Psicología y liberalismo

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Como se ha demostrado en las páginas anteriores, el liberalismo es, sin duda, la filosofía política que mayor énfasis ha puesto, desde sus orígenes, en el individuo y sus libertades, de ahí que deba reconocerse su indiscutible aportación al individualismo. Si este legado se combina con la psicología, puede encontrarse un punto de fusión que mejore nuestra visión del individualismo psicológico, cuya acepción quedó definida en el punto anterior, de cuya fusión se deduce un constructo para este tipo de individualismo. Esta evidente conexión, en muchas ocasiones intuida e incluso esbozada por otros autores, puede abrir una nueva ventana a su visualización del individualismo combinando certeramente los elementos citados. La clave sería localizar un punto de encuentro que permita conectar estos elementos, liberalismo y psicología, desde una perspectiva lógica y empírica. Puesto que la perspectiva liberal ya ha sido desarrollada en lo esencial, es imprescindible traer a colación al filósofo Isaiah Berlin. A mediados del siglo pasado, desarrolló de forma precisa, aunque no exenta de controversia, los términos de libertad positiva (LP) y libertad negativa (LN), que han gozado de gran aceptación entre filósofos, sociólogos y políticos y que ahora pueden enriquecerse con las aportaciones psicológicas. Ambos términos no son antagónicos sino que establecen una relación de complementariedad entre sí.
Para él, libertad negativa (LN) es la «libertad de», libertad respecto de algo, en tanto que la libertad positiva (LP) puede identificarse con la «libertad para», libertad orientada al autodesarrollo personal. Berlin define la LP como la capacidad o facultad de cualquier individuo para ser dueño de su vida, controlar su destino y actuar desde su libre albedrío. Esto le permitirá elegir sus propias acciones, diseñar un futuro que le ayude a alcanzar su autorrealización personal. La LP es la potencia individual para ser algo. Pero, según Bobbio (1994), si nos retrotraemos a principios del siglo XIX, según el francés Benjamin Constant, la LN sería la «libertad de los modernos» y la LP sería «la libertad de los antiguos», porque ya era propia del mundo clásico o de la polis. (https://blog.realinstitutoelcano.org/las-dos-libertades-de-benjamin-constant/)
La LN (o derecho negativo) es aquella situación social que se define por la ausencia de coacción externa hacia el individuo cuando este desea realizar una determinada acción. La LN dimana de la esencia del propio individuo (son derechos negativos el derecho a la vida, la libertad y la propiedad). En tanto que es un derecho, obliga a los demás a no quitarla y, al Estado, a protegerla. Las normas jurídicas, al conceder libertades negativas, crean una barrera protectora alrededor del individuo, esfera que el Estado o los individuos no pueden violar. Su «negatividad» deviene de la carencia o ausencia de algo que debiera ser superado, es decir, de todos los límites e impedimentos exteriores que deben ser removidos por la sociedad. Los expertos en el tema de la libertad consideran la LN como el rasgo más importante y valioso de toda sociedad. Identifican la libertad humana con la LN.
La LP se centraría en la defensa de la autonomía y el autodesarrollo personal. Representa la capacidad de cualquier individuo de ser dueño de su voluntad, de controlar y determinar sus propias acciones, su destino y, por tanto, cercana a la psicología. Esta libertad se asocia directamente con el concepto de autorrealización y con sinónimos como autodeterminación o autonomía. Su «positividad» procede de la implicación de la voluntad humana como impulso que lleva a la realización de las aspiraciones humanas como meta.
Desde un punto de vista puramente funcional, son deseables sistemas de convivencia social que combinen máximos de libertades positivas, que permitan el autodesarrollo personal, con máximos de libertades negativas que faciliten el desarrollo social y político del individuo. Ambas libertades no solo no son antagónicas sino que son complementarias. Mediante la LP, el sujeto se dota de la autonomía imprescindible para diseñar y desarrollar su propio plan de perfeccionamiento social o personal. Con la LN, el sujeto puede desenvolverse en su entorno social, con la garantía de que sus libertades civiles serán respetadas y no interferirán en normas restrictivas, a veces enmascaradas en derechos impropios. Ambas libertades deben ser sinérgicas y tener como prioridad y punto de referencia los derechos y libertades individuales, sin menoscabo del respeto hacia otros derechos.
