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Aunque tenemos mil razones para ensobrarnos con nuestras propias reflexiones buscamos entretenimientos como “jugar billar o golpear una pelota”53, o para nosotros, descargar un nuevo juego de noventa y nueve centavos de dólar. Nuestros teléfonos omnipresentes ofrecen un sinfín de diversiones, desde descargas en diez segundos a compras con un toque. Nuestros sonidos, alertas y notificaciones nos desvían de nuestras necesidades más grandes y nuestras realidades.
El Pascal de nuestra generación lo pone de este modo: “Huimos como pequeños bichos conscientes, conejos asustados, asistentes danzantes de nuestras máquinas, de nuestros esclavos, de nuestros amos” – presionando, navegando, escribiendo, dándole “me gusta”, compartiendo… lo que sea. “Pensamos que queremos paz y silencio y libertad y ociosidad, pero en el fondo sabemos que esto sería insoportable para nosotros”. De hecho, “queremos hacer nuestras vidas más complejas. No tenemos que, queremos. Queremos ser hostigados, molestados y atareados. Subconscientemente, queremos aquello de lo que nos quejamos. Porque si tuviéramos descanso, nos veríamos a nosotros mismos y escucharíamos nuestros corazones y veríamos el gran vacío en ellos y nos aterrorizaríamos porque ese vacío es tan grande que solo Dios puede llenarlo”54.
Para entumir el aguijón del vacío nos volcamos en “los nuevos y poderosos antidepresivos no farmacéuticos” – nuestros teléfonos inteligentes55. Pero incluso mientras buscamos un escape en las redes sociales, la muerte nos sigue, y acecha esas diversiones digitales de nuevas formas. “Me fascina la diversión y la frivolidad en la mayoría del contenido de Twitter. Los GIFs. Las bromas. Las conversaciones redundantes”, admite un honesto escritor. “La realidad es que, aunque, en el fondo hay una parte de mí que tiene miedo de que si me pierdo de vista seré olvidado y ya no importaré más. En un sentido, esta es una dimensión del temor inminente a la muerte que la mayoría de nosotros en la sociedad Estadounidense contemporánea nunca quiere pensar ni mencionar”56. No, no queremos. Todos nosotros nos encontramos incómodamente cerca de pasar al misterio de la eternidad, dejando atrás este lugar y ser olvidados en el único hogar que hemos conocido. Así que cada día saltamos de vuelta a la rueda de hámster de nuestras conversaciones digitales y amortiguamos el peso de la realidad.
La máxima filosófica “Pienso, luego existo”57, ha sido reemplazada con la frase digital “me conecto, luego existo”58, lo cual nos conduce al deseo por el estatus de “soy ‘gustado’ , luego existo”59. Pero nuestras conexiones digitales y deseos de aprobación son pixeles parpadeantes que no pueden fundamentar el significado de nuestras vidas. Y sin embargo, busco satisfacer este deseo cada que me acurruco en la barra de inicio de Facebook, para estar donde cada amigo conoce mi nombre, donde mi presencia puede ser aceptada y reafirmada en puntos virtuales a lo largo del día. Quiero que cualquier cosa rompa el silencio que me hace sentir el peso de mi mortalidad.
Así que aquí hay un ejercicio que nos ayuda a fundamentar la percepción que tenemos de nosotros mismos. Una vez al día deja tu teléfono por un momento, levanta tu mano derecha, la palma extendida y los dedos apuntando al cielo, he imagina la línea del tiempo de la historia que se extiende 1,609 km a tu izquierda y la eternidad a tu derecha. Tu tiempo en la tierra es de más o menos el ancho de tu mano60. Nada pone los hábitos en las redes sociales y a los teléfonos inteligentes en contexto como la realidad abrupta de nuestra mortalidad. Deja que eso penetre un poco. Siente la brevedad de la vida y te sentirás plenamente vivo61.
