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Por ejemplo, ¿cómo identificar las ideas, que son universales, con asuntos biológicos, neuronales, que son particulares?, ¿cómo explicar que, teniendo límite todo conocer biológico, la inteligencia carezca de él?, ¿cómo aclarar que nada de lo biológico niega, mientras que la inteligencia sí lo hace?, ¿cómo dar cuenta de que lo biológico no es autorreferente, mientras que la inteligencia conoce algo de sí misma, por ejemplo, sabe que piensa, es decir, conoce sus actos?, ¿por qué lo inerte (un computador) y lo biológico (los animales) carecen de conciencia superior?
Las dificultades tienen solución en teoría del conocimiento. Su solución es precisamente el conocer humano. El conocer humano nunca se equivoca. Quien se equivoca es el sujeto que dice o quiere que el conocer sea de otra manera a como es. Por eso, desde el conocer hay que dar cuenta –también someramente– de otros temas centrales de la teoría del conocimiento: la verdad, el error y sus modalidades; asimismo de los errores fundamentales respecto del conocer humano. Por ejemplo: el escepticismo, el relativismo y el subjetivismo.
Como el conocer no se equivoca, desde él también cabe dar cuenta del mayor o menor acierto que ofrecen las propuestas de las principales corrientes de filosofía que han hecho escuela en el modo de describir el conocer humano: realismo, nominalismo e idealismo, las cuales han sido seguidas, de un modo u otro, por muchas otras filosofías.
Asimismo, se intentará discernir los distintos niveles noéticos que usan las diversas ciencias, tanto experimentales como humanas y filosóficas. Todas ellas son jerárquicamente distintas y –como se verá– siguen a diversos niveles cognoscitivos naturales al hombre.
• Esquema de los diversos niveles del conocer humano.
Los grados del conocer humano que se van a estudiar en los temas siguientes se pueden esquematizar en el siguiente cuadro:
Conocimiento personalIntelecto agenteHábitos innatos (al conocer personal)Hábito de sabiduríaHábito de los primeros principiosHábito de sindéresisConocimiento racionalorazónTeóricaPrácticaFormalHábitosActosHábitosActosHábitosActosAxiomas lógicosCienciaConceptualRazonarJuzgarConcebirPrudenciaSensatez o sínesisSaber deliberar o eubulíaImperio, precepto o mandatoJuicio prácticoDeliberarHábitos generalizantesActos generalizantesHábito abstractivoActo de abstraerconocimiento sensibleoSentidosInternosSuperioresCogitativaMemoriaImaginaciónInferiorSensorio comúnexternosSuperioresVistaOídoOlfatoInferioresGustoTactoEjercicio 1. Vocabulario
Identifica el significado de las siguientes palabras y expresiones usadas:
• niveles noéticos
• conocimiento sensible
• conocimiento racional
• conocimiento intelectual
• conocimiento personal
• naturaleza corpórea
• esencia humana
• hábito
• tabula rasa
• jerarquía del conocimiento
• nominalismo
• idealismo
Ejercicio 2. Guía de estudio
Contesta a las siguientes preguntas:
1. ¿En cuántos grupos se puede distinguir el conocer humano?, ¿por qué?
2. ¿Tales niveles son jerárquicamente distintos?, ¿por qué?
3. ¿Qué añade el conocimiento intelectual al racional?, ¿qué el personal?
4. ¿Se puede dar cuenta del error?
5. ¿Cuáles son los 3 principales errores defendidos respecto del conocer humano?
6. En atención al modo de abordar el conocer humano, se pueden distinguir 3 corrientes de filosofía que surcan todos los siglos del pensamiento occidental. ¿Cuáles son? ¿Las puedes describir someramente?
Ejercicio 3. Comentario de textos
Lee los siguientes textos y haz un comentario personal utilizando los contenidos aprendidos:
“Lo supremo en nuestro conocimiento no es la ratio sino el intellectus, que es origen de la ratio”.
