- -
- 100%
- +
Los modos de las causas son seis en total, y estos modos son opuestos dos a dos. La causa propiamente dicha es particular o general, la causa accidental es asimismo particular o general: las unas y las otras pueden ser combinadas o simples. Por ejemplo, todas estas causas se dan en acto o en potencia. Pero existe esta diferencia entre ellas; que las causas en acto, lo mismo que las causas particulares, comienzan y finalizan al mismo tiempo que los efectos que ellas producen: este médico, por ejemplo, no cura sino en cuanto trata a este enfermo, y este arquitecto no es constructor sino en cuanto construye esa casa. No siempre ocurre así con las causas en potencia; la casa y el arquitecto no perecen al mismo tiempo.
Parte III
Se llama elemento a la materia primera que entra en la composición, indivisible en partes heterogéneas; así los elementos del sonido son lo que constituye el sonido, y las últimas partes en las que se le divide, partes que no se pueden dividir en otros sonidos de una especie diferente de la suya propia. Si se dividiesen, sus partes serían de la misma especie que ellas mismas: una partícula de agua, por ejemplo, es agua; pero una parte de una sílaba no es una sílaba. Los que tratan de los elementos de los cuerpos, denominan así a las últimas partes en que se dividen los cuerpos, partes que no se pueden dividir en otros cuerpos de especies diferentes. Esto es lo que denominan ellos elementos, ya admitan solo un elemento, ya admitan muchos. Lo propio ocurre sobre poco más o menos con los que se llaman elementos en la demostración de las propiedades de las figuras geométricas, y en general en todas las demostraciones; porque las demostraciones primeras, y que se hallan en el fondo de muchas demostraciones, se les denomina elementos de demostraciones: estos son los silogismos primeros compuestos de tres términos, uno de los cuales sirve de medio.
De aquí que, por metáfora, se denomina también elemento a lo que, siendo uno y pequeño, se utiliza para un gran número de cosas. Por esta razón se denomina elemento lo que es simple, pequeño, indivisible. Así pues, los atributos más universales son elementos. Cada uno de ellos es uno y simple, y existe un gran número de seres, en todos o en la mayor parte. Finalmente, la unidad y el punto son, según algunos, elementos.
Los géneros son universales, y además indivisibles, porque su noción es una; y así algunos pretenden que los géneros son elementos más bien que la diferencia, porque el género es más universal. En efecto, allí donde hay diferencia se muestra siempre el género; pero donde hay género no siempre existe diferencia.
En otro orden de ideas, el carácter común a todos los elementos es que el elemento de cada ser es su principio constitutivo.
Parte IV
Naturaleza se denomina en primer lugar a la generación de todo aquello que crece, por ejemplo, cuando se pronuncia larga la primera sílaba de la palabra griega; así pues la materia intrínseca de donde se origina lo que nace; y además el principio del primer movimiento en todo ser físico, principio interno y unido a la esencia. Y se denomina crecimiento natural de un ser el aumento que recibe de otro ser, ya por su adjunción, ya por su conexión, ya como los embriones, por su adherencia con este ser. La conexión se diferencia de la adjunción en que, en este último caso, no existe más que un simple contacto, mientras que en los demás casos hay en los dos seres algo que es uno, y que en lugar de un contacto, provoca su conexión, y hace de estos dos seres una unidad bajo la relación de la continuidad y de la cantidad, pero no bajo la relación de la cualidad. Se llama además naturaleza a la sustancia bruta inerte y sin acción sobre sí misma de que se compone y se constituye un ser físico. Así el bronce es la naturaleza de la estatua y de los objetos de bronce, y la madera lo es de los objetos de madera, y lo mismo de los demás seres; esta materia prima y preexistente constituye cada uno de ellos. Como resultado de esta consideración, abarca también por naturaleza los elementos de las cosas naturales; y así se explican los que admiten por elemento el fuego, la tierra, el aire, o el agua o cualquiera otro principio semejante, y los que admiten muchos de estos elementos, o todos ellos a la vez. Por último, desde otro punto de vista, la naturaleza es la esencia de las cosas naturales. En esta acepción la toman los que creen que la naturaleza es la composición primitiva, o con Empédocles:
(...) que ningún ser posee realmente una naturaleza, sino que a la mezcla y a la separación de las cosas mezcladas, es todo lo que hay y lo que los hombres llaman naturaleza.
