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Sin embargo, deberemos revelar, en cuanto nos sea posible, cuál es la naturaleza de lo accidental, y cuál es su causa de existencia: quizá se verá por este medio, por qué no hay ciencia de lo accidental.
Entre los seres existen unos que permanecen en el mismo estado siempre e inevitablemente, no a consecuencia de esa necesidad que equivale a la violencia, sino de la que se define diciendo que es la imposibilidad de ser de otra manera; mientras que los otros no permanecen necesariamente, ni siempre, ni de ordinario: he aquí el principio, la causa del ser accidental. Lo que no permanece, ni siempre, ni en la mayoría de los casos, es lo que llamamos accidente. Hace gran frío y viento en la canícula, y decimos que es accidental; y nos servimos de otras expresiones, cuando hace calor y sequedad. Esto último es lo que ocurre siempre, o al menos por lo general, mientras que lo primero es accidental. Es un accidente que el ser humano sea blanco, porque no lo es siempre, ni corrientemente; pero no es accidental el ser animal. Que el arquitecto engendra la salud no deja de ser un accidente, porque no es propio de la naturaleza del arquitecto engendrar la salud, sino de la del médico, y es un accidente que el arquitecto sea médico. Incluso cuando el cocinero solo atienda a satisfacer el gusto, puede ocurrir que sus viandas sean útiles a la salud; pero este resultado no proviene del arte culinario, y así decimos que es un resultado accidental: el cocinero llega a veces a conseguir este resultado, pero no por completo.
Existen seres que son producto de ciertas potencias, los accidentes, al contrario, no son productos de un arte, ni de ninguna potencia determinada. Lo que existe o se origina accidentalmente, no puede tener sino una causa accidental. No existe necesidad ni eternidad en todo lo que existe o nace, la mayoría de las cosas no existen sino frecuentemente; es necesario, pues, que exista un ser accidental. Y así, lo blanco no es músico, ni siempre, ni corrientemente. Esto tiene lugar algunas veces, y esto es un accidente, porque de otro modo todo sería imprescindible. De forma que la causa de lo accidental es la materia, en tanto que está dispuesto de ser otra de lo que es habitualmente.
Una de las dos cosas: o no hay nada que exista siempre, ni ordinariamente, o esta hipótesis es imposible. Luego existen otras cosas que son efectos del azar y los accidentes. Pero en los seres, ¿tiene lugar solo el frecuentemente y de ninguna manera el siempre, o bien existen seres eternos? Este es un punto que discutiremos más adelante.
Se observa con claridad que no existe ciencia de lo accidental. Toda ciencia tiene por objeto lo que sucede siempre y de ordinario. ¿Cómo sin esta circunstancia puede uno mismo aprender o enseñar a otros? Para que haya ciencia es preciso la condición del siempre o del con frecuencia. Y así: el agua con la miel es de ordinario buena para la fiebre. Pero no se podrá fijar la excepción, y decir que no es buen remedio, por ejemplo, en la luna nueva, porque lo mismo en la luna nueva que en todos o la mayor parte de casos lo puede ser. Sea como fuere, lo accidental es la excepción.
He aquí lo que teníamos que exponer en cuanto a la naturaleza del accidente, a la causa que lo produce y al no ser posible de una ciencia del ser accidental.
Parte III
Está claro que los principios y causas de los accidentes se producen y destruyen, sin que haya en este caso ni producción ni destrucción. Si no sucediera así, si la producción y destrucción del accidente tuviesen inevitablemente una causa no accidental, entonces todo sería inevitable.
