Deseada

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Caleb tragó saliva y asintió con la cabeza, estaba demasiado abrumado por la pena que ni siquiera podía hablar.
"Y siento lo de Sera," añadió Caitlin. "Nunca tuve la intención de meterme entre los dos."
"No te disculpes", dijo. "No tiene nada que ver contigo. Era algo entre ella y yo. No estábamos destinados a estar juntos. Fue un error desde el principio."
"Bueno, y siento por lo que pasó en Nueva York", agregó, sintiéndose aliviada al sacarlo de su pecho. "Nunca te habría apuñalado si hubiera sabido que eras tú. Te lo juro, pensé que eras otra persona, fue un cambio de forma. Nunca en un millón de años pensé que eras tú."
Sintió que se resquebrajaba al pensarlo.
Él se detuvo, la miró y la tomó de los hombros.
"Nada de eso importa ahora", dijo con seriedad. "Has regresado para salvarme. Y sé que lo hiciste a un gran costo. Podría no haber funcionado. Y arriesgaste tu vida por mí. Y renunciaste a nuestro hijo por mí ", dijo, mirando hacia abajo de nuevo con un dolor momentáneo. "Te quiero más de lo que podría decirte", dijo, sin dejar de mirar el suelo.
Él la miró con los ojos húmedos.
En ese momento, se besaron. Ella sintió que se derretía en sus brazos, sintió que todo su mundo se relajaba, mientras se besaban por lo que parecía una eternidad. Era algo extraordinario que le ocurría junto a él, y en cierto modo, sentía que lo estaba conociendo por primera vez.
Finalmente, poco a poco se apartaron, mirándose profundamente en los ojos.
Luego ambos desviaron la mirada con recato, se tomaron de las manos y continuaron su paseo por los jardines, junto al río. Ella veía lo hermoso y romántico que era París y que en ese momento todos sus sueños se estaban haciendo realidad. Eso era todo lo que había querido en la vida. Estar con alguien que – realmente la amara, la amara. Estar en una ciudad tan bonita, en un lugar tan romántico. Sentir que podría tener una vida por delante.
Caitlin sintió el casco enjoyada en su bolsillo y le molestó. No quería abrirlo. Quería mucho a su padre, pero no quería leer una carta de él. Supo en ese momento que no quería continuar con esa misión por más tiempo. No quería correr el riesgo de tener que retroceder en el tiempo otra vez, o tener que encontrar las otras llaves. Sólo quería estar allí, en ese momento, en ese lugar, con Caleb. En paz. No quería que nada cambiase. Estaba decidida a hacer lo que necesitara para proteger su vida juntos, para permanecer juntos. Y una parte de ella sentía que eso significaba renunciar a la misión.
Ella se volvió y lo miró. Estaba nerviosa de decírselo pero sintió que tenía que hacerlo.
"Caleb", dijo, "no quiero buscar más. Me doy cuenta de que tengo una misión especial, que tengo que ayudar a los demás y encontrar el Escudo. Y puede sonar egoísta, y lo siento si lo es. Pero yo sólo quiero estar contigo. Eso es lo más importante para mí ahora. Permanecer en esta época y en este lugar. Tengo la sensación de que si continuamos la búsqueda, vamos a terminar en otro tiempo, en otro lugar. Y podríamos no estar juntos la próxima vez … " Caitlin se detuvo y se dio cuenta de que estaba llorando.
Ella respiró hondo en silencio. Se preguntó lo que pensaba él de ella y esperaba que no la desaprobara.
"¿Me entiendes?", preguntó, tentativamente.
Él se quedó mirando hacia el horizonte, se veía preocupado y, finalmente, se volvió y la miró. Cailtlin se preocupó aun más.
"No quiero leer la carta de mi padre o encontrar más pistas. Sólo quiero que estemos juntos. Quiero que las cosas se queden tal y como están ahora. No quiero que cambien. Espero que no me odies por eso."
"Yo nunca voy a odiarte", él dijo en voz baja.
"Pero no te parece bien", ella preguntó. "¿Crees que debería continuar con la misión?"
Él apartó la mirada, pero no dijo nada.
"¿Qué pasa?", preguntó. "¿Estás preocupado por los demás?"
"Supongo que debería estarlo", dijo. "Y lo estoy. Pero también tengo razones egoístas. Supongo que … en el fondo, esperaba que si encontramos el escudo, de alguna manera podría traer de regreso a mi hijo. Jade."