Por esta razón, según ellos, de todo objeto que es naturalmente, o que ya nace o se hace, y que posee en sí el principio natural del nacer o del ser, no decimos que tiene una naturaleza, cuando todavía no tiene esencia y forma. Por tanto, la reunión de la esencia y de la materia constituye la naturaleza de los seres. Esto ocurre con la de los animales y la de sus partes. Pero es señalar que la materia primera es una naturaleza, y que puede serlo desde dos puntos de vista; porque puede ser o primera relativamente a un objeto o absolutamente primera. Para los objetos cuya sustancia es el bronce, el bronce es el primero relativo a estos objetos; pero absolutamente hablando, es el agua quizá, si es cierto que el agua es el principio de todos los cuerpos fusibles. Y es necesario añadir que la forma y la esencia son también una naturaleza, porque son el fin de toda producción. Por último, por metáfora, toda esencia toma en general el nombre de la naturaleza, a causa de la misma en que hablamos, porque la naturaleza es también una especie de esencia.
Se deduce de todo lo anterior, que la naturaleza primera, la naturaleza propiamente dicha, es la esencia de los seres, que tienen en sí y por sí mismos el principio de su movimiento. La materia no se denomina en efecto naturaleza, sino porque es capaz de recibir en sí este principio, y la generación, así como el crecimiento, sino porque son movimientos producidos por este principio. Y este principio del movimiento de las cosas naturales reside siempre en ellas, ya sea en potencia, ya en acto.
Parte V
Se llama necesario a aquello que es la causa cooperante sin la cual es imposible vivir. Por ejemplo, la respiración y el alimento son necesarios al animal. Sin ellos le resulta imposible existir. Lo constituyen aquellas condiciones sin las cuales el bien no podría ni ser ni llegar a ser, o sin las cuales no se puede ni prevenir un mal ni librarse de él. Es necesario, por ejemplo, tomar el remedio para no estar enfermo, o hacerse a la vela a Egina para recibir dinero.
Constituye también lo necesario la violencia y la fuerza, es decir, lo que nos impide y detiene, a pesar de nuestro deseo y nuestra voluntad. Porque la violencia se llama necesidad, y por tanto la necesidad es una cosa que aflige, como dice Eveno: “Toda necesidad, es una cosa aflictiva”.
Finalmente, la fuerza es una necesidad; escuchemos a Sófocles: “La fuerza es la que me obliga por necesidad a obrar así”.
La necesidad involucra la idea de algo inevitable, y con razón, porque es lo contrario del movimiento voluntario y reflexivo. Además, cuando una cosa no puede ser de otra manera de como es, argumentamos: es necesario que así sea. Y esta necesidad es, en cierta forma, la razón de todo lo que se llama necesario. En efecto, cuando el deseo no puede alcanzar su objeto por causa de la violencia, se dice que ha habido violencia, hecha o padecida. La necesidad es por consiguiente a nuestros ojos aquello en cuya virtud es imposible que una cosa sea de otra manera. La misma observación cabe respecto de las causas cooperantes de la vida, lo mismo que de las del bien. Porque cuando hay, ya para el bien, ya para la vida y el ser, imposibilidad de existir sin ciertas condiciones, entonces estas condiciones son necesarias, y la causa cooperante se transforma en una necesidad. Por último, las demostraciones de las verdades necesarias son necesarias, porque es imposible, si la demostración es rigurosa, que la conclusión sea otra que la que es. Las causas de esta imposibilidad son estas proposiciones primeras, que no pueden ser otras que las que son, que componen el silogismo.