¿Será o no será esto? Sí, si tal cosa tiene lugar; si no, no. Y esta cosa tendrá lugar, si no tiene otra cosa. Y continuando de esta manera, y librando siempre del tiempo un tiempo finito, evidentemente se llegará al momento actual. Tal hombre, ¿morirá de enfermedad o de muerte violenta? De muerte violenta, si sale de la ciudad; saldrá de la ciudad, si tiene sed, y tendrá sed mediante otra condición. De esta manera se llega a un hecho actual, o a algún hecho ya realizado. Por ejemplo, saldrá de la ciudad, si tiene sed; tendrá sed, si degusta alimentos salados; esta última circunstancia existe o no existe. Es de toda necesidad, por tanto, que este hombre muera o no de muerte violenta. Si nos remontamos a los hechos realizados, también se aplica el mismo razonamiento; porque ya hay en el ser dado la condición de lo que será, a saber, el hecho que se ha realizado. Todo lo que ocurrirá, por tanto, necesariamente. Así, es necesario que el ser que vive, muera; porque hay ya en él la condición necesaria; por ejemplo, la reunión de los elementos contrarios en un mismo cuerpo. Pero ¿morirá de enfermedad o de muerte violenta? La condición necesaria no está todavía cumplida, y no lo estará mientras no suceda tal cosa.
Por lo tanto, está claro que de esta manera se asciende hasta un principio, el cual no se resuelve en ningún otro. Este es el principio de lo que ocurre de una manera indeterminada; este principio ninguna causa lo ha producido. Pero ¿a qué causa y principio conduce semejante reducción? ¿A la materia, a la causa final, a la del movimiento? Esto es lo que examinaremos con el mayor detenimiento.
Parte IV
En cuanto al ser accidental, remitimos a lo anterior, pues ya hemos determinado bastante cuáles son sus caracteres. Por lo que respecta al ser en tanto que verdadero, y al no ser en tanto que falso, solo se trata de la reunión y la separación del atributo y del sujeto, en una palabra, de la afirmación o la negación. Lo verdadero es la afirmación de la conveniencia del sujeto con el atributo; la negación, la afirmación de su disconveniencia. Lo falso es lo contrario de esta afirmación y de esta negación. Pero ¿en qué se fundamenta que concebimos, ya reunidos, ya separados, el atributo y el sujeto? (Cuando hablo de reunión o de separación, entiendo una reunión que produce, no una sucesión del objeto, sino un ser uno). De esto no se trata al presente. Lo falso y lo verdadero no están en las cosas, como, por ejemplo, si el bien fuese lo verdadero, y el mal lo falso. Únicamente existen en el pensamiento; y las nociones simples, la concepción de las puras esencias, tampoco producen nada parecido en el pensamiento. Más adelante nos ocuparemos del ser y del no-ser en tanto que verdadero y falso. Sea suficiente haber observado que la conveniencia o la disconveniencia del sujeto con el atributo existen en el pensamiento y no en las cosas, y que el ser en cuestión no posee existencia propia; porque lo que el pensamiento reúne o separa del sujeto, puede ser, o la esencia, o la cualidad, o la cantidad, o cualquiera otra forma del ser. Dejemos, pues, aparte el ser en tanto que verdadero, como lo hemos hecho respecto al ser accidental. En efecto, la causa de este es indeterminada; la del otro no es más que una modificación del pensamiento. Ambos tienen por objeto los diversos géneros del ser, y no manifiestan, ni el uno ni el otro, naturaleza alguna particular del ser. Pasémoslos, pues, ambos en silencio, y ocupémonos del examen de las causas y de los principios del ser mismo en tanto que ser; y recordemos que, al fijar el sentido de los términos de la filosofía, hemos admitido que el ser se toma en muchos significados.
Libro VII
Parte I
El ser se entiende de muchas formas, según lo hemos expuesto anteriormente, en el libro de los diferentes significados. Ser significa, ya la esencia, la forma determinada, ya la cualidad, la cantidad o cada uno de los demás atributos de esta clase. Pero entre estas numerosos significados del ser, existe uno primero; y el primer ser es sin contradicción la forma distintiva, es decir, la esencia. En efecto, cuando atribuimos a un ser tal o cual cualidad, decimos que es bueno o malo, etc., y no que tiene tres codos o que es un hombre. Cuando queremos, por lo contrario, definir su naturaleza, no decimos que es blanco o caliente ni que tiene tres codos de altura, sino que indicamos que es un hombre o un dios. Las demás cosas no se las llama seres, sino en cuanto son: o cantidades del ser primero, o cualidades, o variantes de este ser, o cualquier otro atributo de este género. No es posible decidir si andar, estar sano, sentarse son o no seres, y lo mismo sucede con todos los demás estados semejantes. Porque ninguno de estos modos posee por sí mismo una existencia propia; ninguno puede estar separado de la sustancia. Si estos son seres, con más razón lo que anda es un ser, así como lo que está sentado, y lo que está sano. Pero estas cosas no parecen tan unidas al carácter del ser, sino en cuanto bajo cada una de ellas se oculta un ser, un sujeto determinado. Este sujeto es la sustancia. Se trata del ser particular, que se ofrece bajo los diversos atributos. Bueno, sentado, no significan nada sin esta sustancia. Está claro que la existencia de cada uno de estos modos depende de la existencia misma de la sustancia. A causa de esto, está claro que la sustancia será el ser primero, no tal o cual modo del ser, sino el ser tomado en su sentido absoluto.