Desde una perspectiva psicológica, se pueden encontrar paralelismos entre el ejercicio de ambas libertades y su locus de control, es decir, qué capacidad tiene el sujeto para ejercer un control sobre dichas libertades. En psicología existe el término lugar o locus de control, que Rotter (1966) se dedicó de forma especial a desarrollar. Según este autor, el locus de control se referiría a un rasgo de personalidad que permite al individuo percibir dónde se localizan las causas o los agentes que explican su vida cotidiana. Estos lugares donde se originan los acontecimientos que rigen su vida pueden ser dos, internos o externos.
• Locus de control interno: se refiere a la percepción que tiene el individuo de que los acontecimientos que rigen su vida son causados por su propia conducta. La persona en este caso tiene la sensación de que ella controla su vida. Como consecuencia, tiene una visión positiva del esfuerzo, de sus habilidades, de sus motivaciones, y desarrolla una conducta responsable. La persona es dueña de su destino y controla sus motivadores.
• Locus de control externo: el individuo asume que los acontecimientos que rodean su vida son fruto del azar, la suerte o las acciones de otros que se escapan de su control. La persona en este caso no tiene la sensación de controlar su vida. Rechaza ser la clave de su propio destino y atribuye sus méritos o deméritos a agentes externos. La persona es dependiente de los estímulos y motivadores externos.
Todo parece indicar que la LN se correspondería con un locus de control externo, es decir, ajeno al sujeto, ya que el Estado o la sociedad se encarga de controlar el ejercicio de estas libertades. En este conjunto de libertades, el individuo es prisionero de la tolerancia o intolerancia social, dicho de otro modo, los estímulos y motivadores que activan al sujeto son extrínsecos a él, y él es objeto, no sujeto, de su propia motivación. En sentido contrario, la LP se ejercería desde el locus de control interno, es decir, desde el control del propio sujeto que actúa como fuente de motivación y refuerzo autónomo e independiente. Predominan en este supuesto los motivadores, premios o castigos internos autoaplicados por el sujeto, al margen de la aceptación o rechazo social. En este segundo supuesto, el individuo es el sujeto de su propia motivación. Aquí predominan los refuerzos y motivaciones, internas o intrínsecas, que, traducidos al lenguaje de Edward L. Deci (1975 y 1985) se corresponderían con la motivación intrínseca, si bien en su conducta intrínsecamente motivada pueden intervenir valores, ideas, creencias e intereses de origen externo.
Es interesante remarcar que este posible paralelismo es tentativo, ya que en tiempo real cada individuo y su subjetividad, en lucha por sus metas y objetivos, tendrá la opción de atribuir indistintamente a ambas libertades tanto refuerzos extrínsecos como motivadores intrínsecos, sin que pueda prejuzgarse un determinismo causal forzoso entre tipo de libertad y tipo de motivación. No obstante, la relación planteada entre libertades y motivaciones tiene una importante coherencia interna, y posiblemente se cumpla de forma dominante para una mayoría estadística de situaciones concretas, especialmente para las libertades positivas siempre más trabadas y desencadenadoras de motivaciones intrínsecas en los individuos.
Por tanto, en cualquier sociedad, los estados y sus políticos podrán actuar más fácilmente sobre la LN (levantando o creando coacciones externas) sometidas al locus de control externo, pero será más difícil y casi imposible anular las voluntades y necesidades humanas radicadas en la LP (motivaciones internas o intrínsecas), ya que ellas están bajo el locus de control interno del sujeto y son de difícil acceso a los demás, la sociedad. Mediante legislaciones abusivas, cualquier dictador puede regular y controlar las libertades negativas pero resultará mucho más difícil bloquear las libertades positivas. Solo mediante un inmenso esfuerzo adoctrinador y coercitivo, la sociedad o el Estado pueden controlar las voluntades y motivaciones individuales concernidas por la LP. Psicológicamente hablando, los rasgos de personalidad de los sujetos, sus funciones mentales y su libre albedrío son los responsable últimos de cualquier tipo de libertad, a excepción de situaciones extremas de fuerza mayor. Pero, de forma especial, en la LP se ubicaría el sistema psicológico individual, que se expresaría a través de sus ideas, creencias, valores, actitudes, intereses y conductas.
A mayor abundamiento, desde la LP madurada de un sujeto, esta puede actuar como desencadenante de reivindicaciones ante una falta de LN, necesaria también para su autodesarrollo personal, completando un sistema realimentado dentro del individuo con el fin de garantizar la autonomía total de su sistema psicológico y orgánico. La historia reciente está plagada de múltiples ejemplos que explican el fracaso de regímenes con libertades negativas recortadas y sistemas policíacos centralizados y de adoctrinamiento. La relación entre los dos tipos de libertad de Berlin y su conexión con la motivación intrínseca y los refuerzos extrínsecos, en nuestra opinión, puede ser de importante ayuda para relacionar filosofía política con psicología a la hora de extraer interesantes conclusiones.
