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Aquella sensación de derrota en una mujer tan valiente y luchadora la carcomía por dentro y suponía un malestar que se reflejaba en su rostro alicaído y en su hablar pausado. Teresa era el único motivo de esperanza y por ella se esforzaba en aparentar estar serena y alegre.
Al abandonar la casa del Coronel, una parte de Teresa sintió tristeza y desaliento. Ramón la había cautivado con sus besos y abrazos y aquella mirada tan tierna la derretía por dentro y por fuera sin poder hacer nada para evitarlo.
Su abuela la observaba en silencio y comprendía que el amor había llamado a su puerta de forma inesperada y que el destino los había unido para siempre. Ya no podría separarse de él ni de su recuerdo y máxime siendo el heredero de La Masía, la casa que había cautivado a Teresa desde bien pequeña y que actualmente había centrado sus aspiraciones y proyectos.
El sueño
Al día siguiente, Teresa se despertó con mucha energía. Dª María, sin embargo, se encontraba triste y desolada por la situación que estaba viviendo y máxime cuando sabía que tenía que dar las explicaciones pertinentes a su nieta y que no podía rehuir más la verdad.
En muchas ocasiones había utilizado la mentira como parte de su proceder para dar largas y evadir los problemas, pero ahora había sido descubierta y no podía seguir por ese camino.
Sentada en el salón y dispuesta a enfrentarse a sus propios fantasmas, con una pose solemne y una mirada firme, llamó a Teresa para pedirle que se sentase, ya que tenía que comentarle algo. Teresa acudió presta a la llamada de su abuela con los ojos bien abiertos y un nudo en la garganta. Necesitaba escuchar la verdad y que su abuela se sincerase con ella.
—Es una historia larga —dijo con un tono severo y sin apenas inmutarse —. A veces las cosas no son fáciles y tenemos que tomar decisiones que no queremos pero que son necesarias, como vender La Masía. Todo empezó hace cinco años cuando tuve que desembolsar una gran cifra de dinero para que no me embargaran el piso de Palma, entonces descubrí que el propietario del piso era mi cuñado Rafael y que se lo había cedido a Gabriel al destinarlo fuera. Al fallecer los dos, a consecuencia de la guerra, yo seguí viviendo en el piso pensando que era de mi marido hasta que recibí una notificación que me comunicaba que, al no ser propietaria, si deseaba permanecer en la vivienda me daban la opción de comprarla a plazos y así regularizar la situación. »Desde ese momento, mi economía se ha ido resintiendo cada vez más, hasta que me vi obligada a consumir todos mis ahorros, todas las ganancias de la Granja March, todo el dinero a plazo fijo. En ese momento no se me ocurrió nada más que esperar, hasta que la situación empeoró tanto que me vi obligada a tomar la decisión de vender La Masía. Al final todo se ha precipitado y el banco me ha reclamado adelantar mucho más dinero dada mi edad, para acabar de pagar el piso este verano y el resto de la historia ya la conoces.
—¿Lo has mantenido en silencio todos estos años para no preocuparnos? —preguntó Teresa con un ademán de asombro.
—Estoy acostumbrada a pasar por situaciones difíciles y siempre he salido airosa de todo, aunque reconozco que ahora en la vejez esto me está resultando muy duro. Sé que has pensado que no he confiado en ti pero no es cierto, he pensado que era mejor retrasarte este sufrimiento y más este verano cuando habías depositado tantas ilusiones y esperanzas al cumplir veinte primaveras. Lo siento.
—No sé qué decir, no me podía imaginar que la situación fuese tan grave a nivel económico y que las cosas pudiesen cambiar tanto.
—La vida te puede cambiar de un día para otro y a veces no podemos hacer nada para evitarlo —dijo Dª María con un tono de resignación —. Tengo que aceptar cuanto antes esta nueva situación y tú también, ya que necesito que me ayudes en esta nueva etapa.
—Primero tendré que asimilar todo lo que me has contado y para ello necesito hacerte más preguntas sobre Gabriel y sus cartas.