Tomás de Aquino, S. C. Gentes, 1. I, cap. 57, n. 8
“En la naturaleza humana..., conviene que exista un conocimiento de la verdad sin inquisición..., y conviene que este conocimiento sea el principio de todo el conocimiento posterior... Por lo cual, conviene que este conocimiento sea inherente al hombre por naturaleza, ya que este conocimiento es, sin duda, como la semilla de todo otro conocimiento posterior... Y conviene que este conocimiento sea habitual, de modo que pueda ser usado fácilmente cuando sea necesario”.
Tomás de Aquino, De Ver., q. 16, a. 1, co
“La inclusión del sujeto cognoscente en la teoría del conocimiento humano es perturbadora. La razón de ello es fundamentalmente la siguiente: al sujeto humano se le hace intervenir como factor constituyente. Ahora bien, la tesis según la cual la subjetividad es constitutiva del conocer humano es rotundamente falsa y acarrea un grave inconveniente para establecer la noción de operación. El conocimiento es operativo, y eso quiere decir que tiene un carácter suficiente en cuanto que se ejerce. Si al sujeto lo consideramos como constitutivo del conocer, el carácter operativo del conocer se pierde. De manera que la consideración del sujeto es perjudicial, y no solo un estorbo. En una teoría del conocimiento como teoría de operaciones cognoscitivas y de hábitos, no ayuda, sino todo lo contrario, una consideración del sujeto. Así ha ocurrido en todos los casos en que se ha intentado. Hay que decir que el sujeto y el conocimiento como acto no están implicados el uno en el otro”.
Polo, L., Curso de teoría del conocimiento, I, Pamplona, EUNSA, 1984, 20
TEMA 2.–El conocimiento sensible
El conocimiento sensible humano comprende el nivel inferior, los sentidos externos, y el superior, formado por los sentidos internos. Conviene esclarecer algunas cuestiones. En primer lugar, distinguir el ‘objeto’ conocido sensiblemente, y el ‘acto’ de conocerlo o sentirlo. En segundo lugar, cuáles son los componentes necesarios de la sensación y saber cuáles de entre ellos son orgánicos y cuáles no. En tercer lugar, qué se entiende por ‘sensible’ y cuántos son sus tipos.
1. Nociones preliminares
Los conceptos iniciales a esclarecer en este tema son de tres tipos: por una parte las de objeto sentido y acto de sentir; por otra los componentes necesarios de la sensación; en tercer lugar, las clases de objetos sentidos a los que también se les denomina ‘sensibles’.
1.1. Objeto sentido y acto de sentir
Los sentidos o facultades sensibles son muchos: oído, vista, imaginación, etc. Se distinguen entre sí por varias cosas: órganos, actos, objetos, etc. En efecto, no solo se distinguen por los diferentes órganos: oídos, ojos, cerebro, etc., sino también por los distintos actos de cada uno de ellos (oír, ver, imaginar, etc.), y asimismo, por los objetos sentidos por cada sentido (sonidos, colores, imágenes, etc.).
Los objetos sentidos no son las realidades externas (árboles, casas, etc.), sino lo que conocemos de la realidad externa por los sentidos (sonidos, colores, etc.), que no es la realidad física entera, sino un aspecto o accidente de ella. Al objeto (lo sentido) se le denomina sensible.
La realidad material afecta, inmuta, al órgano del sentido. Pero el objeto sentido no es la realidad física tal cual, sino una forma conocida que remite en parte, aspectualmente, a ella (ej. lo visto no es la ‘materia’ de la casa, sino sus ‘formas’ coloreadas).
Por ejemplo, lo que está en el acto de ver –no en el ojo– no es el cemento de la casa, las piedras, maderas, hierros, etc., sino el colorido que la vista percibe de esas realidades.
El objeto sentido no es, propiamente, aquello que se siente, sino aquello por lo que se siente. Lo que se siente es la realidad. Aquello por lo que se siente es una ‘forma inmaterial’ que remite a un aspecto de dicha realidad. Ese ‘por’ indica que el objeto sentido es intencional respecto de lo real. ‘Intencional’, de ‘in’ y ‘tendere’, tender hacia, quiere decir que es puramente remitente a la realidad física. El objeto sentido es una ‘forma’ desligada de la materia; una forma que se agota siendo referente a la realidad física. No tiene, pues, naturaleza física, sino intencional. El objeto es objeto al sentirlo, no antes ni después. En cambio, la realidad material es física, antes, durante y después de sentirla, e incluso al margen de sentirla.
