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Todos estos sabios huyen de convencionalismos y miedos arcaicos ante cualquier cambio que se escapara de los dominios de una escolástica encorsetada, y nos aportan la frescura de una corriente que aún debiera seguir empujando la historia, aunque a veces tengamos la sensación de que la estamos empujando desde la soberbia y el individualismo narcisista, y desde un culto extremo a la personalidad y los personajes, en un sentido que, da la sensación, pudiera ser erróneo.
iNTRODUCCIÓN
Los tiempos antiguos fueron suficientemente sabios como para ver que lo inmensurable es la primera realidad (la realidad absoluta o última), y también para ver que la medida (la ratio) es un modo de considerar un aspecto secundario y dependiente, relativo, pero de ningún modo necesario de la realidad.
David Bohm
Presento este trabajo con la idea de abrir un espacio de análisis y reflexión sobre la piel (que bien pudiera ser bajo la óptica de los nuevos conocimientos al respecto), no solo como un órgano más de los sentidos, sino como el gran órgano de lo sentido, por el profundo nexo que realiza a través de las diferentes modalidades táctiles y sus posibles transformaciones en otras modalidades perceptivas potenciadas en la interioridad del individuo.
En todo caso, es un órgano sofisticado y uno de los más extensos, perceptivos e interrelacionados de la persona. Ello nos ofrece diferentes imaginarios que pueden desplegarse; desde un sentido que nace a flor de piel y que maquillamos en exceso pero de cuya trama, ligada profundamente a la vida emocional personal, solemos hablar poco.
El escenario de la posturología (que iré desarrollando en diferentes apartados) será el marco de referencia desde el que crecerá una parte importante del libro. En posturología son muy importantes los órganos de los sentidos y la piel; entre otros, a este tipo de órganos de los sentidos tan plurifuncionales ligados a las percepciones y relacionados con el entorno sensorial les denominamos captores posturales; aunque de manera común se hable más de los ojos y la mirada, de la planta de los pies y del oído interno. A la piel voy a darle, en el panorama que planteo, un papel primordial, muy relacionado con el resto de los sentidos.
La piel como captor es tan importante para su estudio, exploración, diagnósticos y tratamientos que ocupa un lugar primordial en el conjunto de lo que denomino sistema postural y posicional humano, del cual hablaremos. Las informaciones sensoriales que desde ella realizamos están relacionadas con las terapias psicocorporales.
Desde la ortodoxia, la piel se contempla de forma muy diferente y reduccionista; por lo cual pretendemos resituarla de forma destacada en un novedoso marco desde esta nueva especialidad que la estudia, que nos parece adecuado denominar posturología integradora (que ampliando el término también podemos denominar humanista, dado que contempla el posicionamiento y relación del individuo con el ecosistema en el que se ubica y el entorno sensorial, relacional y cultural envolvente). Vamos a ver también el entorno perceptivo, propioceptivo, interoceptivo sensorial y orgánico interno desde una regulación propia y natural de tipo homeostático, en la que todo está incluido e interrelacionado.
Todas estas propuestas y aspectos comportan estudiar las relaciones de la percepción individual ligada al espacio externo, que nos lleva de nuevo al ecosistema envolvente del individuo en resonancia con el propio ecosistema interno, con cultura y sociedad, cosmovisión, tipología y otros aspectos, tomados en conjunto como un cotinuo relacional, perceptivo, incluidos en una esfera espacio-temporal sin límites ni centro.
Y como no podía ser de otra forma, vamos a relacionar toda la extensión de nuestra piel con el espacio de una interioridad y exterioridad prurimodal, que denominaremos hábitus*. Podemos decir que no existe, como tal, el cuerpo separado de su hábitus en el espacio, y en el tránsito por cualquier rincón del mismo nada deja de estar relacionado con la imagen inconsciente del yo perceptivo de la persona.
