mel Gibson, Estados Unidos, lcon Produtions/Touchstone Pictures, 2006 (139 min, son., color).
41 Nicole Sperling, “With help from a friend, Mel cut to the chase”, The Washington Post, 15 de diciembre de 2006, apud “Apocalypto”, Wikipedia: The Free Encyclopedia, 18 de marzo de 2018. Disponible en: https://en.wikipedia.org/wiki/Apocalypto. Consulta: 20 de marzo de 2018.
42 Información extraída de “‘Apocalypto’ Vira Joia da Pirataria no México”, Folha de S.Paulo, 18 de diciembre de 2006, Ilustrada. Disponible en: http://www1.folha.uol.com.hr/folha/ilustrada/ult90u67054.shtml. Consulta: 10 de enero de 2018.
43 Eduardo Simões, “‘Apocalypto’ Usa Língua Maia Viva”, Folha de S.Paulo, 21 de diciembre de 2006, ilustrada. Disponible en: http://www1.folha.uol.com.br/folha/ilustrada/ult90u67101.shtml. Consulta: 10 de enero de 2018. Al respecto, Eduardo Simões destaca: “En tono de broma, la crítica del New York Times dice que el verdadero idioma del filme es el de Hollywood, el idioma materno de Gibson. El director, que usó hebreo, latín y arameo en ‘La Pasión de Cristo’, dice que de nuevo renunció al inglés por pensar que un idioma extranjero ‘interrumpiría la realidad del público’ y lo colocaría ‘en medio del mundo de la película’”.
44 Reed Johnson, “Mel Gibson’s Latest Passion: Maya Culture”, Los Angeles Times, 29 de octubre de 2005. Disponible en: http://articles.latimes.com/2005/oct/29/entertainment/et-mel29. Consulta: 10 de enero de 2018.
45 Cfr. Wilson Roberto Vieira Ferreira, “‘Apocalypto’: Como Explicar o Fim da Civilização Maia?”, Cinema Secreto: Cinegnose, 3 de agosto de 2017. Disponible en: http://cinegnose.blogspot.com.br/2017/08/apocalypto-como-explicar-o-fim-da.html. Consulta: 10 de enero de 2018.
46 Idem.
47 El periódico The Washington Post informó que los famosos murales de Bonampak se alteraron digitalmente para que mostraran a un guerrero con un corazón humano que salpica, lo cual no existe en el original. Cfr. William Booth, “Culture shocker”, The Washington Post, 9 de diciembre de 2009. Disponible en: http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2006/ 12/08/AR2006120801815_pf.html. Consulta: 10 de enero de 2018.
48 “Kulkucán (‘Serpiente Emplumada’), una divinidad esencialmente benévola, es la versión maya del dios azteca Quetzalcóatl, cuyo nombre significa lo mismo. Según la mayoría de los expertos, después de haber caído en desgracia en la ciudad de Tula, donde fungirá como rey-sacerdote, Quetzalcóatl migró hacia tierras mayas, donde asumió la identidad de Kukulcán. Esta versión, sin embargo, es cuestionable, ya que las dos serpientes emplumadas tienen temperamentos radicalmente diferentes: Quetzalcóatl –al menos en su encarnación tolteca– se presenta como un dios pacífico y enemigo de los sacrificios humanos, mientras que el Kukulcán maya se revela como un dios guerrero y promotor de hecatombes sangrientas. Como vimos en el relato sobre Quetzalcóatl, el supuesto carácter manso del rey tolteca podría ser sólo una mistificación promovida por los misioneros españoles con el fin de volverlo una especie de precursor indígena de la ‘verdadera fe cristiana’. Lo más probable es que Quetzalcóatl haya sido un rey o sacerdote glorificado por la leyenda que, tras caer en desgracia, migró a tierras mayas en las que, con el nombre de Kukulcán, continuó siendo lo que siempre fue: un rey guerrero promotor de sacrificios humanos. El culto a Kukulcán tuvo particular magnitud en la ciudad de Chichén ltzá, situada en la península de Yucatán, durante el llamado ‘renacimiento maya’ (siglos X y XII d.C.). En esa época, emigrantes toltecas invadieron las tierras mayas y establecieron, de manera preponderante, el culto a la ‘estrella de la mañana’ (Kukulcán se asocia con el planeta Venus). Esto no significa que se afirme que los mayas no conocieran a este dios, ya que la Serpiente Emplumada es una de las divinidades más antiguas de América Central y aparece en el panteón de los dioses mesoamericanos bajo las más diversas denominaciones (Gukumatz y Tohil, por ejemplo). Los expertos todavía no han confirmado que Kukulcán sea la divinidad que rige los vientos: algunos afirman que el dios maya de los vientos es un mero desdoblamiento del dios de la lluvia, Chac, pero la tradición suele otorgarle esa naturaleza”. Cfr. A. S. Franchini, As Melhores Histórias das Mitologias Asteca, Maia e Inca, Porto Alegre, Artes e Ofícios, 2014, pp. 276-277.
