Historia intelectual y opinión pública en la celebración del bicentenario de la independencia

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más para destruir, que para edificar. Más que antorcha es volcán para los poderes públicos. Y en vez de ser escuela educadora es cátedra de partido para levantar a sus afiliados en el odio y la anarquía. Hay que ver ese periodismo en 100 años para ver si responde a las legítimas aspiraciones del pueblo.34
La prensa política tuvo mucha relevancia a lo largo de aquel periodo ya que, además de seguir siendo vehículo de ideas, fue articuladora del sistema político en lo concerniente a argumentos y elementos persuasivos. Como se ha expuesto, la prensa tuvo la capacidad de generar hechos políticos con base en el ejercicio de la negociación, en la medida en que servía como medio para la articulación de redes políticas. Por eso, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la prensa no era concebida por la clase política como la mera representación de una opinión pública ya preconstituida, sino como la entidad que se encargaba de conformar la misma opinión pública y, en esa medida, tenía mucha importancia en las actividades proselitistas de la política.35 Por eso, el género al que se echó mano fue el epidíctico de la oratoria.36 Tal género buscaba movilizar a la audiencia, de modo que despertaba sus instintos y emociones; antes que dirigirse a la racionalidad o la intelectualidad del público lector, se dedicaba a despertar emociones como pena, tristeza u orgullo.37 De esa manera, para finales del siglo XIX y comienzos del XX —al igual que las demás expresiones de la política nacional y del lenguaje por medio del cual se manifestaba lo político—, como una de las actividades proselitistas, la prensa política se caracterizaba por un funcionamiento basado en la lógica de la oposición binaria compuesta del amigo y el enemigo.38 Lo anterior es claro durante la época del centenario, pues en los periódicos colombianos y mexicanos es posible encontrar ejemplos que lo evidencian. Tal es el caso de los escritos publicados por Laureano Gómez en su periódico La Unidad, el cual incluso traía a colación supuestas enemistades entre los héroes de la patria, como sería el caso de Bolívar y Santander, arguyendo así que era imposible que se convocara a un evento para honrar la memoria de Santander, y que este tuviera lugar a la misma hora que la coronación de la estatua de Bolívar.39
A continuación, se explorará cómo a finales del siglo XIX la prensa mexicana seguiría siendo utilizada como un elemento estratégico en la política. Entre 1874 y 1876, desde la oposición, la prensa porfirista logró apoyar el derrocamiento de Lerdo, y el triunfo de la Revolución de Tuxtepec. Pero dos años luego de Tuxtepec, la violencia se levantó de nuevo por inconformismo. Dicha situación empezó a verse reflejada en la prensa, y comenzó a aparecer una leve oposición que criticaba a Porfirio por su incumplimiento de promesas y porque incurría en los mismos desmanes que Lerdo.40 Dichas críticas provendrían de periodistas como Vicente Riva Palacio, Ireneo Paz, Juan Nepomuceno Mirafuentes, José María Villasana, Filomeno Mata; y, asimismo, se originarían en otros con medios como El Monitor Republicano, La Chispa Eléctrica, El Ahuizote, El Combate, El Cascabel y El Padre Cobos.41
Obviamente ante ello, los contendientes de Díaz, considerados derrotados, no se habrían de quedar tranquilos. Lerdo usaría la prensa como medio de oposición durante el primer periodo del porfiriato, así como lo hizo Díaz en su momento, en su intento por recuperar la presidencia. Cabe señalar que un sector de la opinión pública quedó escandalizado con el levantamiento y la toma del poder que hizo Porfirio. Por eso, la prensa lerdista denunciaba al nuevo Gobierno como la más ignominiosa dictadura. Para los intelectuales afines a Lerdo, el triunfo de Palo Blanco fue un error histórico que, según señalaban, pronto desaparecería. Otros periodistas independientes también vaticinaron la pronta caída de Porfirio. En tanto, durante su primer periodo, Porfirio fue tratado con saña por los periodistas de oposición. Los caricaturistas pintaban a Porfirio Díaz como un tonto, y los escritores lo apodaban el Llorón de Icamole.42 Pero, por más que lo intentara, para finales de 1878, Lerdo estaba totalmente derrotado en los aspectos de las armas, la política, la diplomacia y la opinión pública. Así, los temas que aparecían en la prensa empezaron a ser triviales, e incluso se trataban temas tendientes a limar viejas asperezas.43
Es preciso sostener que las críticas dirigidas en contra de Porfirio no tuvieron en principio mucha recepción en la opinión pública. Durante los primeros meses de Gobierno, esta situó a Díaz en un momento de adecuación con su nuevo cargo. Por otro lado, es posible argüir que para su régimen parecía normal la existencia de la prensa de oposición lerdista e iglesista.44