En primer lugar se entiende en diferentes sentidos; sin embargo, la sustancia es absolutamente primera bajo la relación de la noción, del conocimiento, del tiempo y de la naturaleza. Ninguno de los atributos del ser puede ofrecerse separado; la sustancia es la única que tiene este privilegio, y en esto estriba su prioridad bajo la relación de la noción. En la noción de cada uno de los atributos es imprescindible que exista la noción de la sustancia misma, y creemos entender mejor una cosa cuando conocemos cuál es su naturaleza; por ejemplo, qué es el hombre o el fuego, mejor que cuando conocemos cuál es su calidad, su cantidad y el lugar que ocupa. Únicamente llegamos a tener un conocimiento perfecto de cada uno de estos mismos modos cuando conocemos en qué consiste, y qué es la cantidad, qué es la cualidad. Así el objeto de todas las búsquedas pasadas y presentes; la pregunta que sin descanso se formula: ¿qué es el ser?, viene a reducirse a esta: ¿qué es la sustancia?
Unos dicen que no existe más que un ser, otros que hay muchos; estos que existe cierto número de ellos, aquellos que son una infinidad. Nuestras pesquisas deben también tener por fin, por primer fin, y de algún modo único, examinar qué es el ser desde este punto de vista.
Parte II
La existencia de la sustancia parece manifestarse, sobre todo en los cuerpos, y así denominamos sustancias a los animales, a las plantas y a las partes de las plantas y de los animales, así como a los cuerpos físicos, como el fuego, el agua, la tierra, o cualquiera de los seres de este género, sus partes y lo que proviene de una de sus partes o de su conjunto, como el firmamento; finalmente, las partes del firmamento, los astros, la Luna, el Sol. ¿Son estas las únicas sustancias? ¿Existe, además, otras, o bien ninguna de estas es sustancia, y pertenece este carácter a otros seres? Esto es lo que debemos analizar.
Algunos piensan que los límites de los cuerpos, como la superficie, la línea, el punto, y también la mónada, son sustancias, más sustancias, pretenden, que el cuerpo y el sólido. Además, unos piensan que no existe nada que sea sustancia fuera de los seres sensibles; otros aceptan varias sustancias, y son sustancias en primer lugar, según ellos, los seres eternos; y así Platón dice que las ideas y los seres matemáticos son en principio dos sustancias y que existe una tercera, la sustancia de los cuerpos sensibles. Espeusipo acepta un número mucho mayor de ellas, siendo la primera, en su opinión, la unidad; después aparece un principio particular para cada sustancia, uno para los números, otro para las magnitudes, otro para el alma, y de esta forma, multiplica el número de las sustancias. Existen, finalmente, algunos filósofos que consideran como una misma naturaleza las ideas y los números; derivándose, en su opinión, de ellos todo lo demás, como líneas, superficies, hasta la sustancia del firmamento y los cuerpos sensibles.
¿Quién tiene razón, quién no la tiene? ¿Cuáles son las auténticas sustancias? ¿Existen o no otras sustancias que las sensibles? Y si existen otras, ¿cuál es su modo de existencia? ¿Existe una sustancia separada de las sustancias sensibles? ¿Por qué y cómo? ¿O bien no existen más que las sustancias sensibles? Tales son las cuestiones que es necesario examinar, después de haber explicado lo que es la sustancia.