Como consecuencia práctica de todo lo anterior, se puede predecir que, en las sociedades totalitarias caracterizadas por el recorte y restricción de las libertades negativas de sus súbditos, estos desarrollan una vida social, económica y política con una sensible reducción de estímulos y motivadores externos para la acción. El resultado final es que se podría hablar de una previsible desincentivación social fruto de las restricciones a la LN o, en su defecto, vivir bajo una presión social programada. Desde el punto de vista de la LP en este tipo de países, si bien no se puede hablar en este supuesto de restricción de ellas porque los procesos psicológicos internos e individuales son difíciles de inhibir con una ley, se puede hablar de manipulación de valores, creencias y actitudes a fin de conseguir conductas de adhesión al régimen dominante. Esto se logra mayoritariamente mediante una estrategia de ingeniería social combinada con tácticas de adoctrinamiento político, social y psicológico, reforzada por coacciones y medidas represivas para con los discrepantes. Así, el lado más inaccesible al control social externo, la LP, se puede precondicionar mediante el recurso a doctrinas y mensajes que contengan valores, creencias y actitudes, que desemboquen en conductas que den el consentimiento político y sumisión para con las propuestas del régimen adoctrinador, sometiendo así, hábilmente, la LP de sus súbditos. Es exactamente lo contrario que las sociedades democráticas ofrecen a sus ciudadanos, donde se procura preservar ambas libertadas en su punto máximo, siendo obligación del Estado proteger las libertades negativas y no obstaculizar ni manipular las libertades positivas.
Como conclusión de este apartado, la conexión o fusión entre ambas libertades, el liberalismo y el locus de control del sujeto nos permite anticipar dos tipos de individualismos de inspiración psicológica que, en páginas posteriores, serán objeto de un desarrollo más detallado: el individualismo psicológico extrínseco o externo, fundamentado en la LN y con un locus de control externo, y su antítesis pero complementario, el individualismo psicológico intrínseco o interno, asociado a la LP y al locus de control interno. Ambos individualismos son la expresión última de un individualismo psicológico humano asociado a una filosofía liberal. Cada individuo participa de ambos y de la vivencia de forma subjetiva idiosincrásica, ya que nuestra propuesta es un intento taxonómico para comprender la dinámica psicológica de la libertad humana como expresión de su singularidad irrenunciable.
Detrás de ambos constructos subyacen una serie de teorías psicológicas y sociológicas que serán objeto de tratamiento más detallado en los siguientes capítulos y que permitirán reforzar la conexión ya intuida entre libertad, desarrollo individual y psicología, tal como han venido proponiendo diversos pensadores y tendencias liberales.
Como fruto de las reflexiones anteriores, estamos en condiciones de, a partir del ya acotado término de individualismo psicológico, dar un paso más y definir qué es el individualismo psicológico intrínseco y extrínseco, en los siguientes términos:
El individualismo psicológico puede dividirse en dos: el individualismo psicológico intrínseco y el individualismo psicológico extrínseco. El primero se fundamenta en el predominio de los motivadores, cogniciones y emociones con locus de control interno o intrínseco y, el segundo, en los motivadores, cogniciones y emociones que tienen locus de control extrínseco. Ambos son complementarios.
En la figura 3.1. se resumen las ideas básicas de esta convergencia.
En síntesis, se podría definir el individualismo psicológico, tanto extrínseco como intrínseco, como aquella concepción del ser humano centrada en la singularidad y libertad inalienables de los individuos; que respeta su autonomía en el ámbito motivacional, cognitivo, racional y conductual; cuya violación o entorpecimiento supondrían importantes coste psicológicos para su desarrollo integral y equilibrado como una persona sana y feliz, miembro de una sociedad donde desarrollar su proyecto vital.
Como corolario cabe recalcar que, desde nuestra óptica, el individualismo psicológico no es una opción, es una realidad psicológicamente insoslayable e irreductible frente a otras opciones detractoras e incluso negacionistas del individualismo, en favor de fórmulas donde predomine lo colectivo excluyente. Estos detractores están enfrentados a la naturaleza humana y a la ciencia, ya que, en su esencia, el ser humano, antes de ser miembro de un colectivo, es un ser individual.

Fig. 3.1. Las dos dimensiones del individualismo psicológico.
