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Gil lamenta que por no querer enfrentar de raíz los problemas en los tres niveles, nos tengamos que resignar meramente a aliviar la situación de los niños. Pero, para mí, si uno se ciñe estrictamente a su definición, pareciera que todas las familias con hijos, todas las instituciones que tengan niños a su cargo y todas las sociedades, incurren en abuso de niños.
El hecho de que las cifras de abuso de niños vayan de 7.000 a 1,1 millones dice mucho sobre las definiciones. También dice mucho que un autor cuidadoso pueda cambiar, en tan solo cinco años, de una definición precisa a una emotiva. Estos dos fenómenos están relacionados. Son los cambios en las definiciones los que permiten los cambios en los números. Los cambios en los procedimientos para reportar nos pueden mover de 7.000 a alrededor de 30.000, pero solo un cambio en la definición de la categoría nos puede llevar de 7.000 a 1,1. millones. Y si uno leyera de manera estricta la segunda definición de Gil, 1,1 millones parecen quedarse cortos. Mi estimado es que, para 1982, el número de niños abusados en los Estados Unidos era de alrededor de 50 millones.
Puede que esa haya sido la intención de Gil quien, por lo menos en sus publicaciones, parece radicalizarse. Es interesante ver los dos caminos que toman quienes trabajan por ampliar el concepto de abuso de niños. Por un lado, están quienes enfatizan el carácter catastrófico del abuso físico:
Cada año en los Estados Unidos, por lo menos seis millones de hombres, mujeres y niños son víctimas de ataques físicos por parte de sus parejas o padres –este número es dos veces la población de Los Ángeles–. Imagínese que todos los estudiantes de un bachillerato –2.000 personas– fueran asesinadas en un evento catastrófico. Cada año, 2.000 niños son asesinados por sus cuidadores (esta cifra es citada por el National Center on Child Abuse and Neglect) (26).
Por otro lado, está el camino de Gil, quien no ha considerado importante revisar las cifras que ha presentado (aunque ha aceptado que están subestimadas). En cambio, encuentra que la violencia en nuestra sociedad es endémica y supone que, más allá de pequeños alivios, solo es posible el cambio radical. Busca una “revolución paradigmática que nos lleve a una sociedad sin violencia”. Sus ideales son “las sociedades igualitarias, libertarias, democráticas y no violentas”. Estas sociedades “no están por encima de la razón y del potencial humano, no son tan “irreales” o “utópicas” como muchas veces se cree que son”. Afirma que “estas sociedades, de distintos tamaños, han existido en la historia de la humanidad”, y en una nota al pie cita a Ruth Benedict, Martin Buber y Pyotr Kropotkin para apoyar su argumento (y a nadie más) (Gil, 1978).
Obviamente la aproximación del político es diferente. Gil fue el primer testigo en la audiencia citada por el subcomité de la infancia y la juventud. El senador Walter Mondale lideraba el subcomité y quería un proyecto de ley. Quien estaba buscando pasar una ley sobre el tema. Al seguir el procedimiento activado por Kempe en 1962, no quería que este proyecto fuera sobre pobreza porque nunca iba a ser aprobado. Quería aclarar que el abuso de niños ocurría en todos los estratos de la sociedad americana. Gil estuvo de acuerdo, pero intentó argumentar que los pobres tienen más factores que pueden llevarlos al abuso. “Yo sé que usted entiende esto”, contestaba Mondale, “pero esto no es un problema de pobreza, es un problema nacional”. Mondale se salió con la suya. Después de la audiencia el Child Abuse Prevention and Treatment Act fue pasado al senado. La principal contribución de Gil fue lograr incluir “tratamiento” en el proyecto de ley. Solo el senador Jesse Helms se mostró en contra de la ley. La cámara estaba conforme con el proyecto, y con unas pequeñas modificaciones (dentro de las que estaba incluir la definición de abuso), votó a favor. Al senado se le había olvidado este detalle. En el fondo, la definición de la ley es la definición de Gil de abuso físico. La ley fue rápidamente sancionada por Richard Nixon el 31 de enero de 1974. La acción legislativa había sido sorprendentemente rápida. Para 1968 todos los Estados tenían un sistema para reportar abusos, cuando para 1962 ninguno lo tenía. Interesantemente, por fuera de este continente, ningún otro país pareciera tener legislación específica sobre abuso de niños. Los británicos estaban igualmente preocupados por este tema, pero optaron por enfrentarlo con el uso de leyes preexistentes y directivas ministeriales.
