- -
- 100%
- +
Amy se mostró algo confusa y ofuscada por este hecho. Pero más si cabía por las constantes preguntas de Audrey al respecto de lo que opinaba del doctor.
—Porque es un médico que tiene más pacientes que atender. Por eso. Y porque acaba de llegar y necesita tiempo para instalarse.
—Ya.
—¿No pretenderás que se pase aquí los días?
—¡No, claro que no! ¿Por qué habría de quererlo? —miró a Audrey con el ceño fruncido sin lograr entender qué significaba aquella pregunta.
—Voy a subirle un poco de sopa a Brenna. Por cierto, ¿por qué querías venir a la cocina? No te veo preparar comida. Estás moviendo los tarros de especias de un lado para el otro sin ningún sentido —le aseguró sabedora de que su decisión había sido una disculpa para alejarse del doctor. Y no porque en verdad tuviera algo que hacer allí. Si supiera que había estado contemplando toda la escena entre ambos desde lo alto de la escalera… se dijo vertiendo el caldo en un tazón para subirlo a la habitación de Brenna.
—Bueno, alguien tiene que poner orden ahora que mi hermana estará convaleciente.
—Bien, pues comienza a poner orden por ti misma.
Amy parpadeó en repetidas ocasiones sin entender qué había querido decir Audrey. Bien era cierto que no tenía nada que hacer allí, en la cocina. Que todo se debía a querer alejarse del médico. Nada más. Algo que la desconcertaba porque por lo general, no acostumbraba a marcharse de aquella manera, como si estuviera huyendo cuando temía que no era capaz de controlar la situación. Y con el doctor Arthur mirándola fijamente, tenía esa sensación.
Arthur vio a Malcom y Ferguson llegar al trote que marcaban sus caballos. Se sintió algo más seguro sabiendo que su amigo y ayudante estaría con él. Y de paso dejaría de lado a la señorita Amy. Bastante tiempo había ocupado sus pensamientos, ya.
Los dos hombres detuvieron sus monturas delante de él y se apearon.
—Encontraste un caballo por lo que veo —le dijo Arthur señalando al animal.
—No veas lo que me ha costado —lo palmeó en la grupa y le pasó las riendas por la cabeza sin soltarlas.
—Dejad que lo lleve a las cuadras. Estará bien atendido mientras estéis aquí —le aseguró Malcom.
—Como gustéis. ¿Por qué has decidido quedarte en el hogar del clan Campbell? Cuando Malcom se presentó en la casa diciendo quién era y por el motivo que estaba allí, se me hizo raro creerlo. Me aseguró que me estabas esperando aquí, en Cawdor. ¿Por qué?
—Para velar por la salud de Brenna Campbell y la de su hija recién nacida.
—Pero, no dejamos de estar en las tierras de un clan que luchó en favor del rey Jorge —le recordó apretando los dientes y bajando la voz para que nadie lo escuchara.
—Lo sé.
—¿Y? No parece que te importe. Si llegaran a saber quién eres podrían denunciarte al preboste y encerrarte. O peor todavía, ejecutarte. Y el siguiente sería yo —le señaló con un dedo acusándolo de su irresponsabilidad.
—No temas, amigo. Nadie va a delatarnos —le aseguró posando su mano en el hombro de este—. He estado hablando con Colin McGregor y ya sabe quiénes somos. Y de dónde venimos.
—¡¿Qué?!
—Hemos estado charlando como dos viejas amistades después de atender el parto de su esposa. No va a pasarnos nada. De manera que tranquilízate. Estamos entre amigos.
—Sabe quiénes somos…
—Hemos estado poniéndonos al día en cuanto a la situación que se vive en Escocia después de la derrota en Culloden. Y de las nuevas normas que entrarán en vigor en unos días. No va a ver ningún problema al respecto. Además, nos iremos mañana a más tardar. En cuanto vea que Brenna Campbell no tiene ninguna complicación.
—¿Y si la tiene? O la niña. No tienes experiencia en recién nacidos.
—Alguna vez tendría que ser la primera, ¿no crees?
—Pero ¿en este lugar? —insistió levantando la mirada hacia lo alto del castillo y a continuación recorrió las tierras circundantes a este.
—No temas. Relájate.
Ferguson bufó como si fuera un gato. Su amigo se mostraba muy confiado en todo momento, o eso quería hacerle ver. Pero él seguía pensando que estaban en las tierras del clan más poderoso de Escocia leal al rey Jorge durante la última rebelión. ¿Por qué estaba tan seguro de que no los traicionarían?
—Celebro veros —dijo Colin saludando a Ferguson cuando salió por la puerta del castillo y lo vio en compañía de Arthur—. Reconozco que no fue una presentación y una bienvenida acertada puesto que, según el doctor, acababais de llegar a Inverness.