4. La importancia de la motivación intrínseca (MI) en el individualismo psicológico
DOS MOTIVACIONES: EXTRÍNSECA (ME) E INTRÍNSECA (MI)
Se asume la existencia de dos tipos de motivaciones, la Motivación Interna (MI) o intrínseca y la Motivación Externa (ME) o extrínseca. La motivación extrínseca se caracteriza porque el refuerzo que obtiene la persona motivada desempeñando una tarea es de carácter externo al sujeto, es decir, él no controla los refuerzos por la ejecución de una tarea. En cambio, en la motivación interna, el sujeto elige la tarea y se autopremia o castiga de forma autónoma e independiente. En la motivación interna, el sujeto elije la tarea y controla los premios o refuerzos por su desempeño, en tanto que en la externa el sujeto es controlado por el administrador de los premios o refuerzos a la conducta asignada o motivada.
Aunque el individualismo psicológico se inspira en diversas teorías psicológicas, incluyendo tanto la motivación interna o la externa, desde nuestra perspectiva asumimos que la MI tiene un potente poder hermenéutico, ya que el locus de control de los refuerzos reside en el propio individuo, al contrario que en la ME, que el sujeto es objeto de control por el administrador de refuerzos. Por sí misma, la MI podría fundamentar, por su origen, la existencia de un individualismo psicológico sólido y potente, ya que se trata de una fuente interna de energía neurofisiológica procedente del sistema nervioso central que el sujeto controla a su criterio y que afirmaría la base psicológica, no cultural, del individualismo. Obviamente, esa energía, como se verá más adelante, es independiente y ajena a las motivaciones o necesidades fisiológicas de los individuos, a saber, hambre, sed, sueño, sexo, etc. De ahí que la cultura y otros agentes externos, que interaccionan con toda motivación humana, no sean la clave de esta motivación interna, sino que actúan como un elemento moderador que, a veces, funciona como un elemento coercitivo y, otras, como un elemento facilitador. Ir a favor o en contra de la expansión de las necesidades originadas por las motivaciones internas de los individuos, ya sean sociales o antisociales, es ir contra su individualidad.
La represión, respeto o reconducción de la MI de un individuo o colectivo será una cuestión moral, pero no desautoriza la razón de su origen, la singularidad de las necesidades individuales.
BREVE INTRODUCCIÓN A LA MI
La motivación intrínseca ha sido objeto de un largo ciclo de investigaciones hasta su concreción en un modelo sólido cuya recopilación se debe a Deci (1975 y 1985) y Ryan (1985). Woodworth (1918 y 1958) inició estos estudios bajo el concepto de conducta intrínsecamente motivada en humanos. En un principio se asoció con ciertas capacidades innatas, modificables con aprendizaje, pero conectadas a dos motivos, asertividad y constructividad, a su vez vinculables a cualquier comportamiento elegido libremente por el sujeto, por ejemplo la danza. Woodworth (1918:70) manifestó que una actividad puede ser iniciada por cualquier motivo externo, por ejemplo interés por la danza, pero «… solo cuando se actúa bajo su propio impulso […] puede desarrollarse libremente y efectivamente». A este tipo de comportamiento motivado intrínsecamente le dio otra acepción interesante, autonomía funcional (Allport, 1965). Woodworth continuaría sus trabajos sobre la MI, pero se asume que él estableció las bases de lo que hoy entendemos como motivación intrínseca.
Aunque tardarían en retomarse nuevos estudios, son dignos de mención los realizados con animales en las décadas de 1940 y 1950. Berlyne (1950) demostró que las ratas son rápidas a la hora de explorar nuevos objetos y espacios y persistir en estas conductas, como si se tratara de una conducta motivada no asociada con sus necesidades básicas. Algo similar detectaron otros autores con chimpancés y monos. Según estos experimentos, se confirma que los animales, y no solo los humanos, parecen tener conductas motivadas (intrínsecamente) para explorar nuevos estímulos. Otros autores evidenciaron que estas conductas en los animales podrían estar también asociadas con el aburrimiento o la presencia de estímulos sin cambios. Como añadidura, también se han dado estudios en humanos que conllevan la privación de estímulos. Dichos estudios evidenciaron la incapacidad de los humanos para tolerar, más de tres o cuatro días, tareas con un contexto de estímulos constantes o sin cambios, a pesar de recibir un importante refuerzo extrínseco monetario. Con carácter conclusivo se evidencia la existencia de conductas intrínsecamente motivadas en humanos y animales, cuando media la curiosidad, la autonomía, el aburrimiento o la falta de una nueva estimulación.