Entre las cosas necesarias, hay unas que poseen fuera de sí la causa de su necesidad; otras, por lo contrario, que la posee en sí mismas, y de ellas es de donde sacan las primeras su necesidad. De manera que la necesidad primera, la necesidad propiamente dicha, es la necesidad absoluta, porque es imposible que posea muchos modos de existencia. Por lo tanto ella es la necesidad invariable; de otra manera tendría muchos modos de existencia. Luego si existen seres eternos e inmutables, nada puede ejercer sobre ellos violencia o contrariar su naturaleza.
Parte VI
Existe dos clases de unidad; existe lo que es uno por accidente, y lo que es en su esencia. Corisco y músico, y Corisco músico son una sola cosa, porque hay identidad entre las expresiones: Corisco y músico, y Corisco músico, Músico y justo, y Corisco músico justo son asimismo una sola cosa. A esto se llama unidad accidental. En efecto, de una parte justo y músico son los accidentes de una sola y misma sustancia; de la otra músico y Corisco son recíprocamente accidentes el uno del otro. Asimismo, el músico Corisco es, desde un punto de vista, la misma cosa que Corisco, porque una de las dos partes de esta expresión es el accidente de la otra parte; músico lo es, si se quiere, de Corisco. Y el músico Corisco y el justo Corisco son asimismo una sola cosa, porque uno de los dos términos de cada una de estas expresiones es el accidente del mismo ser. Importa poco que músico sea accidente de Corisco, o que Corisco lo sea de músico. Y lo mismo sucede cuando el accidente se aplica al género o a cualquiera otra cosa universal. Admitamos que hombre y hombre músico sean idénticos el uno al otro. Esto tendrá lugar, o bien porque el hombre es una sustancia una, que tiene por accidente músico, o bien porque ambos son los accidentes de un ser particular, de Corisco, por ejemplo. Sin embargo, en este último caso, los dos accidentes no son accidentes de la misma forma; el uno representa, por argumentarlo así, el género, y existe en la esencia; el otro no es más que un estado, una modificación de la sustancia. Todo lo que se llama unidad accidental es unidad tan solo en el sentido que acabamos de explicar.
En cuanto a lo que es uno esencialmente, existe en primer lugar lo que lo es por la continuidad de las partes: por ejemplo, el haz, que debe a la ligadura su continuidad y las piezas de madera que la reciben de la cola que las junta. La línea, hasta la línea curva, siempre que sea continua, es una; al igual que cada una de las partes del cuerpo, las piernas, los brazos. Digamos, sin embargo, que lo que tiene naturalmente la continuidad es más uno que lo que solo tiene una continuidad artificial. Ahora bien, se denomina continuo a aquello cuyo movimiento es uno esencialmente, y no puede ser otro que el que es. Este movimiento uno es el movimiento indivisible, pero indivisible en el tiempo. Las cosas continuas en sí mismas son las que tienen algo más que la unidad que proviene del contacto. Si colocan en contacto trozos de maderas, no argumentáremos que existe allí unidad; y lo mismo que con la madera, sucede con el cuerpo o cualquiera otra cosa continua. Las cosas esencialmente continuas son unas, incluso cuando tengan una flexión. Las que no tienen flexión lo son más: la canilla o el muslo, por ejemplo, lo son más que la pierna, la cual puede no tener un movimiento uno: y la línea recta posee más que la curva el carácter de unidad. Decimos que la línea curva, así como de la línea angulosa, que es una y que no es una, porque es posible que no estén en sus partes todas en movimiento o que lo estén todas a la vez. Pero en la línea recta el movimiento es siempre simultáneo, y ninguna de las partes que tiene magnitud se halla en reposo, como en la línea curva, mientras que otra se encuentra en movimiento.
También se toma la unidad en otro sentido; la homogeneidad de las partes del objeto. Existe homogeneidad cuando no se puede señalar en el objeto ninguna división bajo la relación de la cualidad. Y el objeto constituirá, o bien el objeto inmediato, o bien los últimos elementos a que se le pueda referir. Se señala que el vino es uno, y el agua es una, mientras que son ambos genéricamente indivisibles: y que todos los líquidos juntos, aceite, vino, cuerpos fusibles, no son más que una cosa, porque existe identidad entre los elementos primitivos de la materia líquida, porque lo que constituye todos los líquidos es el agua y el aire.
