La vida de los Maestros

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»Parad un instante y reflexionad profundamente. Imaginad los incontables granos de arenas de las playas, las innumerables gotas de los océanos, las innumerables formas de vida que pululan las aguas, las innumerables partículas rocosas de la corteza terrestre, el número inmenso de árboles, de plantas, de flores y de arbustos que hay en la tierra, las innumerables formas de vida animal sobre la tierra. Todo eso es lo exterior del ideal mantenido en el Gran Pensamiento Universal de Dios.
»Imaginad ahora las incalculables almas nacidas sobre la tierra. Cada una de ellas es la expresión de una imagen ideal de Dios, tal como se ve a él mismo. Cada uno ha recibido el mismo poder que Dios para dominar sobre todo. ¿No creéis que Dios desea ver al hombre desarrollar sus cualidades divinas y cumplir las obras de Dios, gracias a la herencia del Padre, Gran Pensamiento Universal, a través de todo y por encima de todo? Comprended que cada uno de nosotros es una expresión fuera de lo invisible, del Espíritu, en un molde visible, en una forma por la cual Dios ama expresarse. Cuando sabemos eso y lo aceptamos podemos verdaderamente decir como Jesús: «Mirad, Cristo está aquí». Es así que se alcanza el dominio sobre el mundo carnal. Él ha reconocido, proclamado y aceptado su divinidad, después ha vivido una vida santa como es preciso que nosotros la vivamos».
VIII
A los ocho días levantamos el campamento, un lunes por la mañana, y proseguimos nuestro camino. Después del mediodía del tercer día llegamos al borde de un gran río, de seiscientos o setecientos metros de ancho y con una velocidad de al menos cinco metros por segundo. Se nos informó que en tiempos ordinarios se lo podía vadear sin dificultades. Decidimos entonces esperar hasta la mañana siguiente para observar la crecida o decrecida de las aguas.
Supimos que se podía atravesar el río por un puente situado aguas arriba, pero ello implicaba un desvío de cuatro días por caminos muy complicados. Pensamos que si el agua bajaba, sería más simple esperar algunos días en el lugar. Se nos había demostrado que no debíamos preocuparnos del avituallamiento En efecto, desde el día en que nuestras provisiones se agotaron hasta nuestro retorno a Asmah, es decir, durante sesenta y cuatro días, toda la compañía, más trescientos peregrinos, fue abundantemente nutrida con víveres provenientes «de lo invisible».
Hasta entonces, ninguno de nosotros había comprendido el verdadero sentido de los acontecimientos a los cuales habíamos asistido. Nosotros éramos incapaces de ver que todo se cumplía en virtud de una ley precisa de la cual cada uno podía servirse.
A la mañana siguiente, en el desayuno había cinco extranjeros en el campamento. Nos fueron presentados como un grupo acampado en la otra orilla del río y que venían del pueblo adonde nosotros nos dirigíamos. No prestamos gran atención a ese detalle, suponiendo naturalmente que ellos lo habían atravesado con un bote. Uno de nosotros dijo entonces: “Si esas gentes de allá tienen una embarcación ¿por qué no servirnos de esta para atravesar el río? Entrevimos ya una salida a nuestras dificultades, pero se nos informó que no había ningún bote porque el paso no era lo bastante frecuentado como para justificar la conservación de uno.
Después de desayunar nos reunimos todos en la orilla del río. Notamos que Emilio, Jast y Neprow y cuatro personas de nuestra orilla conversaban con los cinco extranjeros. Jast se acercó hasta nosotros diciéndonos que a ellos les gustaría atravesar el río con los cinco extranjeros para pasar un momento en el otro campamento. Teníamos tiempo, ya que se había decidido esperar a la mañana siguiente y observar los signos de la crecida. Se comprenderá, que nuestra curiosidad se despertó. Consideramos un poco temerario querer franquear a nado una corriente tan rápida, para decir “buen día” a un vecino. No imaginamos que la travesía pudiera ser de otra manera. Cuando Jast se hubo reunido con el grupo, los doce hombres, todos vestidos, se dirigieron hacia la orilla y con la calma más perfecta pusieron pie sobre el agua, no digo en el agua. No olvidaré jamás mis impresiones viendo a esos doce hombres pasar uno después de otro de la tierra firme a la corriente. Contuve la respiración esperando verlos desaparecer bajo las aguas. Supe más tarde que dos de mis compañeros habían pensado lo mismo. Pero en el momento cada uno de nosotros, quedó sofocado hasta que los doce hombre hubieron pasado la mitad del río, de tal forma estábamos sorprendidos de verlos marchar tranquilamente sobre la superficie, sin la menor preocupación y sin que el agua subiera de la suela de sus sandalias. Cuando llegaron a la orilla opuesta, tuve la impresión de que me quitaba un gran peso de encima. Creo que fue lo mismo para todos, a juzgar por su sonrisa de alivio en el momento en que el último hubo acabado la travesía. Fue ciertamente una experiencia sin precedentes para nosotros.
