Psicología y liberalismo

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DECÁLOGOS Y MANIFIESTOS LIBERALES
Para explicar estas posiciones, los liberales recurren a su explicitación mediante decálogos, códigos o manifiestos, sin desmerecer los diversos estudios filosóficos, morales, políticos o económicos que los soportan, según las diferentes sensibilidades ideológicas. Se trata de resúmenes explícitos que permiten informar de forma sencilla y comprensible de sus fundamentos ideológicos sin tener que recurrir a la densa y en muchas ocasiones tediosa argumentación de los socialismos y comunismos, ya desahuciados por la praxis y por su falta de sintonía con la esencia de la naturaleza humana. Por su importancia para identificar mejor las claves del individualismo desde una perspectiva liberal en sus diferentes versiones, hemos seleccionado algunos manifiestos procedentes de intelectuales e instituciones afines al movimiento liberal.
1. Quince valores liberales básicos. De los cinco tipos de liberalismo revisados en el apartado anterior, considerando las diversas aportaciones de estas corrientes, el autor ha realizado una selección de mínimos, produciendo el siguiente listado:
1. El ser humano como ser racional.
2. El libre albedrío del ser humano.
3. La libertad de conciencia.
4. Una moral basada en los criterios racionales del sujeto.
5. Libertades individuales (expresión, información, prensa, culto, educación, reunión y asociación).
6. Búsqueda legítima de la felicidad.
7. La propiedad privada.
8. La iniciativa privada.
9. La libertad de mercado.
10. Mínima intervención del Estado.
11. Separación de poderes.
12. Igualdad jurídica de todos los ciudadanos.
13. Igualdad de oportunidades de todos los ciudadanos.
14. Democracia participativa.
15. Estado de derecho.
Desde estos principios, el liberalismo se articula como un movimiento que lucha en favor de la paz y en contra del despotismo, el totalitarismo, los potenciales abusos del Estado y de cualquier forma de privilegios que atente contra la igualdad de todos los ciudadanos.
2. William John Henry Boetcker (1873-1962), político conservador y religioso, publicó en 1916 un texto conocido como los «Ten Cannots» (‘Diez no puede’) en el que resalta la importancia del papel del individuo, su libertad y su responsabilidad, tanto para la sociedad como para la vida privada. Este decálogo se atribuye erróneamente a Abraham Lincoln, derivado especialmente por una cita errónea de Ronald Reagan.
Los diez «no puede» de W. J. H. Boetcker
1. «Usted no puede crear prosperidad desalentando el ahorro.
2. Usted no puede fortalecer al débil debilitando al fuerte.
3. Usted no puede ayudar a los pequeños aplastando a los grandes.
4. Usted no puede ayudar al pobre destruyendo al rico.
5. Usted no puede elevar al asalariado presionando a quien paga el salario.
6. Usted no puede resolver sus problemas mientras gaste más de lo que gana.
7. Usted no puede promover la fraternidad de la humanidad admitiendo e incitando el odio de clases.
8. Usted no puede garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado.
9. Usted no puede formar el carácter y coraje en el hombre destruyendo su independencia e iniciativa.
10. Usted no puede ayudar a los hombres permanentemente haciendo por ellos lo que pueden y deben hacer por sí mismos.»
3. Bertrand Russell (1872-1970) nos obsequiaría también con un decálogo liberal publicado el 1 de abril de 1954 en el News Chronicle con los siguientes comentarios del autor: «Tal vez la esencia del enfoque liberal de la vida podría resumirse (asumirse) en un nuevo decálogo, cuyo objetivo no es sustituir al antiguo, sino complementarlo. Los diez mandamientos que, como profesor, yo desearía promulgar son los siguientes:
Decálogo liberal de B. Russell
1. No te sientas absolutamente seguro de nada.
2. No creas que merece la pena ocultar datos, ya que los datos, sin duda, saldrán a la luz.
3. Nunca desaconsejes la reflexión, pues sin duda tendrás éxito.
4. Cuando encuentres oposición, aunque sea por parte de tu cónyuge o de tus hijos, intenta vencerla mediante argumentos y no alegando autoridad, pues una victoria basada en la autoridad es falsa e ilusoria.
5. No sientas respeto por la autoridad de otras personas, pues siempre pueden encontrarse autoridades opuestas.
6. No utilices el poder para suprimir opiniones que consideres perniciosas, pues, si lo haces, las opiniones te suprimirán a ti.
