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—No se vayan todavía. Quiero hablar con ustedes dos a solas.
Los gemelos esperaron que todos sus compañeros abandonaran el salón y finalmente se acercaron a la profesora.
—Hay algo muy importante que debo decirles... —comentó—. Soy maestra suplente y me envían por temporadas a diferentes escuelas de la zona. Este es un plantel conflictivo y nadie quiere trabajar aquí, pero yo revisé la lista de alumnos e identifiqué el nombre de ustedes... Son nombres fuera de lo común... Su madre siempre los mencionaba.
—¿U... usted conoció a nuestra mamá?
—Sí. En los cursos de asertividad.
Owin y Beky quedaron pasmados.
—Su madre era una gran mujer —continuó la maestra—. Siempre estaba alegre y luchaba por superarse cada día. Deben comportarse como hijos dignos de ella. No se acobarden ante los problemas... recuerden que todos los hombres importantes sufrieron infinidad de ataques. Cada héroe que ahora es admirado recibió cientos de agresiones mientras vivió. Piensen en eso y no se enfurezcan si los molestan o difaman. No crean al pie de la letra a quienes los critiquen. Si consideran que la opinión de los demás es muy importante, terminarán siendo “pulgas amaestradas”. Nunca olviden que los criticones jamás trascienden; ellos no dejan huella; se especializan en buscar los errores de la gente y difundirlos; incapaces de crear algo bueno, se dedican a desacreditar los esfuerzos de otros. Aunque suene alarmante, es una realidad que deben aprender: Hagan lo que hagan, siempre habrá personas en su contra. Digan lo que digan, no faltarán quienes cuestionen sus ideas. Aunque se porten bien, hablarán mal de ustedes. ¡Crean en sus sueños y vayan tras ellos! Pongan tapones a sus oídos y decídanse a hacer lo que anhelan. No finjan una personalidad diferente para que otros los acepten. Sólo sean legítimos, fuertes y decididos en sus objetivos. Si actúan con valor, cuando pase el tiempo se habrán convertido en personas que todos admirarán, pero eso carecerá de importancia para ustedes. Mirarán atrás y dirán: “viví mi vida intensamente, hice lo que debí hacer, fui quien tuve que ser y, lo más importante, la felicidad colmó cada día de mi existencia”.
Los chicos se quedaron reflexionando.
—Y usted, maestra —preguntó Beky después—, ¿aceptó el trabajo en esta escuela sólo porque identificó nuestros nombres?
—En parte sí, pero hubo otra razón —se detuvo como si estuviese a punto de decir un secreto de vida o muerte; luego agregó—: Tengo un don especial de percepción.
—¿Qué es eso? —preguntó Beky frunciendo las cejas.
—Adivino algunas cosas... a través de... lo que sueño. Estaba indecisa de aceptar el puesto de suplente aquí cuando soñé a muchos jóvenes insultando y arrojando bolas de papel a dos chicos... Pude “verlos” muy bien. Como comprenderán, a veces no me gustan mis sueños y me lleno de tristeza al saber que son cosas a punto de suceder. No soy una bruja. En todo caso podría decirse lo contrario: Soy una amiga que quiere ayudarlos.
—¿Pero hay algo más, verdad? —preguntó Beky—. Es decir, aparte de las ofensas y las bolas de papel, usted soñó algo más sobre nosotros dos...
La maestra dijo que sí con tristeza.
—Soñé a su padre.
—Pa... pa... pa... papá está enfermo...
—Sí, aunque no físicamente. Su problema es emocional... No sabe cómo enfrentar su viudez. Sean comprensivos con él. Se ha “deshecho” para que ustedes “se hagan”. Está confundido y acabado. Quizá comience a cometer errores graves... Deben saberlo: se avecina una terrible tormenta en su familia.
Owin tragó saliva y protestó:
—E... eso me asusta. No... no tiene idea de... de lo mal que nos ha ido u... últimamente.
La maestra lo miró con ternura. Beky cambió el tema y se despidió:
—Gracias por lo que hizo hace rato con nuestros compañeros... fue hermoso.
—Sí —confirmó Owin—, mu... muchas gracias.