—Pienso que quizás ha llegado el momento de que conozcas la historia de tu abuelo y, en la medida de lo posible, yo te la voy a facilitar —dijo con una media sonrisa en los labios—. Esas cartas son el único legado escrito de Gabriel que poseo ya que, como sabes, la guerra me lo arrebató muy joven y nuestras vidas quedaron truncadas para siempre. »Era un hombre justo, honrado, emprendedor, sensible, con ideas muy avanzadas para su tiempo. No se conformaba con la vida que sus padres le ofrecían y emprendió pronto el vuelo rumbo a Barcelona para descubrir la fórmula secreta del yogur y poder crear un gran negocio propio, una granja con helados, yogures, batidos, todo elaborado de manera artesanal, a la manera tradicional pero con la innovación de los nuevos productos que se utilizaban en la Ciudad Condal.
—He leído las cartas varias veces al encontrarlas en el desván de casualidad y me he emocionado mucho. He podido descubrir muchas cosas del carácter de Gabriel y profundizar en el horror de la guerra —dijo Teresa con ademán de fruncir las cejas.
—La guerra, qué palabra tan horrible. Bueno, es mejor que te cuente desde el principio. Mi historia es una gran aventura donde existe un poco de todo como en un buen cocido: amor, pasión, sufrimiento, dolor, tristeza, guerra y paz. Conocí a tu abuelo en una verbena en Sa Pobla y luego, a los pocos días, acudió a la granja y me reconoció, comentando «eres la chica de la verbena», así empezó todo. Era un hombre apuesto y muy guapo, con ese cabello repleto de bucles y esos ojos grandes color miel; su sonrisa cálida, sincera, su voz envolvente me enamoró desde el principio. Yo siempre he sido muy intrépida y muy arriesgada y me empeñé en que ese hombre tenía que ser para mí. »Aprendí a fumar y así atraer aún más su atención. Siempre he conseguido todo lo que me he propuesto y nada se me ha resistido. Mi lema ha sido luchar con uñas y dientes por lo que he querido, sin miedo y con ahínco ya que para vencer hay que ser fuerte y tener las ideas muy claras. Gabriel se enamoró locamente de mí y lo puedo decir bien orgullosa demostrando cada día más su amor. Mi historia de amor es corta pero intensa y apasionada. Está repleta de momentos mágicos y románticos, un amor que puede con todo y que ningún obstáculo puede mermar. La luna de miel se desvanece con la noticia de la guerra y el alistamiento a filas de los hombres jóvenes en el bando nacional. Desde ese instante nuestro amor sufre la gran prueba de fuego, la separación física y el distanciamiento. Ambos éramos jóvenes y pensábamos que nadie nos podía separar, pero la realidad era otra y pronto nos vimos envueltos en las redes de la guerra, en su horror y en la desolación.
Su abuela estaba tan entusiasmada narrando su historia que Teresa no osaba interrumpir su relato. Todo era tan increíble y saciaba tanto su curiosidad que se quedó petrificada en la silla deseando conocer más detalles de aquella fascinante historia de amor.
Era la primera vez que su abuela se sinceraba con ella y desnudaba sus sentimientos más profundos. La veía vulnerable y frágil, con la sensibilidad a flor de piel, sin la máscara de dura y hermética. Esta faceta era nueva para ella, su abuela nunca se había mostrado al descubierto y por primera vez en su vida se despojaba de su fortaleza para mostrarse tal cual. Era testigo de un gran descubrimiento, de un legado familiar muy valioso, sus señas de identidad, sus orígenes, sus antepasados.
María Ripoll seguía narrando su historia y en algún momento al hablar de Gabriel los ojos se tornaban vidriosos y brillantes de la emoción. Gabriel era todo para ella, incluso parecía hablar de él como si estuviese presente en su vida aún.
