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Cambio de creencias
Paralelamente a Europa, el siglo XVI en África Occidental también se distinguió por sus guerras santas. Koly Tenguela invadió el reino de Djolof y mató a su gobernante musulmán. Entonces, restauró el animismo, el cual no había estado en vigor en aquella zona desde hacía un par de siglos.
En aras del equilibrio, los malinques, que inicialmente habían encontrado refugio en Gambia, empujaron hacia el sur y anexaron Casamance, llevando consigo la palabra de Mahoma a punta de espada.
Los primeros asentamientos formados casi exclusivamente por hombres
El presidente y poeta Léopold Sédar Senghor afirmaba que la desembocadura de Senegal había sido descubierta por unos marineros de Dieppe en el siglo XIV.
Después de algunos intentos fallidos cerca del mar, Thomas Lambert finalmente estableció un asentamiento en nombre de la Compañía Normanda a 25 km de la desembocadura del delta en 1658.
Allí, una larga franja de tierra, la Langue de Barbarie, los protegía de los embates del océano.
Louis Callier bautizó el asentamiento con el nombre de Saint Louis en honor al Rey Sol. Deshabitado, el territorio fue concedido por el jefe de Sor, bajo la autoridad de Su Majestad el rey de Walo, que permitió a los franceses administrarlo a su antojo. Saint Louis fue la base del comercio fluvial con reyes que no se dejaron amedrentar por los franceses. A diferencia de las colonias, el puesto comercial pertenecía a la Compañía y no a Luis XIV, quien, sin embargo, quiso intervenir mediante la concesión del monopolio real del comercio. La vida no era de color de rosa: el clima era difícil, había nuevos alimentos a los que acostumbrarse y las enfermedades se dieron un festín con estos comerciantes que venían a probar su fortuna en el fin del mundo. En los primeros pasos de su administración, los franceses sufrieron muchos tormentos: incompetencias, desapariciones e invasiones de los ingleses, que ocuparon el lugar en 1693, de 1758 a 1779 y de 1809 a 1817.
Afortunadamente para los comerciantes, que habían dejado a mujeres y niños a salvo en Francia, encontraron una pequeña consolación entre las mujeres senegalesas, un sustituto familiar durante su estancia. Estos hogares, matrimonios temporales que se originaban en viajes de negocios, dieron lugar a una miríada de mestizos y al pago de muchas dotes y regalos para asegurar la subsistencia de estas familias durante un tiempo. A menudo, se invertía dinero en un negocio de creciente popularidad: el comercio de esclavos. Tanto dinero que las mujeres mestizas ricas, llamadas signares, se convirtieron más tarde en las más fervientes detractoras de la ley de abolición de la esclavitud.
Madera de ébano
En el período de exploración mercante alentada por Enrique el Navegante, los portugueses se llevaban, de vez en cuando, a algunos esclavos como simples muestras de exotismo destinadas a ser exhibidas en la corte.
La trata de seres humanos aumentaba tímidamente, y aunque los negocios se llevaban a cabo directamente con los gobernantes locales, en la práctica, la esclavitud, que formaba parte de la vida cotidiana, no planteaba ningún problema ético. Al contrario: los unos se deshacían de vasallos problemáticos, mientras que los otros compraban mano de obra barata a cambio de caballos y telas.
Aunque hasta entonces, los portugueses, holandeses, franceses e ingleses habían competido principalmente en el comercio de oro, marfil y goma, desde el siglo XVI, y a raíz de la conquista del Nuevo Mundo por los españoles y del exterminio de los indios primero centroamericanos y luego del sur, los intereses internacionales se desviaron hacia la madera de ébano. El regente de España estableció unas cuotas para conseguir esclavos jóvenes, fuertes y en edad fértil.
El «oro negro», cuyo precio subiría aún más con la explotación de las grandes plantaciones de América del Norte, enriqueció, por supuesto, a los europeos, que se embarcaron en un comercio triangular en el que los barcos siempre navegaban, viento en popa, transportando cargas inhumanas.