7. No temas defender una opinión excéntrica, pues todas las opiniones que hoy se aceptan fueron excéntricas en su día.
8. Encuentra mayor satisfacción en el desacuerdo inteligente que en el acuerdo pasivo, pues, si valoras la inteligencia como debe hacerse, la primera postura indica mayor acuerdo que la segunda.
9. Sé escrupuloso al decir la verdad, aunque tal verdad sea inconveniente, pues más inconveniente aún sería ocultarla.
10. No envidies a quienes viven en una situación de felicidad ilusoria, pues solo un tonto pensará que eso es felicidad».
Este decálogo liberal, especialmente individualista, apareció por primera vez al final del artículo «La mejor respuesta al fanatismo: el liberalismo», escrito por Russell para la revista New York Times Magazine (16 de diciembre de 1951) y más tarde se incluiría en su Autobiografía.
4. El Dr. Meir Zylberberg confeccionó un decálogo liberal en una publicación de 2008 titulada «La tributación: signo de servidumbre». Desde una perspectiva predominantemente económica, conecta el liberalismo con el individualismo y se declara explícitamente anticomunista. Es un decálogo con un trasfondo en el que los temas económicos, impositivos y de regulación del mercado se entrecruzan con los derechos individuales.
Decálogo liberal del Dr. Zylberberg
1. Limitarás el poder del gobierno a lo estrictamente necesario para mantener una fuerza al servicio de la justicia, el orden y la garantía de los derechos individuales.
2. No gravarás a tu prójimo con impuestos complejos, atentatorios contra la propiedad, ni vejarás sus otros derechos por causa de estos. Fiscalizarás a los funcionarios públicos y no te inmiscuirás en la vida privada de los demás.
3. No permitirás que el gobierno acuñe moneda, imprima billetes ni administre bancos comerciales o de emisión. Si así no procedieres, la inflación será tu castigo.
4. No usarás la violencia, ni te ampararás en ley alguna para forzar la voluntad de tu prójimo. No ejercerás el comercio con bienes públicos, ni formarás parte de asociaciones compulsivas.
5. Impedirás por todos los medios a tu alcance que los gobiernos restrinjan la expresión del pensamiento, controlen los precios de las cosas y de los servicios, fijen salarios, otorguen subsidios y establezcan recargos. La escasez, la corrupción y el éxodo serán la consecuencia que padecerás si así no lo hicieres.
6. Abominarás toda exclusividad otorgada por ley que impida la competencia, la inversión de capitales o el libre acceso al mercado.
7. No discriminarás a tu prójimo en razón de su nacionalidad, raza o religión. Respetaras sus derechos, capitales, propiedades y beneficios. Si a ello no te avinieres, el atraso, la miseria y el aislamiento crecerán a tu alrededor.
8. No planificarás el destino de las vidas ajenas. Propiciarás únicamente leyes a largo plazo, ciertas, que no tengan en vista personas o hechos determinados.
9. No avasallarás a los gobiernos locales, sean estos provincias o municipios, con leyes centralistas que cercenan los poderes no expresamente delegados por aquellos.
10. Rechazarás toda vinculación con cualquier partido político que propicie atentados a la propiedad y a la libre contratación; la estatización de las empresas privadas; la educación de los hijos en manos del gobierno o la asociación en organismos supranacionales con países marxistas. Si así no lo obrares, tu destino será el cautiverio comunista.»
5. El Manifiesto Liberal de Oxford. Una magnífica conexión entre individualismo y manifiestos liberales nos conduce directamente a la declaración que redactó la Conferencia Internacional Liberal y Progresista celebrada en el Wadham College de Oxford, el 14 de abril de 1947 y que ha sido revisada en posteriores ocasiones, la última, el 18 de octubre de 2009. En ella se condensan los principios nucleares asumibles por la mayoría de las diferentes tendencias liberales, y resulta especialmente útil a nuestros propósitos por su conexión con el individualismo psicológico. Nos limitaremos a reproducir exclusivamente el capítulo I de dicha declaración por tener la fuerza y claridad más adecuadas para nuestro fin:
Manifiesto Liberal de Oxford, 2009 (capítulo I)
«Nosotros, los liberales reunidos en Oxford, en tiempos de oportunidades sin precedentes, pero amenazados por un revivir del nacionalismo, del fanatismo religioso y de las amenazas ambientales; convencidos de que esta condición del mundo se debe en gran parte al abandono de los principios liberales. Afirmamos nuestra posición en la presente Declaración:
1. El hombre es en primer lugar y ante todo un ser dotado con el poder del pensamiento independiente y la acción y con la capacidad de distinguir el bien de lo incorrecto.