—Con una mirada o un gesto nos lo decíamos todo, necesitábamos vernos cada día para poder seguir respirando, se puede decir que nuestro amor podía con todo. La pasión era muy fuerte y nos gustaba demostrarnos ese amor con caricias, abrazos y besos. Para él, yo era perfecta y él lo era para mí, a pesar de que ambos conocíamos muy bien las imperfecciones del otro, lo más importante era que juntos éramos una sola persona y que ni las balas, ni las metralletas, ni los tanques podrían separarnos nunca. Ahora pienso que he sido muy afortunada por haber conocido el amor verdadero. Nos gustaba bañarnos en los acantilados a la luz de la luna y hacer cosas distintas y arriesgadas que las parejas de esa época no se atrevían. No teníamos prisa por levantarnos y podíamos permanecer en la cama toda la mañana acurrucados y sin mediar palabra, con nuestros cuerpos fundidos como un ovillo. Esos encuentros furtivos a escondidas de nuestros padres y esos besos robados a la luz de la luna con el mar plateado de fondo y sus manos grandes y majestuosas rodeando mi cintura. Era algo mágico que nadie nos podrá quitar nunca. »El amor es algo tan grande, que es difícil expresarlo con palabras y tu abuelo era alguien muy especial que no se encuentra muy a menudo. Es el mayor regalo que existe en la tierra y que te viene sin buscarlo, es el destino de cada uno, nuestra historia está escrita por nosotros mismos, con nuestras decisiones y nuestros actos. Mi historia tiene más luces que sombras: amor, pasión, una hija, una nieta, ¿qué más puedo pedir? La Masía encierra muchos recuerdos y es parte de mi vida pero no quiero estar triste al final de mi existencia, necesito tener tranquilidad y paz.
—¿Por qué no me lo has contado antes? —preguntó con un tono melancólico.
—Pensaba que era lo mejor y que no había llegado el momento. Todo se ha desarrollado muy deprisa y se han precipitado los acontecimientos. Me hubiera gustado que las cosas hubiesen ocurrido de otra manera pero al final no he podido salvar La Masía.
—Yo he tenido un sueño maravilloso esta noche, veía como al final y como por arte de magia todo se solucionaba —dijo Teresa con una gran sonrisa.
—No creo que tu sueño se cumpla, aunque de verdad en esta ocasión me gustaría creer en lo imposible.
Teresa, en el fondo de su corazón, sabía que era difícil encontrar una solución favorable pero tenía la esperanza de que en el último momento las cosas pudiesen cambiar para mejor.
—¿Qué te parece, abuela, si vamos a dar un paseo para despejarnos? —dijo con un tono jocoso.
—Pienso que es una buena idea y que a mal tiempo buena cara, es preciso ser valientes y afrontar esto juntas y de la mejor manera posible.
Aquel día transcurrió lento, con un sabor extraño, como si de repente Teresa y su abuela se hubiesen desnudado por primera vez y se hubiesen quitado toda la envoltura para quedarse solo con la piel desnuda y frágil. Era una sensación diferente, pero Teresa se sentía bien al comprobar que su abuela era vulnerable y sensible a pesar de la imagen que mostraba a los demás de dura, recta y severa.
Detrás de todo ese caparazón residía una mujer con sentimientos muy fuertes, que amaba profundamente a sus seres queridos y sufría por dentro. Por primera vez estaba conociendo a su abuela en su verdadero ser y no le disgustaba. Al corazón no se le puede engañar y detrás de esa apariencia de mujer fuerte, rebelde, temible, se encontraba otra muy distinta que nadie conocía.
Estaba descubriendo que las personas tenemos muchos recovecos recónditos e infranqueables y que tan solo en situaciones límites podemos mostrar nuestros verdaderos sentimientos, al no poder evitar el control al que normalmente nos sometemos.
Era extraordinaria su historia y se alegraba de ser testigo principal de todo lo que narraba. Sentía que el tiempo se paraba ante el descubrimiento que llevaba tanto mucho tiempo intentando desvelar, era tal su emoción que no quería que finalizase aquel día.
La espera
A raíz de los acontecimientos sucedidos, su abuela había cambiado mucho y parecía no mostrar interés por nada. Teresa se encontraba inmersa en recorrer todos los lugares de aquella casa y adentrarse más en todos los objetos y recuerdos que encerraba. El tiempo jugaba en su contra y, una vez pasado el mes de agosto, ya nunca podría regresar y pronto aquella casa sería una quimera en su memoria.
