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En Europa, Santander también conoció al mexicano Lorenzo de Zavala, de donde se embarcaron juntos hacia los Estados Unidos,50 y al parecer la amistad duró por el resto de sus vidas51 —pese a que no hay registro epistolar que así lo confirme—. Uno y otro se referencian en sus respectivos relatos de viaje; mientras que en el de Santander aparece apenas una nota informando que recibió la visita del “señor don Lorenzo Zavala, exministro de Hacienda de Méjico”,52 el de Zavala es más expresivo. Aunque no extraña el tono formal de Santander, es posible que la mención más halagadora del mexicano correspondiera a un momento posterior en el que la relación habría alcanzado mayor intimidad. De Santander dijo que era “un hombre honrado, amante de la libertad y capaz de discernir el verdadero camino de la felicidad de sus conciudadanos. Quizás es poco adicto á sus juicios mas de lo conveniente. Pero su moderación y su tacto de negocios corrigen esta falta”.53
No sorprende que Santander tuviera el libro Viajes a los Estados-Unidos de Norte América54 de Zavala; aunque seguramente era un tema de su interés y había sido testigo de algún hecho allí narrado, es natural que le incumbiera por ser la obra de su compañero de viaje y quizás más por figurar en ella.55 Está visto que Santander tenía en alta estima la opinión que los extranjeros se formaban de él,56 se deduce del espacio que dedicó en el Diario a la trascripción de los elogios que le prodigaron en Europa, pero también del realce que otorgó a las expresiones favorables que le profesaron los viajeros extranjeros por Colombia. Vale la pena enfatizar en este punto, porque normalmente se ve la literatura de viajes en posesión del viajero como la fuente a la que acude en busca de referentes para la escritura de su propio relato,57 lo cual en el caso de Santander puede ser cierto sin perjuicio de que, siendo él mismo parte del relato, le sirviera además para apuntalar su propia imagen frente a sus compatriotas.
Una muestra de esa actitud entre exhibicionista y pudorosa aparece en la siguiente declaración de Santander:
No fastidiaré yo la respetable atención de mis lectores con la enumeración de los servicios que he prestado a mi patria en este largo período, ¿ni para qué recordar hechos que la imprenta de ambos mundos ha difundido, que los viajeros extranjeros y los historiadores de Colombia han mencionado y que aún han merecido algún elogio en uno de los parlamentos de la culta Europa?58
Y a continuación lista los siguientes viajeros, que para mayor claridad acompaño del título del relato que cada uno de ellos escribió: Viaje por la República de Colombia en 1823 (1944 [1824]) de Gaspard-Théodore Mollien; Travels trough the interior provinces of Columbia [sic] (1827) de John Potter Hamilton; Journal of a residence and travels in Colombia, during the years 1823 and 1824 (1825) de Charles Stuart Cochrane; y Colombia: its present state, in respect of climate, soil, productions, population, government, commerce, revenue, manufactures, arts, literature, manners, education, and inducements to emigration (1827) de Francis Hall.59 Quizás porque no conoció la primera edición en alemán no cita Viaje por Colombia, 1825 y 1826 (1981 [1829]) de Carl August Gosselman, el viajero que mejor lo retrata. Y para su fortuna tampoco alcanzó a conocer las Memorias (1994 [1892]) de Jean-Baptiste Boussingault, que no le hacían gran favor; a su respecto dijo el científico francés: “Yo he conservado un recuerdo poco agradable del general Santander”.60
La voz del viajero tenía tal resonancia que podía despertar la indignación de quien no se resignaba a salir mal representado. Es el caso del relato de viaje de Mollien, que impulsó a Bolívar a escribir una carta a Santander, donde después de felicitarlo malamente por lo que le tocaba se quejó de lo que consideraba una injusticia:
He visto con infinito gusto lo que dice de Vd. Mr. de Mollien. A la verdad la alabanza de un godo servil, embustero, con respecto a un patriota que manda una república no deja de ser muy lisonjera. El que dice que Vd. tiene talentos rarísimos de encontrarse. Esto es de un europeo que presume de sabio, que le pagan para que acredite a los nuevos estados. Mucho me he alegrado del sufragio que Vd. ha merecido de este caballero. Lo que dice de mí, es vago, falso e injusto.61
El relato de viaje era, en cierto sentido, escenario de la lucha por la representación. Era usual que el viajero extranjero de visita por el país fuera recibido en audiencia por el jefe de gobierno, que hacía de cada momento en su presencia una oportunidad para proyectar la imagen que más le convenía perpetuar en el papel. Así lo sugiere la teatral aparición de Santander ante Hamilton: “Nos recibió en un trono, bajo una especie de dosel de rico terciopelo carmesí, rodeado por los ministros, oficiales navales y militares y funcionarios públicos de la república”,62 a lo que se seguían numerosas atenciones, entre invitaciones y presentes, de las que el común de los viajeros dejó constancia en sus relatos.