De igual manera, cuando se pueden encontrar diferencias en el género, se atribuye a la unidad a los seres que contiene. Y se afirma que todos son una sola cosa, porque el género que se encuentra bajo las diferencias es uno. El caballo, por ejemplo, el hombre, el perro, son una sola cosa, porque son animales. Ocurre lo mismo, sobre poco más o menos, que en los casos en que hay unidad de materia. Tan pronto es, como en el ejemplo que acabamos de citar, al género próximo al que se refiere a la unidad como, según ocurre en el caso en que los géneros inmediatamente superiores a los objetos idénticos sean las últimas especies del género, es al género más elevado al que se refiere. Por ejemplo, el triángulo isósceles y el equilátero son una sola y misma figura, porque son triángulos ambos, pero no son los mismos triángulos. También se atribuye la unidad a las cosas cuya noción esencial no puede dividirse en otras nociones, cada una de las cuales expresa la esencia de estas cosas. En efecto, toda definición puede dividirse. Existe unidad entre lo que aumenta y lo que disminuye, porque existe unidad en la definición; de la misma forma respecto de las superficies la definición es una. En general, la unidad de todos los seres, cuya idea, entiendo la idea esencial, es indivisible y no puede ser separada ni en el tiempo, ni en el espacio, ni en la definición, se trata de la unidad por excelencia. Las esencias se encuentran en este caso. En general, en tanto que no pueden ser divididos, es como se atribuye la unidad a los objetos que no pueden serlo. Por ejemplo, si como hombre no es posible la división, tienen un solo hombre; si como animal, un solo animal; si como magnitud, una sola magnitud.
La unidad se asigna por tanto a la mayor parte de las cosas, o porque ellas generan, o porque soportan otra unidad, o porque se hallan en relación con una unidad. Las unidades originales son los seres, cuya esencia es una: y la esencia puede ser una, ya por continuidad, ya genéricamente, ya por definición, por lo que nosotros contamos como varios, son o los objetos no continuos, o los que no son del mismo género, o los que no tienen la unidad de definición. Añadamos que a veces afirmamos que una cosa es una por continuidad, con tal que tenga cantidad y continuidad, pero que otras veces esto no es suficiente. Es necesario también que sea un conjunto, es decir, que tenga unidad de forma. No constituirán para nosotros una unidad las partes que constituyen el calzado colocadas las unas junto a las otras de una forma cualquiera; y solo cuando existe, no simplemente continuidad, sino partes colocadas de tal forma que constituyen un calzado, y tengan una forma determinada, es cuando decimos que hay verdadera unidad. Por esta razón, la línea del círculo es la línea una por excelencia; es perfecta en todas sus partes.
La esencia de la unidad estriba en ser el principio de un número, porque la medida primera de cada género de seres es un principio. La medida primera de un género es el principio por el que conocemos un género de seres. El principio de lo cognoscible en cada género es, pues, la unidad. Únicamente que no es la misma unidad para todos los géneros; aquí es un semitono, allá la vocal o consonante. La pesantez tiene una unidad; el movimiento tiene otra. Pero en todos los casos la unidad es indivisible. Ya bajo la relación de la forma, ya bajo la de la cantidad.
Lo que es indivisible con relación a la cantidad, y en tanto que cantidad, lo que es absolutamente indivisible y no tiene posición, se llama mónada. Lo que lo es en todos sentidos, pero que ocupa una posición, en un punto. Lo que no es divisible, sino en un sentido, es una línea. Lo que puede ser dividido en dos sentidos es una superficie. Lo que puede serlo por todos lados y en tres sentidos, bajo la relación de la cantidad, es un cuerpo. Y si se continúa el orden inverso, lo que puede dividirse en tres sentidos por todos lados es un cuerpo; lo que puede dividirse en dos sentidos es una superficie; lo que no puede serlo más que en uno solo es una línea; lo que no se puede de ningún modo dividir bajo la relación de la cantidad es un punto y una mónada: sin posición es la mónada; con posición es el punto.