En lo que concierne a la prensa de caricatura satírica, la revista más famosa en los inicios del Gobierno de Díaz fue La orquesta. Periódico Omniscio, de Buen Humor y con Caricaturas. Muy temprano, en marzo de 1877, la publicación se declaró en contra el triunfo de Tuxtepec. Con todo, la señalada fue una revista que se esforzó por hacer un periodismo crítico e independiente, y que atacó a Lerdo y a Díaz por igual. En ese mismo año, aparecieron periódicos de oposición satíricos de filiación lerdista: La Linterna, Don Quixote y La Mosca.45 Con el tiempo, la prensa de oposición comenzó a convertirse en una fuerte plataforma de apoyo para los movimientos de revuelta surgidos ante la difícil situación que atravesaban el país y el Gobierno.46 Sin embargo: “Poco a poco, ante vastos sectores de la opinión pública y de la misma prensa, los periódicos de combate faccionales terminan siendo vistos como algo nocivo y pierden fuerza, prestigio y autoridad, aunque no dejan de existir”.47
Como se explorará más adelante, durante el porfiriato la opinión pública se vio afectada por las interferencias recurrentes de la autoridad civil en las publicaciones periódicas. No obstante, tales intervenciones se hicieron cada vez más directas después de la Conferencia Diaz-Creelman,48 conforme además se acercaban las elecciones de 1910. Como ya se expuso, periódicos como El Diario del Hogar fueron fieles testigos de lo anterior, cuando su director Filomeno Mata fue encarcelado durante cinco meses,49 y El México Nuevo fue cerrado tras un sinnúmero de persecuciones y saboteos, por apoyar la candidatura de Francisco I. Madero y mantener polémicas abiertas con los periódicos El País y El Imparcial.50
Libertad de prensa, honor y asociaciones
Como se expuso en el capítulo anterior, el honor de los periodistas fue muy importante al final del siglo XIX. Por eso, en México se creó una junta general de periodistas, con el objetivo de evitar las muertes de los comunicadores; tal agrupación estuvo integrada por los liberales veteranos José María Vigil e Ignacio Altamirano.51 Aquellos intentos de arbitraje buscaban mantener al periodismo afuera de la influencia de los intereses políticos; aunque poco de eso se logró, ya que en 1884 se reformó el artículo 7 de la Constitución, y los procesos relacionados con escritos difamatorios fueron otorgados a jueces no dedicados especialmente a esos temas, y además se estipuló que tales asuntos no serían juzgados por dos jurados, sino por uno; en consecuencia, los juicios fueron más proclives a la influencia de las diversas facciones políticas.52 Lo anterior ocasionó que dichos enfrentamientos no lograran escapar a la esfera política. Tal fue el caso de José de la Luz Reyes Spíndola, hermano de Rafael; juez que precisamente falló causas contra varios opositores de Rafael Reyes Spíndola.53 Pero la confrontación política era tan fuerte que incluso se veía reflejada en la publicidad, lo cual evidencian los anuncios de la Cerveza Moctezuma o los cigarrillos El Buen Gusto: según anunciaban, con ellos, los feos se vuelven guapos; los malos, buenos; los enemigos se reconcilian, y todas las contradicciones se resuelven.54
En los inicios del porfiriato, muchos de los periódicos no fueron antiporfiristas. No obstante, con el paso del tiempo las cosas cambiaron. Cabe señalar que El Monitor Republicano y El Siglo eran los dos periódicos de más renombre en la época, y en un comienzo apoyaron a Díaz, pero después de las elecciones del Congreso en las que los partidarios de Díaz obtuvieron el respaldo de la gran mayoría, se arrepintieron de apoyarlo. Por esa actitud, la reacción del poder se centró en controlar a la prensa. El Manco, como era llamado el general Manuel González,55 recrudeció desde el inicio de su Gobierno la represión contra la prensa de oposición, y planeó la coacción de la libertad de prensa. Por iniciativa del periódico subvencionado La República, el 10 de octubre de 1861, se presentó ante el Congreso una reforma al artículo 7 de la Constitución, que consagraba la libre expresión.56 Con esa reforma, se puso a la prensa independiente afuera de la jurisdicción de los jurados de imprenta, y esta pasó a estar bajo el control de una instancia jurídica manejada por la presidencia.57 Aunque Porfirio Díaz no estaba en la presidencia al momento de la expedición de esa norma, la apoyó y usó desde el 1 de diciembre de 1884 hasta el 11 de mayo de 1911.58 Cuando se acabó el jurado de imprenta, la injuria se convirtió en un arma política muy apreciada, que se supeditó a la valoración subjetiva de los jueces.
Para Pablo Piccato, a finales del siglo XIX el honor definía quién podía intervenir en política, quién podía hablar y qué se podía decir: aquel orden fue clave en las exclusiones, ocasionadas por la falta de educación o de reputación.59 Este tipo de opinión pública, basada en el honor y la reputación de las personas, hizo que se originara una lógica compleja afuera del partidismo político;60 aquella fue precisamente la época en que proliferaron las facciones, como el reyismo en México, y el republicanismo en Colombia.