Caitlin sintió un terrible sentimiento de culpa, al darse cuenta de que él equipataba su abandono de la misión con dejar ir a su hijo para siempre.
"Pero no es así", ella dijo. "No sabemos que el Escudo, si es que existe, vaya a traerlo de vuelta. Pero sí sabemos que si no buscamos, podremos estar juntos. Estoy hablando de nosotros. Eso es lo que más me importa." Hizo una pausa."¿Es eso lo más importante?"
Él miró hacia el horizonte y asintió con la cabeza. Pero no la miró.
"¿O es que sólo me quieres porque puedo ayudarte a encontrar el escudo?", ella le preguntó.
Ella se sorprendió a sí misma por tener el coraje de expresar la pregunta. Era una pregunta que había estado ardiendo en su mente desde que lo había conocido. ¿Él sólo la quería por lo que ella le podía brindar? ¿O la amaba por ella? Ahora, finalmente, había formulado la pregunta.
El corazón le latía con fuerza mientras esperaba la respuesta.
Finalmente, él se volvió y la miró profundamente a los ojos. Extendió su mano y le acarició suavemente la mejilla con el dorso de su mano.
"Te quiero por ti," dijo. "Y siempre lo he hecho. Y si estar contigo significa renunciar a la búsqueda del Escudo, entonces eso es lo que haré. Yo también quiero estar contigo. Quiero buscar la espada, sí. Pero, tú eres mucho más importante para mí ahora."
Caitlin sonrió, sintiendo en su corazón algo que no había sentido en mucho tiempo. Una sensación de paz, de estabilidad. Nada podría interponerse en su camino.
Èl apartó el pelo de la cara de Caitlin y rompió en una sonrisa.
"Es gracioso", dijo, "he vivido aquí una vez. Hace siglos. No en París, pero en el interior. En un pequeño castillo. No sé si todavía existe. Pero podemos buscarlo."
Ella sonrió y de repente él la cargó sobre su espalda y saltó en el aire. En unos momentos, estaban volando en lo alto, por encima de París, hacia el interior, en busca de su casa.
Su casa.
Caitlin nunca había sido tan feliz.
CAPÍTULO CINCO
Sam estaba teniendo dificultades para seguirle el paso a Polly. Ella hablaba tan rápido y nunca parecía parar, y saltaba de una idea a la otra. Todavía estaba trastornado del viaje en el tiempo, de estar en un lugar nuevo -necesitaba tiempo para procesar todo.
Pero habían estado caminando desde hacía casi media hora, mientras él tropezaba con ramas mientras la seguía a través del bosque a paso ligero, y ella no había dejado de hablar. Apenas había sido capaz de decir una palabra. Ella hablaba y hablaba sobre "el palacio" y "la corte" y sobre los miembros de su cofradía y de un próximo concierto, y un hombre llamado Aiden. No tenía ni idea de lo que estaba hablando, o por qué lo había estado buscando, o incluso a donde lo llevaba. Estaba decidido a obtener algunas respuestas.
"… Por supuesto, no es exactamente un baile," Polly estaba diciendo, "pero aún así, va a ser un evento increíble, pero no estoy muy segura de lo que me voy a poner. Hay muchas opciones, pero no son suficientes para un evento formal como este- "
"¡Por favor!", dijo Sam, finalmente, mientras ella iba alegremente de un lado a otro del bosque, "Siento interrumpirte, pero quiero hacerte unas preguntas. Por favor. Necesito que me respondas."
Por fin, ella dejó de hablar, y él dio un suspiro de alivio. Ella lo miró algo maravillada, como si no se hubiera dado cuenta de que había estado hablando todo el tiempo.
"¡Todo lo que necesitas hacer es preguntar!" dijo ella alegremente. Y entonces, antes de que pudiera responder, añadió, impaciente, "¿Y bien? ¿Qué quieres saber?"
"Dijiste que te enviaron a buscarme", dijo Sam. "¿Quién?"
"Eso es fácil," ella dijo, "Aiden".
"¿Quién es?", preguntó Sam.