Por otra parte, lo que es uno, lo es o relativamente al número, o relativamente a la forma, o relativamente al género, o bien por analogía. Uno en número es aquello cuya materia es una; uno en forma es aquello que tiene unidad de definición; uno originariamente es lo que tiene los mismos atributos; dondequiera que existe relación existe unidad por analogía. Los modos de la unidad, que acabamos de enumerar los primeros, llevan consigo siempre los siguientes. Y así, el uno en número es también uno en forma; pero lo que es uno en forma, no lo es siempre en número. Todo lo que es uno en forma, lo es siempre numéricamente. La unidad genérica no siempre la unidad de forma; es siempre unidad por analogía. Pero no todo lo que es uno por analogía, es uno genéricamente.
Igualmente está claro, que la pluralidad debe ser colocada en oposición con la unidad. Existe pluralidad: o por falta de continuidad o porque la materia, ya la materia del género, ya los últimos elementos, pueden dividirse por la forma, o porque hay pluralidad de definiciones que expresen la esencia.
Parte VII
El ser se entiende de lo que es accidentalmente o de lo que es en sí. Existe, por ejemplo, ser accidental, cuando afirmamos: el justo es músico, el hombre es músico, el músico es hombre. Lo mismo poco más o menos, que cuando afirmamos que el músico construye, es porque resulta accidental que el arquitecto sea músico o el músico arquitecto; porque, cuando se afirme: una cosa es esto o aquello, significa que esto o aquello es el accidente de esta cosa; al igual que, volviendo a nuestro asunto, si se afirma: el hombre es músico o el músico es hombre, o bien: el músico es blanco o el blanco es músico, es, en el último caso, porque uno y otro son accidentes del mismo ser. El músico no es hombre, sino porque el hombre es accidentalmente músico. En igual forma no se dice que el no blanco es, sino porque el objeto del cual es accidente, es.
El ser toma el nombre de accidental, bien cuando el sujeto del accidente y el accidente son ambos accidentes de un mismo ser; o cuando el accidente tiene lugar en un ser; o, por último, cuando el ser, en que se halla el accidente, se toma como atributo del accidente.
El ser en sí posee acepciones como categorías hay, porque tantas cuantas se distingan otras tantas son las significaciones dadas al ser. Pero, entre las cosas que abarcan las categorías, unas son esencias, otras cualidades, otras designan la cantidad, otras la relación, otras la acción o la pasión, otras el lugar, otras el tiempo: el ser se toma en el mismo sentido que cada uno de estos modos. Así pues, no existe ninguna diferencia entre estas expresiones: el hombre es convaleciente y el hombre convalece; o entre estas: el hombre es andante y el hombre anda. Lo mismo ocurre en el resto de los casos.
Ser, esto es, quiere decir que una cosa es verdadera; no-ser, que no lo es, que es falsa, y esto se prueba en el caso de la afirmación como en el de la negación. Decimos: Sócrates es músico, porque esto es verdadero; o bien, Sócrates es no-blanco, porque esto también lo es. Pero decimos que la relación de la diagonal con el lado del cuadrado no se puede medir, porque es falso que lo sea.
Por último, ser y siendo significan tan pronto la potencia como el acto de estas cosas de que hemos expuesto. Saber, es a la vez, poderse servir de la ciencia y servirse de ella; y la inercia se afirma de lo que está en reposo y de lo que puede estarlo; y lo mismo ocurre con las esencias. Afirmamos en efecto: el Hermes está en la piedra; la mitad de la línea está en la línea; y lo mismo: he aquí el trigo, cuando todavía no está maduro. Pero ¿en qué caso el ser existe en acto, y en qué caso existe en potencia? Esto lo analizaremos más tarde.