Normalmente, se enviaban más de quinientos esclavos por barco, pero las tasas de mortalidad superaban el 60%. Sin embargo, la ganancia económica también atrajo a muchos africanos de diferentes aristocracias, así como a intermediarios, a menudo mestizos, ansiosos también de aprovechar la mina de oro. En Senegal, la trata de esclavos giraba principalmente en torno a Galam (cerca de Saint Louis) y a Gorea (frente a Dakar), que constituían embarcaderos seguros a lo largo de una costa donde el océano se embravecía. Cada país tenía su propia compañía, sus muelles y sus comerciantes en exclusiva o casi en exclusica, pero las hostilidades entre europeos se multiplicaron, al igual que las luchas internas africanas, a lo que no ayudó la adquisición de nuevas armas, obtenidas a cambio de esclavos.
¿Cuántos africanos fueron transportados de esa manera al Nuevo Mundo? Las estadísticas dan lugar a controversias a menudo difíciles, pero las estimaciones moderadas rondan los diez millones de personas.
En su libro Sénégal (Ediciones Grandvaux), el francés Christian Saglio informa de que «se organizaron 27233 expediciones europeas de esclavos entre 1596 y 1866. Se estima que más de once millones de cautivos fueron deportados por estos tratados transatlánticos, de los cuales más de una décima parte no sobrevivió al cruzar el océano».
El Senegal francés (I): Louis Faidherbe y El-Hadj Omar Tall
A partir de 1817, Francia, que tomó el control de Senegal de los ingleses, intentó establecer una colonia agrícola para producir algodón y añil. El proyecto agrícola fracasó y la balanza se inclinó de nuevo hacia el comercio.
Pero los intercambios fluviales se vieron afectados por los impuestos, por los aranceles implantados por los soberanos, sobre todo por los trarza, tribus moriscas establecidas en una orilla del río Senegal que cobraban el paso por su territorio. Francia, que se encontraba en crisis, presionaba para reactivar el impulso de la colonia. Louis Faidherbe encabezó entonces la expansión territorial, siempre justificada por la optimización del comercio. Luchó contra los trarza, los derrotó, abolió los aranceles y limitó las transacciones a los lugares en los que más reinaba la paz, los cuales rehabilitó a lo largo del río. Su camino se cruzó con el de otro hombre carismático de la época, El-Hadj Omar (o Oumar) Tall. Nacido en el seno de una modesta familia de Halwar, cerca de Podor (en el extremo norte de Senegal), se formó en varias escuelas coránicas de todo el mundo y se convirtió en un luchador por la fe. Instituido en Oriente Medio como califa o líder de la cofradía tidjane (Tidjaniya, sufista), comenzó una lucha contra el paganismo, ya que su título de califa le permitía imponer un nuevo islam, por lo que adquirió reputación de santo. Luchó contra el ejército colonial francés, pero también contra los ejércitos de varias regiones de los países bambara, malinque y kassonke. Se dice que asedió durante más de tres meses el fuerte de Medina, en el reino de Khasso (Malí occidental), al cual liberaron las tropas de Louis Faidherbe finalmente en julio de 1857. Además atacó Hamdallaye, el corazón del imperio fulani de los Macina, cuya caída fue épica; según los archivos, esta tuvo lugar después de dejar más de 70000 muertes. Las circunstancias de su muerte no están claras, pero algunos mencionan una explosión fatal de uno de sus arsenales en el país dogón (Malí) en 1864, mientras otros cuentan que se fue a los acantilados de Badiangara y nunca regresó.