El cuerpo ocupa el espacio percibido por los sentidos, y él mismo es habitado con un sentido (como una construcción simbólica) que las culturas denominan yo, pero que también podemos convertir en un nosotros y vaciarlo en momentos de transcendencia dejando la interioridad hueca, resonando con el universo que lo gestó y en el cual se disolverá.
Para ello, y de forma previa a los apartados anatómicos, histológicos y neurofisiológicos que en el caso de este contexto que trataremos creemos prescindibles (aunque según la necesidad de correlato que tenga el lector puede consultar en otras fuentes), parece adecuado considerar al captor piel, también, desde un punto de vista antropológico, filosófico y humanista, para acercarlo más a los aspectos psicoterapéuticos que me he propuesto.
Vamos a ir a la piel a modo de tránsito constante, en un dentro-fuera, como si se tratara de un umbral, o un obligado paso fronterizo hacia diferentes imaginarios corporales, que muestre como en ella se manifiesta lo humano, la sensibilidad, la emoción y a la vez sus infinitas interdependencias con la globalidad corporal y su marco relacional.
Es evidente que esto puede ser objeto de variadas lecturas, según la visión singular de cada persona, pero si dejamos resonando la metáfora «del umbral de la piel» ya no solo para su lectura y análisis, sino también para que a través de todo ello podamos entrar en una práctica clínica-terapéutica (o en un conocimiento novedoso que nos lleve de la mano de un paradigma complejista, interdependiente e interdisciplinar), se abren nuevos horizontes. Y todo ello, a buen seguro, puede que nos ubique en un conocimiento diferente de la persona, en una percepción más nítida del espejo de aprendizajes al que estamos confrontados siempre en terapia.
Con cierta frecuencia, cuando un tema proviene del longevo y necesario paradigma científico, suele estar rodeado de un halo de ortodoxia un tanto reduccionista y alcanforada que nos desubica de aspectos esenciales, dado que se polariza al extremo lo que es ciencia y lo que no lo es, desligándose de la integridad y atrapando a los más rígidos de sus seguidores en un «debeismo» interesado que lo aparta de lo que por naturaleza, citando a Nietzche, es «humano demasiado humano».
Por lo cual, en este constructo de la piel, y sin más calificativos ni preámbulos, de una parte de ello vamos a prescindir, o al menos intentarlo, con propuestas atrevidas y libres, sin que ello suponga una descatalogación de muchos de los aspectos vigentes en la ciencia que consideramos muy válidos en otros contextos.
Pretendemos entrar en un análisis desde un imaginario distinto, algo lejano al anatomofisiológico, aunque no tanto si nos permitimos expandir conceptos. El escenario propuesto está lleno de metáforas y aparentes aspectos que puedan parecer un tanto fantasiosos; pero por eso creo que, del mismo modo que las técnicas de fantasía en terapia pueden ayudarnos a atravesar las dudas, incredulidades, recelos y rigurosidades (en definitiva, a superar el miedo al cambio y ver la realidad), también ahora pueden ayudarnos en esta travesía.
Y ¿por qué no?, citar también que la incertidumbre del posible vacío que se origina al poner en primer plano aquello que en apariencia se sale de los excesos de la racionalidad académica y parece insustancial y vacuo de contenido aplicativo, puede llegar a ser (y así lo espero) algo muy creativo. En este caso, corro un riesgo que pienso que vale la pena, aunque solo sea para facilitar el tránsito de un cierto oscurantismo arcaico con intereses poco claros hacia un siglo que pueda ser de nuevo un renacimiento de las Luces; pero de eso ya han pasado veinte años y creo que, ya hemos dejado marchar demasiados trenes, ¡subamos de nuevo!
De todas formas, me resulta muy difícil presentar un tema en el que pretendo desconceptualizar, o bien ayudar a superar algunos tópicos, o ponerlo todo patas arriba para luego reordenarlo diferente con nuevos conceptos. Suena a excusa, ¿verdad?