Por eso hay que distinguir entre la inmutación del órgano (ej. las radiaciones que afectan al ojo) y lo visto (ej. las manchas de colores percibidas), pues cabe que se den unas sin las otras (ej. cabe que se estimule el ojo, pero que este no vea). Esto equivale a decir, con otro lenguaje, que cabe ‘especie impresa’ sin ‘especie expresa’, como decían los medievales.
El acto de sentir y el objeto sentido no se pueden dar por separado, pues el objeto conocido lo forma el acto. Si no se siente, no hay nada sentido; si hay algo sentido, es porque se ejerce un acto de sentir. El objeto sentido es ‘formal’, no material, y por ello, no tiene los componentes de la realidad física, sino que es una ‘forma’ sin materia (no causal o física) que forma el acto de sentir para conocer un aspecto de la realidad física.
Por tanto, aunque la realidad externa sea causa del sentir, en cuanto que afecta el órgano, tal realidad no forma el objeto sentido, porque tal objeto sentido no es material sino exclusivamente formal, por lo que puede ser enteramente remitente, es decir, intencional. En la dualidad acto-objeto no cabe separación, pues sentir es sentir algo (algo es el objeto sentido; lo sentido por el acto de sentir); y si se siente algo es porque se está sintiendo (ejerciendo un acto de sentir).
Si el ‘objeto’ conocido por cada acto de conocer no fuera enteramente formal, no sería completamente remitente. Por tanto, en él habría algo que remitiese (lo formal) y algo que no remitiese (lo material), como sucede por ejemplo, en la palabra ‘gato’. En efecto, en esta palabra lo que remite a la realidad del animal es el significado sobreañadido a tal término en el idioma español. En cambio, lo que no remite a dicho animal son las letras que conforman la palabra escrita ‘g’ ‘a’ ‘t’ ‘o’, o también, los sonidos que compone la palabra hablada. En este caso se trata, pues, de una intencionalidad ‘mixta’. Por el contrario, la intencionalidad del objeto conocido es ‘pura’, ya que no hay en él nada que no remita, lo cual indica que en él no hay nada material.
Téngase en cuenta, de cara a solucionar un error más adelante, que ‘intencionalidad’ denota ‘semejanza’, ‘parecido’. El error consiste en que hay quien sostiene que el acto de conocer es intencional respecto de lo real. Eso es incorrecto porque el acto de conocer no se parece a nada; lo que se parece a lo real es lo conocido por el acto.
1.2. Componentes necesarios de la sensación
En el sentir hay que distinguir estos componentes:
• La realidad física externa que inmuta, afecta, al órgano del sentido.
• El medio real (gases, líquidos, sólidos) por medio del cual lo afecta, que también es realidad física externa.
• El soporte orgánico de la facultad, potencia o sentido que es afectado (oído, ojo, etc.).
• La facultad sensible entera, que no es solo material, orgánica, sino que posee un ‘sobrante formal’ (ej. la facultad de la vista no se reduce a lo biológico del ojo, sino que da para más: precisamente para ver).
• La ‘especie impresa’ (así llamada por los pensadores medievales), que es la afectación parcial del estímulo externo sobre el órgano, porque el órgano no es afectado enteramente (ej. los rayos del sol afectando en parte sobre el ojo). Si lo afectara de modo completo se corrompería el órgano (ej. se produciría la ceguera).
• El objeto sentido, que no es la realidad física, ni la ‘especie impresa’ o inmutación de la realidad física sobre el órgano, sino la ‘forma intencional’ conocida por el acto de conocer, forma que remite enteramente a lo real, es decir, es lo conocido de la realidad por el sentido (ej. los colores).
• El acto de sentir, que conoce lo real según el objeto (ej. el acto de ver). El acto de ver no se ve, lo cual indica que no es material, biológico, biofísico.
En la sensación intervienen, por tanto, varios componentes materiales y varios inmateriales.