Santander era un gran embajador de sí mismo y de su país, las consideraciones con los extranjeros eran tanto una estrategia de posicionamiento personal como una política pública de relaciones exteriores. En esos primeros años de vida independiente apremiaba inscribir la república en el “concierto de naciones” y para ello resultaba indispensable la validación internacional, ya fuera a través tanto de la persuasión de los extranjeros en el territorio como de la representación de los colombianos en el exterior. A Santander cupieron las dos funciones63 y en ambas dio muestra de un carácter cosmopolita que sorprendió a europeos a ambos lados del Atlántico. Mientras en el Diario dice que durante su viaje varias veces lo compararon con Napoleón,64 Gosselman, en el relato del suyo, dice que Santander tenía “una categoría más cercana a la de un general europeo que la que se pudiera tener de un vicepresidente suramericano. Aunque no estuvo nunca en Europa, mostraba un conocimiento avanzado sobre ella y uno muy profundo sobre nuestro país”.65
Ese conocimiento provenía en buena parte de sus lecturas, las de temática europea en su biblioteca eran mayoría, lo que resulta lógico no solo por afinidad sino porque la industria editorial tenía su epicentro en ese continente. En materia de viajes, una de las obras más importantes de su acervo era De l’Allemagne de Anne-Louise Germaine Necker,66 también conocida como Madame de Staël. El libro es una rareza en el patrimonio bibliográfico de Santander, que no tenía otro título de autoría femenina, ni otro en el espectro romántico.67 Se trata, precisamente, de la obra que sienta las bases del romanticismo francés; en ella se exaltan las virtudes espirituales del pueblo alemán en contraste con el materialista ambiente cortesano galo. Sus críticas al régimen de Napoleón le valieron la confiscación de la primera edición de este libro y un largo exilio.