Louis Faidherbe, el Gobernador
Cuando llegó a Senegal en 1852, Louis Faidherbe, politécnico, trajo consigo un modelo que nunca dejaría de influir en sus decisiones: el de Argelia, donde había estado largas temporadas en su pasado. Nombrado gobernador en 1854, decidió aplicar la misma política enérgica al desarrollo de la colonia, que estaba sumida en las vicisitudes de la posesclavitud y cuyo comercio estaba paralizado por todo tipo de abusos. Apoyado por comerciantes bordeleses y ministros parisinos, puso fin por la fuerza al sistema de aranceles o impuestos moriscos, con lo que obtuvo una amnistía de los trarza y la anexión de Walo a la colonia. También emprendió la pacificación de la región interior, de vital importancia para el comercio francés, lo que conllevó un enfrentamiento con el imperio tuculor de El Hadj Omar Tall, en su intento de anexionar el resto de la zona norte a las posesiones de Francia. Ya en 1857, Faidherbe había apostado por el desarrollo del comercio del cacahuete, lo que implicó el desarrollo de Dakar, que decidió enlazar con la capital, Saint Louis, por medio de un ferrocarril estratégico. Para garantizar la seguridad de la línea, de nuevo utilizó la fuerza contra Lat Dior Diop, el rey de Cayor, a lo que le siguió la anexión de Cayor. En todas sus empresas militares, Louis Faidherbe tenía la reputación de utilizar recursos limitados. Se servía de un pequeño grupo de soldados, los francotiradores senegaleses (un cuerpo que él mismo creó en 1857), al que a veces se añadían soldados de Argelia. La falta de mano de obra se compensaba con una gran capacidad estratégica. En su vertiente administrativa, implantó en los territorios conquistados un modelo en el que los líderes coloniales utilizaban a las élites locales para liderar con más flexibilidad, un modelo que expandió por toda el África francesa. En materias legales, creó los tribunales indígenas, que aplicaban el derecho consuetudinario sobre la colonia. En cuanto a la educación, pensó que podría controlar mejor la cultura senegalesa si proporcionaba una educación francesa a su élite; de ahí la importancia de la escuela de rehenes (1855), que más tarde se convirtió en la escuela de hijos de los jefes (1857). Por último, desde el punto de vista económico, las mejoras introducidas en los puertos de Rufisque y Dakar compensaron las dificultades del bloqueo de Saint Louis; la facilidad de transporte entre Dakar y Saint Louis, sumada a las inversiones del nuevo Banco de Senegal, que Faidherbe impulsó, acabó por dar sus frutos: la apuesta del cacahuete se convirtió en todo un éxito y el producto se situó a la vanguardia de las exportaciones. Se enviaron a Europa 20000 toneladas en 1870, en comparación con las 2500 toneladas que se enviaban veinte años antes. Faidherbe podría haber permanecido como un administrador nato, casi perfecto, si el final de su «reinado» en Senegal no hubiera perdido tanto brío. El modelo argelino, que mostró su cara oculta en el Magreb, cosechó también sus detractores. En Senegal, los enfrentamientos en Cayor demostraron que la región aún no estaba bajo el control real de Francia. Por último, los bordeleses, que inicialmente lo habían apoyado, se volvieron en su contra debido a las estrictas políticas comerciales de anexión. Tras dirigir la colonia de 1854 a 1861 y de 1863 a 1865, Faidherbe tuvo que ceder el puesto de gobernador a Émile Pinet-Laprade.
El Senegal francés (II): Louis Faidherbe y Lat Dior Diop
Faidherbe logró imponer (sin reparo) el protectorado francés a lo largo del río y decidió impulsar el transporte de cacahuetes construyendo un ferrocarril entre Dakar, cerca de los centros de producción de Saloum, y la capital, Saint Louis.
Sin embargo, la línea pasaba a través de estados independientes cuya cooperación no se había asegurado aún. Lat Dior Diop, damel de Cayor, era absolutamente hostil a la empresa metalúrgica. Se unió a Maba Diakhou Ba, discípulo de El-Hadj Omar Tall y morabito de Rip —que en la actualidad es la región de Kaolack—, para reclamar los territorios del norte hasta Djolof. En esta reconquista contó con el apoyo de Alboury Ndiaye, bourba de Djolof. Cuando Maba Diakhou Ba fue asesinado por un grupo serere aliado de los franceses, Lat Dior Diop continuó la lucha con Cheikhou Amadou, otro discípulo de El-Hadj Omar Tall, marabito de Fouta y opositor también de Francia. Las disensiones entre el damel de Cayor y el bourba de Djolof dividieron las fuerzas, favoreciendo la victoria de los franceses. Lat Dior Diop murió en una batalla en 1886 contra las tropas de Louis Faidherbe y su territorio se anexionó.