No puedo dejar de mencionar otro ejemplo de la maleabilidad del término “abuso de niños”. El 3 de febrero de 1984, la Cámara de Representantes votó a favor, con 396 y solamente 4 en contra, de cambiar la definición de abuso de niños para incluir en ella la negativa de cuidado a recién nacidos con discapacidades que amenazaran su vida como una forma de abuso. Eventualmente el proyecto se convirtió en ley. Este cambio resultó en una restricción muy fuerte, pues todo profesional, incluidos médicos y hasta los sacerdotes, tienen la obligación de reportar a las agencias correspondientes cualquier tipo de abuso de niños, sin importar la confidencialidad de la información. Esta es una de las aplicaciones de la ley: si un médico considera que un colega no atendió a un niño, bajo la consideración de que tenía “daños” irremediables, entonces el médico está en la obligación de reportar a su colega por abuso. La discrecionalidad dejó de existir en los casos neonatales.
5. Incesto
Antes, los delitos sexuales cometidos contra los niños se diferenciaban claramente de la crueldad contra los niños. Hoy en día están ambos dentro de la misma categoría de “abuso”, volviéndose un excelente ejemplo de la maleabilidad del término. Muchas personas hoy consideran que el abuso de niños significa abuso sexual. El abuso sexual tiene tres tipos. El primero de ellos no parece tener mucho en común con movimientos en contra del abuso de niños. Es como una constante: exhibicionismo, acoso en parques, y violaciones de niños que son recogidos en la calle. No conozco razones para pensar que este tipo de comportamiento ha cambiado en los últimos cien años o que las concepciones públicas y advertencias de los padres sobre estos peligros se hayan modificado. Es el clásico “no recibas dulces de extraños”. Otros dos tipos de violencia sexual se han vuelto visibles. Uno es el abuso sexual en guarderías, casas de paso, colegios, iglesias o instituciones similares por fuera del entorno familiar. Otro es el abuso sexual dentro de la familia, que en realidad implica incesto.
El incesto ha sido objeto de interés académico por parte de antropólogos y psicólogos. Cada cierto tiempo atrae la atención de los eugenistas, cuando la “endogamia” se ha asociado con el decaimiento intelectual o físico de poblaciones aisladas. Y ciertamente el tabú del incesto es extraordinariamente intenso, aunque quién cuenta como “pariente” para efectos de prohibir el matrimonio varía de sociedad a sociedad, incluso de la francesa a la inglesa. Aun así, hay muchos malentendidos alrededor del incesto. El incesto no era delito en el Reino Unido hasta 1908, cuando se expidió el Acto sobre el Castigo del Incesto –Punishment of Incest Act–. En Europa, el incesto no es comúnmente un crimen bajo el derecho penal, solamente en el derecho eclesiástico. Hoy en día el incesto no es delito en Francia, Holanda y Bélgica. Este descubrimiento no ha sido bien recibido por quienes están preocupados por el abuso sexual de niños. Un estudio histórico se observa con ira que “bajo la Ley Talmúdica, el sexo con una niña menor de tres años estaba permitido” (Rush, 1980, p. 17).