Dicho ejemplar y los que siguen reflejan el gusto espontáneo de Santander que, por no tratar de sus dominios ni de él mismo como gobernante, he supuesto que eran para el goce personal. En ese grupo se encuentra Voyage en Syrie et en Égypte, pendant les années 1783, 1784 & 178568 de Constantin-François Chassebœuf, también conocido como Volney. El suyo es un relato de viaje científico con tal nivel de rigor que fue usado como guía por Napoleón en su campaña por Egipto. Edward Said dice de él que “es un documento de una impersonalidad casi opresiva”,69 en consonancia con lo antes expuesto sobre la excesiva objetividad de la literatura de viajes de exploración. Volney mismo declaró su intención: “Me he cuidado de no caer en locuras de la imaginación, aunque no soy ajeno a su potencia sobre la generalidad de los lectores, soy de la opinión de que los viajes pertenecen al departamento de la historia, y no al de la novela”.70
A propósito de ficción, el único relato de viaje novelado en poder de Santander era Voyage du jeune Anacharsis en Grèce vers le milieu du quatrième siécle71 de Jean-Jacques Barthélemy, publicado en Europa con gran éxito en 1788 e introducido en el Nuevo Reino probablemente por José Celestino Mutis, quien poseía un ejemplar. Algunos seguidores del científico gaditano gestionaron la adquisición de sus propios volúmenes,72 trascendiendo el interés hasta los jóvenes próceres de la independencia que buscaban construir sus referentes ideológicos en el espíritu de la cultura clásica73 —por supuesto también hacía parte de la biblioteca de Bolívar—.74 El libro narra el viaje imaginario de Anacarsis a Grecia en el año 636 a. C., trama utilizada por el autor para evocar la civilización helénica, favorita del público francés del siglo XIX. No es raro que fuera el único relato de viaje no referencial en su haber: según se desprende del inventario de su biblioteca, Santander no era muy afecto a la literatura fantástica, prefiriendo títulos de obligada consulta a un jefe de gobierno: “Mucha atención y gran curiosidad en la lectura de ciencias políticas y de historia, es decir, de lo que directa o indirectamente se relaciona con el manejo del Estado, y tan solo con eso”,75 lo que viene a reforzar la apreciación de que era un hombre más pragmático que lírico.76
1.3.2. Guías de viaje
Especie aparte son las guías que hoy llamaríamos turísticas,77 de las que Santander tenía una colección nutrida y cuyo uso menciona en el Diario a su paso por Italia e Inglaterra. Se trata de una literatura menor, probablemente adquirida a lo largo del viaje, difícil de identificar por lo anodino del género.78 Los únicos ejemplares individualizados son: Beautés de l’histoire de Paris (1820) de Pierre-Jean-Baptiste Nougaret; Beautés de l’histoire de la Hollande et des Pays-Bas (1823) de François M. Marchant de Beaumont; y A picturesque tour along the Rhine, from Mentz to Cologne: with illustrations of the scenes of remarkable events, and of popular traditions (1820) de Johann Isaac Gerning.79
1.3.3. Ars apodemica
Otra tipología conexa al relato de viaje era el “arte de viajar” o ars apodemica. El término hace referencia a una serie de textos preceptivos que reglamentan la práctica del viaje.80 El primer instructivo del viaje letrado es “Of travel” de Francis Bacon. Originalmente publicado en 1597 como parte de Essays civil and moral, no es improbable que se hubiera conocido en la Colombia del siglo XIX, dado que constan otros títulos del mismo autor en los antiguos catálogos de la Biblioteca Nacional. Lo que ciertamente circuló, y tempranamente, fue el Emilio o de la educación de Jean-Jacques Rousseau, a pesar de que había sido objeto de censura por parte de la Inquisición.81 Se trata de una obra de carácter formativo tras la historia ficcionada del joven Emilio y su tutor. La última parte del libro V que lleva por nombre “De los viajes” trata del bildungsreise, o el viaje educativo y útil, que culmina la preparación del discípulo antes de su emancipación de la casa familiar. El Emilio está en la base de la formación de Bolívar, que fue educado en sus principios de la mano de Simón Rodríguez, maestro de primeras letras del Libertador. Por influencia de Bolívar, o simplemente porque para los independentistas Rousseau era una referencia ideológica fundamental, Santander también tenía un ejemplar del Emilio entre sus libros.82 La impronta de “De los viajes” en el viaje de Santander no parece tan clara como en el viaje de Francisco de Miranda, según mostró Joselyn M. Almeida,83 o incluso como lo fue en el segundo viaje de Bolívar a Europa.84 Para comenzar, Santander no era un joven noble en etapa de instrucción y su viaje no era ni siquiera voluntario. Sin embargo, algo hay en sus preocupaciones que recuerda las palabras que tuvo Rousseau para el viajero típico español, quien, a diferencia de la futilidad de ingleses, franceses y alemanes, “estudia en silencio el gobierno, las costumbres, la policía, y es el único de los cuatro que de regreso a casa saca de lo que ha visto alguna observación útil para su país”.85