Lat Dior Diop, figura de la resistencia
Su nombre aparece a menudo cuando la memoria popular senegalesa evoca grandes hazañas o grandes hombres. Lat Dior Diop —cuyo nombre completo era Lat Dior Ngoné Latir Diop— nació en 1842 en el seno de una familia noble de Cayor, donde fue damel (rey). Como muchos dignatarios de este reino, fue criado en la tradición animista. Se dice que era tan orgulloso como su corcel favorito, pero Malaw también era valiente, buen estratega y hábil para liderar a los ceddos (pronunciado «chedo»), un grupo de seguidores que luchaban por su rey o príncipe, expertos en redadas y saqueos, y especialmente temidos por su falta de escrúpulos y de religión. Lat Dior Diop se convirtió al islam bajo la influencia del marabito Maba Diakhou Ba, discípulo del tuculor El-Hadj Omar Tall, lo que llevó a algunos de sus ceddos a abandonarlo. Sin embargo, a él eso no le importó demasiado. A pesar de los pactos denunciados en alianzas traicioneras que llevaron a su exilio, luchó por defender Cayor de los «traidores» y de Francia, que quería instalar líneas ferroviarias para el transporte comercial desde el interior hasta la costa. «Si hoy en día se establece un ferrocarril y de una distancia a otra se colocan puestos para el comercio, me quitan mi país y me privan de todo lo que tengo», escribió en 1877 en una carta a Louis Brière de l'Isle, que fue gobernador de Senegal de 1876 a 1881. Murió en octubre de 1886 durante una batalla memorable en Deukhlé (o Dekhlé), en la que se enfrentaron, por un lado, Lat Dior Diop y unos trescientos soldados y, por otro, los spahis franceses y las tropas de Demba War Sall, líder de los ceddos y de los desertores desde su conversión al islam. «La batalla que tuvo lugar alrededor del mediodía alcanzó un nivel de violencia y de dureza raramente visto en una guerra; los oponentes se dispararon tan cerca unos de otros que sus ropas se quemaban con la pólvora. Después de destruir un tercio de las tropas spahis, Lat Dior Diop cayó con sus dos hijos y setenta y ocho de sus mejores guerreros», informaba un cuaderno de bitácora de la época. Según la leyenda, el combatiente de la resistencia fue alcanzado mortalmente por una bala de oro macizo hecha especialmente para él. En Senegal, las obras de arte le devuelven la vida, mostrándole encaramado en su caballo Malaw. También los libros y las obras de teatro lo recuerdan. Pusieron su nombre a una estación de Dakar y al campamento donde se encuentra el cuartel general del ejército senegalés, que adoptó, además, su lema como propio: «Estamos muertos, no deshonrados». En Senegal, eso se denomina jom (pronunciado «djom», significa «honor»), uno de los pilares de la sociedad senegalesa tradicional.
El Senegal francés III (continuación y fin): el caso del AOF
El cambio de siglo vio la expansión del territorio francés y los litigios que la acompañaron. Los británicos lucharon y finalmente conservaron Gambia; los portugueses aceptaron retirarse de Casamance a cambio de tierras en Guinea-Bisáu; y los diola de Casamance iniciaron la resistencia contra el invasor, que continuó hasta mucho después de 1910, fecha de los grandes enfrentamientos, acabando con la vida de cuatrocientas personas entre septiembre y octubre de 1997. En 1895, se creó el África Occidental Francesa (AOF), que incluía todos los territorios bajo dominio francés en la región, incluyendo Senegal, el Sudán francés (ahora Malí), Guinea y el Alto Voltaire (ahora Burkina Faso). Su capital era Saint Louis.
El Gobierno colonial intentó introducir un impuesto al que todos los senegaleses estarían sujetos. Pero ¿en qué moneda podían cobrar en una economía de trueque? En trabajo. Esta solución, visto desde la distancia del tiempo, se asemeja a una nueva versión, más civilizada, de otra práctica que ahora está prohibida: la esclavitud.