—Sí, no pensamos en un recibimiento de esa clase. Pero uno debe estar preparado para todo. ¿Cómo se encuentran vuestra esposa y vuestra hija? —le preguntó tratando de centrarse en el tema por el que estaban allí.
—Ambas se encuentran descansando. Gracias a vuestro amigo, aquí presente, todo ha salido a la perfección. Espero que encontréis Cawdor tan cómodo y hospitalario como vuestra residencia en París junto al príncipe, pese a que pertenecer a mi esposa y al clan Campbell, señor —Colin entornó la mirada con toda intención y bajó la voz entendiendo que Ferguson también pertenecía al clan de los Stewart de Appin.
—Sí, sí. No creo que haya inconveniente alguno. Descuidad señor.
—En ese caso todo está aclarado. No tengáis reparos en moveros libremente por Cawdor y sus tierras. De todas maneras, va siendo la hora de que comamos algo y sigamos charlando de vuestra estancia en la capital francesa. Si os parece acertado…
—Sin duda —asintió Arthur.
—Tengo una curiosidad, que no tiene nada que ver con vuestra vida en París…
—Decidme.
—¿Habéis tenido algún contratiempo con Amy? Os vi charlando en el salón cuando bajé después de ver a Brenna y a la niña. Y luego me la he encontrado con un gesto taciturno e incluso algo malhumorada. Creí entender que murmuraba algo en relación a vos.
Arthur sonrió ante aquella cuestión. No sabía si era la pregunta en sí o el tono que Colin había empleado. Un toque irónico.
—Oh, bien. Es una joven que parece tener las cosas muy claras desde el principio. He tenido un par de conversaciones con ella, pero nada fuera de lo común. Hablamos de cómo se encontraban su hermana y su sobrina. Y de qué me quedaría a pasar la noche en el castillo.
—Tened cuidado con su carácter, ya os aviso. La padecí en un principio. Cuando Brenna descubrió a qué clan pertenecía por el color de mi tartán. Pero no le hagáis mucho caso. Aunque parezca muy dura y muy fría en ocasiones… —Colin tuvo que detener sus explicaciones sobre su cuñada cuando la vio dirigirse hacia ellos tres.
Amy frunció el ceño contrariada por ver a Colin callarse y por la llegada de un nuevo visitante a Cawdor.
—Estás aquí.
—¿Por qué te has callado cuando me has visto? Puedes seguir hablando de lo que fuera sin que mi presencia te lo impida. E incluso si te referías a mí.
Arthur sonrió al volver a percibir la ironía de la que hacía gala la joven Campbell. Siguió contemplándola en silencio sin que ella pareciera darse por aludida. Todo le indicaba que poseía el carácter fuerte que había llevado a su clan a ser el más importante de la nación; o al menos uno de los dos más relevantes, sin contaba con el clan al que pertenecía su cuñado, los McGregor.
—Podrías unirte a la charla, si lo ves necesario. Por cierto, antes de que se me pase. Este es Ferguson, el ayudante del doctor a quién ya conoces. Ella es mi cuñada, Amy —dijo haciendo la presentación.
—Tanto gusto señor.
—Señorita Campbell —Ferguson hizo una leve reverencia acompañada de una tímida sonrisa.
—A Arthur ya lo conoces —hizo una señal con su mano hacia este llamándolo por su nombre y no haciendo referencia a su profesión. Como una señal de camaradería. No en vano, ambos habían combatido bajo la bandera de los Estuardo.
Amy desvió su atención hacia este con una mezcla de seguridad y curiosidad. Se quedó contemplándolo unos segundos en los que la manera en la que él le devolvía la mirada la obligó a inspirar de manera profunda. Se agitó de una forma desconocida por ella, ya que no eran nervios ni rabia lo que había experimentado. Si no algo diferente que le había acelerado el pulso.
—La joven Campbell y yo hemos tenido la oportunidad de conocernos y de charlar en un par de encuentros. Breves pero muy enriquecedores, como os comentaba antes de que ella apareciera —dijo él sonriendo hacia esta de manera divertida. Había sido una verdadera lástima que ella hubiera aparecido en el momento justo en el que su cuñado la estaba describiendo.
—Sí. Es cierto. Bien, supongo que el señor Ferguson permanecerá en Cawdor esta noche —dedujo mirando a Colin en busca de una aclaración.
—Ferguson, ¿sabes que la joven Campbell se convirtió en mi ayudante durante el parto de su hermana?
—¿Y qué os ha parecido la experiencia?
Amy se sintió el centro de atención de los tres hombres y el calor inundó su cuerpo de manera tan inesperada como irremediable.