DEFINIENDO LAS DISTRACCIONES
Todo esto es bastante pesado, lo sé, pero si somos honestos con nosotros mismos, el día de hoy necesitamos una dosis de las advertencias proféticas de Pascal. “Vivimos en una cultura muy parlanchina, ruidosa y distraída” dice el filósofo Douglas Groothuis, quien ha seguido la influencia del mundo digital en los cristianos por más de veinte años desde la publicación de su libro en 1997, The Soul in Cyberspace [El Alma en el Ciberespacio]. “Es difícil servir a Dios con corazón, alma, fuerza y mente cuando somos desviados y distraídos y hacemos varias cosas a la vez todos los días”62. El historiador Bruce Hindmarsh añade, “Nuestra condición espiritual el día de hoy es una de Trastorno de Déficit de Atención espiritual”63.
Si parece que Pascal llevó la discusión demasiado lejos, en realidad no la ha llevado lo suficientemente lejos. Sus advertencias acerca de las distracciones de los entretenimientos atemporales solo imitan la urgencia de una advertencia bíblica sobre las distracciones, que amplía aún más las categorías hasta que “distracción” cubre todos los detalles inminentes de nuestra vida, nuestras relaciones y las responsabilidades aparentes, e incluso nuestras aspiraciones por el dinero y las posesiones – cualquier cosa que atrapa nuestra atención en este mundo y en esta vida. Una distracción puede venir de muchas formas: un nuevo entretenimiento, una preocupación persistente o una aspiración vana. Es algo que desvía nuestras mentes y nuestros corazones de aquello que es lo más importante, todo aquello que “monopoliza las preocupaciones del corazón”64. El corazón trabaja mejor cuando no está dominado por las preocupaciones y las exigencias.
En seis lugares el Nuevo Testamento nos advierte acerca del efecto de las distracciones desenfrenadas del alma, y podemos reducir esas distracciones a tres potentes categorías:
1. Distracciones desenfrenadas que ciegan las almas a Dios. Estas son las distracciones más peligrosas: las preocupaciones mundanas, las ansiedades y la búsqueda de riquezas, las preocupaciones egoístas de seguridad personal que sofocan el alma al arrebatar las semillas de verdad, ahogando el fruto del evangelio y representando su esperanza como irrelevante. La vanidad de lo efímero roba nuestras vidas de aquello que tiene un valor infinito65.
2. Distracciones desenfrenadas que cortan la comunión con Dios. Estas distracciones están ejemplificadas en Marta, quien estaba tan distraía por su servicio para otros a la mesa que se perdió de la importancia de las palabras de Cristo en Su propia vida66. Podemos estar tan desenfocados en la vida que nos perdemos en la rueda implacable de las tareas diarias y fallamos al escuchar la voz de Cristo. Fallamos en orar y fallamos en verlo escuchándonos intensamente y acercándose a nosotros. Percibimos que Dios está distante de nosotros porque estamos distraídos. Sin embargo, Él nos busca, Él busca toda nuestra atención67.
3. Distracciones desenfrenadas que enmudecen la inminencia de Dios. El matrimonio es un regalo hermoso pero también viene acompañado de rutinas y obligaciones – algunas distracciones domésticas – que demandan mucha atención. Al abrazar las bendiciones del matrimonio los esposos aceptan de buena gana las distracciones de la vida en pareja y renuncian a aquello que Pablo ve como una vida “sin distracciones” – el regalo de la soltería68.
El matrimonio no es la prioridad principal de la vida, tampoco lo es el amor romántico o el sexo. El matrimonio es un precioso regalo y la intimidad en él es una hermosa expresión del diseño de Dios – pero la Escritura demanda temporadas donde incluso el sexo debe detenerse para que los esposos puedan recalibrar su vida de oración y reiniciar su prioridad más grande de comunión con Dios69. Tanto el matrimonio como la soltería son profundos regalos de Dios. El matrimonio confirma la bondad de la Creación70,proyecta una hermosa metáfora del amor de Cristo por Su Iglesia71, y anticipa el matrimonio cósmico que está por venir72. La soltería por el otro lado, apunta nuestra atención de vuelta a la hermosa vida de Cristo en la tierra y a la majestad del momento de nuestra glorificación personal73. Presagiando ese momento de metamorfosis, Cristo refleja una soltería tan profunda y real que toda la soltería terrenal encuentra una urgencia trascendental y una dignidad incuestionable. En cada caso, el matrimonio y la soltería son regalos divinos aprobados por Cristo y celebrados por Pablo.