Parte III
Sustancia, según la distinta inteligencia que se le da, posee si no muchos, por lo menos cuatro significados principales; la sustancia de un ser es, según opiniones, o la esencia, o lo universal, o el género, o el sujeto. El sujeto es aquel del que todo lo demás es atributo, no siendo él atributo de nada. Analicemos primero el sujeto: porque la sustancia debe ser, ante todo, el sujeto primero. El sujeto primero es, en un sentido, la materia; en otro, la forma; y en tercer lugar el conjunto de la materia y de la forma. Por materia pienso en el bronce, por ejemplo: la forma es la figura ideal; el conjunto es la estatua realizada. Según esto, si la forma es anterior a la materia; si tiene, más que ella, el carácter del ser, será asimismo anterior, por la misma razón, al conjunto de la forma y de la materia.
Hemos realizado una definición figurada de la sustancia, diciendo qué es lo que no es atributo de un sujeto, aquello de lo que todo lo demás es atributo. Pero necesitamos algo más preciso que esta definición; es insuficiente y oscura y, además, conforme a esta la materia debería considerarse como sustancia; porque si no es una sustancia, no vemos a qué otra cosa podrá aplicársele este carácter; si se suprimen los atributos, no resta más que la materia. Todas las demás cosas son, o modificaciones, acciones, poderes de los cuerpos, o bien, como la longitud, la latitud y la profundidad, cantidades, pero no sustancias, porque la cantidad no es una sustancia; sustancia es mejor dicho el sujeto primero en el que se da la cantidad. Bórrese la longitud, latitud y profundidad, y no restará nada, sino lo que estaba determinado por estas propiedades. Bajo esta opinión, la materia es necesariamente la única sustancia; y llamo materia a lo que no tiene en sí forma, ni cantidad, ni ninguno de los caracteres que determinan el ser; porque existe algo de lo que cada uno de estos caracteres es un atributo, algo que se aparta de su existencia, del ser según todas las categorías. Todo lo demás atañe a la sustancia: la sustancia atañe a la materia. La materia primera es, por tanto, aquello que, en sí, no tiene forma, ni cantidad, ni ningún otro atributo. No será, sin embargo, la negación de estos atributos, porque las negaciones no son seres sino por accidente.
Considerada la cuestión bajo este prisma, la sustancia será la materia; pero de otro modo, esto es imposible. Porque la sustancia parece tener por carácter esencial el ser separable y el ser cierta cosa determinada. Según esto, la forma y el conjunto de la forma y de la materia parecen ser más bien sustancia que materia. Pero la sustancia realizada (quiero decir, la que resulta de la unión de la materia y de la forma), no hay qué hablar de ella. Está claro que, es posterior a la forma y a la materia, y por otra parte sus caracteres son manifiestos: la materia depende, en cierto modo, de los sentidos. Queda, pues, estudiar la tercera, la forma. Esta ha dado lugar a prolongados debates. Se reconoce, en general, que existen sustancias de los objetos sensibles, y de estas sustancias vamos a ocuparnos en primer lugar.
Parte IV
Hemos fijado al principio las diversas definiciones de la palabra sustancia, y una de estas definiciones constituye la forma esencial; ocupémonos, pues, en primer lugar de la esencia; porque es bueno pasar de lo más conocido a lo que lo es menos. Así se comporta todo el mundo en el análisis: se va de lo que no es un secreto de la naturaleza, y sí un conocimiento personal, a los secretos de la naturaleza. Y del mismo modo que en la práctica de la vida se parte del bien particular para llegar al bien general, el cual es el bien de todos, de igual manera el ser humano parte de sus conocimientos propios para adueñarse de los secretos de la naturaleza. Estos conocimientos personales y primeros resultan muchas veces muy débiles, encierran poca o ninguna verdad y, sin embargo, partiendo de estos conocimientos vagos, individuales, es como se hace un esfuerzo para alcanzar conocimientos absolutos; y, como hemos expuesto, por medio de los primeros llegamos a adquirir los restantes.