La realidad relativa del tema surge después de observar, analizar y tratar, a lo largo de más de cuatro décadas, la postura corporal de infinidad de personas; todas ellas aquejadas de diversos tipos de dolor: crónico, funcional, idiopático, psicológico y un sinfín de denominaciones, vanas para la persona que sufre y también para el profesional inconformista que pretende salir de lo protocolario y es poco dado a los aspectos protocolarios clínicos y tipificadores al uso.
Había y hay un común denominador en el tema, y es que todos llevamos encriptado y grabado «a flor de piel» algo así como un guion completo de vida que, por más que se intente esconder, está en la piel de forma perenne. En su ubicación y distribución (al modo de la clasificación del análisis transaccional de Berne extrapolada a la piel), posee múltiples localizaciones ordenadas en cartografías, que aparecen llenas de relaciones parentales; entre otros, allí están todos sus correspondientes traumas, abandonos, traiciones, desamores; tiene asociados y reflejados en su superficie todos los diversos sufrimientos; como también los tienen todo el sistema perceptivo, sensorial, sensitivo y los propios sentimientos.
En definitiva, todo se corresponde con una postura corporal y un posicionamiento vital personal, con la historia de vida. Todo está dibujado de manera peculiar en el reflejo de la piel, e incluido en una muy extensa red de relaciones, muchas de ellas aún desconocidas.
Pero lo más destacable es, sobre todo, que el sistema es muy reactivo al tacto terapéutico directo (eso sí, con una cierta metodología, entrenamiento y conocimiento del tema). Hemos de saber de qué hablamos cuando hablamos de postura y piel, y tocamos su superficie desde una intencionalidad terapéutica.
Diré también que no todo son heridas y sufrimientos; la piel también está llena de afectos, caricias, recursos de todo tipo y un sinfín de conexiones (aunque en algunas ocasiones el manejo de ello que hacen determinadas personas tampoco parece ayudarlas).
Como estamos viendo, todo lo citado hace de la piel un pergamino vivo, con una expresión atemporal de lo que sucedió y con una jerarquía ordenada desde lo que podemos llamar lesión primaria, que con frecuencia tiene que ver con las diferentes memorias cicatriciales de las personas que, de alguna forma, no se han sentido amadas, o no como ellas querían o necesitaban.
De ese abanico amplio nacen la complejidad y la dificultad de poner título concreto y ordenar «de manera estructurada» el tema que pretendo desarrollar y direccionar con cierto rigor para ver sus posibilidades metodológicas y aplicativas en psicoterapia.
Pero voy a aventurarme y voy a utilizar la piel como excusa de pasaje a través del cuerpo del individuo, en un intento de entender más que ocurre en ella como grabación resonante del interior, y proceder de forma concreta con el dolor y sufrimiento asociado a la historia de las personas; eso sí, desde otros escenarios algo diferentes a los convencionales.
De ello surge una narración compleja, tupida de heterogéneas personas, con sus diferentes posturas, sus caracterizaciones particulares y sus correspondientes personalidades, caracteres y relaciones asociadas.
Dice, desde la atenta observación, la escuela Yogachara de Asanga del siglo iv: «Todos los fenómenos emanan del espíritu que los percibe».
Creo en la idea de C. Jung respecto al inconsciente colectivo (y también en muchas otras cosas del maestro), y en el juego de los arquetipos; aunque no hago de ello una bandera, lo utilizo como modelo, y a la vez dejo, siempre que puedo, el espacio personal para que surja una síntesis con muchos otros modelos junto al que creo haber ayudado a edificar.
Llegado a este meeting point —libre de conceptos, espero—, y luego espero un poco más, sin prisa alguna, respetando el tempo, y es entonces que surge eso que es significativo de un tema; en este caso de una cartografía que se expresa a modo de pergamino vivo de la piel, con una línea del tiempo segura, fiel, que nos guía; porque va ligada a todas las memorias tisulares y a la marea global del movimiento intrínseco del cuerpo, y la resultante es que tiene repuestas fisiológicas y emocionales notorias, perceptibles e interpretables.