En el pueblo, los días pasaban apaciblemente y las noticias corrían como la pólvora, sobre todo las muy significativas como el nombre del próximo dueño de La Masía. El Coronel estaba en boca de todos y su nieto también. Todas las miradas se centraban en su heredero, el joven y apuesto Ramón, y en la gran fortuna que su abuelo le iba a legar.
Aquel verano era muy especial en muchos sentidos, los cambios sucedían demasiado rápido y Teresa apenas tenía tiempo para asimilarlos. No podía permitir que su estancia en aquel lugar pasase sin pena ni gloria, necesitaba encontrar una respuesta a todas sus preguntas, desentrañar la vida de aquellos objetos, su valor sentimental y la relación que tenían con su familia. La verdad es que se encontraba muy perdida y necesitaba encontrar una salida.
Teresa se refugiaba en el desván, aquel lugar era sagrado para ella y allí pasaba las horas entre sus amigas las telarañas, los recortes de periódicos amarillentos, con algunas páginas que apenas se podían descifrar y los inservibles muebles petrificados esperando que alguien los rescatase del olvido. Se encontraba absorta en sus pensamientos intentando descifrar la vida de todos aquellos viejos enseres y la imaginación campaba libremente y a su aire para trasladarla a otra época, en plena contienda bélica, su abuelo, un muchacho joven y apuesto con un rostro de facciones tiernas y dulces con un montón de sueños en la mochila y toda la vida por delante, enamorado y apasionado, se encuentra en una guerra absurda en la que no tiene nada que ver. Su imagen en bicicleta escapándose por la noche para ver a su amada, iluminando su trayecto la luna llena, y con el corazón palpitando de alegría, demostraban el amor que profesaba a su abuela y los riesgos que era capaz de asumir por una noche de pasión desenfrenada, unos besos furtivos, unas caricias robadas y el calor de la persona amada, sentir su cuerpo y fundirse en él para sentirse seguro y fuerte ante toda adversidad, necesitaba hacer ese acto heroico para demostrarse a sí mismo que la guerra no iba a poder con él y que el amor no se lo podría arrebatar nadie.
Esa imagen quedó grabada en su memoria hasta bien entrada la tarde e incluso sintió un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo, como si ella se encontrase en el lugar de su abuela y de repente le apareció la cara de Ramón, que tenía gran parecido físico con su abuelo, según una foto que encontró junto con las cartas y que lo avalaba. Tenía tanto miedo de enamorarse de una forma tan apasionada y, por otra parte, lo deseaba tanto que prefería recluirse en sus pensamientos y así no pensar en él y en sus tiernas palabras, caricias y besos.
Su abuela parecía otra y no quería hablar del tema, se había resignado a la situación de perder La Masía y vivir siempre en Palma sin que esto la pudiese afligir. Era una mujer muy fuerte y práctica que nunca miraba hacia atrás. Sin embargo, Teresa, ahora conocía su otra faceta y sabía que en su interior esto la carcomía por dentro. La espera se hacía interminable, máxime cuando el final estaba tan cerca y la agonía cada día era mayor. El Coronel intentaba animarla y le decía que podía acudir allí siempre que lo deseara y que incluso podía permanecer un mes con su nieta. Su abuela era muy suya y no quería depender de nadie ni de nada, para ella era muy importante mantener su dignidad y su amor propio. No iba a vivir de la caridad de nadie y menos del Coronel y de su sobrino.
—Me gustaría que mañana me acompañases al abogado para firmar el contrato y toda la documentación referente a La Masía —pidió Dª María con un gesto resuelto.
—Me alegra que cuentes conmigo ya que ahora debemos estar más unidas que nunca y ser una piña —con una gran sonrisa.
—El Coronel y su nieto estarán también presentes y puede ser un poco violento ya que nos une la amistad —dijo con el ceño fruncido.
—No te preocupes por mí, yo soy fuerte como tú y juntas lo superaremos.