MaterialesInmaterialesLa realidad física externaLa vida que vivifica las facultadesEl medio físicoLo formal de la facultadEl soporte orgánico de la facultadEl acto de conocerLa especie impresa o inmutaciónEl objeto conocido o especie expresaLa facultad sensible es orgánica, es decir posee soporte orgánico, pero ella no se reduce a él, ya que es capaz de sentir, porque no se agota informando, vivificando, organizando al órgano, a su soporte orgánico, sino que es capaz de más. ¿De qué? Precisamente de hacerse con, de poseer, las formas de las realidades sensibles sin su materia. Las formas de lo real sensible sin materia poseídas por la facultad son los objetos conocidos, y la facultad sensible los posee mediante sus actos cognoscitivos. Los actos son posesión intrínseca de objetos conocidos. Por eso se dice que el acto es posesión inmanente.
1.3. Los errores filosóficos
Frente a lo indicado hay tres tipos de opinión que, aunque parecen contrapuestas, padecen el mismo error de base:
a) Empirismo
Este parecer u opinión sostiene que en el conocer humano todo es material (ej. suele sostener que el acto de conocer, el objeto conocido, etc. son neuronas, conexiones neuronales, etc.).
Réplica. No es así porque ni el ‘objeto conocido en cuanto que conocido’, ni el ‘acto de conocerlo’, ni el ‘sobrante formal de la facultad’ son materiales.
Por ejemplo, la realidad es como es, pero el color visto de ella, como visto, no es material; tampoco el acto de ver es material, pues el ver no se ve, ni pesa, ni mide, etc. La facultad de la vista tampoco es enteramente material, porque no se reduce al ojo, ya que cabe ojo sin ver (ej. el de un animal muerto). En efecto, en los sentidos no todo se reduce a cuerpo o a materia, porque caben cuerpos con los mismos componentes físicos que los seres vivos sensitivos, que no sienten: los cuerpos muertos, y estos, obviamente, son materiales.
b) Idealismo
Es una filosofía que defiende que no podemos conocer la realidad externa tal cual ella es, porque lo único que conocemos son los ‘objetos conocidos’, ‘las ideas’, en cuanto que tales, y como estas son internas a la razón, no podemos saber cómo es lo externo a ella.
Réplica: Conocemos lo real físico porque el objeto o forma poseída por el acto de conocer es enteramente intencional, es decir, es pura referencia o remitencia, aunque aspectual, a lo real.
c) Nominalismo
Es una filosofía que mantiene que solo conocemos lo real singular por intuición y que, por tanto, las ideas u objetos pensados son inventos mentales, universales, que nada tienen que ver con lo real.
Réplica: No es así, porque el objeto conocido es pura remitencia a la realidad externa. Que sea remitencia ‘pura’ quiere decir que se agota remitiendo, es decir, que no hay realidad física ninguna en él. Por eso no nos quedamos en él, sino que nos lanza enteramente a la realidad respecto de la cual ese objeto es intencional.
1.4. Clases de sensibles
Se llaman ‘sensibles’ los objetos o formas sentidos. Hay tres tipos de sensibles: propios, comunes y por accidente.
a) Sensible propio es el que solo se percibe por un sentido y no puede ser conocido por los otros.
Por ejemplo: los colores se conocen exclusivamente por la vista, de modo que carece por completo de sentido pretender tocar, oler u oír… colores.
Sobre el sensible propio, el sentido que lo capta en exclusiva, no se equivoca nunca. Los sensibles propios de los sentidos externos son los siguientes: lo caliente y lo frío, lo seco y lo húmedo, lo duro y lo blando, etc., para el tacto; los sabores para el gusto; los olores para el olfato; los sonidos para el oído y los colores para la vista.
b) Sensible común es el que puede ser conocido por varios sentidos, en principio, por todos.
Por ejemplo: el tamaño de un objeto se capta por la vista, por el oído, por el tacto.
Los sensibles comunes a todos los sentidos externos, según el elenco de Aristóteles son cinco (aunque se podrían contar más): el movimiento, el reposo, el número, la figura y el tamaño. Todos ellos están correlacionados, de modo que uno no es posible sin el otro.