Los siete que pertenecían a nuestro campamento volvieron para comer. Aunque nuestra sobreexcitación fue menor en esta segunda travesía, cada uno de nosotros tuvo un suspiro de alivio cuando llegaron todos a nuestra orilla. Ninguno de nosotros había dejado la orilla del río esa mañana. No hicimos demasiados comentarios sobre el suceso, ya que estábamos absortos en nuestros propios pensamientos.
Después del mediodía, constatamos que se necesitaría hacer un gran desvío por el puente para atravesar el río. A la mañana siguiente nos levantamos temprano, dispuestos para realizarlo. Antes de nuestra partida, cincuenta y dos hombres de nuestra expedición marcharon tranquilamente hacia el río y lo atravesaron como los doce de la víspera. Se nos dijo que nosotros podíamos atravesarlo con ellos, pero ninguno de nosotros tuvo suficiente fe para probarlo. Jast y Neprow insistieron en hacer el desvío con nosotros. Y nosotros tratamos de disuadirlos, diciéndoles que podíamos muy bien seguir la columna y evitarles ese trayecto fastidioso. No cedieron y nos acompañaron, diciendo que no representaba ningún inconveniente para ellos.
Durante los cuatro días que empleamos en reunirnos con los que habían atravesado el río sobre el agua, no tuvimos otro tema de conversación ni de reflexión que los notables acontecimientos de los cuales habíamos sido testigos durante nuestra corta estancia con estas maravillosas gentes. En el segundo día, y mientras subíamos penosamente una pendiente a pleno sol, nuestro jefe de destacamento que no había dicho gran cosa desde hacía cuarenta y ocho horas, gritó súbitamente: «Muchachos ¿por qué el hombre está obligado a arrastrarse y rezagarse sobre la tierra?».
Respondimos a coro que él había expresado exactamente nuestro pensamiento.
Él continuó: «¿Cómo puede ser que si algunos han podido hacer lo que nosotros hemos visto, no sean capaces todos de hacer otro tanto? ¿Cómo es posible que los hombres estén satisfechos de arrastrarse y no solamente satisfechos, sino forzados a arrastrarse? Si el hombre ha recibido poder para dominar sobre toda criatura, debe ciertamente volar más alto que los pájaros. Si es así ¿por qué no ha ejercido su dominio desde hace largo tiempo? La falta está en el pensamiento humano. Todo debe haber sido como consecuencia de la concepción material que el hombre hace de sí mismo. En su propio pensamiento, no se ha visto más que arrastrándose. No puede entonces más que arrastrarse».
Jast captó la idea y respondió: «Vosotros tenéis razón, todo viene de la conciencia del hombre. Según lo que piense es limitado o ilimitado, libre o esclavo. ¿Creéis vosotros que los hombres que habéis visto caminar sobre el río, evitando así el fastidioso desvío, eran criaturas especiales y privilegiadas? No, no se diferencian en nada de vosotros por su creación. No han sido dotados de un átomo de poder más que vosotros. Ellos han desarrollado su poder divino por el buen uso de su fuerza de pensamiento. Todo lo que vosotros, habéis visto hacer, lo podéis hacer también, con la misma plenitud y libertad, ya que todos nuestros actos están en armonía con una ley precisa, la cual cada ser humano puede utilizar, si lo desea».