Ella rió disimuladamente, "Caramba, tienes mucho por aprender, ¿no? Él ha sido el mentor de nuestra cofradía desde hace miles de años. No sé por qué él se ha interesado en ti, o por qué él me envió en un día tan hermoso a caminar a través del bosque a buscarte. Como yo lo veo, podrías haber encontrado tu propio camino aunque te tardaras. Sin mencionar, que tenía mil cosas que hacer hoy, incluyendo ver este nuevo vestido… "
"Por favor," dijo Sam, tratando de aferrarse a su pensamiento antes de perder su chance para hablar. "Realmente te agradezco que hayas venido a buscarme y no quiero ser irrespetuoso," dijo, "pero donde sea que vamos, realmente no tengo tiempo. Sabes, yo regresé aquí, a este lugar y a esta época por una razón. Tengo que ayudar a mi hermana. Tengo que encontrarla -y no tengo tiempo para estar haciendo excursiones."
"Bueno, no llamaría esto una excursión", dijo Polly. "Aiden es el hombre más solicitado en toda la corte. Si él es ha interesado en ti, no es nada para menospreciar", dijo. "Y quien quiera que sea que estés buscando, si hay alguien que puede ayudarte, es él."
"Entonces, ¿dónde es que vamos, exactamente? ¿Y cuánto más lejos está?"
Ella dio varios pasos más por el bosque y él se apresuró a alcanzarla, preguntándose si ella iba a responder o nunca le daría una respuesta directa – hasta que en ese momento el bosque se abrió de repente.
Ella se detuvo y él también junto a ella, estaba asombrado.
Ante ellos se extendía un campo abierto inmenso que conducía a jardines inmaculados, el césped estaba cortado en formas elaboradas de todos los tamaños. Era hermoso, como si fuera una obra de arte viviente.
Aún más impresionante era lo que había más allá de los jardines. Era un palacio, más grande que cualquier estructura Sam había visto nunca ante en su vida. Todo el edificio era de mármol y se extendía en todas direcciones hasta donde podía alcanzar la vista. Era un diseño clásico, formal, con docenas de ventanas de gran tamaño y una escalera amplia de mármol que conducía a la entrada. Sabía que había visto fotos de esa estructura en algún lugar, pero no podía recordar cuál era.
"Versalles", dijo Polly, proporcionando la respuesta, como si estuviera leyendo su mente.
Él la miró y ella le devolvió una sonrisa.
"Es donde vivimos. Estás en Francia. En 1789. Y estoy segura de que Aiden te permitirá unirte a nosotros, si María se lo permite."
Sam la miró, desconcertado.
"¿María?", Preguntó.
Ella sonrió aun más mientras negaba con la cabeza. Se volvió y saltó a través del campo hacia el palacio mientras gritaba por encima del hombro.
"Pues, María Antonieta, ¡por supuesto!"
*Sam caminó junto a Polly por la escalera de mármol sin fin, en dirección a la puerta principal del palacio. A su paso, examinaba todo a su alrededor. La magnitud y las proporciones de este lugar eran asombrosos. A su alrededor, paseando por los jardines, había gente que parecía ser de la realeza, vestida con algunas de las mejores prendas que jamás había visto. No podía creer que existiera ese lugar. Si alguien le hubiera dicho que estaba soñando, él le habría creído. Nunca antes había estado con la realeza.
Polly no había dejado de hablar y él se obligó a concentrarse en sus palabras. Le gustaba estar cerca de ella y disfrutaba de su compañía, aunque prestarle atención era muy difícil. Pensó también que ella era bonita. Pero había algo en ella que le hacía dudar si realmente le atraía, o si sólo le gustaba como amiga. Con sus últimas novias, había sido deseo a primera vista. Con Polly, era más como una camaradería.
"Mira, la familia real vive aquí", dijo Polly, "pero nosotros vivimos aquí, también. Ellos quieren que estemos aquí. Después de todo, somos quienes mejor los protegemos. Vivimos en lo que podríamos llamarse una armonía agradable. Nos viene muy bien. Con este gran bosque, tenemos acceso a caza ilimitada, es un gran lugar para vivir, y hay buena compañía. Y a su vez, ayudamos a proteger a la familia real. Por no decir de que algunos de ellos son de nuestra clase."
Sam la miró, sorprendido.
"¿María Antonieta?", preguntó.
Polly asintió levemente, como si tratara de mantenerlo en secreto, pero sin éxito.
"Pero no se lo digas a nadie", dijo. "Hay otros también. Pero la mayoría de los miembros de la Realeza son humanos. Quieren ser uno de nosotros. Pero hay reglas estrictas aquí y no está permitido. Estamos nosotros y ellos, y no se nos permite cruzar esa línea. Hay ciertos miembros de la familia real que no queremos que tengan demasiado poder. Y María también lo cree.