2. El interés por cada persona individual y el deber hacia nuestros semejantes son la verdadera piedra angular de la sociedad.
3. El Estado es solo el instrumento de la comunidad, no debe asumir ningún poder que entre en conflicto con los derechos fundamentales de los ciudadanos y con las condiciones esenciales para un mundo responsable y la vida creativa, a saber:
• Libertad personal, garantizada por un poder judicial independiente.
• Libertad de culto y libertad de conciencia.
• Libertad de expresión y libertad de prensa.
• Libertad de asociarse o no asociarse.
• Libre elección de la ocupación.
• Oportunidad de una educación completa y variada de acuerdo con la capacidad y la independencia de su origen o de medios.
• Derecho a la propiedad privada y derecho a desarrollar una empresa individual.
• Libre elección del consumidor y la oportunidad de aprovechar plenamente las ventajas de la productividad del suelo y la industria por el hombre.
• Seguridad ante los riesgos de enfermedad, desempleo, discapacidad y vejez.
• Igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
4. Estos derechos y condiciones solo pueden ser aseguradas por la verdadera democracia. La verdadera democracia es inseparable de la libertad política y se basa en la conciencia, consentimiento libre y consciente de la mayoría, expresada a través de una votación libre y secreta, con el debido respeto de las libertades y las opiniones de las minorías».
Con estas referencias doctrinales perfectamente conectables a las necesidades de las sociedades de nuestro entorno y de nuestros tiempos, se puede colegir la existencia de un cuerpo doctrinal liberal lo suficientemente amplio y diverso como para disponer de la materia prima suficiente para abordar el individualismo psicológico. Esta información diversa y explícita es fruto de las aportaciones de filósofos, sociólogos y economistas, que resulta de extraordinaria utilidad para abordar qué es el individualismo en nuestros días, desde una perspectiva liberal.
3. El individualismo psicológico
EL INDIVIDUALISMO PSICOLÓGICO: HACIA UN NUEVO CONSTRUCTO
Una de las conclusiones que se extraen del apartado anterior sería que el factor común subyacente e integrador de los distintos liberalismos comentados es el individualismo, siempre presente y prevalente en cualquiera de estas corrientes. Este rasgo es determinante, ya que, aunque existen muchos liberalismos, afortunadamente, de todas las versiones que se han revisado en ninguna de ellas se encuentra una enmienda, cuestionamiento o rechazo de las libertades individuales o a la singularidad del ser humano y su naturaleza. Todo lo contrario. Se puede inferir que, directa o indirectamente, se produce la confirmación del individuo como un referente clave de esta filosofía social y política, incluso en el liberalismo social. Pero el individuo, su identidad relacionada tanto con el sujeto en sí como referida a un grupo o colectivo, así como su singularidad, son rasgos centrales que aborda la psicología social y otras ramas afines. Esta convergencia entre el liberalismo en cualquiera de sus versiones y la psicología en sus diferentes ramas de estudio refuerza dar el siguiente paso, afrontar la conexión entre individualismo tal como se enuncia en la filosofía política al individualismo psicológico. Este es el núcleo central de esta reflexión.
Si tomamos la definición del término individualismo del diccionario de la RAE, no es ajeno a esta conexión, aunque aparentemente exagere su carácter confrontador con la sociedad y el Estado, que debería debería reivindicarse sin tibieza: «Tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado».
Una de las más sencillas y contundentes definiciones de individualismo en esta perspectiva liberal la podemos encontrar en Ayn Rand (2006:185), cuando nos recuerda que «el individualismo considera al hombre, a todos los hombres, como una entidad independiente, soberana, que posee un derecho inalienable a su propia vida, derecho que dimana de su naturaleza como ser racional». También incide en que «una sociedad civilizada, o cualquier forma de asociación, cooperación o coexistencia pacífica entre los hombres, puede lograrse únicamente sobre la base del reconocimiento de los derechos de cada individuo, y en cada grupo, como tal». Afirma la preeminencia de los valores de los individuos frente a los valores de grupos o colectivos, cuyos derechos son en función de ser miembros individuales y no pueden desplazar los derechos de otros individuos. Defender el individualismo es un acto de respeto al ser humano en tres dimensiones complementarias: moral, psicológica y zoológica. Esta última dimensión se escapa del objetivo de este trabajo.