Más allá de las cuestiones jurídicas, el incesto no se consideraba un problema de nuestra sociedad. Era peor que la bigamia, pero la misma cosa: un vicio de personas extrañas, nada que ver con nosotros, del mismo modo que el famoso juicio por bigamia que se le hizo al hermano mayor de Bertrand Rusell no tenía nada que ver con las clases medias. Los párrocos seguro sabían que sí estaban relacionados, pero guardaron silencio. En los sesenta y principios de los setenta, el incesto y el abuso de niños se mantuvieron separados. Los trabajadores sociales y psicólogos que se preocupaban por el incesto les hablaban a audiencias diferentes a las del abuso de niños, que para entonces era la del maltrato infantil. Los dos fenómenos no fueron relacionados de manera pública hasta que se publicó un ensayo titulado: “Sexual Molestation of Children: the Last Frontier in Child Abuse” (El abuso sexual de niños: la última frontera del abuso de niños) (Sgroi, 1975, pp. 18-21). Se popularizó con un artículo publicado en Ms. en abril de 1977 titulado “Incest: Sexual Abuse Begins at Home” (Incesto: el abuso sexual empieza en casa). Esto no quiere decir que nadie había visto la relación antes. Peyton Place (1956) de Grace Metalious es quizás uno de los mejores –más predictivos– documentos sobre los cincuenta. En el desenlace de la trama, Lucas, el padre de Selena, era “un borracho que golpeaba a su mujer y un abusador de niños. Cuando digo abusador de niños lo digo en la peor forma en que se lo puedan imaginar. Lucas comenzó a abusar sexualmente de Selena a la edad de catorce años y la mantuvo callada a punta de amenazar su vida y la de su hermano menor” (Metalious, 1956, p. 347, citada en Weber, 1977, pp. 64-67).
Hay pasiones tremendas en juego. En algunos casos la palabra incesto no se usa. Está presente como un veneno, un horror detrás de las palabras de “abuso sexual” en los contextos familiares. Cuando se menciona la palabra, como lo hace la introducción de Incest as Child Abuse, el horror se vuelve explícito:
“El incesto entre adulto y niño golpea el corazón de la civilización. Es en la familia, como lo menciona Charles Horton Cooley (1964), donde se gestan la sociedad y la personalidad de manera inseparable. El incesto subvierte el proceso de gestación, perturbando tanto el orden social como el desarrollo del niño” (Horton Cooley, 1964, citado en Vander May y Neff, 1986, p. 1).
Esa es la racionalización que se hace del horror que causa el incesto, una racionalización que es posible cuestionar. Hay otra línea de argumento que hace poderosa la idea del abuso sexual intrafamiliar. No es el horror, sino la rabia acompañada de alivio catártico: rabia en contra del patriarcado y alivio para muchos de poder hablar abiertamente sobre el tema. La mayoría de quienes cometen abusos sexuales de los niños en la familia son hombres –padres, novios de las madres, tíos y algunos abuelos–. Las víctimas son niños y niñas, muchos de los cuales, ahora que han crecido, expresan sentirse aliviados de poder hablar sobre lo que les sucedió.
Los efectos de esta liberación son diversos y continuos. Esta liberación tendrá un impacto en las psicoterapias futuras. Se sabe que Freud decidió que las memorias de incesto descubiertas en su consultorio eran, en gran parte, fantasías. Ahora volvimos a suponer que la memoria de las relaciones sexuales con un padre o un miembro de la familia es una memoria verdadera. Esto importa en la terapia tanto para adultos como para niños (27).
Pero ya no estamos hablando estrictamente del incesto como se entendía antes, esto es, como las relaciones sexuales entre miembros de una familia. Por ejemplo, de los 291 casos investigados en Minnesota en un año, 8 involucraban relaciones sexuales y 39 tenían que ver con “libertades indecentes” (indecent liberties). De lejos, lo que está en juego son los tocamientos indebidos. Incluso sobre este tema encontramos ciertos cambios. Hace algunos años, los tocamientos indebidos eran siempre malos e inevitablemente llevaban a cosas peores. Ahora, en la cada vez más abundante literatura sobre el tema, tenemos el “dilema de los toques apropiados e inapropiados” (the good touch/bad touch dilemma). La conclusión pareciera ser que los niños perciben toques de cariño como buenos y los toques dolorosos como malos, pero que la evaluación moral del toque depende de sus consecuencias (28).