La conversación terminó entonces, nos reunimos con los cincuenta y dos que habían atravesado el río y nos dirigimos hacia el pueblo de nuestro destino.
IX
El Templo de la Curación se hallaba situado en ese pueblo. Se decía que desde su fundación no se habían pronunciado en él más que palabras de vida, de amor y de paz. Las vibraciones eran de tal manera poderosas, que la mayor parte de los peregrinos se curaban instantáneamente. Se pretende también que las palabras de vida, amor y paz, repetidas tantas veces y que emanan del templo desde que fueron pronunciadas hace tanto tiempo, que sus vibraciones son tan fuertes que aniquilan toda palabra desarmónica o imperfección que allí fueran pronunciadas. Ello ilustraría lo que ocurre en el hombre. Si uno se ejercitara en enviar mensajes de vida, amor, armonía y perfección, este hombre sería bien pronto incapaz de pronunciar una palabra discordante. Tratamos de emplear palabras desagradables y cada vez pudimos ver que no podíamos articularlas.
El templo era el destino de los peregrinos que buscaban curarse. Los Maestros que residen en la vecindad tienen la costumbre de reunirse, a intervalos determinados, en ese pueblo para consagrarse sus devociones, y las gentes que quieren aprovechan esta oportunidad para instruirse. El templo está dedicado enteramente a la curación y abierto siempre al público. Como el público no puede encontrar siempre a los Maestros, ellos los incitan a ir al templo, en toda época, con fines de curación. Es por lo que los Maestros no habían curado a nuestros peregrinos. Los habían acompañado para mostrarles que no eran diferentes de ellos y que cada uno posee en sí los mismos poderes dados por Dios. Dando el ejemplo de la travesía del río, pienso que habían querido demostrar a los peregrinos y a nosotros mismos su facultad de triunfar en todas las dificultades e invitarnos a imitarlos.
En los lugares desde donde el templo es inaccesible, quienquiera que sea puede pedir ayuda a los Maestros y recibe grandes beneficios. Hay también simples curiosos e incrédulos que no reciben ayuda aparente. Nosotros asistimos a muchas curaciones, de doscientas a dos mil personas, donde todas aquellas que lo desearon se curaron, declarando interiormente que lo deseaban. Tuvimos ocasión de observar, en diferentes épocas, un gran número de personas curadas así. En un noventa por ciento de los casos las curaciones fueron duraderas y aquellas efectuadas en el mismo templo lo fueron en un cien por cien.
Se nos explicó que el templo es una cosa concreta situada en un lugar determinado. Simboliza el centro divino, o Cristo individual. Todas las iglesias deben representar el mismo símbolo. El Templo es accesible siempre, a aquellos que quieran ir a él. Uno puede ir tan seguido y estar tan largo tiempo como desee. Un ideal se formó así en el pensamiento de los visitantes y se fijó en su espíritu.
Emilio dijo: «Es justo aquí donde interviene la sugestión que condujo a la idolatría del pasado. Los hombres han buscado grabar en la madera, en la piedra, el oro y la plata o el bronce la imagen de su ideal. Apenas la imagen (ídolo) está formada, ya el ideal la ha sobrepasado. Es necesario, entonces, tener la visión de amar e idealizar aquello que viene del interior del alma y no dar una forma tangible, necesariamente idólatra, al ideal que queremos expresar. Un aspecto más reciente de la idolatría, consiste en hacer un ídolo de la persona que expresa nuestro ideal. Es necesario no adorar más que el ideal expresado y no la personalidad que los expresa. Jesús decidió irse porque vio que el pueblo comenzaba a idolatrar su persona en lugar de amar el ideal que él representaba. Querían hacer de él un rey. El pueblo no veía más que una cosa, y es que Jesús les proveía de sus necesidades materiales.
»No había nadie que reconociera tener en sí mismo el poder de proveer a sus necesidades y se sirviera de él, como Jesús. Dijo entonces: “Es bueno que yo me vaya, ya que si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros”. En otros términos, en tanto que uno se concentra sobre la persona de Jesús, no se reconoce su propio poder. Si uno cuenta con el otro, hace un ídolo en lugar de expresar su ideal».