1 de Corintios 7 contiene la teología bíblica más detallada acerca de la distracción y la búsqueda de la concentración. Una vez que luchamos a través de lo que significa para el matrimonio, estamos en la posición de aplicar esas mismas categorías a nuestras vidas digitales. Las verdaderas distracciones incluyen cualquier cosa (incluso cosas buenas) que ciegan nuestros ojos espirituales a la brevedad del tiempo y a la urgencia de las estaciones de la vida, mientras esperamos la culminación de toda la historia.
La fecha del regreso de Cristo es un misterio pero se acerca tan rápidamente que llama a cada cristiano a permanecer alerta en anticipación74. La muerte y la resurrección de Cristo han marcado el principio del final, la salida, el momento en el que el cronómetro de un partido de futbol pasó los noventa minutos y está corriendo por un periodo de tiempo desconocido a punto de expirar. El cronómetro de la línea del tiempo redentora de Dios ya pasó los noventa minutos y sigue corriendo. A partir de ahora, cuando hagamos el intento de definir distracciones, especialmente en las áreas más complejas de la vida – como el noviazgo, el sexo y el matrimonio – debemos buscar hacerlo mirándonos a nosotros mismos dentro de la inminente y a punto de terminar línea del tiempo de Dios para esta Creación.
Todas las distracciones son evaluadas por la realidad de que “el tiempo es corto”75. Somos llamados a velar76 porque todo en la vida cristiana está condicionado por este sentido de urgencia escatológica del regreso de Cristo77. Porque para el que tenga ojos para ver, el regreso de Cristo es tan inminente, que potencialmente limpia nuestras vidas de todo aquello que es superficial y revela que todas nuestras vanas distracciones son irrelevantes. Para ponerlo de otro modo, nuestra batalla en contra de las distracciones abrumadoras de este mundo – especialmente las distracciones innecesarias de nuestros teléfonos – es una guerra del corazón que podemos combatir solo si nuestros afectos están enfocados firmemente en la gloria de Cristo. La respuesta a nuestro agitado mundo digital lleno de distracciones es el esplendor de Cristo que calma el alma, admirado con la mente y disfrutado por el corazón. La belleza de Cristo nos calma, y siembra nuestros anhelos más profundos en esperanzas eternas que se encuentran más allá de lo que nuestros teléfonos inteligentes pueden ofrecer78.
¿LA VIDA SIN DISTRACCIONES?
¿Deberíamos regresar el tiempo y volver a la simplicidad de la era predigital “libre de distracciones”? No – pudo haber existido una era predigital, pero nunca ha existido una vida sin distracciones. Ya sea que tengas un teléfono inteligente o un teléfono normal, o no tengas teléfono, no puedes escapar de una vida que divide tu atención. Sin embargo, la Biblia deja muy claro que estas distracciones se sitúan en un espectro. Nos enfrentamos a distracciones santificadoras y distracciones no santificadoras. Nos enfrentamos a interrupciones necesarias e interrupciones mundanas. Nos enfrentamos a distracciones inevitables en un matrimonio piadoso y a las distracciones evitables de una cultura consumista. Desde el inicio de este estudio, debemos morir a la idea de que una vida libre de distracciones es posible – simplemente no lo es, y nunca lo ha sido. La vida santa es devotamente compleja, lo que significa que debemos aprender cómo aplicar el manejo de las distracciones en cada situación.
Aquí está la advertencia: como cristianos, si fallamos en manejar las distracciones de la vida con sabiduría, perderemos nuestra urgencia y – en las sobrias palabras de una mamá de niños pequeños adicta al teléfono inteligente – podemos “olvidarnos de cómo caminar con el Señor”79. El manejo de las distracciones es un talento crítico para la salud espiritual y no lo es menos en la era digital. Pero si solo exorcizamos una distracción digital de nuestras vidas sin remplazarla con un hábito nuevo y más saludable, siete distracciones digitales más tomaran su lugar80. Con el tiempo, existe la posibilidad de que perdamos nuestros corazones por el poder corrosivo de las diversiones desenfrenadas. Eventualmente ignoramos a Pablo mientras perdemos el sentido de nuestra posición en la línea del tiempo de Dios.