Próximo a este individualismo está el término egoísmo racional, desarrollado también por Ayn Rand, que apoyaba la tesis según la cual la búsqueda del propio interés en las acciones de los individuos es siempre una opción racional más que una predisposición emocional, asociada tanto al egoísmo ético como al psicológico. Esto nos permite visualizar la existencia de un nuevo y tercer egoísmo, el psicológico, de forma que en tanto que el egoísmo psicológico se conectaría con procesos cognitivos y emocionales que derivarían en motivación, el egoísmo ético se asociaría con el acto moral; y el egoísmo racional, como su nombre indica, se asociaría con el acto racional individual. El término egoísmo psicológico fue acuñado en el siglo XVII por el filósofo británico Thomas Hobbes, quien defendía la teoría según la cual todos actuamos por interés propio y no de otra manera, aunque disimulemos nuestros comportamientos como acciones de ayuda a otros o rodeados de un altruismo ficticio. Esta teoría sigue en vigor hoy día y ha suscitado numerosos estudios que dejan el tema abierto a la controversia, con defensores y detractores.
Los estudios sobre las personas afectadas de egoísmo psicológico suelen reunir ciertas características: actuar sobre todo en aquello que les interesa; buscar el bienestar propio, su óptimo beneficio y su felicidad; expresar una cierta indiferencia por los demás o, si se trata de elegir, preocuparse más por el bien propio que por el de los demás. ¿Qué hay de inhumano en todo esto? La cuestión es que los egoísmos racionales, éticos y psicológicos suelen gozar de muy mala prensa, no solo por el rechazo que suscitan espontáneamente entre ciertas personas, sino por el propiciado por ciertas religiones o movimientos doctrinales declarados amantes del altruismo indiscriminado aunque oculten un alto grado de cinismo social.
En su trabajo «El egoísmo», Kurt Baier expresó la siguiente opinión: «No es un descubrimiento sorprendente y desilusionador acerca de lo que la naturaleza humana pretende ser, sino una pretensión no probada de que no habremos encontrado la explicación verdadera de la conducta de alguien hasta que hayamos desenmascarado la motivación egoísta correspondiente». Hay otras opiniones dignas de ser reproducidas y bastante magnánimas con este tipo de egoísmo, como la de Rachels: «El mero hecho de que actúes siguiendo tus propios deseos no significa que estés actuando egoístamente, sino que depende de qué es lo que deseas. Si solo te preocupas por tu bienestar y no piensas en otros, eres egoísta; pero si también quieres que otros sean felices y actúas siguiendo ese deseo, entonces no eres egoísta» (Rachels, 2009:116). La mejor forma de cerrar este apartado es recurriendo a la sentencia de Joseph Butler, quien concluyó: «Lo que hay que lamentar no es que los hombres se preocupen mucho por su propio bien o interés en el mundo actual, sino que no se preocupen lo suficiente» (Rachels, 2009:121).
Los egoísmos, en cualquiera de sus versiones, deben ser entendidos como una prolongación conectada con los individualismos, alejadas de los colectivismos o socialismos. Tanto egoísmos como individualismos movilizan una serie de acepciones convergentes ya sea desde la perspectiva ética, filosófica, política o psicológica, aunque observamos una falta de consenso a propósito de qué se entiende por el término individualismo psicológico, que es el objeto de nuestro trabajo.
Más próxima a nuestro interés sobre este último término, y altamente esclarecedora, es la aportación del catedrático de la Universidad de Valencia Sánchez-Cánovas (1994:6) que, en su libro Psicología diferencial: diversidad e individualidad humanas, dejaba bien demarcada la diferencia entre igualdad e individualidad cuando escribía: «Igualdad y equidad son, ante todo, conceptos éticos jurídicos, especialmente el primero. Diversidad o variabilidad e individualidad son conceptos psicológicos y biológicos […] que hemos de conservar y promover». Más adelante, y en esa misma publicación, el autor recogía una interesante definición de otro colega sobre el concepto individualidad. Para Valera, (1994:9), la individualidad se define por dos propiedades distintivas: autonomía y autoorganización. Psicológicamente hablando significa que la autonomía sería un rasgo diferencial del individuo que además se extendería a la organización biológica del sujeto a todos los niveles, comenzando desde la célula más básica. En relación con la autoorganización, implicaría la autoproducción o forma mínima de organización de los sistemas vivos. Concluye con una interesante definición de individualidad como la manifestación autónoma de un proyecto totalizante que se encuentra en las fuentes mismas del ser vivo, que sin duda nos conducen al individualismo psicológico.