49 Los comentarios críticos de la película y las intervenciones de los especialistas en la civilización maya divulgadas en la prensa fueron extraídas de la entrada “Apocalypto”, op. cit.
50 Idem.
51 Idem.
52 Cfr. Laurence Bergreen, Colombo: As Quatro Viagens, trad. Débora Landsberg y Michel Teixeira, Río de Janeiro, Objetiva, 2014. Véase, en particular, “Parte Quatro: Recuperação”.
53 Los comentarios críticos de la película se tomaron de la nota “Apocalypto”, op. cit.
LOS INCAS*
Vicente Rojas Escalante**
Es para mí un honor tener la oportunidad de dirigirme a ustedes, en este importante centro académico, como lo es el Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de São Paulo (IRI-USP), a fin de hacerles una breve presentación de la civilización inca, una de las más importantes de la América precolombina. En tal sentido, agradezco la invitación efectuada.
Hoy en día, Brasil y Perú son países emergentes, con prosperidad y crecimientos económicos, con modernidad y con oportunidades, retos y problemas más o menos similares. Les pido un esfuerzo intelectual para trasladarnos en el tiempo unos quinientos años atrás y despojarnos, parcialmente, de algunas categorías o conceptos occidentales.
Cuando los europeos llegaron a América, encontraron un continente nuevo, muy extenso, habitado por distintos pueblos, con distintos grados de desarrollo, entre los que se destacaban, en ese momento, dos grandes civilizaciones: al norte, en México, los aztecas, sobre quienes nuestra ilustre colega ha disertado de manera elocuente; y al sur, en el actual Perú y países vecinos, los incas. Veamos en primer lugar el contexto en que aparecen y se desarrollan los incas. Ustedes, como miembros del IRI-USP, saben apreciar lo importante de la comprensión del espacio y del tiempo para la comprensión y el conocimiento de una realidad geopolítica.
Si contemplamos un mapa físico de Sudamérica, encontraremos dos grandes áreas geográficas: la Amazonia y los Andes. La Amazonia es como un gran centro verde de Sudamérica, mientras que la cordillera andina es como una columna vertebral que articula toda el área occidental sudamericana, separando las cuencas hidrográficas del Pacífico y del Atlántico. De los Andes surgen los ríos que bañan la desértica costa peruana, así como también surgen los orígenes del Amazonas.
De las civilizaciones amazónicas no sabemos mucho, quizás por lo agreste de su geografía y clima y por el hecho de que los ríos cambian de cauce, inundando tierras eventualmente ocupadas por el hombre o alejándose de ellas, obligando a su abandono. Sin embargo, los arqueólogos nos aportan nuevos conocimientos y descubrimientos. Es así, por ejemplo, que los arqueólogos Francisco Valdez, ecuatoriano, y Quirino Olivera, peruano, han descubierto una civilización precolombina en la selva alta peruano-ecuatoriana, con una cerámica desarrollada muy anterior a la de otras civilizaciones andinas y además han confirmado el origen amazónico del cacao, con vestigios cuya datación es anterior a los indicios más antiguos hallados en México, a lo cual haremos luego referencia. Sabemos que hubo también una importante interrelación cultural entre los Andes y la Amazonia. Elementos amazónicos, especialmente de la fauna, aparecen representados en textiles, cerámica y templos de las antiguas civilizaciones peruanas.