De Saint Louis a Dakar
Surgido en 1857 en la península como vía de escape de una Gorea superpoblada, Dakar, cuna del Gobierno, no fue inicialmente del agrado de los comerciantes, que lo cambiaron rápidamente por Rufisque. Este último, que emergió como resultado del comercio, se encontraba en el cruce de varias carreteras, iba aventajado en los negocios de cacahuetes y se adaptaba mejor a estos caballeros llamados mercaderes. Sin embargo, Dakar siguió tejiendo su red, en gran parte gracias a los esfuerzos del gobernador de Senegal, Émile Pinet-Laprade, que luchó por dotarla de una infraestructura digna de una capital, en particular de su puerto, terminado en 1866. Sus puntos fuertes provenían principalmente de las debilidades de las otras ciudades: Gorea era demasiado pequeña; el puerto de Saint Louis resultaba inadecuado, pues maniobrar con el timón para acercarse retrasaba a los barcos; y Rufisque estaba mal orientado. Junto con Saint Louis, Gorea y Rufisque, Dakar formaba parte de las «cuatro comunas». Los habitantes de estos cuatro enclaves recibieron la nacionalidad francesa, eran «ciudadanos», mientras que el resto de gente de todo el país seguían siendo «súbditos» franceses.
A finales de siglo, la mitad de los 40000 habitantes de Senegal vivían en Saint Louis, de 8000 a 9000 en Rufisque y Dakar, y solo 2000 en Gorea. En 1902, los esfuerzos de Pinet-Laprade se vieron recompensados; el área que había previsto, hasta entonces vacía, acogió a todas las instituciones del África francesa, y Dakar le robó el puesto de capital de la AOF a Saint Louis, que siguió siendo la capital de Senegal hasta 1957. En 1939, el panorama demográfico urbano cambió considerablemente: Dakar, con sus cien mil habitantes, era una muestra de casi todos los grupos étnicos de Senegal y del Líbano, y manifestaba un agudo cosmopolitismo en el que los franceses participaban como intermediarios comerciales.
¿Carne de cañón?
En 1914, Blaise Diagne se convirtió en diputado. Era un «africano puro», el primer hombre negro que había asumido este cargo, antes siempre ocupado por notables mestizos de la aristocracia de Saint Louis. «Asimilado», Blaise Diagne tenía modales blancos, integraba ambas culturas y defendía un nuevo camino basado en la igualdad racial. Era él quien se encargaba de reclutar y de organizar a las tropas de la fuerza negra, incluidos los famosos francotiradores senegaleses. En total, ciento treinta y tres mil hombres lucharon lejos de África contra los colonizadores. Treinta mil hombres murieron en la lucha.
Ante los reproches de haber vendido a los suyos como carne de cañón, Diagne reafirmó su discurso sobre los esfuerzos comunes y los sacrificios que deberían unir a franceses y senegaleses ante una ley y una justicia sin color.
Blaise Diagne, primer diputado africano negro
«¡Soy hijo de un cocinero negro y de una moledora de mijo!», se dice que comentó durante su campaña para las elecciones legislativas de 1914, las cuales le abrieron las puertas de la historia como el primer parlamentario negro africano.
Cuando nació, en 1872, en Gorea, cerca de Dakar, su padre, un serere de Senegal, y su madre, una manjak de Guinea-Bisáu, le dieron el nombre de Gaiaye Mbaye Diagne. El joven Diagne demostró ser brillante y sedujo a un patriarca de entre los mulatos de la isla, Adolphe Crespin, que lo adoptó, lo inscribió en la escuela de los Hermanos de Ploërmel y le dio los nombres de Blaise y Adolphe.
Blaise Diagne parecía haberse adelantado casi un siglo a su tiempo. Entró en el escenario político en un momento en que la lucha política estaba reservada a los europeos y a los mulatos, lo cual experimentó durante sus viajes escolares a los territorios franceses de ultramar y ante una administración colonial carente de espíritu de apertura. Fue expulsado del Congo porque la potencia colonial no apreció tener a un «emancipador de la raza negra» ; también le condenaron en Madagascar «con una mancha en su expediente» y fue acusado en Guyana de no ser receptivo a la «asimilación», pues allí provocó la hostilidad de la colonia al emparejarse con una francesa, Marie-Odette Villain, con quien se casó en 1909. ¿Él? ¿No receptivo a la asimilación? «Soy negro, mi esposa es blanca, mis hijos son mestizos, ¿qué mejor garantía de mi interés en representar a toda la población?», respondió a sus detractores. Con una tez muy senegalesa, hablaba y actuaba con los modales de los blancos y de los mestizos, negándose a elegir un bando. Trascendía la cuestión del color para ver solo a las personas, lo que explica su fuerte apoyo a Mbarick Fall, conocido como Battling Siki, el primer campeón mundial de boxeo profesional africano, y no a Georges Carpentier, el ídolo blanco del boxeo francés.