Parte VIII
Sustancia se dice de los cuerpos simples, tales como la tierra, el fuego, el agua y todas las cosas análogas; y en general, de los cuerpos, así como de los animales, de los seres divinos que tienen cuerpo y de las partes de estos cuerpos. A todas estas cosas se llama sustancias, porque no son los atributos de un sujeto, sino que son ellas mismas sujetos de otros seres. Desde otro contexto, la sustancia es la causa intrínseca de la existencia de los seres que no se refiere a un sujeto: el alma, por ejemplo, es la sustancia del ser animado. Se denomina así las partes integrantes de los seres a los que nos referimos, partes que los limitan y determinan su esencia, y cuyo aniquilamiento constituiría el aniquilamiento del todo. Así, la existencia del cuerpo, según algunos filósofos, depende de la superficie, la existencia de la superficie de la línea; y ascendiendo más, el número, según otra doctrina, es una sustancia; porque, aniquilado el número, ya no hay nada, siendo él el determinante de todas las cosas. Finalmente, el carácter propio de cada ser, carácter cuya noción es la definición del ser, es la esencia del objeto, su sustancia misma, de aquí se infiere que la palabra sustancia tiene dos acepciones: o designa el último sujeto, el que no es atributo de ningún ser, o el ser determinado, pero independiente del sujeto, esto es la forma y la figura de cada ser.
Parte IX
Identidad. En principio existe identidad accidental; y así lo hay entre lo blanco y lo músico, porque son accidentes del mismo ser; entre el hombre y el músico, porque el uno es el accidente del otro. Porque el músico es el accidente del hombre, y se dice: hombre músico. Esta expresión es idéntica a cada una de las otras dos, y cada una de estas a aquella; puesto que, para nosotros, hombre y músico son lo mismo que hombre músico, y recíprocamente. En todas estas identidades no existe ningún carácter universal. No es verdad que todo hombre sea la misma cosa que músico; lo universal existe de suyo mientras que lo accidental no existe por sí mismo, sino simplemente como atributo de un ser particular. Se admite la identidad de Sócrates y de Sócrates músico, y es porque Sócrates no constituye la esencia de muchos seres; y así no se afirma: todo Sócrates, como se afirma: todo hombre.
Además de la identidad accidental, existe la identidad esencial. Se aplica, como la unidad en sí, a las cosas cuya materia es una, sea por la forma, sea por el número, sea genéricamente, así como a aquellas cuya esencia es una. Se observa, pues, que la identidad es una especie de unidad de ser, unidad de muchos objetos, o de uno solo considerado como muchos; ejemplo, cuando se dice: una cosa es idéntica a sí misma, la misma cosa es considerada como dos.
Se denominan heterogéneas las cosas que poseen pluralidad de forma, de materia, o de definición; y en general la heterogeneidad es lo contrario a la identidad.
Diferente se denominan las cosas heterogéneas que son idénticas desde algún punto de vista, no cuando lo son bajo el del número, sino cuando lo son bajo el de la fortuna, o del género, o de la analogía. Se denominan también lo que pertenece a géneros diferentes de los contrarios, y de todo lo que posee en la esencia alguna diversidad.
Las cosas semejantes son las sujetas a las mismas modificaciones, entre las que hay más relación que diferencia, y las que poseen la misma cualidad. Y por contrarias que puedan aparecer, si el mayor número de los caracteres o los principales se parecen, solo por esto existe semejanza.
En cuanto a lo semejante, se toma en todos los sentidos contrarios a lo semejante.
Parte X
Lo contrario u opuesto se denomina de la contradicción, de los contrarios y a la relación; de la privación y de la posesión; de los principios de los seres y de los elementos en que se resuelven; esto es, de la producción y de la destrucción. En una palabra, en todos los casos en que un sujeto no puede admitir la coexistencia de dos cosas, decimos que estas son opuestas o contrarias, opuestas en sí mismas, o bien contrarias en cuanto a sus principios. Lo pardo y lo blanco no coexisten en el mismo sujeto, y así sus principios son opuestos.