Por ejemplo: no hay figura de la casa sin tamaño en la misma; no se capta el avión en movimiento sin la cierta quietud del cielo azulado.
Los sensibles comunes no son homogéneos. Ello se debe al sensible propio de cada uno. Como los sensibles comunes los capta de modo distinto cada sentido o facultad, sin los sensibles comunes no sería posible la distinción entre sensibles propios de cada facultad. En efecto, solo conociendo sensiblemente lo común por varios sentidos, podemos separar lo propio de cada uno de ellos.
Por ejemplo: el espacio que ve la vista no es el mismo que se nota oyendo el oído.
c) Sensible por accidente (‘per accidens’) no es un sensible de los sentidos externos, sino lo conocido indirectamente de la realidad externa por el sensorio común o percepción sensible, que lo percibe como fruto de conocer directamente los actos de conocer que ejercen cada uno de los sentidos externos (el ver, oír, gustar…).
En efecto, el sensorio común o percepción sensible, al sentir o notar en común los diversos actos de los sentidos externos, dado que estos están actualmente presentando sus sensibles propios (colores, sonidos, sabores…), el sensorio común capta no solo la distinción real existente entre los distintos actos de los sentidos externos (y, por tanto, que uno es más cognoscitivo que otro), sino que también capta la distinción existente entre los objetos conocidos presentados por tales actos, y por tanto, que con unos objetos se conoce más que con otros la misma realidad física.
Por tanto, al notar que lo diversamente conocido de lo real físico es diversamente conocido de una única realidad, tiene una indicación indirecta (y de nivel sensible) de lo que sea la ‘sustancia’, la cual se conoce propiamente a nivel racional. Y este conocer sensible e indirecto de la sustancia es lo que clásicamente se denomina ‘sensible per accidens’.
2. Los sentidos externos
Descripción. Los sentidos externos son potencias o facultades cognoscitivas con base orgánica que permiten conocer aspectos (accidentes) que están realmente presentes en la realidad física.
Elenco. Los sentidos externos son –según los pensadores indicados– estos cinco: tacto, gusto, olfato, oído y vista.
Jerarquía. El tacto es plural. El gusto es una especie de tacto. El criterio de su jerarquía estriba en la separación. Más se conoce cuanto más separadamente se conoce. El tacto y gusto conocen por contacto; por tanto, conocen menos que los otros.
Por su parte, en los sentidos internos tales autores distinguen los siguientes cuatro sentidos: el sensorio común, la imaginación o fantasía, la memoria sensible y la cogitativa –a la que llaman estimativa en el caso de los animales–. La distinción entre las diversas operaciones y objetos de cada uno de estos sentidos es jerárquica. Un acto es diverso de otro en la medida en que conoce más que el anterior. A su vez los actos de un sentido o facultad se distinguen de los actos de otro sentido o facultad en que son más acto, o sea, más cognoscitivos. Ese más es ‘en objetos’ lo que de ninguna manera podía conocer el inferior, y ‘en actos’, lo que de ninguna manera podía ejercer el inferior.
Así, por ejemplo, en los actos de ver, no son equivalentes el acto de ver que ve el rojo, que el acto de ver que ve el azul, o el acto de ver que ve el blanco. Si con unos colores se conoce más que con otros de la realidad física, eso indica que los actos que captan esos objetos, en este caso los actos que conocen unos colores, son más acto, más activos, que los que conocen otros. Como con el blanco, por ejemplo, se conoce más de la realidad física que con el azul oscuro, hay que sentar que el blanco es más color que el azul, y que el acto que capta el color blanco es un acto de conocer superior, más cognoscitivo, que el acto de conocer que capta el azul oscuro. Así, es claro que se lee mejor las letras negras sobre fondo blanco que al revés. ¿Qué quiere decir eso? Que el blanco permite ver más que el negro y que la vista tematiza mejor el blanco que el negro.