En el área andina y en la costera, al occidente de los Andes, florecen muchas civilizaciones o culturas, de las cuales los incas constituyen la última y por ello la más conocida. Pero son muchas.
Si del mapa sudamericano pasásemos a apreciar un mapa del Perú, encontraremos un país con tres grandes regiones geográficas: una costa desértica, salpicada por unos 40 ríos, con sus respectivos valles y vinculada a un mar de aguas frías en su mayor parte, unos de los más ricos del mundo; una región andina, conocida como la Sierra, conformada por la cordillera andina, con más de 50 montañas que superan los cinco mil metros y cañones profundos como el del Colea, uno de los mayores del mundo, sobre los que extiende sus alas un importante elemento de la cosmogonía andina: el cóndor; y el altiplano, situado al sur en donde destaca el lago Titicaca, el lago navegable más alto del mundo; al este, tenemos la región amazónica, más de la mitad del país, formada por la selva alta y la selva baja, surcada por grandes ríos como el Ucayali y el Marañón que, al unirse, forman el Amazonas, que sigue su curso atravesando el Brasil hasta desembocar en el Atlántico. Los estudiosos distinguen 11 pisos altitudinales y señalan que en el Perú se encuentran 87 de los 117 microclimas en el mundo, lo que explica una gran biodiversidad. Fue en ese contexto en el que se desarrollaron las civilizaciones precolombinas y la inca. Y, como sucede con toda civilización, surgió una interacción entre el espacio y quienes lo habitan, adaptándose al mismo.
Esa adaptación no resulta fácil. A las grandes distancias en línea recta se suma el hecho de que la orografía obliga a tener que subir y bajar las montañas, multiplicando las distancias. Aún hoy, con los avances de la modernidad, con carreteras y vehículos, resultan difíciles las comunicaciones y, en ciertas épocas del año, son prácticamente imposibles. Imaginémonos lo que fue en tiempos de los incas, sin caballos y sin la rueda.
Reseñado el tema del espacio, veamos sucintamente, el del tiempo. Existen numerosas cronologías de los Andes centrales en la antigüedad precolombina y del antiguo Perú. Una cronología de las civilizaciones precolombinas, básicamente andinas y costeñas, nos presenta cinco grandes etapas:
1 PALEOAMERICANO –etapa entre los 11000 y 7600 años a.C.
2 ARCAICO – etapa entre los 7600 y los 2700 años a.C.
3 FORMATIVO –etapa entre los 2700 y los 200 años a.C.
4 DESARROLLOS REGIONALES –etapa entre los 200 años a.C. y los 900 años d.C.
5 REINOS –etapa entre los 900 y 1532 años d.C.
Entre esas culturas antiguas que conforman un pasado milenario, podemos destacar varias, como chavín, mochica, chimú, nazca, paracas, tiahuanaco, wari, entre las más conocidas, y otras de carácter más local, como lima, recuay, chanca, virú, vicús, entre otras.
Su legado es muy rico: en cerámica, orfebrería, textilería, ingeniería de riego, infraestructura. Podemos citar las líneas de Nazca, visibles sólo desde el cielo, las construcciones de Chavín de Huántar, los mantos paracas, la tecnología para el tratamiento del oro que superaba a la europea, entre otros legados. Entre los descubrimientos más notables mundialmente en el último cuarto del siglo XX, tenemos, por ejemplo, el hallazgo del Señor de Sipán, por parte de Walter Alva y su equipo, complementado por el del Señor de Sicán. Sipán y sicán son dos culturas precolombinas peruanas de las que antes muy pocos conocían.
Esas civilizaciones se fueron sucediendo en el tiempo y en el territorio, a lo largo de periodos denominados horizontes, y periodos intermedios. Tenemos así tres horizontes (temprano, medio y tardío) con dos periodos intermedios (temprano y tardío). En toda esa larga sucesión cultural, los incas ocupan el horizonte tardío, el último escalón. La riqueza precolombina se aprecia en los miles de sitios arqueológicos existentes en el Perú.