Asimismo, Diagne abogó por acercar a los negros senegaleses a la metrópoli, lo que justificó plenamente el hecho de que le complaciera que doscientos mil francotiradores se alistaran para el conflicto «europeo» de 1914-1918, la Primera Guerra Mundial.
Argumentando contra sus críticos que «esfuerzos comunes, sacrificios comunes» llevan finalmente a un «destino común», Blaise Diagne se puso una vez más del lado de la humanidad, del lado del futuro de Senegal y de Francia, dos países que por encima de todo quería unir.
Además, uno de sus nietos y homónimo fue alcalde durante quince años de un pueblo francés, Lourmarin, a 35 km de Aix-en-Provence. Dejó los suburbios de París en 1981 para instalarse en Lourmarin y ocuparse de la granja de su madre. Murió en julio de 2017, a la edad de sesenta y tres años.
En auxilio de las colonias
Lamine Guèye, una figura histórica de Saint Louis, antiguo miembro de la escena política y oponente de Blaise Diagne, dirigió la representación senegalesa del Partido Socialista Francés, la SFIO (Sección Francesa de la Internacional Obrera), fundada en marzo de 1937. Léopold Sédar Senghor hizo campaña allí durante unos diez años antes de dimitir para convertirse, a su vez, en el oponente político de Guèye.
La Segunda Guerra Mundial estableció el equilibrio definitivo entre franceses y senegaleses: al rescate de una Francia en peligro, 24000 francotiradores fueron asesinados y muchos más regresaron marcados, heridos o discapacitados.
El general Charles de Gaulle pronunció la palabra «autodeterminación» ya en 1944 en la Conferencia de Brazzaville.
En 1946, con el apoyo de la SFIO, Lamine Guèye ganó la representación de los municipios urbanos. Ese mismo año, la Asamblea Nacional aprobó una ley por iniciativa propia, ahora conocida como Ley Lamine Guèye y ampliamente aclamada en África, que extendía la ciudadanía francesa a los nativos de las colonias francesas. Ese mismo año, el marfileño Félix Houphouët-Boigny, también miembro del Parlamento, consiguió la abolición del trabajo forzado en las colonias. La Unión Francesa fue instituida inmediatamente después, reemplazando al imperio francés. Entonces, el estatus de las colonias cambió a «departamentos y territorios de ultramar». Eran los primeros pasos hacia la emancipación.
Las cuatro verdades de la economía colonial
El imperialismo francés y la imposición de la colonia provocaron profundas divisiones en la sociedad senegalesa. Además de la degradación moral de un pueblo que difícilmente podría asimilarse a su nuevo estatus mediante misiones civilizadoras, la política económica de los monocultivos reveló sus defectos durante la crisis del cacahuete de los años treinta. En todo Senegal, desde mediados del siglo XIX, los cultivos alimentarios se habían descuidado en favor del cacahuete, un sistema fomentado en gran medida por las autoridades coloniales. Así, en 1930, cuando el precio del quintal de cacahuete comenzó a caer bruscamente, perdiendo más del 70% en seis años, las medidas proteccionistas del Gobierno no pudieron hacer nada al respecto. ¿Qué se debe hacer cuando se ha olvidado cómo cultivar otra cosa y ya no se sabe qué cultivar? Los propios comerciantes protestaron contra las medidas proteccionistas establecidas por el Gobierno colonial, para el cual el libre comercio en tiempos de crisis era una alternativa mucho más rentable. Los empresarios de Burdeos intentaron presionar a la Administración para que pusiera fin al papel limitador de las tropas del gobernador Louis Faidherbe, las cuales bloqueaban algunas vías comerciales. Tras una investigación, el comunicado enviado por la propia Administración concluía que «el gran daño que hemos hecho en los últimos doce años es haber intentado hacer de Senegal una verdadera colonia en lugar de considerarla como lo que realmente es: un vasto puesto comercial».