—Me sabe muy mal todo esto y con la ilusión que tú tenías este verano por permanecer tranquila en La Masía, de verdad, lo siento.
—Las cosas suceden sin buscarlas y por eso no nos podemos hacer planes en la vida y hay que aceptar lo que nos venga de la mejor manera posible y ser positivas.
—Te doy las gracias por ser tan comprensiva y me resulta admirable tu madurez y paciencia, ya que solo tienes veinte años.
Éxtasis
La brisa de la tarde golpeaba en las mejillas de Teresa y su rostro sonrojado mostraba serenidad y bienestar, sin embargo, su ánimo se vio perturbado por la presencia de un visitante inoportuno en aquel paseo por el frondoso bosque donde le gustaba perderse casi todas las tardes a la caída del sol. La abeja la rondaba todo el rato como si la vigilara muy de cerca y aprovechara el momento más oportuno para atacar. Teresa pensó que era mejor no hacer nada y aceptar la presencia de su compañera de camino hasta que se cansase y buscase otra ocupación. Ensimismada y absorta en el paisaje, no se percató de la presencia de Ramón, que se encontraba subido a un árbol observando todo bicho viviente y, al ver a Teresa, quiso pasar desapercibido para poder admirar su gran belleza y sus movimientos sin que la joven se comportase de manera diferente. En ese instante pudo comprobar que sentía gran interés por conocerla en profundidad y que le unía algo muy especial a ella. Era consciente de que todo lo que estaba pasando los estaba distanciando y que ella se debatía entre el amor y el orgullo herido. Su deseo de estar con ella era tan fuerte que no pudo resistir más y de un salto se abalanzó a su lado. Teresa dio un grito desgarrador y empezó a chillar hasta que vio el rostro de Ramón y sintió su mano en su boca.
—¿Qué haces aquí?
—¿Me estás siguiendo?
—No, por supuesto que no —dijo en un tono molesto —. Estoy trabajando, te recuerdo que mi profesión consiste en observar animales.
—Parece que me persigues.
—Son imaginaciones tuyas, ya que pienso que me culpas de todo lo que está pasando y por eso te incomoda mi presencia.
—La verdad es que no me siento muy bien y es verdad que tú, sin querer, eres parte implicada en lo que me está ocurriendo —dijo Teresa.
—Es una pena que no podamos ser amigos y comportarnos de forma natural ya que tenemos mucha afinidad —dijo con una sonrisa envolvente.
—Tienes razón, sin embargo, somos muy distintos y pienso que entre nosotros no solo existe amistad.
—Eres una chica excepcional y nunca me había sentido así antes, solo pienso en ti y si no te tengo cerca nada me interesa.
—Todo eso es muy bonito pero no es real, ya que venimos de mundos distintos y es muy difícil que funcione.
—No estoy de acuerdo contigo, lo que pasa es que no confías en mí y crees que mis sentimientos no son sinceros.
—En este momento no puedo dejarme llevar por lo que siento. Además, soy demasiado joven para sufrir por amor.
En ese instante, Teresa dio un tropiezo y casi se cayó, pero la mano rauda de Ramón la sujetó y pronto mantuvo el equilibrio.
Teresa insistió en que lo mejor era que cada uno siguiera su camino y que no se volviesen a encontrar, aunque le deseaba mucha suerte y al despedirse le dio un beso en la mejilla. Ramón, en un arrebato, la cogió por la cintura con sus majestuosas manos y la atrajo fuertemente hacía él, le dio un beso en la boca para sellar su amor.
En aquel instante Teresa se dio cuenta de que el amor que sentía por él era muy grande y que el destino los había unido, existiendo cierta similitud con la historia de su abuela. Ahora podía entender mejor ese amor loco y apasionado de sus abuelos, el éxtasis en grado sumo como un bebedizo de placer y felicidad que solo se alcanza al lado de la persona amada. Sentía una debilidad en todo el cuerpo, producto de ese amor inconmensurable que se estaba manifestando como una enfermedad que no se puede curar si no se está cerca del amado. El fuego la quemaba por dentro y por fuera y se derretía como la mantequilla cuando Ramón ponía sus manos en su cuerpo, era tal la sensación de placer que se olvidaba de todo para sumergirse en sus caricias, abrazos, besos...