Los incas surgen en el siglo XIV, en el altiplano andino, a orillas del lago Titicaca. Sobre su origen existen dos leyendas. Cuenta una de ellas que Manco Cápac y su esposa Mama Ocllo salen del lago Titicaca y van caminando con una vara de oro, y en donde dicha vara se hundiese habrán de fundar un imperio. Luego de mucho caminar llegan al pie de la montaña Huanacaure, en donde se hunde la vara y fundan la ciudad del Cuzco, capital de los incas; Manco Cápac forma a los hombres en las artes de la caza y de la guerra, mientras que su esposa forma a las mujeres en las tareas del campo y del hogar. La otra leyenda relata que los cuatro hermanos Ayar, acompañados de sus respectivas esposas, salieron de la cueva de Pacaritambo y viajaron en busca de un lugar para establecerse. En el camino surgieron algunas divisiones, siendo Manco Cápac o Mama Huaco, según cual versión elijamos, quien hundió la vara en el Cuzco. Ambos mitos recogen la idea del origen no cuzqueño de los incas y de su carácter civilizador. Es así que un pueblo inicialmente pequeño, de poca significancia, un curacazgo más de los tantos que había en los Andes, se transformará, en apenas cien años, en uno de los imperios más grandes del mundo.
Ese fenómeno histórico y cultural de los incas ha llamado la atención de muchos estudiosos y hombres de ciencias y de letras a lo largo de los últimos 500 años. Tenemos en primer lugar a los cronistas españoles: Pedro Cieza de León, Juan de Betanzos, José de Acosta, Pedro Sarmiento de Gamboa, Francisco de Jerez, Pedro Sánchez de la Hoz, Miguel de Estete, entre otros. Podemos citar también, en el siglo XIX, al estadounidense William Prescott y al alemán Alexander von Humboldt. Entre los estudiosos modernos peruanos tenemos a Julio César Tello, Franklin Pease, María Rostworowski, Luis Guillermo Lumbreras, entre otros.
En un campo más creativo, al italiano Emilio Salgari, quien escribió la novela fantasiosa El tesoro de los incas, hasta los estudios de Disney y de Hollywood, que nos presentan las aventuras del emperador Kuzco o las de Indiana Jones, por no citar una película de Charlton Heston con la gran cantante peruana Yma Sumac. Esas citas, que pueden parecer anecdóticas, nos presentan en el fondo problemas epistemológicos que competen a historiadores, arqueólogos y estudiosos de las relaciones internacionales: el de la comprensión de un pueblo distinto, el del imaginario colectivo, el de discernir entre realidades y mitos, distorsiones y fabulaciones, el de los lugares comunes e interpretaciones.
La historiografía de los incas ha atravesado por diversas etapas, desde el positivismo, con una lectura literal de las crónicas, hasta un estudio crítico de las mismas, pasando por interpretaciones marxistas, estructuralistas y etnohistóricas. La historiografía actual incluye estudios multidisciplinarios y ya desde 1946, con los trabajos de John Howland Rowe, se efectúa un cotejo entre los escritos de las crónicas y el trabajo arqueológico.
Tenemos en primer lugar el caso de los cronistas españoles, que fueron testigos directos del esplendor inca y que fueron quienes recogieron, por primera vez de manera escrita, su historia, usos, costumbres, etc., junto con su interpretación de todo ello. Eso es importante para ustedes, que estudian relaciones internacionales. Los europeos que llegaron al antiguo Perú interpretaron a la civilización inca en función de su propio bagaje cultural, de su propia perspectiva de ver el mundo. Hablan de rey inca, de Imperio Inca, trasladan categorías y conceptos europeos para describir, interpretar y entender una realidad distinta. Asimismo, debemos tener en cuenta que los cronistas no son todos contemporáneos. Los cronistas de Jerez, de Estete, Cristóbal de Mena, Sánchez de la Hoz, de Guzmán y de Trujillo son soldados y narran la conquista del Perú, proceso del cual son partícipes, entre los años 1532 y 1537. Cieza de León y Betanzos son pretoledanos, esto es, escriben entre 1550 y 1568, fecha de la llegada del virrey Toledo, mientras que Sarmiento de Gamboa y José de Acosta son toledanos. Las crónicas toledanas constituyen informes amplios, con entrevistas a numerosos testigos de lo que fue el incario y obedece a un propósito de comprensión del Estado y cultura incas, de utilidad para la organización del virreinato. La distancia temporal con el fin del incanato y los propósitos de las crónicas son factores que inciden en su elaboración y perspectivas, junto con otros como la formación de los cronistas, distinta según sean soldados, sacerdotes u otros.