Queda claro hasta aquí que Santander era un consumidor de literatura de viajes; que su incursión en el género estuvo precedida por la lectura de viajeros extranjeros cuya forma de aproximación a la realidad era más ilustrada que romántica; que probablemente la influencia de esas lecturas marcó el tono concreto de su propia narrativa; que era consciente de la capacidad del relato de viaje de poner a circular una visión del mundo que podía ser favorable o no a sus intereses; y que, sabedor de ese poder, cuidó la forma en que sería representado tanto en los relatos ajenos como en el suyo propio, es decir, como viajado y viajero.86
***
En conclusión, el modelo de escritura que inspira a Santander puede rastrearse en varias fuentes. Si bien no se puede hablar de un piloto que guía su discurso, lo que sí hay son varios paradigmas que ejercen influencia sobre su forma de narrar. El primero y de mayor arraigo viene de la tradición hispánica y se expresa en la capacidad de Santander para inventariar lo visible en toda su complejidad, pero con el discernimiento de quien sabe distinguir lo útil de lo innecesario. Es un tipo de inteligencia “inoculada” por el sistema administrativo español después de varios siglos de práctica burocrática y que debió desarrollar Santander a lo largo de su entrenamiento como aspirante a funcionario colonial. El segundo fue un fenómeno de su tiempo, un movimiento de personas que imbuidas del espíritu de la Ilustración encontraron en los informes de los exploradores europeos una lección sobre cómo hacer del viaje espacio de conocimiento. Impregnados de esa atmósfera cientificista, los iluminados criollos popularizaron un tipo de lenguaje neutro que reñía con la expresión afectada de la subjetividad. Sin ser un “sabio”, es posible que Santander hubiera encontrado en la literatura naturalista el tono exacto para contar su viaje sin revelar su intimidad. Y, finalmente, el último ascendiente es electivo en la medida en que deriva del criterio caprichoso de quien forma una colección. La serie viática de la biblioteca personal de Santander es representativa de ese momento de la historia en el que aventureros extranjeros se lanzaron al encuentro de mundos que, aunque ya habían sido descubiertos, estaban a la espera de revelar su potencial mercantil. Pese a que en la época circulaban relatos de viaje románticos, la preferencia de Santander por los viajes de exploración refleja la inclinación del autor del Diario por las empresas productivas, incluso si el viaje a Europa le reportó más réditos personales que materiales. El canon de la literatura de exploración planea sobre el viaje de Santander, pero también la pregunta por lo que reporta utilidad de los protocolos administrativos españoles y el lenguaje objetivo de las ciencias naturales. Bajo ese techo de referencias no es raro que Santander hiciera de su viaje un catálogo de cosas, personas y lugares, sin mayor espacio de introspección.
Una vez delineado el marco discursivo en el que se inscribe el Diario, lo que sigue es el análisis del hecho que lo determina: el viaje, desde la expulsión de Colombia hasta el regreso triunfante cargado de ideas, hábitos, bienes y relaciones.
Notas
1 Carlos Alberto González, Homo viator, Homo scribens. Cultura gráfica, información y gobierno en la expansión atlántica (siglos XV-XVII) (Madrid: Marcial Pons Historia, 2007), 128.
2 Joaquín Francisco Pacheco, Francisco de Cárdenas y Luis Torres de Mendoza (dirs.), “Ordenanzas sobre descubrimiento nuevo y población (13 de julio de 1563)”, en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América y Oceanía, sacados, en su mayor parte del Real Archivo de Indias. T. VIII (Madrid: Imprenta de Frías y Compañía, 1867), 493.
3 A Felipe II se debe la orden de diligenciar los cuestionarios del periodo 1579-1585 en América y la España peninsular.
4 Elena Altuna, El discurso colonialista de los caminantes, siglos XVII-XVIII (Berkeley: Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar/Latinoamericana, 2002), 50, 223.