—Creo que tampoco ha sido para tanto —dijo mirando a este antes que volver su atención hacia el doctor. No quería ponerse nerviosa como segundos antes.
—Se ha desenvuelto a las mil maravillas. Incluso le pedí que, ya que ella había insistido en que me quedara, que ella volviera a echarme una mano si fuera necesario durante la madrugada.
Ferguson miró a la muchacha con sorpresa y diversión. No le cabía la menor duda de que Arthur quería ponerla en un aprieto. Que se estaba divirtiendo a su costa. ¿Qué había sucedido durante el tiempo que su amigo había permanecido en Cawdor? Y no se estaba refiriendo al parto, si no a esas conversaciones entre ellos a las que Colin McGregor había hecho referencia antes.
—Pero ya tenéis a vuestro ayudante aquí —dijo señalándolo—. Sin duda que él está más acostumbrado que yo.
—Cierto. Una verdadera lástima —aseguró chasqueando la lengua decepcionado, pero irónico a la vez lo cual encendió el rostro de la joven Amy.
—En fin, diré que preparen una habitación para él.
—Por mí no os preocupéis…
—Insisto en ello. ¿No tendréis pensado regresar a Inverness? —preguntó fingiendo sentirse dolida, si por casualidad se le ocurría hacerlo.
—Creo que debéis quedaros o Amy se lo tomaría a mal —aseguró mirándola de nuevo para contemplar el gesto de sorpresa y cierto sarcasmo—. Además, el clan Campbell es muy hospitalario.
—En ese caso… De ese modo Arthur no os despertará en mitad de la noche para que le echéis una mano.
—Bueno… No creo que fuera un problema. Tengo el sueño ligero. Pero ya que estáis vos aquí…
Arthur creyó percibir cierto alivio en el gesto de ella cuando Ferguson accedió a quedarse en Cawdor.
—En ese caso iré a la cocina a decir que preparen más comida. Si me disculpáis.
Los tres la vieron alejarse de regreso al interior del castillo.
—Una muchacha encantadora —comentó Ferguson mirando a sus dos interlocutores.
—No os fieis de Amy. La sangre de los Campbell corre por sus venas —reiteró Colin abriendo sus ojos en señal de advertencia.
Arthur no hizo ningún comentario al respecto y prefirió guardarse su opinión sobre ella. Pero ya había tenido la oportunidad de verla.
—Os quedaréis a pasar la noche junto a vuestro amigo. Hay sitio de sobra en Cawdor —le aseguró Colin.
—De ese modo evitaré que Arthur moleste a la joven Amy —se mofó Ferguson percibiendo cierta curiosidad en este con respecto a la joven Campbell.
—No tenía la más remota intención de hacerlo. ¿Cómo puedes si quiera pensarlo? Solo pretendía ponerla en un aprieto.
—¿Todavía os escuece que os dijera que sois algo joven para desempeñar la medicina? —le recordó Colin con una sonrisa cínica.
Arthur apretó los labios y contuvo la sonrisa que ese recuerdo le provocaba. Algo que Ferguson desconocía.
—¿Te dijo eso? —le preguntó este mirándolo confuso por ello.
—Sí. Es lo primero que me dijo al verme entrar y reconocer a su hermana Brenna. Y no, no le guardo rencor alguno por ello. Ni mucho menos.
—Deberéis acostumbraros a sus mordaces comentarios si vais a estar por aquí algún tiempo —le aconsejó Colin con total naturalidad—. Es su carácter.
—Si todo marcha bien con vuestra esposa e hija, mañana regresaremos a Inverness para atender la consulta —le dijo seguro de que así sería.
—Pero imagino que vendréis a ver qué tal se encuentran. Y no solo eso, sino que desde ya os digo que tenéis las puertas de Cawdor, abiertas para cuando queráis venir sin que sea necesario que vengáis en calidad de doctor. Y lo mismo para vos, Ferguson. Es de agradecer tener gente nueva en Inverness y que además compartan las ideas de uno.
—Os lo agradezco.
—Además, desde ya podéis contar con que seréis invitados cuando Brenna esté restablecida. Daremos una fiesta en honor a la pequeña. Ya lo sabéis.
Arthur asintió con cortesía. Todo parecía indicar que no se libraría de la presencia de la joven Amy Campbell. Claro que, por otra parte, esta no le disgustaba en absoluto. Todo lo contrario. Era un soplo de aire fresco en su vida tan gris en mitad de una guerra que no había servido para lograr el propósito con el que se inició. Le parecía una joven muy interesante, se dijo tratando de esconder la sonrisa que le provocaba pensar en esta. Pero no desde el punto de vista que cualquier otro podría imaginar. Como le había asegurado a Ferguson, no estaba allí para establecerse con una esposa y una familia.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.