SIN DISTRACCIONES CON PROPÓSITO
Mientras que la relación con nuestro teléfono puede no ser un pacto de por vida (aunque el contrato con las compañías telefónicas a veces se siente así), yo no sería el primero en sugerir que poseer un teléfono inteligente se parece a salir con una pareja exigente hambrienta de atención81. El teléfono inteligente está repleto de recordatorios, sonidos y tentaciones. Muchos de estos estímulos (quizá la mayoría de ellos) no son pecaminosos, pero son invasivos.
Entre más distraídos estamos digitalmente, más lo estamos espiritualmente. Siguiendo las palabras de Pablo a las parejas casadas, debemos fijarnos la meta de purgarnos de todas las distracciones innecesarias y estorbosas. Al Pastor Tim Keller alguna vez le preguntaron en línea: ¿Por qué crees que los adultos jóvenes cristianos luchan más profundamente en ver a Dios como una realidad personal en sus vidas? Y él respondió: “Ruido y distracción. ¡Es más fácil twittear que orar!”82(¡Y lo dijo en Twitter!). La facilidad y la rapidez de Twitter no es rival para la paciente labor de la oración, y descuidar la oración hace que Dios parezca distante en nuestras vidas.
Como en cada era, Dios llama a Sus hijos a detenerse, a estudiar aquello que acapara nuestra atención en este mundo, a medir las consecuencias y a luchar por presentar corazones concentrados delante de Él. Para lograrlo aquí hay diez preguntas diagnóstico que podemos hacernos en la era digital:
1. ¿Mis hábitos con el teléfono exponen una adicción subyacente a entretenimientos fuera de tiempo y lugar?
2. ¿Mis hábitos con el teléfono revelan un deseo compulsivo de ser visto y aprobado?
3. ¿Mis hábitos con el teléfono me distraen de una genuina comunión con Dios?
4. ¿Mis hábitos con el teléfono proveen una salida fácil a un pensamiento sobrio acerca de la muerte, el regreso de Cristo y la realidad de la eternidad?
5. ¿Mis hábitos con el teléfono me llevan a buscar el éxito mundano?
6. ¿Mis hábitos con el teléfono enmudecen el liderazgo esporádico del Espíritu Santo en mi vida?
7. ¿Mis hábitos con el teléfono me inquietan respecto al noviazgo y el romance?
8. ¿Mis hábitos con el teléfono edifican a otros cristianos y a mi iglesia local?
9.¿Mis hábitos con el teléfono se centran en lo que es necesario para mí y en beneficio para los demás?
10. ¿Mis hábitos con el teléfono me desconectan de las necesidades de los prójimos que Dios ha puesto en mi vida?
Seamos honestos: nuestras adicciones digitales (si podemos llamarlas así) son adicciones a las que les damos la bienvenida a nuestras vidas. La clave es trasladarnos de estar distraídos a propósito a estar cada vez menos distraídos para un propósito eterno. Las preguntas duelen y tocan cada área de la vida – Dios, cónyuge, familia, amigos, trabajo, esparcimiento y autoproyección. Pero este aguijón puede conducirnos a realizar cambios saludables.
Nuestros teléfonos inteligentes amplifican las distracciones más innecesarias mientras que atenúan las “distracciones” más significantes e importantes, las verdaderas necesidades de nuestras familias y prójimos. Mi teléfono me condiciona para ser un observador pasivo. Mi teléfono puede conectarme con muchos amigos, pero también puede despegarme de tener expectativas para los compromisos de la vida real. Cuando visito mis canales en las redes sociales, muy a menudo uso Facebook para aislarme de las necesidades reales de mis amigos. Facebook se convierte en una habitación segura y desinfectada donde puedo observar los aciertos y desaciertos de otros como un espectador anónimo, sin el deseo compulsivo de responder o de preocuparme genuinamente. Y mientras lo hago, más ciego me vuelvo a la carne y sangre alrededor de mí. Ese cambio es el siguiente en la lista.