Asimismo, se conoce más de lo real, por ejemplo, con la memoria sensible que con el gusto, pues la memoria conoce el tiempo pasado sin estar en presente la realidad física que ya pasó, asunto insospechable para el gusto, que conoce en presente y por contacto. Esto indica que los recuerdos son asuntos conocidos superiores a los sabores, es decir, que los recuerdos permiten conocer más de la realidad que los sabores y, en consecuencia, que los actos de conocer que conocen los recuerdos sensibles son más activos, más cognoscitivos, que los actos que permiten conocer lo dulce, salado, amargo, agrio…
Lo que precede indica dos cosas: 1ª) que los objetos y los actos de una misma facultad sensible son distintos según una estricta jerarquía, y 2ª) que tal jerarquía se da, aunque más pronunciada, entre unos sentidos y otros.
Tal vez a alguien le pueda gustar más el amarillo o el rosa que el blanco, pero que le guste más no quiere decir que conozca más con el amarillo o con el rosa que con el blanco, sino precisamente menos. Por ejemplo, si cuando falta la luz (i.e. al atardecer) se ve venir un automóvil a lo lejos en una carretera recta, se ve mucho mejor si el automóvil es blanco que de cualquier otro color.
De modo semejante, a uno le puede gustar más tocar que oír o recordar, pero eso no quiere decir que conozca más la realidad física tocando, sino precisamente menos. Todo lo cual indica que el conocer humano no es en absoluto ‘democrático’, sino estrictamente jerárquico, y que intentar defender una supuesta democracia cognoscitiva es, sin más, ‘ignoratio elenchi’ (como decían los medievales) respecto de la índole del conocer humano.
Si se agrupan los sentidos externos, es decir, las distintas facultades o potencias del conocer humano con soporte sensible que captan determinados aspectos de la realidad física externa actualmente presente, son tan distintos unos sentidos de otros, que se suelen agrupar en dos clases, a saber: los inferiores y los superiores.
a) Los sentidos externos inferiores
Se llaman ‘inferiores’ por su menor distancia espacial respecto de lo conocido. Estos son tres: el tacto, el gusto y el olfato. Los dos primeros no se distancian en absoluto de la realidad física, es decir, no vencen el espacio, pues conocen por contacto. El tercero, en cambio, lo vence, aunque en escasa medida (especialmente en el hombre) si se compara con el oído y con la vista.
a.1. El tacto. Es el inferior o menos cognoscitivo de los tres sentidos inferiores aludidos. No es una facultad única sino plural y, por ello lo tangible no es una cualidad única sino múltiple. Los sensibles propios suyos son lo caliente y frío, lo seco y lo húmedo, lo duro y lo blando, lo rugoso y lo liso. Fisiológicamente hay distintos receptores para cada uno de esos sensibles. No usa de medio alguno para percibir, puesto que el medio es el propio órgano; por eso, conoce por contacto, sin distancia. Es el sentido más básico, en el sentido de más necesario; por eso está presente en el animal menos perfecto (ej. hay animales como la ameba que solo disponen de este sentido). Es el menos cognoscitivo porque permite conocer menos diferencias en lo real; no vence el espacio. Su soporte orgánico está repartido en todo el cuerpo, tanto en la superficie como en el interior.
La tradición aristotélica ha prestado mucha atención a este sentido (también al siguiente), que más que uno son muchos. Pero detenerse en las averiguaciones clásicas y recientes al respecto desborda lo exigible a este manual. Para comprobar la pluralidad de sentidos, habría que atender no solo a la irreductibilidad de los objetos conocidos y los actos de conocerlos, sino también a la distinción entre las terminaciones nerviosas (pero no es el momento de esbozar un tratado de fisiología).
a.2. El gusto parece una especie de tacto, pero es diferente del tacto porque no es convertible con él, puesto que puede conocer objetos sensibles que son incognoscibles para el tacto (ej. lo amargo, lo dulce, etc.). Sus objetos propios son los sabores. Los sabores extremos parecen ser lo dulce y lo amargo. Entre los intermedios, lo picante, lo áspero, lo agrio, lo ácido, etc. Su soporte orgánico es la lengua. Como el tacto, no usa de medio, sino que conoce por contacto, con el propio órgano, aunque ha de contar con la humedad (la segregación de la saliva) como de requisito imprescindible para gustar. Como conoce por contacto no vence el espacio, la distancia. Es más cognoscitivo que el tacto, pues detecta más matices que él.