Los siguientes días transcurrieron de forma extraña. El señor Meneses, en efecto, fue decayendo cada vez más. Se comportaba intolerante, colérico y nervioso. Llegaba del trabajo hablando solo y se encerraba en su habitación sin saludar a los chicos. Owin y Beky varias veces optaron por salirse de la casa para ir al deportivo municipal. Su madre les inculcó el amor por la natación, y aunque desde que ella murió dejaron de participar en competencias, pocas cosas los reconfortaban más que zambullirse en una alberca.
Por otro lado, cada día la maestra suplente les contaba historias que los inspiraban y, después de las clases, charlaba un rato en privado con ellos. Una tarde les dio su tarjeta personal a los hermanos y les dijo:
—Muy pronto tendré que irme. Aquí tienen mi número telefónico. Si la tormenta se vuelve insoportable, no duden en hablarme...
Otra vez había usado la misma comparación. Beky protestó:
—¿A qué tormenta se refiere, maestra...? ¡Háblenos claro!
—He estado soñando de nuevo con ustedes... y... han sido cosas... un poco... difíciles de explicar. Deben estar preparados para todo.
Owin y Beky llegaron a su casa y, sin hacer comentarios, barrieron, lavaron los platos y sacudieron. Después buscaron algo de comida en las alacenas. No había mucha; un frasco de mermelada endurecida, dos latas de sardinas y una bolsa añeja de cacahuates rancios. Se comieron todo, luego limpiaron la mesa.
El señor Meneses solía regresar del trabajo a las cinco de la tarde. Ese día dieron las seis, las siete, las nueve, las once, y no llegó. Owin y Beky, se preocuparon mucho. Los pensamientos destructivos llegaron a sus mentes y se volvieron cadenas paralizantes.
Beky pensaba: “Tal vez mi papá decidió abandonarnos. Quiere iniciar una nueva familia y nos ha dejado para siempre.”
Owin pensaba: “Papá anda en la calle tratando de olvidar sus problemas. Quizá le ocurra un accidente y muera también.”
Esas ideas les produjeron un terrible peso de esclavitud. No podían moverse, pero tampoco podían dormir. Fue una noche mala, llena de fantasmas.
Cuando salió el sol se vistieron con mucha lentitud. De pronto, quedaron helados al ver a su padre parado en medio de la sala. Estaba sudando, lleno de tierra, con los ojos inyectados de sangre y un costal mugriento sobre el hombro.
INDIVIDUALIDAD: SUPERA LAS CRÍTICAS AGRESIVAS
REPASO DE CONCEPTOS
01. Criticar a los demás se ha convertido en un deporte que produce amargura; y la amargura se contagia...
02. Hagas lo que hagas, siempre habrá personas en tu contra; digas lo que digas, no faltarán quienes cuestionen tus ideas; aunque te portes bien, hablarán mal de ti.
03. Cree en tus sueños, ve tras ellos y no te enfurezcas si te difaman o critican. Es parte del camino hacia el éxito.
04. Todas las personas importantes han sufrido infinidad de ataques.
05. Si actúas con valor, a la larga te convertirás en una personalidad, pero eso no te importará porque dirás: “viví mi vida intensamente, hice lo que debí hacer, fui quien tuve que ser y, sobre todo, la felicidad colmó cada día de mi existencia”.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
01. Haz un pacto con tus amigos: De ahora en adelante vigílense unos a otros para detectar e interrumpir las críticas que hacen a los demás. Quizá se sorprendan de cuan acostumbrados están a molestar a sus compañeros y de lo poco constructivas que suelen ser sus conversaciones.
02. Menciona algunos de los ataques verbales que has recibido y describe cómo te han afectado.
03. Escribe una lista de las críticas y difamaciones que quizá recibirás en el futuro. Analízala y acepta que triunfarás y lograrás tus metas a pesar de esa lista.

4 OBSERVA EL RADAR DE LAS EMOCIONES
El señor Meneses parecía un loco recién escapado del manicomio.
— ¿Dónde andabas, papá? ¿Ya te sientes mejor?
—Sí. Estoy bien. Les tengo una noticia: ¡Vamos a irnos de aquí! Renuncié a mi trabajo.
—¿Re... renunciaste? ¿Y... y de qué vamos a... a vivir?