Luego de la promulgación de la Ley Mordaza,61 como se la conoció, no se permitió que los periodistas de combate siguieran adelante con sus labores con vitalidad. Muchos periodistas que terminaron en la cárcel de Belén durante el porfiriato, y hasta en la penitenciaría de San Juan de Ulúa, localizada en el puerto de Veracruz. Uno de esos periodistas fue Adolfo Carrillo. Aquel reporter tenía una profunda enemistad con Porfirio Díaz lo cual, particularmente por su actividad periodística, le valió el exilio (1886); no obstante, Carrillo trascendió además por ser el autor de las Memorias de Don Sebastián Lerdo de Tejada.62 A pesar de eso, la libertad de imprenta siguió siendo defendida por periódicos como El Diario del Hogar y El Hijo del Ahuizote.63 Con la primera reelección de Porfirio, apareció una fuerte oposición, y con ella llegó la represión. Cuando sintió que la libertad de imprenta amenazaba su Gobierno, Díaz no se detuvo para restringirla. Practicó constantemente la confiscación de materiales de imprenta, y dio prisión tanto a editores como a periodistas.64 Resulta curioso que quien defendía un Estado liberal reformista no dejara de ir contra un principio liberal fundamental, como lo era la libertad de imprenta.65 Desde la oposición liberal es posible encontrar los casos de periódicos como El Hijo del Ahuizote, El Diario del Hogar, El Monitor Republicano y El Nuevo Tiempo, mientras que en la oposición conservadora se destacan El Tiempo, La Voz de México y El Nacional. En paralelo a esa represión, el Gobierno continuaba usando subvenciones con el objetivo de financiar periódicos que lo apoyaran incondicionalmente, para así contrarrestar los posibles efectos de la prensa de oposición.66 Si bien El Diario del Hogar fue fundado en 1881 por Filomeno Mata como un periódico apolítico, desde la reelección de Díaz, en 1888, pasó a la oposición y, por supuesto, el centro de su publicación fue la política. De tal modo, El Diario del Hogar fue un diario que, como muchos otros de la oposición, resultó siendo perseguido, de modo que Mata estuvo por lo menos treinta veces en la cárcel. Cabe entonces considerar que los liberales de aquel momento se veían a sí mismos como los verdaderos herederos de los ideales del movimiento de la reforma, y se manifestaron en contra del movimiento de reconciliación con la Iglesia; así, incluso El Diario del Hogar se declaró antirreligioso.67 Por su parte, México Nuevo fue un diario fundado en 1908 por el liberal Francisco P. Sentíes. En su primera época, los números eran escritos por Juan Sánchez Ascona y Francisco de P. Sentíes, mientras que su gerente era Luis G. Mata. Luego, se constituyó como una sociedad anónima. En tal caso, Luis G. Mata fue nombrado administrador gerente, y Sánchez Ascona ocupó el lugar de gerente y director. Aquel periódico inició con un tiraje de 4000 ejemplares diarios, que luego fueron en aumento. A los cuatro meses, ya había llegado a 15 000.68 Apoyaba además al Partido Democrático, y por tanto en sus páginas salía publicidad sobre el libro de Francisco I. Madero llamado La sucesión presidencial, que se vendía a 1,75 pesos.
Como acabamos de observar, uno de los temas más relevantes al final del siglo XIX y comienzos del XX fue el equilibrio entre la defensa del honor de los ciudadanos, y la tan prometida libertad de prensa.69 En la época, el honor era algo a lo que todos tenían derecho; no dependía de la riqueza o de la cuna. En tal escenario, la situación de los hombres públicos era que sus vidas privadas se veían expuesta al escrutinio público; un tema que fue sensible, tanto en México como en Colombia. En el caso colombiano, durante la segunda mitad del siglo XIX se vivió la libertad de prensa absoluta durante el periodo del Olimpo Radical. A pesar de eso, no dejaron de aparecer episodios de persecución a periódicos, como lo ejemplifica el hecho de que El Tradicionalista fuera obligado a tomar un préstamo del Gobierno en 1876, según el mismo Miguel Antonio Caro; asimismo, como vimos, en México eran más frecuentes las denuncias de abusos hechas por la prensa, que las denuncias del Gobierno o de las autoridades del Gobierno en contra de la prensa. Pero, con la Constitución de 1886, esa situación cambió. El argumento de los constituyentes para implementar dichos cambios fue que la libertad absoluta de prensa dejaba la posibilidad de que se presentaran abusos que, en palabras de Miguel Antonio Caro, podían terminar en el pasquín, la pintura obscena, la caricatura ultrajante y el insulto a la autoridad.70
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