Actuemos, ante todo, por vía de definición, y digamos que la esencia de un ser es este ser en sí. Ser tú no es ser músico; tú no eres en ti músico, y tu esencia es lo que eres tú en ti mismo. Existen, sin embargo, restricciones; no es el ser en sí, al modo que una superficie es blanca, porque ser superficie no es ser blanca. La esencia tampoco se trata de la reunión de las dos cosas: superficie, blanco. ¿Por qué? Porque la palabra superficie se halla en la definición. Para que haya definición de la esencia de una cosa es necesario que en la proposición que expresa su carácter no se halla el nombre de esta cosa. De manera que si ser superficie blanca fuera ser superficie lisa, ser blanco y ser liso serían una sola y misma cosa.
El sujeto puede asimismo hallarse unido a los otros modos del ser, porque cada cosa tiene un sujeto, como la cualidad, el tiempo, el lugar, el movimiento. Es necesario por tanto examinar si posee una definición de la forma sustancial de cada uno de estos compuestos y si tienen una forma sustancial. Para un hombre blanco, ¿existe forma sustancial de hombre blanco? Expresemos hombre blanco por la palabra vestido, y entonces, ¿qué es ser vestido? Seguramente no es un ser en sí. Una definición puede no ser definición de un ser en sí, o porque explique más que este ser, o explique menos. Y así puede definirse una cosa uniéndola a otra; por ejemplo, si queriendo definir lo blanco, se diese la definición del hombre blanco. Definiendo se puede soslayar alguna cosa; por ejemplo, si admitiendo que vestido significa hombre blanco, se define el vestido por lo blanco. Hombre blanco es blanco en verdad; pero la definición de la forma sustancial de hombre blanco no es blanco, sino vestido. Pero ¿existe o no una forma sustancial? Sí, la forma sustancial es lo que es realmente un ser. Pero cuando una cosa es el atributo de otra, no es una esencia. Y así el hombre blanco no es una esencia; solo las sustancias poseen una esencia.
Conforme a lo que precede, existe una forma sustancial para todas las cosas, cuya noción es una definición. Una definición no es solamente la expresión adecuada a la noción de un objeto, porque en tal caso todo nombre sería una definición, puesto que todo nombre es adecuado a la noción de la cosa que expresa. La palabra Ilíada sería una definición. La definición es una expresión que designa un objeto primero: y por objeto primero entiendo todo aquel que en su noción se refiere a otro. Así pues, no habrá forma sustancial respecto de otros seres que de las especies en el género; ellas poseerán solamente este privilegio, porque la expresión que las define no indica una relación con otro ser, no muestra que sean modificaciones ni accidentes. En cuanto a todos los demás seres, la expresión que los designa, si tienen un nombre, debe significar que tal se encuentra en otro ser, o bien es una perífrasis en lugar de la expresión simple; pero estos seres no poseen definición ni forma sustancial.
Sin embargo, ¿no podrá la definición entenderse también como el ser de diferentes formas? Porque el ser significa o la sustancia y la forma esencial, o cada uno de los atributos generales, la cantidad, la cualidad y todos los demás modos de este género. En efecto, así como existe ser en todas estas cosas, pero no bajo el mismo concepto, siendo una un ser primero y consecuencia de ella las demás, en igual manera la definición conviene propiamente a la sustancia y, sin embargo, se aplica desde un punto de vista a las diversas categorías. Podemos preguntar: ¿qué es la cualidad? La cualidad es un ser, pero no absolutamente; con la cualidad ocurre lo que con el no-ser, del cual algunos filósofos, para poder hablar de él, dicen que es, no porque propiamente sea, sino que él es el no-ser.
Las investigaciones sobre la definición de cada ser no deben sobrepasar las que se hagan sobre la naturaleza misma del ser. Y así, puesto que sabemos de los que aquí tratamos, sabemos igualmente que existe una forma esencial por de pronto y absolutamente para las sustancias; después que existe forma esencial lo mismo que ser en las demás cosas; no forma esencial en el sentido absoluto, sino forma de la cualidad, forma de la cantidad. Estos diversos modos son seres, o bien en concepto de equivalentes de la sustancia, o bien en tanto que unidos a la sustancia o separados de ella, a la manera que se aplica la calificación de inteligible a la no inteligible. Pero evidentemente, estos diferentes seres no son equivalentes a la sustancia, no constituyen seres de idéntica forma. En este caso ocurre lo que con las diversas acepciones de la palabra medicinal, que se refiere a una y sola cosa, pero no son ni poseen el mismo sentido. La palabra medicinal, siendo una y sola cosa, puede aplicarse a un cuerpo, a una operación, a un vaso, pero no será bajo la misma definición, no expresará en todos los casos una y sola cosa; lo único que ocurre es que sus diferentes acepciones se refieren a una misma cosa.