5 Sebastián Díaz Ángel, Santiago Muñoz Arbeláez y Mauricio Nieto Olarte, “¿Cómo se hace un mapa? El caso del Atlas de José Manuel Restrepo”, en Ensamblando heteroglosías, editado por Olga Restrepo Forero. V. 2 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013), 304, nota de pie de página n.° 13.
6 Gaceta de Colombia, n.° 112 (7 de diciembre de 1823): [s.p.].
7 José Manuel Restrepo, “Ensayo sobre la geografía, producciones, industria y poblacion de la provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada”, en Semanario de la Nueva Granada, dirigido por Francisco José de Caldas (París: Librería Castellana, 1849), 194-228; Joaquín Camacho, “Relacion territorial de la provincia de Pamplona”, en Semanario de la Nueva Granada, dirigido por Francisco José de Caldas (París: Librería Castellana, 1849), 229-242; José María Salazar, “Memoria descriptiva del pais de Santa Fé de Bogotá”, en Semanario de la Nueva Granada, dirigido por Francisco José de Caldas, 384-410 (París: Librería Castellana, 1849).
8 Hans-Joachim König, En el camino hacia la nación, nacionalismo en el proceso de formación del Estado y de la Nación de la Nueva Granada, 1750-1856 (Bogotá: Banco de la República, 1994), 92.
9 Francisco de Paula Santander, Diario del General Francisco de Paula Santander en Europa y los EE. UU. 1829-1832 (Bogotá: Banco de la República, 1963), 346.
10 Francisco de Solano (ed.), “Formación de noticias geográficas, demográficas, económicas, mineras, así como de la flora y fauna del Nuevo Reino de Granada”, en Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias, siglos XVI/XIX (Madrid: CSIC, 1988).
11 Víctor Manuel Patiño (recopilación, selección, proemio, notas y edición), Relaciones geográficas de la Nueva Granada (siglos XVI a XIX) (Cali: Imprenta Departamental, 1983), 513.
12 Juan Cristóbal Calvete de Estrella, El felicísimo viaje del muy alto y muy poderoso príncipe Don Felipe (Amberes: Martin Nucio, 1552).
13 Ana María Sierra, “La corografía en las relaciones de entradas, El felicísimo viaje de Juan Cristóbal Calvete de Estrella”, en Del libro de emblemas a la ciudad simbólica, editado por Víctor Mínguez. V. 2 (Castelló de la Plana: Publicacions de la Universitat Jaume, 2000), 723.
14 Francisco de Paula Santander, “Escrito sobre los sucesos políticos de Colombia desde 1826 hasta 1830”, en Santander en sus escritos, compilado por Manuel José Forero (Bogotá: Editorial Kelly, 1944), 226.
15 Victoria Pineda, “La retórica epidíctica de Menandro y los cuestionarios para las Relaciones Geográficas de Indias”, Rhetorica: A Journal of the History of Rhetoric 18, n.° 2 (2000): 147-173.
16 Horacio Rodríguez Plata, “Carta de Francisco de Paula Santander a Francisco Soto, Roma, 12/12/1830”, en Santander en el exilio. Proceso, prisión, destierro 1828-1832 (Bogotá: Editorial Kelly, 1976), 466.
17 Santander, Diario, p. 138. Muy seguramente Santander aportó información para la redacción del apartado “Repubblica di Colombia” en el libro de Adriano Balbi, pese a que el autor no le da ningún crédito. Adriano Balbi, Compendio di geografia compilato su di un nuovo piano conforme agli ultimi trattati di pace e alle piu’recenti scoperte da Adriano Balbi (Livorno: Stamperia Masi, 1833), 906-918.
18 “Coup d’œil sur les listes des membres de la societé”, en Bulletin de la Société Française de Statistique Universelle. T. 2 (París: Imprimerie de Goetschy fils et companie, 1831), 102.