—Me dieron dinero. Con eso iremos a otra ciudad donde nadie nos conozca. Si tenemos suerte, mañana cruzaremos la frontera.
—No... no... pode... podemos irnos, te... tenemos muebles. Además a... a mamá le gustaba esta casa.
—¡Su madre se fue para siempre! ¡Los muebles son viejos! ¡Esta casa apesta! ¡Debemos once meses de renta y el dueño me ha amenazado! Preparen sus cosas... Nos iremos de inmediato.
Puso en el suelo un costal mugriento que había traído y dio por terminada la discusión.
Owin y Beky tardaron varios minutos en reaccionar. ¿Qué le pasaba a su padre?
—Vamos —dijo la muchacha resignada.
Con movimientos reacios, metieron ropa y algunos libros en una maleta vieja. Aunque tenían pocas pertenencias la valija se llenó.
—¡Esto pesa mucho! —los regaño su papá cuando pasó junto a ellos dirigiéndose al sanitario—, ¡con tantas porquerías no podemos cruzar la frontera! Saquen todo y vuelvan a empacar. ¡Sólo lo indispensable!
Owin se puso de pie y se asomó a la cama de su padre con la intención de ver cómo estaba empacando él. En una mochila había acomodado ropa y otras cosas provenientes del costal que trajo.
—¿Qué... qué es... esto? —cuestionó.
Beky se acercó, abrió mucho los ojos y sintió miedo.
—¡Herramientas electrónicas! ¡Tienen el sello de la empresa de mi papá!
El señor Meneses salió del baño y sorprendió a los chicos inspeccionando su valija.
—¡No toquen nada! —gritó—. ¡Dedíquense a lo suyo!
Owin se apartó presuroso, pero Beky se quedó quieta en actitud de reto. Por lo que a ella tocaba, no aceptaría formar parte de un circo de pulgas nunca más. Ni aún en su propia casa.
—Tienes que explicarnos qué es esto, papá —exigió la joven—, ¿lo robaste?
El hombre se mostró ofendido.
—¡No te interesa!
—Sí me interesa. ¡Lo que tú hagas nos afecta a nosotros!
Waldo Meneses apretó los puños y caminó por la estancia furioso.
—De acuerdo. Está bien. Mis jefes son unos pillos, unos explotadores, me hubieran mandado a la calle sin un centavo, así que ayer me quedé en la empresa de noche, entré al almacén y cobré mi liquidación yo mismo.
Los muchachos se quedaron inmóviles como estatuas. ¿Su padre era un ladrón?
Owin murmuró:
—E... entonces es me... mentira que... que te dieron dinero.
—Bueno, vendí algunas herramientas. Con eso compré los boletos del autobús para irnos de aquí.
—¡Vendiste herramientas robadas! —dijo Beky—. Y nos vamos porque estamos huyendo.
—Eso suena muy exagerado. Nadie nos persigue. Es difícil que hayan notado el faltante tan pronto.
—¡Pero tarde o temprano lo notarán, papá!
—Y ya no estaremos aquí. ¡Así que apúrense!
Media hora después, la pequeña familia salía de la casa llevando dos mochilas deterioradas con lo más esencial. Se dirigieron a la estación de transporte público y, poco después, viajaban hacia la frontera en un autobús de segunda clase.
Owin miraba por la ventana sin decir palabra. No entendía cómo es que su vida estaba dando un giro tan terrible. Recordó los malos pronósticos de la maestra y se le hizo un vacío en el estómago. Había relámpagos que amenazaban tempestad. Estaban dejando la casa donde vivieron siempre, abandonando su alberca del deportivo municipal, renunciando a los recuerdos de una existencia feliz al lado de su madre, y obedeciendo a un padre que no había demostrado mucha inteligencia últimamente.
—Tengo ganas de llorar —dijo Beky
—Yo... yo también —contestó su hermano.
Emociones de temor, tristeza y coraje habían confluido en el corazón de ambos. La tarde empezaba a extinguirse y los últimos rayos diagonales de un sol que se había ocultado ya, avivaban el ambiente con luz ambarina. En pocos minutos sobrevino la oscuridad de la noche. Fue un viaje largo y tortuoso. El autobús hizo algunas paradas para cargar combustible y dejar que los pasajeros estiraran las piernas.