Fuimos testigos de curaciones extraordinarias. Para algunos enfermos era suficiente con atravesar el templo para ser sanados. Otros pasaban allí un tiempo considerable. Nadie oficiaba jamás. Parece que era inútil oficiar, porque las vibraciones de la Palabra viviente eran tan eficaces en el templo, que toda persona que entraba en su zona de influencia sentía sus beneficios. Vimos traer a un hombre aquejado de acromegalia. Sus soldaduras óseas se curaron por completo al cabo de una hora, y pudo ponerse en pie y caminar. Trabajó seguidamente cuatro meses para nuestra expedición. Otro había perdido todos los dedos de una mano y le fueron repuestos. Un niño pequeño con el cuerpo deforme y miembros paralizados fue curado instantáneamente y corrió fuera del templo. Casos de lepra, ceguera, sordera y otros fueron curados. Tuvimos la ocasión de observar a un gran número de ellos dos o tres años más tarde. Su curación persistía. Cuando no era más que temporal, se nos dijo que era a causa de una falta de visión espiritual.
X
Al regreso a nuestro cuartel general de Asmah todo estaba dispuesto para la travesía a las montañas. Después de una jornada de descanso, cambiamos de porteadores y monturas y emprendimos la segunda parte de nuestro viaje. Se trataba de franquear la cadena himaláyica.
Los acontecimientos de los veinte días siguientes no presentaron ningún interés especial. Emilio nos habló de la Conciencia de Cristo. Nos dijo: «Es por el poder de nuestro propio pensamiento puesto en acción que podemos expresar y volver tangible la conciencia de Cristo. Por el poder del pensamiento, podemos hacer evolucionar nuestros cuerpos hasta un estado tal que no conocemos más la muerte, donde no habremos de sufrir más el cambio de la muerte. Por el proceso del pensamiento, por la Conciencia interior del Cristo, podemos transmutar nuestro entorno y nuestras condiciones de vida. Todo ello se hace por el poder dado al hombre de concebir un ideal y de realizar el objetivo correspondiente. Es necesario ante todo saber, percibir, creer por la fe que Cristo está en nosotros. Es necesario seguidamente comprender el verdadero sentido de la doctrina de Jesús, mantener unido a Dios nuestro cuerpo espiritual hecho a su imagen y semejanza. Es necesario fundirlo en el cuerpo perfecto de Dios, ya que es así fundido como Dios nos ve. Entonces habremos idealizado, después concebido y manifestado el cuerpo perfecto de Dios. Habremos verdaderamente “nacido de nuevo” en el Reino del Espíritu de Dios y formado parte de él. Pensando de esta manera, uno puede reintegrar todas las cosas a la Sustancia Universal de donde han salido y retirarlas perfectas en su forma exterior de manifestación. Se las mantiene en pensamiento, en estado perfecto, puro y espiritual, después se baja su ritmo de vibración y ellas se manifiestan bajo una forma perfecta. Por este proceder, se puede retomar todas las falsas creencias, y todos los viejos errores, todos los pecados de nuestra vida, buena o mala. Poco importa el montón de errores, de dudas, de incredulidad o de temores que han sido erigidos en nuestro camino por nosotros mismos o por otros. A todas esas cosas podemos decirles: “Os devuelvo al gran Océano del Pensamiento Universal, en la Sustancia Cósmica de donde todo proviene, donde todo es perfecto y de donde habéis salido. Disolveos, volved a ser los elementos que han servido para crearos. Ahora, yo os hago salir de esta pura sustancia, perfectos tal cual Dios os ve. Os mantengo en este estado de perfección absoluta. En el viejo orden de cosas, os había hecho salir imperfectos, por lo tanto vuestra manifestación era imperfecta. Comprendiendo la verdad, os reproduzco ahora perfectamente como lo sois a los ojos de Dios. Habéis nacido de nuevo en estado perfecto. Y así es”.
»El divino alquimista interior, toma a su cargo lo que aportáis. Transmuta, refina, perfecciona lo que vosotros le entregáis después de haberlo manifestado bajo la forma imperfecta. Es lo mismo para vuestro cuerpo, que es transmutado, refinado, perfeccionado. Dios lo vuelve incorruptible, gozosamente perfecto, hermosamente libre. Tal es la perfecta conciencia de Cristo en todos y para todos. Es la vida “secretamente escondida en Cristo con Dios”».