La mano sensitiva del terapeuta, ubicada en el lugar preciso, se condiciona con su influjo informacional: cambios en la trama tisular en las que mediante la percepción van apareciendo escenas completas, con todo tipo de matices, desde el marco mental del paciente en consonancia con los diferentes estratos de los tegumentos, que el paciente puede ir verbalizando según lo que siente, o no, y que suele ir seguida de un «darse cuenta» de la persona.
Es un trabajo perceptivo, de escucha atenta, sin prisas, pues hemos salido de una dimensión espaciotemporal de los tejidos a un espacio casi meditativo en el que todo aparece; en el que los dedos de la mano perceptiva, de alguna forma, sienten, ven y piensan; están en sintonía con el suceso y ayudan a la búsqueda del recurso necesario. En ese momento, la piel es como una pantalla táctil, y la otra mano, la motora, trabaja con diferentes ventanas, dejando que se instrumentalice desde el interior de la persona lo que sea necesario para facilitar que se produzca un cambio en su cobertura.
En principio, solo actuamos sobre un minúsculo starter de una zona precisa de la piel, a partir del cual todo se enciende y cambia. Necesitamos, además del aprendizaje terapéutico previo, desarrollar una atención perceptiva consciente. Y luego, tras unos instantes, se puede hablar en relación con lo vivenciado, justo lo necesario, invitando entrar en la charla banal y el discurso; hay que dejar más bien que se complete el trabajo desde el silencio creado.
Espero que esta breve narración práctica haya podido situarnos en el punto de partida de cómo actuamos y hacia donde nos dirigimos. De todas formas, es una experiencia intransferible desde el relato, y la única solución es la propia experienciación del terapeuta. Por lo tanto, creo que retomando diferentes aspectos de lo que hemos ido viendo, podemos decir que, a modo de expresiones del mundo, llevamos «a flor de piel» reflejos de paisajes variopintos que nos cubren como un collage, que no vemos ni notamos pero que, de alguna forma ignota, intuimos, y que por instinto nos puede llevar a cubrirnos, a taparnos, a protegernos; con coberturas de la personalidad, de la cultura, de la moda, de nuestra propia sombra, etc. Pero lo que tapamos o pretendemos tapar con la excusa de la desnudez es una herida dolorosa e hiperestésica que no queremos o no podemos ver ni tocar, ni que la toquen, por eso hay que cubrirla.
A veces, también ocurre que la tapamos refugiándonos en la inconsistencia del aparentar; no importa si tenemos calor o frío, si es desasosiego o vergüenza, utilizamos la excusa fácil de la meteorología, el ambiente, personas o dolencias diversas para cubrir apariencias.
Pero al final, aunque esté cubierta, si buscamos con atención a través de la mirada táctil y experta de unas manos perceptivas y sensibles que miran y traducen de modo particular lo que leen, se acaban manifestando con cierta nitidez los crípticos grafismos tejidos de tensiones tisulares, de espasmos de miedo o placer, de anhelos o carencias, y de todo aquello negado, reprimido o inconcluso.
Dado que es un tejido (aunque sea corporal), está ubicado en una trama de largas líneas de fuerza, entretejidas de forma peculiar, que siguen una urdimbre personal en la que se mezcla la grafología de nuestra historia. Por eso la piel es depositaria de variadas herencias, tiene cicatrices de diversos orígenes y, en definitiva, de relatos muy diferentes, de los cuales va a ser un instrumento; por tanto, podemos utilizar el tránsito a través su limen como un rito de paso para leer en sus claves, para acceder al interior de la persona; es decir, al interior de otros niveles que ya no son solo la piel, sino un contínuum del conjunto corporal.