Son muchos los detractores que atacan al individualismo liberal desde diversos puntos de vista. Según Waterman (1984), los enemigos del individualismo psicológico ven en este término un elemento «alentador del comportamiento impulsado por el egoísmo, el egotismo salvaje. Los vicios atribuidos al individualismo por sus críticos incluyen el ensimismamiento, el narcisismo, la alienación, el atomismo, la competencia sin escrúpulos, la desviación, el relativismo y el nihilismo». Otros, como Sampson (1970), suponen que el individualismo extremo implica «no querer ni necesitar de nadie». Desvelan así una dimensión aún más tenebrosa según la cual no solo las personas individualistas no cooperan, sino que solo se guían por sus propios intereses, trabajando destructivamente contra otros y de forma poco limpia. En esta línea crítica, Alfie Kohn (1990:196), da un paso más, y cuestiona el individualismo y un concepto afín a este, el egoísmo ético, cuando afirma: «El egoísmo ético, en resumen, engendra el egoísmo psicológico, es decir, la creencia común de que debemos limitarnos a los intereses propios…». Los detractores de los individualistas les tildan de narcisistas, egoístas, hipercompetitivos, no cooperativos e insolidarios.
La mayoría de los detractores del individualismo proceden de la izquierda, incluso del ámbito conservador, pero no todos son detractores en esta percepción del individualismo en cualquiera de sus versiones. Amén de los filósofos y políticos que le defienden, existen otros autores y estudios que avalan lo contrario y apuestan por el individualismo. Waterman (1984), citado anteriormente y autor de un interesante estudio en el que compara dos muestras de sujetos, unos clasificados como individualistas y otros como colectivistas, extrae importantes conclusiones positivas asociadas al individualismo. Por ejemplo, afirma que los individualistas no solo no son insanos, sino que sus actividades son socialmente fructíferas y psicológicamente saludables en la medida en que refuerzan la identidad de los sujetos, la racionalidad en sus análisis, potencian el locus de control interno y, por ende, su autorrealización. Otras conclusiones resumidas de este estudio favorables con el individualismo serían las siguientes:
• Los individualistas parecen más capaces de compartir sus sentimientos personales, de servir de apoyo emocional y de comprometerse con las personas con las que forman relaciones.
• Tienen mayor autoestima, son menos autodefensivos, poseen una menor tendencia a ver a las personas que piensan de forma diferente como gente que hay que excluir.
• Sería inverosímil sostener que las cualidades personales individualistas son psicológicamente insanas y negativas para con los otros.
• Las personas con cualidades individualistas tienden a participar en actividades mutuamente provechosas y están dispuestas a ayudar a los demás.
En este contexto de egoísmos —el racional, el ético y el psicológico— es pertinente remarcar que las tres versiones de estos egoísmos están indefectiblemente ligadas al individualismo, que adquiere el cariz de individualismo psicológico. Pero no existe unanimidad a la hora de decidir qué se entiende por individualismo psicológico, por lo que, llegados a este punto y viendo la controversia planteada por este concepto, así como las connotaciones tanto positivas como negativas que conlleva esta acepción, procede definir qué entendemos por individualismo psicológico en este trabajo, base para un constructo de individualismo específico:
El individualismo psicológico asume el carácter esencialmente psicológico de la singularidad humana, especialmente verificable a través de la autonomía, de la racionalidad, la motivación y la conducta humana, explicable desde la teoría y la praxis psicológica, al margen de otras consideraciones de tipo social, moral o doctrinales.
Esta definición nos permitirá avanzar en el esclarecimiento, alcance e impacto que tiene el individualismo a nivel práctico en la vida de los ciudadanos, más allá de las especulaciones doctrinales. Desde otra perspectiva alejada de los objetivos de este estudio, se puede constatar que los detractores o críticos con el individualismo en general son mayoría en relación con sus defensores. Este estado de la cuestión se debería, entre otras, a las siguientes razones:
1. A la presión de lo políticamente correcto, que enfatiza y prioriza lo social y lo colectivo frente a lo individual.
2. A la fuerza de la izquierda política y mediática y sus afines, más próximos a lo público y estatal que a lo singular o lo privado.
3. A la falta de energía de liberales y conservadores en la defensa de los valores individuales que, en buena medida, les son comunes.
Desde nuestra perspectiva, consideramos que la defensa de las libertades individuales, lo singular y su expansión social, el individualismo, es clave para una vida equilibrada, feliz y psicológicamente sana. De aquí nuestro empeño.
EL INDIVIDUALISMO PSICOLÓGICO INTRÍNSECO Y EXTRÍNSECO