En la mañana del 4 de julio, llegamos a la cima del puerto. La víspera por la noche, Emilio estimó que merecíamos un día de descanso y que ninguna fecha era más indicada que aquella. En el desayuno nos dijo: «Estamos a 4 de julio, fiesta aniversario de vuestra independencia. Este día viene maravillosamente a propósito. Siento que tenéis algo de confianza en nosotros y voy a hablar libremente. En algunos días se demostrarán definitivamente que mis afirmaciones son exactas.
»Nos gusta pronunciar el nombre de vuestro país, América, y el de sus habitantes, los americanos. No sabréis nunca la alegría que me da en este día tan importante estos momentos de conversación con americanos que puedo ver cara a cara y que han nacido sobre ese gran territorio. Para algunos de nosotros ha sido un privilegio haber visto nuestro país mucho antes de la partida de la memorable expedición de Cristóbal Colón. Hubo otras tentativas de descubrimiento que fracasaron. ¿Por qué? Simplemente por falta de esa cualidad divina: la Fe. El valiente, el creyente, capaz de realizar su visión no había aparecido todavía. Un día se le introdujo en el alma la certidumbre de que la tierra era esférica y que debía haber en las Antípodas una superficie emergida equivalente a aquella ya conocida. Rápidamente, nosotros vimos que una nueva época histórica comenzaba a desarrollarse.
»Solo el Gran Omnipotente, Dios, que observa todas las cosas, podía despertar este grano de fe en el alma de Colón. Estas fueron las primeras palabras del explorador el día que se presentó ante la reina de España, rehusando inclinarse ante las autoridades: “Reina bienamada, estoy firmemente convencido de que la tierra es redonda y deseo embarcarme para demostrarlo”. No sé si os dais cuenta, pero esas palabras estaban inspiradas por Dios, y Colón fue clasificado entre las gentes dedicadas a ejecutar aquello que emprenden.
»Así empieza el desarrollo de una larga cadena de acontecimientos, de los cuales tuvimos visión algunos años antes. Todo no nos fue mostrado, pero sabíamos bastante como para poder seguir el hilo. No imaginábamos las maravillas casi increíbles que debían cumplirse en pocos años. Pero aquellos de nosotros que tienen el privilegio de haber vivido todo este período, comprenden perfectamente que los prodigios todavía más sorprendentes están en reserva para vuestra nación. Ha llegado el momento en que despierten al conocimiento de su verdadero rol espiritual. Tenemos el deseo de hacer todo lo posible por ayudaros a realizarlo.
»Parece que si los Maestros se interesan en nosotros, es a causa de su gran deseo de ver a América aceptar la Conciencia de Cristo y tomar conocimiento de sus posibilidades. Creen que este país ha sido fundado sobre bases espirituales y que está, en consecuencia, destinado a guiar al mundo en su desarrollo espiritual».
Emilio continuó: «Pensad que el descubrimiento de América resultó de un pequeño grano de fe plantado en el alma de un solo hombre, en el cual quedó libre para desarrollarse, las consecuencias son inimaginables. Colón fue considerado en su tiempo como un soñador estéril. Pero aproximaos todos al lugar donde creemos que de los sueños de ayer devienen las realidades de hoy. ¿Quién puede adjudicarse un logro sin haber sido tachado de soñador? Colón ¿soñaba realmente? ¿No se trataba de ideales del Gran Pensamiento Cósmico, concebidos en el alma del que los manifestó como grandes verdades? Colón partió sobre un océano inexplorado, teniendo en su conciencia la clara visión de las tierras de ultramar. Yo no sé si entrevió la preeminencia futura del continente que iba a descubrir, así como el nombre de América que debía llevar. Ese fue más bien un atributo de los hombres de la segunda etapa. De cualquier manera la pregunta subsiste: ¿Se trataba de una visión o de un sueño?
»Nosotros vemos ya una parte de los prodigios realizados, pero nuestra visión de los prodigios por venir está ligada a la visión inicial de Colón. Uno puede recordar de esta manera las numerosas visiones que han hecho de la tierra una residencia mejor. Es por ellas que Dios se expresa, se manifiesta a través de cada uno.