19 Hernán Otero, Estadística y nación (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2006), 72.
20 Francisco de Solano, “Significación y tipología de los cuestionarios de Indias”, en Cuestionarios para la formación de las Relaciones Geográficas de Indias, editado por Francisco de Solano (Madrid: CSIC, 1988), xxvii.
21 D. J. Herrera Dávila y D. A. Alvear, Lecciones de estadística (Sevilla: Imprenta de D. Mariano Caro, 1829), 17.
22 Horacio Rodríguez Plata, “Carta de Francisco de Paula Santander a Francisco Soto, Londres, 28/6/1830”, en Santander en el exilio. Proceso, prisión, destierro 1828-1832 (Bogotá: Editorial Kelly, 1976), 411.
23 Ciencia del gobierno de Gaspard de Réal de Curban, a pesar de que el catalogador registró el autor erradamente como Antonio del Real. Luis Horacio López Domínguez, Eduardo Ruiz Martínez y Ricardo Ladino Rodríguez, Santander y los libros. T. II (Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1993), 113.
24 Mario Germán Romero, “Santander en el destierro, un viajero con los ojos abiertos”, en Santander en Europa, Francisco de Paula Santander. T. I (Bogotá: Fundación Francisco de Paula Santander, 1989), xxiv.
25 David Viñas, “El viaje a Europa”, en De Sarmiento a Cortázar. Literatura y realidad política (Buenos Aires: Ediciones Siglo Veinte, 1971), 156-158.
26 Mauricio Nieto Olarte, Orden natural y orden social: ciencia y política en el Semanario del Nuevo Reyno de Granada (Bogotá: Ediciones Uniandes, 2008), 257.
27 José Manuel Restrepo citado en Nieto Olarte, Orden natural y orden social, 258.
28 Nótese, sin embargo, que no toda la literatura de viajes gozó del mismo prestigio; tal como señala Fredy A. Montoya López, entre los relatos “verdaderos” se filtraron relatos ficticios que minaron la credibilidad del género. Fredy A. Montoya López, “Controversias epistemológicas en torno a los viajeros del Nuevo Reino de Granada, siglo XVIII”, Revista Telar, n.° 11-12 (2013-2014).
29 Cristóbal Pera, “De viajeros y turistas: reflexiones sobre el turismo en la literatura hispanoamericana”, Revista Iberoamericana 64, n.° 184-185 (julio-diciembre, 1998): 508.
30 Ángela Pérez Mejía, La geografía de los tiempos difíciles: escritura de viajes a Suramérica durante los procesos de independencia: 1780-1849 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, 2002), XV.
31 El explorador, en el sentido dado por el Dictionnaire de l’Académie Française de 1718, del que va o se envía a un país para conocer su extensión, situación, etc. Marie Noelle Bourguet, “El explorador”, en El hombre de la Ilustración, editado por Michel Vovelle (Madrid: Alianza Editorial, 1995 [1992]).
32 Sobre el cambio epistemológico que se produjo a finales del siglo XVIII con la eclosión del ideario científico naturalista, véase: Michel Foucault, “Clasificar”, en Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 1968 [1966]), 126-163.
33 Santiago Castro-Gómez, La hybris del punto cero. Ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada, 1750-1816 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2010), 288.
