- -
- 100%
- +
No hay nada que tú hagas. Tú no haces nada. Un día, de repente, sientes un resplandor; un día, de repente, sientes aparecer una energía. En manos de lo desconocido… El dios del amor ha llamado a la puerta. De repente, dejas de ser el mismo: ha desaparecido la opacidad, ha desaparecido la monotonía, ha desaparecido la ranciedad. De repente, cantas y hierves de alegría. De repente, dejas de ser el mismo… Estás en la cima. Los valles, los valles oscuros, pasan al olvido. Luz del sol y la cima… ¿Has hecho algo para que suceda?
La gente va por ahí enseñando el amor. ¿Cómo puedes amar? A causa de esa enseñanza, el amor se ha vuelto imposible. La madre no hace más que decirle al hijo: «¡Quiéreme! Soy tu madre». ¿Cómo se supone que el niño debe querer? De hecho, ¿qué se supone que debe hacer? El niño no sabe qué hacer, ni cómo hacerlo. Y la madre no deja de insistir. Y el padre también insiste: «¡Cuando llego a casa, espero amor!». Poco a poco el niño se convierte en un político: inicia la política del amor, lo cual no es para nada amor. Empieza a gastar bromas. Se torna engañoso. Sonríe cuando se le acerca la madre, y ésta siente: «Me quiere».
Ha de hacer todo eso porque depende de ellos; su supervivencia depende de ellos. Está indefenso. Se convierte en diplomático. No siente ningún amor, pero ha de fingirlo. Poco a poco el fingimiento se enraíza tan profundamente que no deja de fingir durante toda su vida. Luego ama a una mujer porque es su esposa; luego ella ama a un hombre porque es su marido. Uno ha de amar. Amar se convierte en un deber. ¿Puedes imaginar una posibilidad más absurda? El amor se convierte en una obligación; uno ha de hacerlo. Es un mandamiento; hay que cumplirlo. Es una responsabilidad.
Ahora bien, a esa persona nunca le sucederá el verdadero amor. Nunca en una mente tan condicionada, porque el amor siempre es un suceso. Siempre te pilla desprevenido. Te llega de repente, de ninguna parte. Llega la flecha, alcanza el corazón, sientes el dolor, su dulce dolor, pero no sabes de dónde viene ni cómo sucede.
El amor está en las manos de la existencia. Es un suceso.
Justo el otro día leía una anécdota…
Federico Guillermo I, que gobernó Prusia a principios del siglo XVIII, fue un gordo excéntrico que no se andaba con contemplaciones. Caminaba por las calles de Berlín sin protección, y cuando alguien le desagradaba –algo que no resultaba muy difícil–, no dudaba en utilizar su recio bastón como garrote. Era el rey… ¡Y se comportaba de ese modo!
No era pues de extrañar que cuando los berlineses le veían a lo lejos desapareciesen de las calles. Las calles se vaciaban. Siempre que le veían llegar, escapaban por donde podían.
En una ocasión en que Federico Guillermo recorría una calle, un ciudadano le espió, pero demasiado tarde, pues su intento de escabullirse por un zaguán acabó en fracaso.
–¡Tú! –llamó Federico Guillermo–. ¿Adónde vas?
–Voy a meterme en casa, majestad –dijo el ciudadano, temblando violentamente.
–¿Es ésa tu casa?
–No, majestad.
–¿La casa de un amigo?
–No, majestad.
–Entonces, ¿para qué quieres entrar ahí?
Y el pobre ciudadano, temiendo ser acusado de allanamiento y sin saber qué más decir, decidió finalmente decir la verdad:
–Para evitaros, majestad.
Federico Guillermo frunció el ceño.
–¿Para evitarme a mí? ¿Por qué?
–Porque os temo, majestad.
Federico Guillermo se puso púrpura, y levantando su tranca golpeó los hombros del otro gritando:
–¡Se supone que no debes temerme! ¡Se supone que has de quererme! ¡Quiéreme, basura! ¡Quiéreme!
Pero ¿cómo se supone que uno ha de querer? El amor no puede ser una obligación. Nadie puede ponerse a querer así como así. A nadie se le puede mandar querer. A nadie se le puede decir que ame. Si sucede, sucede. Si no sucede, no sucede. La idea misma de que puedes hacer algo al respecto ha creado tal situación que el amor ya no le sucede a mucha gente. Rara vez ocurre. Es tan raro como la divinidad, porque la divinidad es amor; porque el amor es divinidad.
Si estás disponible para el amor, también lo estarás para la divinidad. Son lo mismo. El amor es el principio y la divinidad el final. El amor es la escalinata que conduce al templo del divino.
El camino del amor o el camino del corazón simplemente quiere decir que nada está en tus manos. No pierdas el tiempo. El todo se ocupará. Relájate, por favor. Permite que el todo se haga cargo.
Última pregunta:
Osho, no sé cómo ha sucedido, pero aquí estoy con usted. ¿Qué me ha empujado hacia usted? ¿La búsqueda de algo? Pero tampoco lo sé. ¿Es eso idealismo? ¿Hay expectativas ocultas?
No te preocupes. No es necesario que exista causa alguna. Para estar aquí no es necesaria motivación alguna. Puede suceder por ninguna causa. Y cuando sucede, es tremendamente maravilloso. Tiene gracia en sí mismo.
Si vinieses a mí buscando algo, entonces me estarías utilizando. Entonces yo sería un medio para alcanzar un fin. Te equivocarías conmigo. Si has venido con alguna motivación, esa motivación se convertirá en una barrera entre tú y yo. ¿Para qué preocuparse? Aquí estás. Aquí estoy yo. Basta con eso.
Conozcámonos y fusionémonos. Permanezcamos en una unidad tal que puedas degustar algo que está presente delante de ti… De manera que puedas comer un poco de mí, beber un poco de mí.
No es necesario descubrir ninguna causa acerca de por qué estás aquí. Esa misma búsqueda de causas es de origen mental. ¡Suéltala! ¿Para qué perder tiempo con ello? De otro modo, más adelante, cuando no estés aquí, pensarás: «Estuve allí y no me enteré. ¿Por qué no disfruté del momento? ¿Por qué no pude celebrar ese momento?».
En una ocasión llegó un hombre que me dijo:
–Me siento muy atraído hacia el Buddha y siempre creo que de haber vivido en tiempos del Buddha, hubiese llegado a sus pies y me habría entregado.
Se hallaba sentado cerca de mí, casi totalmente dormido. Sacudí su cabeza y le dije:
–Pero ¿de qué estás hablando? Yo sé que estuviste allí. Te vi allí. Pero entonces hablabas de otros buddhas y decías: «De haber vivido en tiempos de otro buddha pasado…»
Tampoco lo entendió. Tuve que sacudirle de nuevo y dije:
–Mírame. Yo estoy aquí. Luego, al cabo de dos mil años, no vayas por ahí diciendo que de haber estado conmigo te hubieras entregado.
–Me lo pensaré, acabó diciendo.
¿También tú te lo pensarás?
Es posible. Es posible dejar que suceda ahora mismo. Todo pensar es un aplazamiento. No te preocupes acerca de por qué estás aquí. El caso es que estás aquí. Da las gracias. No te pierdas esta oportunidad preocupándote. Celebra este momento.
Si puedes celebrar este momento, también serás lo mismo que yo soy. Si puedes celebrar este momento, a través de esa celebración conocerás lo que ya es. Alcanzarás lo que ya se ha alcanzado. Llegarás a conocer tu propio tesoro escondido.
Basta por hoy.
Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.