»Los hombres que ya han llegado, son aquellos que tenían, conscientemente o no, la más grande fe en Dios. Pensad en esta alma partiendo hacia un océano todavía inexplorado, en sus penas, sus pruebas, sus descorazonamientos, pero pensad también que vivía con una idea maestra en sus pensamientos: aquella del fin a alcanzar.
»Los acontecimientos siguieron una marcha siempre ascendente hasta el día en que un puñado de hombres embarcaron en el Mayflower buscando la libertad de adorar a Dios a su manera. Pensad: “A su manera”. A la luz del espíritu y de los acontecimientos que sucedieron, ¿comenzáis a comprender la verdad? La empresa de esos hombres ¿no sobrepasó a su pensamiento? ¿No os apercibís que la mano del Gran Omnipotente planteaba sobre la escena? Después vendrían los días sombríos, en que parecería que las primeras colonias iban a ser aniquiladas. Pero cuando Dios ha puesto su mano en una obra es necesario que triunfe. Después vino el gran día, cuando fue firmada la Declaración de la independencia, el día de la elección entre Dios y los opresores. ¿Quién ha prevalecido? Las luchas de un pequeño número de hombres durante esos días y sus firmas sobre el documento marcando una de las más grandes fechas de la historia desde la venida de Jesús a la tierra.
»Después los primeros golpes de la Campana de la independencia resonaron. Lo creáis o no, nosotros lo percibimos casi como si hubiésemos estado cerca de la campana. Esta amplificó y expandió las vibraciones emanantes de ese pequeño centro con una fuerza que los hizo penetrar un día en los rincones más oscuros y alejados de la tierra. Las conciencias más tenebrosas se encontraron iluminadas.
»Considerad las pruebas y vicisitudes que han preparado este acontecimiento. ¿No se trata del nacimiento de un niño Divino? Ved las grandes almas que han osado avanzar para respaldar al niño. ¿Qué hubiera ocurrido si ellas hubieran perdido su coraje? Pero no perdieron su valor, y ¿qué pasó? El nacimiento de la nación más grande de toda la tierra. Sus pruebas y sus tribulaciones muestran su estrecha alianza con el alma de Jesús de Nazaret en su expansión. Uno puede asimilar las firmas de la Declaración de Independencia a los Magos de Oriente, que vieron la estrella simbólica del nacimiento del niño en el pesebre, la Conciencia del Cristo en el hombre. Los hombres de los tiempos modernos perciben la estrella con la misma certeza que aquellos de la antigüedad. Cuando uno rememora el documento está fuera de duda que cada palabra fue inspirada por Dios. Reflexionad un instante. La Declaración de la Independencia no tiene paralelo en la Historia. No hay ningún documento similar del cual podría haber sido copiado. ¿Podéis dudar, acaso de que haya salido de la Sustancia del Pensamiento Universal? Forma parte de un gran plan creador en curso de manifestación. Y hay indudablemente una continuación de la ejecución del gran plan.
»La divisa “E pluribus unum”, adoptada durante los emocionantes días de las etapas sucesivas de la evolución del país, es una expresión imaginada directamente salida del Espíritu de Verdad. Ciertamente no emanaba mecánicamente del pensamiento de los norteamericanos. Después de la frase emblemática “In God we trust” (En Dios confiamos), muestra la más ardiente confianza, la fe en Dios, creador de todas las cosas. En fin, el águila fue elegida por emblema, el pájaro macho y el hembra, completo en la unidad. Eso ilustra la profunda espiritualidad de aquellos hombres, o en todo caso su capacidad de construir más perfectamente que los que pensaban. No hay duda de que fueron guiados por la autoridad creadora del Espíritu de Dios, ¿Eso no presagia a caso que Norteamérica está predestinada a guiar al mundo entero?
»La historia de vuestra nación no tiene paralelo en la tierra. Se puede notar cada una de las etapas sucesivas que la han llevado a su perfección. Alguien que no fuera un Maestro del Pensamiento no hubiera sabido provocar semejante desarrollo. ¿Dudáis vosotros que el destino del país sea guiado por el Gran Dios Omnipotente?