Amaneció y volvió a atardecer. Cuando llevaban treinta y seis horas de viaje, la chica sacó el cuaderno de apuntes personales de su madre y lo abrió. Owin se acercó. Beky tomó la iniciativa de nuevo y leyó en voz alta. El cuaderno decía:
RADAR DE LAS EMOCIONES
En los cursos he aprendido que vivir es como conducir un automóvil. Debo manejar con habilidad y atención, sin pisar el acelerador a fondo en momentos de oscuridad y tormenta, porque puedo sufrir un accidente fatal.
Los hermanos dejaron de leer unos segundos y se miraron,
—¿Di... dice “en momentos de oscuridad y tormenta”? —preguntó Owin.
—Sí.
Voltearon a ver a su padre. Tenía los ojos cerrados y trataba de dormir. Se movía. Apretaba los párpados y murmuraba boberías. Su cuerpo parecía exhausto, pero su conciencia no lo dejaba relajarse.
—Si... sigue leyendo, hermana.
En momentos difíciles, necesito frenar un poco para esquivar los obstáculos.
Las emociones se reflejan en un radar, me hacen bajar la velocidad y analizar el camino. Por eso, las emociones son buenas. Aún las que parecen malas.
El miedo me permite detectar el peligro y huir de él. Es el más útil mecanismo de defensa. Cuando sentimos miedo, frenamos, calculamos el paso más seguro y volvemos a acelerar, esquivando los riesgos innecesarios.
La culpa también puede ser buena; me lleva a reconocer mis errores y a cambiar de dirección para no equivocarme de nuevo.
La sensación de ignorancia me induce a estudiar y a crecer.
El orgullo me lleva a amarme a mí misma y a defender mis derechos.
La ira me hace rebelarme contra las cosas que están mal y luchar por el bien.
Las emociones son útiles. No trataré de reprimirlas. Lloraré si estoy triste, reiré si estoy alegre, callaré si estoy nostálgica, me desahogaré si estoy enfadada. No hay nada peor que una persona insensible, con mente de robot, sangre de aceite y corazón de piedra.
Los pensamientos deben pulirse, los sentimientos, sentirse. Son señales de frenado y reacción. Pueden salvarme la vida.
De igual manera, debo evitar detenerme por completo a causa de las emociones. El que se paraliza deja de progresar, madurar, disfrutar la vida, y comienza a enloquecer, pues queda atrapado y las emociones (que eran útiles), se convierten en cadenas de prisión.
A partir de hoy manejaré mi automóvil con agilidad y esmero, en un movimiento continuo hacia delante, poniendo mucha atención al radar de emociones para atravesar con éxito las tormentas del camino.
Comenzaba la segunda noche que pasarían en el autobús y casi había oscurecido por completo. Owin y Beky guardaron silencio, pero en su mente se repetían las frases que acababan de leer e imaginaban que era su madre misma quien las decía.
El viaje a la frontera duraría doce horas más.
Cuando el sol salió los rayos de luz atravesaron con dificultad las densas nubes que habían tapizado el firmamento. Estaba lloviendo. La ciudad a la que se dirigían, además de frontera era costa, y un fuerte ciclón tomaba forma en el océano.
Los limpiadores del autobús se movían de un lado a otro para despejar el parabrisas. Con un clima así, se antojaba quedarse en casa recostado frente al televisor comiendo galletas con leche...
Beky se dirigió a su padre por primera vez en el viaje y le preguntó con voz suave:
—¿Por qué estamos haciendo esto?
El hombre se giró para verla con expresión de recóndita desolación.
—Porque soy un idiota... —respondió.
—¡Papá! ¡Regresemos! Devuelve lo que tomaste...
—No puedo. Además de robar, hice otras tonterías. Les falté al respeto a mis jefes. Grité cuando debí permanecer callado y callé cuando tuve que hablar. Discutí tontamente y me hice de muchos enemigos; ahora sólo me resta desaparecer del mapa.
Los jóvenes movieron la cabeza en señal de desacuerdo y no objetaron más.