Los estudios continuaron en la década de 1960 hasta dar lugar a dos nuevos términos asociados de forma definitiva a la teoría y práctica de la MI, competencia y autodeterminación. Según White (1959), el término competencia se debe entender, dentro de este ámbito motivacional, como una habilidad o capacidad para relacionarse de forma efectiva con el entorno. Estas capacidades percibidas por el sujeto tienen un valor motivacional que le ayudan a explorar, manipular o seleccionar actividades asociadas de forma intrínseca para concentrarse en ellas, con persistencia, sin ser puro azar. Tanto White como Berlyne coincidían en asumir que la energía intrínsecamente motivada procede del sistema nervioso central, no de necesidades tisulares. Como consecuencia, la MI actúa sobre conductas que permiten al sujeto sentir y gozar de la eficacia de sus competencias, lo que redunda en que él se sienta intrínsecamente motivado y comprometido con conductas que le permiten sentirse competentes o eficaces. Todo ello redunda en reforzar el carácter autónomo del sujeto al relacionarse con el entorno desde sus necesidades intrínsecas.
Angyal (1941) se anticipó a White en lo relevante que era la noción de competencia en su relación con el entorno, pero además sugirió que los humanos tienden a la autodeterminación, término de relevante importancia en cuestiones de motivación. Sugirió que alguien dotado de una fuerte autodeterminación necesitará sentir la eficacia de sus comportamientos, en otras palabras, para Angyal, la tendencia hacia la autodeterminación parecería ser la esencia de la motivación intrínseca. Ambas nociones, competencia y autodeterminación, aparecerán en los trabajo de De Charms (1968:269), quien afirmó: «La primaria propensión motivacional del ser humano es ser efectivo al producir cambios en su entorno. El hombre se empeña en ser un agente causal, ser el lugar primario de causación o el origen de su conducta; él se esfuerza en ser la principal causa de sus comportamientos». En esta frase, el autor describe certeramente, de forma funcional, en qué consiste el término autodeterminación.
Como nos informa Deci (1975:57), otros autores afirman que la gente se compromete en la realización de diversas conductas con el fin de sentir dentro de sí mismos la sensación de competencia y autodeterminación y, a tal efecto, se desarrollaron numerosas investigaciones que lo confirman y se resumen en dos bloques de conductas. El primer bloque incluye aquellas conductas que buscan resolver razonables desafíos en las personas. Si alguien está aburrido, buscará una oportunidad para usar su creatividad y su capacidad de encontrar nuevos recursos. Si alguien esta sobrecargado de actividad y por tanto asustado, buscará una nueva situación que le permita manejarla según sus capacidades. En otras palabras, este mecanismo motivacional dirige a la gente a buscar situaciones que provean de desafíos que permitan el óptimo uso de sus habilidades.
El segundo bloque, complementario con el anterior, se refiere a conductas motivadas por la necesidad de competencia y autodeterminación que intentan, específicamente, conquistar más y nuevos desafíos. En otras palabras, las personas se sienten motivadas para reducir incertidumbre, disonancia cognitiva o incongruencia cuando se encuentran con este tipo de obstáculos. Deci sugiere finalmente que, además de reducir disonancia, incertidumbre e incongruencia, la motivación interna produce dos tipo de conductas mediante la necesidad de sentirse competente y autodeterminado: las que buscan el óptimo de desafío y las que conquistan nuevos desafíos.
En la interacción entre las necesidades y refuerzos tanto extrínsecos como intrínsecos, el aplicar refuerzos extrínsecos a una conducta motivada intrínsecamente no solo no tienen un efecto acumulativo sino que o bien el refuerzo externo carecerá de eficacia o producirá una inhibición de la MI (Deci, 1975:158). Esta razón explica por un lado la existencia inequívoca de un móvil interno individual irrenunciable y, por otro, los graves errores que se pueden cometer al reforzar externamente conductas motivadas internamente, lo que además supone un atropello a la autoestima individual del sujeto. En este caso, al trasladar el locus del control desde el interior del sujeto a alguien exterior, el afectado puede vivir este cambio como una suerte de sustracción de la idea o móvil de su desempeño, y reaccionar desmotivándose o incluso frustrándose.
En la extensa y profunda revisión de Deci y Ryan, los autores encuentran interesantes conexiones de la motivación intrínseca con otras teorías de la motivación, como la percepción de situaciones de inequidad, la disonancia cognitiva, los mecanismos internos de la atribución, la fijación de metas, la creación de expectativas, la jerarquía de necesidades e incluso la reactancia psicológica, entre otras revisiones. La MI resulta ser similar a un factor g motivacional que actúa como una suerte de contrapunto frente a las motivaciones asociadas con los refuerzos procedentes del locus de control externo.