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IGNORAMOS NUESTRA CARNE Y SANGRE
Sabemos que no debemos descuidar a los demás, sin embargo ignoramos a nuestra conciencia y lo hacemos de todos modos. Esta negligencia cobra su forma más peligrosa cuando conducimos de forma distraída.
Enviar mensajes de texto y conducir es un hábito muy común, las estadísticas se han vuelto canónicas. Hablar por teléfono mientras vas conduciendo te hace cuatro veces más propenso a tener un accidente, pero enviar mensajes mientras conduces aumenta las posibilidades de tener un accidente veintitrés veces. Si asumimos que un conductor no mira al frente en el tiempo promedio que le toma enviar un mensaje (4,6 segundos) a una velocidad de 90 kilómetros por hora, está recorriendo ciegamente la distancia de un campo de futbol. Enviar mensajes y conducir es tan irresponsable que cuarenta y seis de los cincuenta estados de los Estados Unidos lo han prohibido.
Pero ni siquiera estas estadísticas han parado esta distracción necia e imprudente. Apenas y rasguñan la superficie del problema. Así mismo, las leyes que condenan enviar mensajes y conducir han tenido poco impacto. Un estudio de la University of Michigan concluyó que las leyes en contra de enviar mensajes y conducir, en realidad pueden estar causando un aumento en los accidentes más serios ocasionados por enviar mensajes y conducir83.
POR QUÉ LAS LEYES NO FUNCIONAN
¿Por qué no funcionan las leyes? ¿Y por qué los accidentes fatales por enviar mensajes y conducir han aumentado?
El periodista Matt Richtel escribió A Deadly Wandering [Una distracción mortal] para responder a estas preguntas después de investigar un accidente en 2006 ocasionado por un estudiante universitario que estaba enviando un mensaje mientras conducía cuando su auto se desvió y chocó con un vehículo que venía en la dirección contraria, matando a dos personas84. Richtel recuenta el trágico accidente, sigue las consecuencias en el juicio y hace preguntas relevantes acerca de nuestras obligaciones legales por mantener una concentración integral en esta era digital.
Al final, Richtel apunta el dedo acusador por conducir distraídamente a las compañías en telecomunicaciones. Somos bombardeados con mensajes opuestos, dice. Por ejemplo, en el 2013, el gigante de las telecomunicaciones AT&T lanzó el comercial “Dizzy”, un corto publicitario de 30 segundos que presenta a cuatro niños pequeños sentados en una mesa respondiendo a la pregunta de un moderador. “¿Qué es mejor?” pregunta, “¿hacer una cosa a la vez o dos cosas a la vez?” Por supuesto, los niños gritan la respuesta obvia: “Dos”, No es complicado, nos dice el comercial. Incluso los niños saben que hacer dos cosas es mejor.
Al mismo tiempo, AT&T también estaba financiando al famoso documentalista Werner Herzog en su película en contra de enviar mensajes y conducir, From One Second to the Next[De un segundo a otro], como parte de la impresionante campaña y página web “Puede esperar” de AT&T. Cerca de ocho millones de conductores han hecho la promesa “de mantener los ojos al volante y no en el teléfono”85.
Así que debemos preguntarnos: ¿Lograr hacer dos cosas a la vez es realmente una respuesta predeterminada que cualquier niño puede contestar? No, no es tan sencillo.
Pero creo que hay una explicación aún más sencilla de por qué las leyes no funcionan. Como cualquier profesor de preparatoria podrá decirte, somos criaturas creativas a la hora de ocultar el uso de nuestros teléfonos. Las leyes que prohíben enviar mensajes y conducir son casi inaplicables, pero los Estados que son más duros solo hacen la práctica más clandestina. En un auto puedes enviar un mensaje de texto con tu pulgar debajo del nivel de la ventana, fuera del alcance de la mirada de los que están afuera. Entre más duro reprime la policía enviar mensajes y conducir, más bajan los teléfonos, y entre más abajo están los teléfonos, más lejos está la atención del conductor al volante, necesita un poco más de tiempo para leer y enviar mensajes de texto, y más tiempo para reorientar su atención al conducir. Por lo tanto, entre más duro sea el intento por detener la práctica de enviar mensajes y conducir, más encubierto (y peligroso) resulta enviar mensajes, y más serios resultan los accidentes.