"De todos modos, éste es un lugar fabuloso. No me puedo imaginar que alguna vez pudiera llegar a su fin. Hay fiesta tras la fiesta, bailes interminables, bailes, conciertos … Esta semana tendremos un evento fabuloso. Una ópera, en realidad. Ya elegí mi traje."
Cuando se acercaron a las puertas, varios sirvientes se apresuraron a abrirlas. Las puertas de oro eran enormes y Sam las miró con asombro, mientras caminaba a través de ellas.
Polly caminó hacia un enorme corredor de mármol, como si fuera la dueña del lugar, y Sam se apresuró a seguirle el ritmo. Mientras caminaban, Sam miró a su alrededor, estaba sorprendido por la opulencia. Caminaron por los interminables pasillos de mármol, con enormes candelabros de cristal colgando bajo y reflejando la luz en decenas de espejos dorados. El sol entraba y la luz se reflejaba en todas direcciones.
Pasaron por una puerta tras otra y finalmente entraron a una gran sala de mármol, con columnas a su alrededor. Varios guardias se pusieron firmes cuando Polly entró.
Polly simplemente se rió, aparentemente sin darles mucha importancia. "También recibimos entrenamiento aquí", dijo. "Sus instalaciones son de lo mejor. Aiden lleva un horario muy rígido. Me sorprende que me haya dejado ir a buscarte. Tú debes ser muy importante."
"Entonces, ¿dónde está?", preguntó Sam. "¿Cuándo voy a poder conocerlo?"
"Vaya, eres impaciente, ¿no es así? Él es un hombre muy ocupado. Puede que decida no conocerte por algún tiempo. O podría convocarte de inmediato. No te preocupes, sabrás cuando él quiera verte. Dale tiempo. Mientras tanto, me ha pedido que te muestre tu habitación."
"¿Mi habitación?" Sam preguntó, sorprendido. "Espera un segundo. Yo no he dicho que podía quedarme aquí. Como te dije, realmente necesito encontrar a mi hermana", Sam comenzó a protestar, pero en ese momento, un conjunto enorme de puertas dobles se abrió ante ellos.
Un séquito de miembros de la realeza entró de repente rodeando a una mujer, a quien llevaban en un trono real.
Cuando la posaron sobre el piso, Polly se inclinó, haciendo un gesto para que Sam hiciera lo mismo. Él lo hizo.
Una mujer, quien sólo podría ser María Antonieta, lentamente se bajó, dio varios pasos hacia ellos, y se detuvo justo frente a Sam y le hizo un gesto para que se levantase. Él lo hizo.
Miró a Sam de arriba hacia abajo, como si fuera su objeto de interés.
"Así que tú eres el chico nuevo", dijo ella, inexpresiva. Sus ojos verdes ardían con una intensidad que Sam nunca había visto antes y , de hecho, pudo sentir de que ella era uno de los suyos.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, ella asintió con la cabeza. "Interesante".
Entonces, pasó por delante de ellos y su comitiva la siguió rápidamente.
Pero una persona se quedó atrás, claramente uno de los miembros de la realeza. Ella parecía tener unos 17 años y estaba vestida de pies a cabeza en un azul real, con un vestido de terciopelo. Tenía la piel más bella que Sam había visto jamás, cabello largo, rubio y rizado, y penetrantes ojos color aguamarina. Ella fijó sus ojos directamente en Sam.
Él se sentía impotente ante su mirada, incapaz de mirar hacia otro lugar.
Era la chica más hermosa que nunca había visto.
Después de varios segundos, ella dio un paso adelante y quedó aún más cerca de los ojos de Sam. Extendió la mano con la palma hacia abajo, esperando que él la besara. Se movía lentamente, con orgullo.
Sam le tomó la mano y quedó electrificado al tocar su piel. Tomó sus dedos y los besó.
"¿Polly?", dijo la niña. "¿No vas a presentarnos?"
No era una pregunta. Era una orden.
De mala gana, Polly se aclaró la garganta.
"Kendra, Sam," dijo ella. "Sam, Kendra."
Kendra, pensó Sam, mirándola fijamente a los ojos, sorprendido por la agresividad con la que ella le devolvió la mirada, como si él ya fuera de su propiedad.
"Sam", repitió ella, sonriendo. "Un poco simple. Pero me gusta."