Si queremos concretar más, son bloqueos en músculos, en los órganos, en los nervios periféricos, son bloqueos neurovegetativos, etc. Y aunque en algunos casos este sería más un trabajo de tipo osteopático, biodinámico o sensorial, la idea es facilitar a diversos profesionales entrar en el tema propuesto dada la multifactorialidad en el formato de presentación. No debemos olvidar una muy adecuada analogía —lo más superficial, la piel, es también lo más profundo—; por tanto, creo que no habría en ese sentido excusa posible de beneficiar a la persona que lo necesita de las competencias profesionales diversas integradas y trabajando en equipo.
Con ello quiero decir que en el nivel que tratamos, la piel (como sabemos) está formada por varias capas (epidermis, dermis, hipodermis), y en ellas tenemos diversos sensores y tipos de células especializadas de tipo táctil (por poner una palabra genérica), y debajo de la piel tenemos el tejido conectivo con diferentes tipos de fibras de colágeno, tejido adiposo, líquidos intersticiales y fibras nerviosas; de todo el conjunto, más las informaciones viscerales y del sistema musculoesquelético, parten todas unidas a las conexiones ascendentes hacia el Sistema Nervioso Central (SNC) al que llegan por vías transmodales a los diferentes centros de procesamiento, de los cuales salen a su vez las vías descendentes de la sensibilidad hacia los diferentes tejidos; pero además de la información neural y humoral, sabemos que hay otros tipos de comunicaciones de tipo bioeléctrico y electromagnético, e incluso aspectos más sutiles difíciles de describir, que colocamos bajo el epígrafe de energéticos y de memorias emocionales, que son los conectores con la globalidad personal más sutil y la transmisión desde lo interno a lo externo, y también sucederá a la inversa, en un trasiego constante que conforma la trama energética de cada persona, que a su vez va ligada al entorno sensorial. Lo cual, nos da idea de la complejidad de las estructuras que intervienen en dicha trama, algunas poco conocidas y estudiadas, salvo en las medicinas holísticas tradicionales como la China o la Ayurvédica. Por tanto, creo que esa misma complejidad nos invita a trabajar en un equipo multidisciplinar integrado, que es una opción que venimos realizando hace años y de la cual estamos satisfechos; no solo por el aprendizaje del proceso de integración de disciplinas médicas o psicológicas clásicas, sino por encontrar los nexos de unión con otras medicinas y sus resultados terapéuticos.
De todas formas, no olvidemos el hecho, de que estamos hablando de un sistema no lineal; es decir, en el cual no hay proporcionalidad entre el estímulo y la respuesta, cuanto más pequeño, preciso y sutil es el estímulo, de forma exponencial mayor es la respuesta; característica fundamental de los sistemas tipo caótico no lineales definidos por Henry Poincaré, matemático ilustre del siglo xix.
Todos estos aspectos, como hemos comentado, están relacionados dentro del mismo escenario de la posturología, entendida como sistema oscilatorio de tipo no lineal caótico, que funciona sobre una base de grabaciones que se encuentran engramadas en diversas zonas corporales y que en su conjunto constituyen una especie de esquema corporal postural integrado, compuesto por estos engramas referenciales (es así como llamamos a los registros de todo tipo de motivos y percepciones en diferentes partes del sistema nervioso y también en la memoria celular de muchos tejidos). Estos engramas están interconectados de forma contínua y tienen, entre otros, un rol comparador entre los diferentes referenciales posturales, emocionales y medioambientales, a partir de las posibles diferencias que surjan. Si es así, el sistema completo hace las oportunas correcciones en vías a estabilizarse. Y entre todos los engramas está la historia personal con sus referentes e historias inconclusas o traumáticas, todo ubicado en la profundidad y reflejado de forma fiel en la superficie de la piel.
La piel, por su extensión, creemos que agotaría cualquier intento simplificador o tipificador (que de todas formas está lejos de mis intenciones). En esta ocasión, la pretensión es acabar relacionando lo expuesto después de algunas de las diferentes aproximaciones que haremos —con todo lo que venimos denominando sistema postural— y sus múltiples interrelaciones, que aparecen como cuestiones muy interesantes unidas al posicionamiento emocional delante de cualquier acontecimiento intra o extrapersonal.