El silencio en torno a la idea del incesto continúa, no entre la comunidad que trabaja y ayuda a los niños, sino entre los teóricos. Así, con frecuencia se ha hecho la pregunta de ¿por qué ocurre el incesto si la hostilidad hacia él es tan fuerte? El siempre radical psicohistoriador deMause ha puesto la pregunta patas arriba: el incesto, afirma, siempre y en todas partes ha estado con nosotros. Si algo necesita una explicación es la ausencia temporal del incesto. Es capaz de llegar a esta conclusión al contar como incesto muchas cosas que no se habían visto de esta manera antes. Por ejemplo, los padres de la época victoriana les ponían enemas a sus hijos ante el menor signo de irregularidades en la evacuación. Esta práctica ahora es poco común, pero hasta 1930 estaba bastante diseminada entre la población rural en los Estados Unidos. De acuerdo con deMause (1988, p. 274), esta interferencia anal de las madres sobres sus hijos es un tipo de incesto. Este es otro ejemplo de la extensión del término: “la exposición crónica a actos sexuales durante la infancia es abuso. Esto ocurre cuando los padres insisten en que sus hijos duerman en el mismo cuarto que ellos hasta los 8 o 9 años” (Wilbur, 1984). El autor no llama a esto explícitamente incesto, pero lo considera sexual, intrafamiliar y abusivo. La práctica de separar a los padres de sus hijos –la práctica arquitectónica que hace que esto sea posible–, es parte de los efectos de la revolución industrial y de la “policía de las familias”. Algunas sociedades consideran que nuestro hábito de prohibirles a los niños dormir con sus padres es un acto de crueldad. Este ejemplo extremo sirve para recordarnos que lo que contamos como abuso y como abuso sexual está íntimamente relacionado con nuestras prácticas y sensibilidades contemporáneas.
La historia del incesto tampoco se ha terminado de escribir. La próxima frontera es el abuso de niños por parte de los hermanos. “La evidencia sugiera que la violencia entre niños, especialmente entre hermanos, es frecuente y tiende a aumentar a medida que más padres solteros y trabajadores se ven obligados a dejar a sus hijos pequeños al cuidado de los mayores” (Wissow, 1990, p. 1). Los juegos sexuales entre niños, especialmente cuando la diferencia de edad es significativa, es considerado como abuso sexual. Edipo se convierte en Elektra.
5.1. El abuso y la polución
El “abuso de niños” se ha convertido en una palabra común, pero muchas veces damos por sentado su significado. Es preciso hacer algunas aclaraciones semióticas. Quienes aprenden inglés como segunda lengua saben de nuestra habilidad para juntar dos sustantivos, sin ninguna seña de gramática, y sin embargo sabemos cómo analizarlos gramaticalmente. No tenemos problema en entender frases como “programa de entrenamiento para la prevención de ataques a niños” (child assault prevention training program) o “sistema de atención en salud” (health care delivery service). ¡Pobres los extranjeros! ¿Cómo entender entonces el “abuso de niños”?
El verbo abusar puede significar usar de manera inapropiada o maltratar. Es claro que, para el caso del abuso de niños, se refiere a maltratar más, no a uso inapropiado. Pero consideremos frases que tienen la forma de “abuso N”, donde N es un sustantivo. He notado las siguientes: abuso de niños, abuso de drogas (abuso de sustancias o abuso del alcohol), abuso policial, abuso conyugal, abuso verbal, abuso sexual, incesto abusivo, confinamiento abusivo, abuso con contacto, abuso sin contacto, abuso de ancianos, abuso propio. Por ejemplo, el “abuso de voz” es un término usado por un periodista médico. Considero que este es un ejemplo de un uso que nadie va a entender con certeza: ¿significa abuso verbal, es decir, abuso cometido usando palabras? O en cambio, ¿significa el abuso de la voz propia? En este caso, es la segunda, un tipo de abuso del que sufren comúnmente profesores y predicadores. “Abuso policial” –como lo usa por ejemplo la Coalición en Contra del Abuso Policial (Coalition Against Police Abuse), fundada en Long Beach en 1974 por B. Kwaku Duren– es el abuso por parte de la policía, no el abuso de la policía.