Ello se ve matizado por los primeros cronistas mestizos: el Inca Garcilaso de la Vega, autor de los Comentarios reales de los incas, y Felipe Guamán Poma de Ayala, autor de Nueva crónica y buen gobierno. A este último, no obstante ser nativo, le incluimos como mestizo al escribir en español y utilizar conceptos occidentales junto con aquellos originarios. El equivalente mexicano del Inca Garcilaso fue Fernando Alvarado Tezozómoc.
Inca Garcilaso de la Vega, hijo de una ñusta, princesa inca, y de un conquistador, pariente del poeta español Garcilaso de la Vega, fue creado por su familia materna y recoge en su obra una visión de los incas que busca reivindicar los grandes logros y los mejores valores de su pueblo, lo que es entendible de su posición de descendiente de la nobleza inca y de perteneciente a dicha nación. Algo similar realizaría en México Fernando Alvarado Tezozómoc, con su Crónica mexicana. Ambos escritores son mestizos de raza, de lengua, de psicología, y habitando entre dos mundos reivindican su propio pasado y lo contrastan con la versión española, particularmente la del cronista José de Acosta, en su Historia natural y moral de las Indias. Aunque en el caso de Inca Garcilaso de la Vega con una prosa más pulida y elegante, desde una perspectiva propia del humanismo. Se origina así, un proceso de transculturación. No tenemos pues una historiografía inicial de los incas que podamos llamar objetiva, aunque eso es tal vez imposible, dada la subjetividad del historiador.
Actualmente se plantean conceptos como el de Estado inca en lugar de imperio. Resulta en todo caso transferir conceptos desde realidades distintas. Los incas en poco más de cien años se expandieron hasta alcanzar una extensión de cuatro millones de kilómetros cuadrados, comprendiendo territorios de los actuales Perú, Bolivia, Chile, Argentina, Ecuador y Colombia. Dicho territorio estaba dividido en cuatro regiones llamadas suyos, las cuales aparentemente daban el nombre al Estado: Tawantinsuyo, país de los cuatro suyos, los cuales tenían como centro la ciudad del Cuzco y estaban comunicados por el Qhapaq Ñan, una red vial de la cual hablaremos luego.
Desde el punto de vista político, los incas eran gobernados por el Sapa Inca o Inca, de quienes dicho pueblo toma su nombre. Se discute el número de incas que gobernaron el imperio. La lista más corriente era de 14. Otros la reducen a 12. Actualmente, se considera que son 13. Sin embargo, otros estudios hacen referencia a una lista mucho más extensa, de hasta 40. María Rostworowski y Franklin Pease desarrollaron la tesis del correinado, basada en las crónicas de Betanzos, es decir, que el incanato estuvo regido no por un rey sino por una diarquía, un Inca principal y uno que conreinaba. Como lo demuestran las obras de los mencionados estudiosos así como la de Liliana Regalado, el tema de la sucesión incásica es complejo y responde a criterios distintos de aquellos occidentales. Las normas sucesorias no eran claras y el más hábil de los pretendientes tenía la posibilidad de coronarse Inca. Intervenían en ello diversos factores, como la preparación que le brindaba su madre, las alianzas a nivel de las panacas –familias reales–, el triunfo en competencias rituales, incluso la intervención de las momias de los incas anteriores.
En todo caso, sabemos que el primer inca fue Manco Cápac. El último fue Atahualpa, aunque se discute si formalmente puede ser considerado así, al no haber ceñido en su frente la mascaypacha –borla real–, es decir, al no haber sido coronado formalmente.