Ahora, por tanto, creo que procede añadir y adelantar un pequeño resumen de lo que entendemos por sistema postural, aunque luego viene ampliado en un capítulo específico. De hecho, hablaré solo de algunos aspectos significativos del mismo, específico, eso nos permitirá una progresiva integración de algunos aspectos.
El sistema postural es un sistema complejo y poco tratado, que está integrado en el SNC y es regulado desde el dominio subcortical del mismo (cerebelo, tronco encefálico, médula), desde esta coordinación a través del tronco encefálico y cerebelo, y algunos núcleos grises, conecta con diferentes áreas, núcleos y vías nerviosas, con el sistema reticular y límbico, con el tálamo, con la corteza sensorial y motora, con los lóbulos frontal, auditivo, visual y también lo hace con los núcleos vestibulares, trigeminales y oculomotores; podemos decir de forma práctica que establece relaciones con todo, incluso si es necesario, con el propio córtex. Es decir, con la integridad del SNC, que comunica a su vez las informaciones al respecto con todos los tejidos corporales, para cualquier aspecto necesario, sea neurovegetativo, neural, motor, emocional, etc., o para constituir una base tonal, relacionada con el tono anímico. Aunque en condiciones de normalidad no es necesaria la participación del córtex, y una parte de la actividad de mantenimiento, incluido también del tono postural, en relación con el sistema reticular y cerebeloso, tienen lo que llamamos unos ciertos automatismos reflejos.
Desde el control subcortical, el sistema postural utiliza una actividad tónico postural ortostática y de soporte al movimiento. Está incluido en ello el reflejo de extensión global, que actúa a modo de reflejo antigravedad, como el reflejo de alarma, que nos permite de forma rápida reaccionar a una situación: apagar el despertador, evitar una caída si tropezamos, etc. El sistema postural es a la vez estabilizador constante de la postura y del equilibrio postural.
Utiliza, como hemos visto, las vías ascendentes y descendentes de la sensibilidad exteroceptiva epicrítica, protopática y propioceptiva, y el sistema extrapiramidal, con lo que tiene un referente continuo de la exterioridad y un referente de la interioridad, utilizando un comparador somatotópico y esquemas corporales diversos (físicos y emocionales) ubicados en diferentes partes del SNC, e intenta, en función de este sistema modificar (como ya citamos), cualquier desviación de los engramas de referencia también en permanencia.
Se reclutan también informaciones en relación con los diferentes nervios vegetativos craneales, como el vago, el frénico y otros centros de control neurovegetativo con los que se relaciona.
Estas informaciones son canalizadas desde los sensores de la piel y los propioceptores a las fibras musculares de tipo tónico; si es necesario, lo hace hacia las fibras fásicas del sistema piramidal, a través de las llamadas cadenas musculares —que interconectan la trama muscular global para el movimiento con la tónica-postural—, conformando, no solo movimientos simples, sino que también — junto al sistema fascial y la tensegridad de los tejidos conectivos— condicionan movimientos espiroideos globales, ligados al gesto y emoción humana, que si hay problemas pueden preparar (o no) un tono adecuado, tanto para la estática como para cualquier inercial de movimiento o contraapoyo a la acción, o posicionarse en una determinada actitud física, emocional o sentimental ante cualquier circunstancia.
Hablar dentro de la teoría de sistemas implica que el sistema postural tenga unas entradas provenientes de las informaciones que procesan los llamados captores del sistema, que en una cierta jerarquía, ojos, pies, piel, vestíbulo, etc., en colaboración con otros órganos de los sentidos; también supone que tengan unas salidas que, en este caso, serían una postura, un tono y un posicionamiento equilibrados y estables con respecto al entorno y el propio sistema, que debiera estar en su conjunto en un proceso de homeostasis también estable.