Cerca de las diez de la mañana, después de dos días y dos noches de camino, el autobús arribó a su destino. La estación fronteriza estaba lodosa y con baches llenos de agua.
Cuando el enorme vehículo terminó de estacionarse siseando por los frenos de aire, ocurrió algo que sustrajo el aliento a los muchachos: El señor Meneses dio un fuerte golpe en la codera de su asiento al mirar por la ventana. Un grupo de policías armados esperaban en el cobertizo la llegada del autobús.
CONTROL EMOCIONAL: OBSERVA TU “RADAR DE EMOCIONES”
REPASO DE CONCEPTOS
01. Todos vivimos como regidos por un radar que detecta nuestras emociones y nos indica si debemos acelerar o frenar.
02. Las emociones positivas, como la alegría, el entusiasmo y la euforia, nos inducen a acelerar. Las emociones negativas, como el miedo, la vergüenza o la tristeza, nos impulsan a frenar.
03. Debemos observar el radar de emociones porque puede salvarnos la vida. Por otro lado, no podemos detenernos por completo motivados por las emociones pues comenzaríamos a enloquecer.
04. Tú eres un campeón. Los campeones avanzan decididos, disminuyen su velocidad cuando perciben una emoción de frenado, y ponen mucha atención para atravesar con éxito las tormentas del camino.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
01. Haz una lista de quince emociones distintas, ¿son emociones de frenado o aceleración? Clasifícalas.
02. Las cosas que van sucediendo durante el día te producen emociones. Menciona una que hayas sentido en los últimos días y explica qué mensaje había en ella.
03. ¿Alguna vez te has sentido mal, sin saber por qué? ¿Descubriste la razón? Relátalo. ¿Qué debemos hacer cuando nos sentimos irritados o tristes sin saber por qué?
04. Haz un análisis de tu vida y escribe las tres emociones que te han acompañado con mayor frecuencia. ¿Qué significan?

5 ¿PASIVO, AGRESIVO O ASERTIVO?
Los pasajeros comenzaron a bajar.
El señor Meneses se acercó a sus hijos y dijo:
—Tengo que confesarles algo. La otra noche, en la empresa... —echó un furtivo vistazo alrededor—, abrí la oficina del gerente y robé el dinero de la caja chica...
Sacó de su bolsa un pequeño fajo de billetes; no eran muchos, pero suficientes para fugarse del país. Owin y Beky escuchaban aterrados.
—Esos policías... —continuó Waldo Meneses—, tal vez me busquen a mí. Tendremos que separarnos —quitó la liga de los billetes y le dio a los niños la mitad—.Yo puedo escapar si estoy solo. Juntos nos atraparían. Bajen y caminen disimuladamente. Vayan a la plaza central del pueblo, frente a la catedral. Ahí los veré.
—No... no papá —dijo Owin.
—Tengo miedo —comentó Beky.
Al mencionar la palabra miedo, ambos recordaron los apuntes y se dieron cuenta que era una emoción de frenado. ¡Había que detener a su padre en esa loca idea y corregir el rumbo!, pero ¿cuál era el correcto?
—Las cosas empeorarán —lo aseguró Beky—, es mejor entregar todo y pedir perdón.
—¡No digas tonterías! Si hago eso me meterán a la cárcel.
—¡Pero papá, de todas formas...!
—¡Cállate!
El señor Meneses temblaba, y por la cara le corrían chorros de sudor.
—Déjenme. Váyanse ya. ¡Pronto!
Los muchachos se repartieron el dinero y lo escondieron en el interior de sus zapatos. Tomaron, como único equipaje, la libreta de su madre. Se pusieron de pie y caminaron hacia la salida del autobús. Frente a ellos, una señora obesa intentaba pasar por la puerta con cuatro bolsas de plantas y comida. Varios hombres trataban de ayudarla desde abajo.
—Si nos da los paquetes, podrá salir mejor.
—No hace falta. ¡Yo puedo hacerlo!
Verla en su terca obstinación de cruzar con semejante cargamento por un espacio en el que a duras penas cabía ella sola, era digno de asombro e hilaridad. Cuando al fin pudo dar el último paso, una de sus bolsas de plástico reventó, ella tropezó y un ramillete de verduras se regó por el suelo.