Poco importa la opinión que sobre esto se elija, cualquiera que ella sea. Lo comprobado es que la definición primera, la definición propiamente dicha y la forma pertenecen a las sustancias; que, sin embargo, existe definición y forma respecto de los demás objetos, pero no definición primera. Admitidos estos principios, no resulta inevitablemente de ellos que toda expresión adecuada a la noción de un objeto sea una definición. Esto solo es verdadero respecto a ciertos objetos. Lo será, por ejemplo, si el objeto es uno, no uno por consecuencia, como la Ilíada, ni por un vínculo, sino uno en las auténticas acepciones de la palabra. La unidad se entiende de tantas formas como el ser, y el ser expresa, o tal cosa determinada, o la cantidad, o la cualidad. En virtud de todo esto, existirá igualmente una forma sustancial, una definición de hombre blanco: pero una cosa será definición, otra la definición de lo blanco, y otra la definición de la sustancia.
Parte V
Veamos otra dificultad. Si se dice que la proposición que expresa a la vez el sujeto y el atributo no es una definición, ¿en qué caso un objeto, no un objeto simple, sino un objeto compuesto, podrá poseer una definición? Porque ineludiblemente la definición de un objeto compuesto ha de ser compuesta también. He aquí en qué caso. Tenemos de una parte nariz y romo, y de otra chato; chato abarca las dos cosas a la vez, porque la una está en la otra, y esto no es accidental. Lo romo, lo chato no son accidentalmente estados de la nariz; sino estados esenciales. No ocurre aquí como con lo blanco, que puede aplicarse a Calias, o a hombre, porque Calias es blanco, y Calias resulta que es un hombre; ocurre como con lo macho en el animal, lo igual en la cantidad, y con todas las propiedades denominadas atributos esenciales. Por atributos esenciales entiendo aquellos en cuya definición entra necesariamente la idea o el nombre del objeto del cual son ellos estados; que no pueden ser expresados, realizada la abstracción de este objeto; lo blanco puede abstraerse de la idea del hombre; lo macho, por lo contrario, resulta inseparable de la del animal. En vista de esto, o ninguno de los objetos compuestos poseerá esencia ni definición, o no será una definición primera; esto ya lo hicimos ver.
Otra dificultad sucede también sobre este asunto. Si nariz roma y nariz chata son la misma cosa, romo y chato no difieren tampoco. Si se dice que difieren, porque es imposible decir chato sin expresar la cosa de la que chato es atributo esencial, porque la palabra chato significa nariz roma entonces, o será imposible utilizar la expresión: nariz chata, o decir dos veces la misma cosa, nariz nariz roma, pues nariz chata significará nariz nariz roma. Es, pues, absurdo admitir que posean una esencia objetos de este género; si la hay, se irá hasta el infinito, porque existirá igualmente una esencia para nariz nariz chata.
Está, pues, claro, que no existe definición más que de la sustancia. En cuanto a las otras categorías, si se desea que sean susceptibles de definición, serán definiciones redundantes, como las de la cualidad, de lo impar, el cual no puede definirse sin el número; de lo macho que no se define sin el animal. Por definiciones redundantes entiendo aquellas en las que se dicen dos veces las mismas cosas, en cuyo caso se hallan estas de que tratamos. Si esto es exacto, no existirá tampoco definición que abrace a la vez el atributo y el sujeto; definición del número impar, por ejemplo. Pero se realizan definiciones de esta clase de objetos, sin notar que estas definiciones son artificiales. Concedamos, por lo demás, que estos objetos pueden definirse; y entonces, o habrá que definirlos de otra manera o, como ya hemos dicho, será necesario admitir diferentes especies de definiciones, diferentes especies de esencias. Y así, desde un punto de vista, no puede haber ni definición, ni esencia, sino respecto a las sustancias; desde otro, existe definición de los demás modos del ser.