¿Qué significa el “abuso de las drogas” –drug abuse–? ¿Usar de manera incorrecta una droga? Los que están en la batalla contra el abuso de drogas, creo, sostienen que no hay una manera correcta de usar el crack, así que el abuso del crack no consiste en su uso inadecuado. El abuso de las drogas pareciera ser más un tema de abusar de sí mismo por medio del uso de una droga. El “abuso sexual” no significa abuso del sexo. El “abuso con contacto” de una persona es un abuso sexual en el que hay contacto, pero el “abuso sin contacto” también es abuso sexual. Este último tipo puede incluir a una mamá que, mientras se baña, le pide a su hijo de doce años que le traiga algo, así como a una mamá que ejerce la prostitución ocasionalmente. El abuso sexual normalmente se contrasta con el abuso físico, es decir, con los golpes. ¿Es el abuso conyugal el abuso en contra del cónyuge o el perpetrado por el cónyuge, o ambos? La mayoría de las personas consideran que consiste en abusar al cónyuge. El “abuso de niños”, el “abuso conyugal” o el “abuso de ancianos” (o “abuso de personas mayores”) son todos entendidos de manera similar.
El “incesto abusivo” –incest abuse– (que puede que los lectores no reconozcan, pero que aparece en la literatura) debe significar un abuso cometido por medio de un acto incestuoso. El “confinamiento abusivo” –confinement abuse– es el abuso que se comete cuando se encierra a un niño en un clóset, un sótano o en un lugar peor (como el caso de un padre que enterró a su hijo con un tubo para permitirle respirar y horas después tapó el tubo con heces). También está nuestro viejo amigo, “el crimen del autoabuso” como lo describía el Oxford English Dictionary en 1728. En ese momento el “autoabuso” reemplazó al término “auto-polución” comúnmente usado para describir la masturbación.
Es notable que hoy en día no tengamos un término para el “abuso de la comida” –food abuse– aunque sepamos que podría significar: comer de manera desenfrenada hasta llegar a la obesidad mórbida. O podría significar todo lo contrario: anorexia. Parecieran existir tantos casos de este fenómeno como de abuso de drogas y alcoholismo, pero no usamos el término abuso para describirlos. Creo que es porque no consideramos la gula como un vicio. Claro que hoy se nos enseña que el autoabuso no es un vicio, pero la asociación de un abuso N con el vicio nos acompaña desde 1728. Por lo que la expresión periodística “abuso de voz” nos suena tonta. No hay ningún vicio detrás. Muchos más niños mueren como consecuencia de accidentes de tránsito que como consecuencia de confinamientos abusivos, sin embargo, el “abuso automovilístico” no es un tipo de abuso de niños. Los carros son virtudes no vicios.
Es interesante ver los índices de periódicos y revistas. A lo largo del siglo había una categoría estable: “crueldad infantil”, a partir de 1966 los índices empiezan a decir: “crueldad infantil: ver abuso de niños”. Luego el término crueldad infantil empieza a desaparecer gradualmente. El “incesto” sigue teniendo una categoría separada en los índices. Alrededor de 1977 se empieza a ver por primera vez dentro de la categoría de “abuso de niños” una entrada que dice “ver también: incesto”. Para 1982 (esta fecha varía en cada índice), el incesto que involucra niños se convirtió en una subcategoría bajo el “abuso de niños”. Un vicio etiquetó a otro.
¿Cuándo apareció la maldad en el abuso N? Hay una respuesta imposible de resistir. Durante dos siglos, en inglés solo tuvo una expresión en la que se usaba la palabra abuso: el autoabuso. En esos dos siglos, esta práctica era considerada perversa. En la cita del diccionario de 1728 se mencionaba el crimen del autoabuso, no como un crimen bajo el derecho común, sino como un crimen contra una ley superior. El autoabuso era sucio y vil. El término anterior había sido “autopolución”. El uso de la palabra polución para señalar la emisión de semen sin sostener una relación sexual es tan vieja como la lengua inglesa.