34 Para hacerse una idea de la literatura de viajes que circuló en la época, véase el Fondo Mutis de la Biblioteca Nacional de Colombia, entre cuyos títulos están: Voyage du jeune Anacharsis en Grèce: dans le milieu du quatrième siècle avant l’ere vulgaire (1789) de Jean-Jacques Barthélemy; Voyage fait par ordre du Roi en 1771 et 1772 en diverses parties de l’Europe, de l’Afrique et de l’Amérique: pour vérifier l’utilité de plusieurs méthodes et instruments, servant à déterminer la latitude et la longitude, du vaisseau que des cotes, îles et écueils qu’on reconnaît (1778) de Jean Rene Antoin Verdun de la Crenne; Voyage fait par ordre du Roi en 1768 et 1769, à différentes parties du monde pour éprouver en mer les horloges marines inventées par M. Ferdinand Berthoud (1773) de Charles Pierre Claret Fleurien; Voyage à la mer du Sud fait par quelques officiers commandants le vaisseau le Wager: pour servir de suite au voyage de Georges Anson (1756) de Jean Paul du Gua de Malves (trad.); Journal du voyage fait par ordre du Roi à l’Equateur servant d’ introduction historique à la mesure des trois premiers degrés du méridien (1751) de Charles-Marie de La Condamine; Nouveau voyage autour du monde (1731) de Le Gentil La Barbinais; Relation d’un voyage du Levant fait par ordre du Roi (1717) de Joseph Pitton de Tournefort; A voyage to the islands Madera, Barbados, Nieves, S. Christopher and Jamaica with the Natural History of the Herbs and Trees (1707-1725) de Sir Hans Sloane. Ciertamente Santander estaba al tanto del contenido de esta colección, pues fue por orden suya que en 1822 se anexó a la biblioteca de la ciudad, además de que fue allí donde, estando preso por la Conspiración Septembrina, levantó el famoso inventario de 14 874 libros. Nora Cañón Vega, “El catálogo de la biblioteca de don José Celestino Mutis”, Senderos 5, n.° 25-26 (1993): 638. Otra ventana al mundo de los libros de viaje la ofrece la biblioteca de Antonio Nariño. Según el inventario de embargo de bienes que le practicó el oidor Mosquera dentro del proceso judicial a raíz de la impresión de los Derechos del Hombre, Nariño tenía diecinueve obras de la temática “Viajes” (de las que solo fue posible identificar doce), en un universo de setecientos títulos. Eran estas: Historia general de viajes de Prèvost d’Exiles; Relación del viaje, que por orden de Su Majestad y acuerdo del Real Consejo de Indias, hicieron los capitanes Bartolomé García del Nodal y Gonzalo del Nodal de Gonzalo del Nodal y Bartolomé García; Relación histórica del viaje a la América Meridional… de Jorge Juan de Santacilia y Antonio Ulloa; Viaggio à Constantinopoli dell’Illustriss & Eccellent. Sig. Goi.: Batista Bonado de Benetti; Viaje de Ambrosio Morales por orden de S.M Phelipe II a los Reynos de León y Galicia y Principado de Asturias de Ambrosio Morales; Viaje de la razón por Europa de Domenico Caracciolo; Viaje de España, en que se da noticia de las cosas más apreciables y dignas de saberse que hay en ella de Antonio Ponz; Viaje fuera de España de Antonio Ponz; Viajes de Enrique Wanton al país de las tierras incógnitas australes de Enrique Wanton; Voyage du monde de M. Descartes de Gabriel Daniel; Voyage towards the South Pole and round the world de James Cock; Voyages entrepris par ordre de Sa Majesté Britannique, et successivement exécutés par le Commodore Byron… de John Byron. Eduardo Ruiz Martínez, La librería de Nariño y los Derechos del Hombre (Bogotá: Planeta, 1990): 427, 436, 440-441. La biblioteca de Juan José D’elhuyar tenía cinco libros de viaje: Viaje al Ecuador de Charles-Marie de La Condamine; Viaje de Juan de la Encina; Viaje a la América de Jorge Juan Ulloa; Viaje alrededor del mundo; y Viajes de España. “La biblioteca de Juan José D’elhuyar”, Bolívar X, n.° 47 (septiembre, 1957). La biblioteca de José Acevedo y Gómez tenía dos libros de viaje: Viaje universal y Viajes de Ciro. “Biblioteca de José Acevedo y Gómez”, Bolívar XI, n.° 50 (marzo-mayo, 1958). La biblioteca de Camilo Torres tenía solamente Voyage du jeune Anacharsis en Grèce de Jean-Jacques Barthélemy. “La biblioteca de don Camilo Torres”, Bolívar, n.° 46 (agosto, 1957).