Mientras policías y mirones ayudaban a la voluminosa mujer a levantarse, los niños aprovecharon para bajar con cautela del autobús y caminar hacia la estación. Se ocultaron detrás de un enorme pilar y observaron a lo lejos. La señora gorda se había incorporado y trataba de atar sus verduras con el plástico de la bolsa rota. Los pasajeros estaban recogiendo sus respectivas maletas.
Owin y Beky guardaron el aliento y se quedaron quietos. Frente a ellos, en el pilar, había un póster publicitario en el que se invitaba a todos los transeúntes a participar en una convención internacional de comunicación eficaz.
Owin lo observó y dijo a su hermana:
—E… esas clases so… son como las que to… tomaba mamá.
—Owin, no te distraigas. Concéntrate.
Owin siguió mirando el póster como tratando de evadir su nerviosismo. La publicidad impresa decía:
¿ ¿Cómo se comporta usted cuando tiene problemas?
¿PASIVAMENTE?: Callado, inhibido, manipulado por otros, enojado en secreto y lleno de rencor.
¿AGRESIVAMENTE?: Autoritario, violento, decidido a todo, malhablado, dispuesto a pelear.
¿ASERTIVAMENTE?: En el punto medio entre la pasividad y la agresividad. Hablando con franqueza sin ofender, siendo sincero sin irritar, defendiendo su dignidad, sin manipular.
¡ La asertividad es una destreza que se desarrolla con la práctica. Acude a nuestro seminario.
Owin quiso despegar el cartel publicitario, pero estaba adherido con un fuerte pegamento.
—¡Deja eso, hermano. Mira para allá.
Los pasajeros recién llegados en el autobús se habían retirado llevándose sus maletas. En el enorme compartimiento sólo quedaban dos mochilas viejas. Las de su padre.
El policía que parecía al mando se asomó al interior del autobús sorprendido porque no bajaba nadie más. Ordenó a sus subalternos primero que revisaran la etiqueta de las maletas olvidadas, y después que las abrieran. De inmediato hallaron los aparatos robados. Entonces comenzaron a actuar con rapidez. Dos de los agentes subieron al autobús.
Owin y Beky estaban aterrados.
Con toda seguridad, hallarían a su padre escondido entre los asientos. Quizá trataría de huir y sería acribillado a balazos por los policías.
—¡No, Dios mío! —murmuró el muchacho—. Haz que mi padre actúe tranquilamente...
Uno de los oficiales bajó del autobús y gritó con fuerza:
—Aquí adentro no hay nadie. O el señor Meneses no venía en el camión o escapó sin que lo viéramos.
—¡Búsquenlo por los alrededores!
Owin murmuró:
—¡Vámonos de aquí! —murmuró Beky.
Echaron a correr tan de repente que el movimiento fue notorio para los policías que miraban alrededor.
—¿Vieron esos niños? —preguntó el comandante, y acto seguido ordenó—: ¡Vayan tras ellos!
La estación de autobuses estaba colmada de transeúntes. Como en un videojuego, Owin esquivó, obstáculos, pilares, sillas y gente que iba y venía. Beky no tuvo la misma habilidad. Cometió el error de los corredores novatos: miró hacia atrás. Al hacerlo se topó con un viajero y rebotó cayendo al suelo. Se levantó, pero volvió a girar la cabeza y se tropezó de nuevo. Los policías la alcanzaron.
—¿A dónde vas con tanta prisa, niña? —la detuvieron para llevarla de vuelta con el comandante.
Owin llegó a la calle, jadeando, y se agazapó de espaldas a la pared del edificio esperando a Beky. ¿Dónde estaba? Quizá en el intento de esconderse había tomado un camino distinto. Regresó sobre sus pasos con mucho sigilo. Recorrió despacio la enorme y concurrida sala general de la estación. Miró de un lado a otro. Fue inútil. Salió de nuevo y cruzó al otro lado de la calle. De frente al edificio, echó un amplio vistazo a la acera. Su hermana no estaba. De pronto, sintió una mano como de hierro que le apretaba el cuello.
—¿Buscas a alguien? —le preguntó un policía.
—N... no... —contestó—, e... estoy esperando que.. que llegue mi... mi tío... en un autobús.