CAPÍTULO SEIS
Kyle rompió el sarcófago de piedra con un solo golpe. El sarcófago se estrelló en un millón de bits y él salió de pie, listo para la acción.
Giró y miró a su alrededor, listo para pelear contra cualquiera que se le acercara. De hecho, tenía la esperanza de que alguien se le acercara para poder pelear. Este viaje en el tiempo había sido particularmente molesto, y estaba más que dispuesto a volcar su ira sobre alguien.
Pero, para su decepción, la cámara estaba vacía. Estaba sólo él.
Poco a poco, su rabia comenzó a enfriarse. Al menos había aterrizado en el lugar correcto, ya lo podía sentir, y en el momento adecuado. Sabía que era un veterano de los viajes en el tiempo más que Caitlin, y podría decidir su ubicación más fácilmente. Miró a su alrededor y, para su satisfacción, vio que había aterrizado exactamente donde había querido: Les Invalides.
Les Invalides era un lugar que siempre había amado, que había sido muy importante para los más malvados de su especie. Un mausoleo, bajo tierra, que estaba hecho de mármol, bellamente adornado, con sarcófagos adosados a sus paredes. El edificio tenía una forma cilíndrica, con un altísimo techo de cien pies que culminaba en una cúpula. Era un lugar sombrío, el lugar de descanso ideal para todos los soldados de élite de Francia. También era el lugar, Kyle lo sabía, donde Napoleón, sería enterrado un día.
Pero todavía no. Sólo era 1789 y Napoleón, ese pequeño bastardo, todavía estaba vivo. Era uno de los favoritos de Kyle de su misma especie. Kyle se dio cuenta que en ese momento él tenía unos 20 años y estaba comenzando su carrera. Faltaba algo de tiempo para que fuera enterrado allí. Por supuesto, siendo de su raza, el entierro de Napoleón era sólo un truco, era sólo una manera de dejar que las masas humanas pensaran que él era uno de los suyos.
Kyle sonrió al pensar en ello. Allí estaba él, en el lugar de descanso final de Napoleón, antes de que Napoleón hubiera "muerto." Esperaba volver a verlo para rememorar los viejos tiempos. Él era, después de todo, una de las pocas personas de su especie que Kyle respetaba un poco. Pero también era un pequeño bastardo arrogante. Kyle necesitaba darle una bofetada para ponerlo en su lugar.
Kyle caminó lentamente sobre el suelo de mármol, sus pisadas hacían eco, mientras se examinaba. Se había visto mejor. Había perdido un ojo gracias a ese pequeño niño horrible, el hijo de Caleb, y su rostro aún estaba desfigurado por lo que Rexius le había hecho cuando regresó a Nueva York. Si eso no fuera suficiente, ahora tenía una gran herida en la mejilla por la lanza que Sam le había lanzado en el Coliseo. Era una ruina, lo sabía.
Pero también le gustaba un poco. Él era un superviviente. Estaba vivo y nadie había sido capaz de detenerlo. Y estaba más loco que nunca. No sólo estaba decidido a evitar que Caitlin y Caleb encontraran el Escudo, sino ahora estaba decidido a hacerlos pagar. Hacerlos sufrir, tal como él había sufrido. Sam estaba en su lista ahora, también. Los tres -no se detendría ante nada hasta que los torturara lentamente.
Con unos pocos pasos, Kyle subió por la escalera de mármol hacia el nivel superior de la tumba. Dio una vuelta alrededor y caminó al final de la capilla bajo la enorme cúpula hasta llegar detrás del altar. Sintió su pared de piedra caliza, estaba buscando algo.
Finalmente, encontró lo que estaba buscando. Empujó un pestillo oculto, y se abrió un compartimiento secreto. Metió la mano y sacó una espada larga de plata, su empuñadura tenía incrustaciones de joyas. La sostuvo contra la luz y la examinó con satisfacción. Era tal como la recordaba.
Se la atravesó detrás de su la espalda, se volvió y se dirigió por el pasillo hacia la puerta principal. Se echó hacia atrás, y con una patada enorme, la gran puerta de roble salió volando de sus bisagras, desplomándose y haciendo un eco en todo el edificio vacío. Kyle se sintió satisfecho de que le hubiera regresado toda su fuerza.