Si las leyes, la policía, y las multas no pueden detener la práctica de enviar mensajes y conducir, la solución debe ser sangrienta – y lo es. Campañas publicitarias gráficas muestran qué tan rápido un conductor descuidado puede escribir y conducir hacia una destrucción sin palabras en la vida de otros conductores. Anuncios del servicio público recrean las colisiones en cámara lenta, con el vidrio quebrándose, el metal crujiendo y el sacudimiento de cuerpos humanos. Esos anuncios reflejan la verdadera causa de enviar mensajes y conducir – una falta de conciencia de la sangre y carne que rebasamos en las calles cada día.
UNA PERSPECTIVA CRISTIANA
Conducir un vehículo junto a otros vehículos que vienen en dirección contraria siempre es peligroso. Conducimos un bloque de acero y vidrio de 1,5 toneladas (o un todoterreno de 2,25 toneladas) a velocidades muy altas, casi siempre con muy poca separación a excepción de la raya pintada en el pavimento. Errores de milésimas de segundo se convierten rápidamente en tragedias irreversibles y remordimientos de por vida. Las herramientas que usamos en nuestra vida diaria ponen a los demás en un camino peligroso, y una distracción puede cambiar la vida de los demás para siempre86. Enviar mensajes mientras conducimos y vivir el resto de nuestras vidas con la sangre de inocentes en nuestras manos está más estrechamente ligado de lo que nos gusta pensar.
Aquello que la ley no puede evitar, la Sagrada Escritura lo describe como asuntos del corazón. Jesús redujo la vida cristiana a dos preguntas básicas: “¿Cómo amo a Dios?” Y ”¿Cómo amo a mi prójimo?”87. Y cuando le pidieron a Jesús que definiera “prójimo” apuntó al camino88. En la era digital (así como fue verdad en la era no digital) las personas y las preocupaciones remotas pueden distraer nuestra atención de forma indebida, cegándonos a las necesidades inmediatas alrededor de nosotros. Mientras conducimos, nuestros teléfonos suenan, nuestros cerebros reciben una inyección de dopamina, y en muchas ocasiones nuestras decisiones expresan nuestra indiferencia hacia nuestro prójimo. Asumimos que podemos ignorar a las personas que sí vemos para preocuparnos por las personas que no vemos, pero esa idea es perturbadora89.
Pecamos con nuestros teléfonos cuando ignoramos a nuestro prójimo en la calle, los extraños con quienes compartimos el pavimento.
IRA VIRAL
Enviar mensajes y conducir es un ejemplo del punto principal de este capítulo. Somos muy rápidos en creer la mentira de que podemos vivir una existencia dividida, dedicándonos a nuestros teléfonos mientras ignoramos a los demás.
Un segundo ejemplo de esta fractura son nuestros conflictos en línea.
Nuestros cuerpos nos distinguen los unos de los otros y marcan nuestra existencia en el mundo. En el mundo digital perdemos este importante punto de referencia90. Perdemos de vista al otro y cuando lo hacemos, la ira surge con mayor rapidez.
Somos más propensos a arder de ira contra otros pantalla a pantalla que cara a cara, y los investigadores le llaman a este comportamiento “ira anónima”. El vapor de la ira encuentra una salida fácil en las palabras tecleadas en nuestros teléfonos. Ahora resulta muy conveniente dejar escapar la ira en público. Por encima de esto, existen otros tres culpables: “anonimato relativo, una falta de autoridad y consecuencias, e introyección de solipsismo – la teoría que dice que, subconscientemente, hablar a través de computadora puede hacernos pensar que estamos hablando más con nosotros mismos que con personas reales”. En otras palabras, “Resulta muy difícil ligar las palabras en una pantalla con la realidad de que existe un ser humano que vive y respira del otro lado de la conexión.”91La ira en línea es una consecuencia de la división en nuestras vidas – nuestra atención está dividida, nuestras mentes están divididas, y nuestras identidades digitales están separadas de nuestra carne y sangre.