Quien le daría importancia a la casualidad de que poluto –polluted– alguna vez tuvo el siguiente significado, en palabras del suplemento del Oxford English Dictionary: “(informal, original de USA) Intoxicado, borracho; bajo la influencia de las drogas”. ¿Seguro no es sino otro uso jocoso, como “marinado” pickled, “aplastado” plastered, o “caído” smashed? Claro. Sin embargo, el término polución fue usado en relación con el alcohol en la época en la que se construyeron las bases para su prohibición en Estados Unidos. No estoy tan seguro de la conexión del término con el uso de drogas, pero sí parece coincidir con el primer pánico que se dio en los Estados Unidos en relación con las drogas a principios de siglo. La autopolución, el autoabuso, el abuso de sustancias, “poluto”.
Mary Douglas (1966) ha hecho famosa la tesis de que las sociedades se definen a sí mismas a partir de su relación con la polución, tanto “literal” como “metafórica”. Pongo las palabras en comillas porque Douglas nos ha hecho caer en cuenta, por ejemplo, de que la mugre no es tierra, sino que es algo cargado de significados implícitos. Ha demostrado que no es accidental que la palabra polución sea usada por los fanáticos de la ecología y que sea importante en sus organizaciones y grupos de avanzada de la misma manera que las abominaciones del Levítico o con los ritos de purificación de las tribus Lele en Zaire (hoy la República Democrática del Congo).
Aunque mi preocupación es con una metáfora más antigua e indirecta sobre la polución, creo que es plausible conectar el abuso de niños con la polución. Esta es la retórica de los setenta: “la sociedad ha tomado algunas medidas tendientes a corregir la polución ambiental. Pero ha hecho muy poco por corregir la polución social de las ecologías de muchos estadounidenses –las ecologías polutas llevan a muchos padres a abusar de sus hijos–” (Zigler, 1977).
Cada sociedad tiene su propio registro de poluciones y purificaciones. A la mayoría de las personas les parecen naturales e inevitables los de su propia sociedad, mientras que los de otras personas les parecen raros y hasta cómicos. El incesto es lo más cercano que tenemos a un tabú generalizado, a pesar de que el tipo de relaciones que se prohíben varían enormemente entre cultura y cultura.
No se necesita mucha imaginación para sugerir que, si el abuso N está conectado desde su concepción con la polución, la transformación del abuso de niños en incesto es simplemente un caso de retorno de la palabra abuso a su hogar en la categoría de polución. Es posible sugerir también que otras cosas están sucediendo. Por ejemplo, está bien hablar de maltrato infantil, mientras que el incesto es algo tan horrible que ni siquiera puede ser mencionado. Pero el incesto se convierte en algo de lo que se puede hablar cuando se incluye en la categoría de abuso de niños. Ningún profesional (trabajador social, médico, abogado, profesor o sacerdote) quiere adentrarse en los temas de incesto. Pero ahora es normal que lo hagan con los temas del abuso de niños. En este sentido, la medicalización y la “societización” del incesto han posibilitado que se lidie con el “problema”.
No creo, sin embargo, que esto vaya a la raíz de la cuestión. Dos factores adicionales son evidentes. En primer lugar, una gran cantidad de contravenciones sexuales, entendidas bajo el eufemismo se tocamientos indebidos, ahora hacen parte del incesto, como si fueran la misma cosa. Después del abuso con contacto, aparece el abuso (sexual) sin contacto. Esto es, la región de la polución se extiende radicalmente. El vicio está conquistando nuestra sociedad, no porque seamos más viciosos, sino porque declaramos viciosos una mayor cantidad de actos. Más aún, estamos creando el conocimiento: ahora sabemos que, si un padre alguna vez acaricia a su hijo, finalmente llegará a consumar sus pasiones malvadas si no recibe ayuda de un profesional.
En segundo lugar, aunque el abuso de niños está “societizado” de cierta manera, al volverlo propiedad de las profesiones del cuidado, también está “desocietizado”. Al volver a su lugar habitual, el de la polución, el abuso deja de ser un problema de pobreza, hacinamiento, desempleo, etc. Como lo mencioné anteriormente, desvincular el abuso de estos problemas fue parte de la agenda médica sobre maltrato infantil y buscaba excluirlo de la escena del cambio social. Declarar algo como parte de la polución es sacralizarlo, volverlo sagrado y sujeto a ser tratado como ritual. El incesto ha sido medicalizado solo en la forma como se entendía la medicina antiguamente, como asociada con la brujería.