Kyle vio que aún era de noche, y se relajó. Si quería, podía volar a través de la noche directamente a su objetivo -pero quería saborear su estancia allí. París en 1789 era un lugar especial. Todavía estaba, recordó, lleno de prostitutas, alcohólicos, jugadores, criminales. A pesar de su buena apariencia y de su arquitectura, tenía un bajo vientre que era largo y ancho. A él le encantaba. La ciudad era toda suya.
Con los ojos cerrados, Kyle alzó la barbilla, escuchaba, sentía. Podía percibir con fuerza la presencia de Caitlin en esta ciudad. Y la de Caleb. Sam, de él no estaba tan seguro, pero sabía que al menos dos de ellos estaban allí. Eso era algo bueno. Ahora todo lo que tenía que hacer era encontrarlos. Llegaría sobre ellos por sorpresa y, imaginó, lo mataría con bastante facilidad. París era un lugar mucho más simple. No había gran Consejo de vampiros como en Roma, al que tenía que obedecer. Mejor aún, había una fuerte cofradía malvada allí, dirigida por Napoleón. Y Napoleón le debía favores.
Kyle decidió que su primera tarea sería localizar al enano para que le devolviera el favor. Enlistaría a todos los hombres de Napoleón para localizar a Caitlin y Caleb. Sabía que los hombres de Napoleón podrían ser útiles si encontraba resistencia. En esta ocasión, no dejaría nada librado al azar.
Pero aún tenía tiempo. Podría alimentarse en primer lugar, y asentar sus dos pies en el suelo. Además, su plan ya estaba en marcha. Antes de dejar Roma, había rastreado a su viejo compañero, Sergei, y lo había enviado a París. Si todo había salido según lo planeado, Sergei ya estaba allí trabajando duro para ejecutar su misión, infiltrándose en la cofradía de Aiden. Kyle sonrió con satisfacción. No había nada que le gustara más que un traidor, una pequeña comadreja como Sergei. Se había convertido en un juguete muy útil.
Kyle bajó por las escaleras como un colegial, lleno de alegría, dispuesto a hundirse directamente en la ciudad y tomar lo que quisiera.
Cuando Kyle se dirigió hacia la calle, un artista callejero se acercó a él, sosteniendo un lienzo y un pincel, y le hizo un gesto para que Kyle le permitiera pintar su retrato. Si había algo que Kyle odiaba, era que alguien lo dibujara. Sin embargo, estaba en buen humor y decidió dejar vivir al hombre.
Pero cuando el hombre lo presionó, caminando detrás de Kyle y metiendo el lienzo frente a él, eso ya fue demasiado. Kyle se acercó, cogió su pincel, y se lo clavó justo entre los ojos. Un segundo después, el hombre caía muerto.
Kyle tomó el lienzo y lo rompió encima de su cadáver.
Kyle continuó caminando, bastante contento consigo mismo. Ya estaba resultando ser una gran noche.
Cuando dobló en un callejón de adoquines, en dirección al distrito que recordaba, comenzó a sentirse como en casa. Varias prostitutas estaban en las calles y lo llamaban. En ese mismo momento, dos hombres grandes se tambalearon hacia fuera de un bar, estaban claramente borrachos, y chocaron con fuerza contra Kyle.
"¡Ey, idiota!" Uno de ellos le gritó.
El otro se volvió hacia Kyle. "¡Ey, el un ojo!", le gritó. "¡Mira por donde vas!"
El gran hombre se acercó para darle un fuerte empujón a Kyle en el pecho.
Pero sus ojos se abrieron por la sorpresa cuando su empujón no había funcionado. Kyle no se había movido en absoluto; había sido como si hubiera empujado una pared de piedra.
Lentamente, Kyle negó con la cabeza, asombrado por la estupidez de esos hombres. Antes de que pudieran reaccionar, se estiró hacia atrás por encima del hombro, sacó su espada y en un solo movimiento, la hizo girar, cortando las cabezas de ambos en una fracción de segundo.
Observó con satisfacción como sus cabezas rodaron y ambos cuerpos se desplomaban sobre el suelo. Guardó su espada y extendió la mano para agarrar un cadáver sin cabeza. Le hundió sus largos colmillos directamente en el cuello abierto y bebió la sangre que salía a chorros.
Kyle escuchó los gritos de las prostitutas a su alrededor. Le siguieron portazos y el sonido de persianas cerrándose.
Se dio cuenta que todo el pueblo ya le tenía miedo.
Bueno, pensó. Ese era el tipo de bienvenida que más le gustaba.