Los incas, con las familias de la nobleza denominadas panacas, conformaban dos grandes grupos, sucesivos en el tiempo. El primero era el de los incas del Hurin Cuzco o Bajo Cuzco, que comprendía a los cinco primeros Incas; el segundo grupo correspondía al Hanan Cuzco o Alto Cuzco y comprendía seis incas. A esos dos grupos se agregan los hermanos Huáscar y Atahualpa. De todos ellos el más destacado fue el inca Pachacútec, que significa “el transformador del mundo” o “el que cambia el curso de la tierra”, el noveno inca. Su nombre completo era Pachacútec Inca Yupanqui. Él fue quien más extendió el imperio, quien le dio una mejor organización, quien creó Machu Picchu.
El sistema político era autocrático o autoritario. El Inca tenía un poder absoluto. Sus familiares, conformaban la panaca del inca y constituían la nobleza. El inca tenía derecho a recibir tributos y era considerado como hijo del Sol, es decir, tenía un carácter divino. Ningún mortal podía mirarle a los ojos. Su saliva era recogida en las manos de su súbdito. Era también el jefe militar.
Se ha discutido largamente sobre el tipo de régimen o gobierno político del Estado inca. Hay autores, como Luis Valcárcel o José Carlos Mariátegui, que sostienen la existencia de un socialismo incaico, en razón al sistema de distribución y trabajo de la tierra, a que la propiedad privada estaba limitada al Inca y la nobleza, y a que la libertad individual no era un valor en tal sociedad, aunque lo discutiremos al final. El padre José de Acosta, uno de los cronistas, señaló que era un pueblo esclavizado pero feliz; conclusión que es discutida por estudiosos como Louis Boudin, quien consideró que el Estado incaico era un régimen despótico-benefactor.1 Otros autores, como Choy, Lumbreras y Valdivia, lo consideraron como un Estado esclavista.
La organización social se basaba en los ayllus, comunidades locales de varias familias, que trabajaban las tierras. Las tierras se dividían en tres: tierras del Sol, del Inca y del Ayllu. Se trabaja la tierra, así como la construcción de grandes obras, como acueductos, puentes y caminos, mediante sistemas colectivos o comunitarios de trabajo, llamados minka y mita. La sociedad se dividía en clases y era jerarquizada.
Los incas mantenían el control social, político y económico de diversas etnias y un control vertical de los distintos pisos ecológicos, como John Murra señala. El modelo económico debe ser apreciado por la inexistencia del dinero y del mercado. El sistema de producción cubría todas las necesidades materiales básicas del ser humano. La actividad principal fue la agricultura. Domesticaron una gran variedad de plantas y animales, entre los cuales podemos mencionar: la papa o patata, el maíz, la quinua, la coca, el ají, entre las plantas; y la llama, la vicuña, la alpaca y el cuy o cobaya entre los animales.
El ejército inca, liderado por el Inca, estaba conformado por grupos de 10, 50, cien, mil, 10 mil hombres. Cada etnia estaba liderada por sus propios jefes y no se mezclaban entre sí. En las batallas se configuraban en tres divisiones. La disciplina militar era rígida. ¿Cómo se articularon la expansión y el desarrollo económico? María Rostworowski señala que
[...] en un desarrollo tan explosivo del Estado, las dificultades que se presentaron fueron grandes, motivadas por el desconocimiento de la moneda y la falta de escritura. Estos impedimentos fueron superados gracias al sistema de la reciprocidad y al empleo del ábaco (yupana) y del quipu –o conjunto de cordeletas de distintos colores y largos, con diferentes nudos que poseían un significado especial.2
Así, el sistema de la reciprocidad suponía el “ruego” y la “dádiva” y permitía atender la población; además, “El sistema de la reciprocidad evitó, en la mayoría de los casos, los enfrentamientos militares. Sin embargo, este método trajo consecuencias no previstas”,3 pues el Estado se veía presionado a atender los requerimientos de los pequeños reyes y señores y de numerosos jefes militares, lo que significó que, “Para la economía inca, la reciprocidad fue como una vorágine perpetua cuyo paliativo de nuevas conquistas y anexiones territoriales traían como resultado una creciente necesidad de aumentar ‘ruegos’ y ‘dones’”.4 El gobierno detentaba la propiedad de la fuerza de trabajo, la posesión de tierras y los hatos de camélidos.