El verano se agotaba y ella quería aprovechar hasta el último momento para estar con él, había decidido dejarse llevar por ese elixir nuevo y desconocido para ella. Ramón era una buena persona, educado, de buena familia y además el heredero de una gran fortuna. Para Teresa lo que menos le importaba era el dinero, sin embargo, a nadie le amargaba un dulce y máxime cuando te viene dado y de forma honrada y legal.
Sus encuentros furtivos empezaron a preocupar a Dª María que veía que su nieta siempre estaba fuera por cualquier motivo. Teresa pensaba que de momento era mejor no decirle la verdad, por lo sensible que estaba con la venta de la casa, el Coronel y su nieto.
La comunicación entre abuela y nieta era más fluida y los momentos que podían hablar, su abuela le contaba muchas cosas sobre su vida y vicisitudes. Teresa, poco a poco, iba conociendo más la vida de su abuela y de Gabriel.
—Cuando regresó Gabriel de Barcelona, después de visitar muchas granjas y lugares destinados a meriendas y aprender técnicas nuevas, fórmulas y recetas, decidió abrir en Palma una granja a la que puso de nombre Reus, era un sitio increíble en pleno centro y muy bien situado. Había de todo para merendar: helados de todos los sabores artesanales, nata, mantequilla, yogur... Era un lugar para recrear el paladar más exquisito y así saborear el placer de los sentidos y el éxtasis. Tu abuelo era una persona muy emprendedora y no se conformaba con lo primero que veía, era muy exigente, perfeccionista y le gustaba innovar.
—Me comentaste hace tiempo que se fue solo a Barcelona sin conocer a nadie —añadió Teresa para enfatizar la valentía de su abuelo.
—Sí, era muy valiente, y no tenía miedo a su padre, por eso se vio obligado a sustraerle dinero para poder viajar y realizar su proyecto. Decía que no le quedó más remedio que demostrarle que no quería seguir sus pasos y que tenía ideas propias. Todo lo que se proponía lo conseguía, con esa sonrisa envolvente y cautivadora que persuadía a cualquiera.
—¿Lo querías mucho, verdad?
—Ni te lo imaginas, eres demasiado joven para entender un amor así.
—Pienso que debe ser muy difícil encontrarlo y que si se encuentra no hay que dejarlo escapar.
—A no ser que el destino te lo arrebate y te quedes sola muy joven —dijo Dª María con sentimiento de tristeza—La vida te pone pruebas que a veces son muy duras de superar y hay que ser muy fuerte y luchar a contracorriente. También me gustaría hablarte de mi hermano Miguel, mi otro gran amor. Lo admiraba tanto que siempre lo estaba imitando. Cuando éramos pequeños yo le seguía a escondidas cuando se iba con sus amigos, era muy travieso. Nuestra madre se enfadaba mucho con nosotros, siempre llagábamos con algún rasguño y con la ropa arañada. »Era mi ídolo y yo quería ser como él, tan valiente y decidido, siempre luchando por sus ideales sin importarle nada más. Trabajó en el ferrocarril mucho tiempo y fue sindicalista para luchar por los intereses de los trabajadores, sin embargo, cuando la guerra comenzó lo encarcelaron en el castillo de Bellver y eso fue su muerte. Mi madre sufrió mucho, pensando que su hijo moriría entre aquellas paredes solo y sin el cariño de sus seres queridos. Según contaba, cada noche acudían a por un preso para matarlo y eso era terrible e insoportable a pesar de su gran fortaleza. Como ves, la vida me arrebató a mis dos grandes amores y por el mismo tiempo, los dos eran muy jóvenes y llenos de vida. Para mí fue un trago muy amargo que tuve que beber y digerir.
—Nunca me habías contado lo de tu hermano, la verdad es que el destino no te lo puso nada fácil —dijo Teresa frunciendo el ceño con un gesto de sorpresa.
—Mi vida ha sido muy intensa, repleta de acontecimientos que se han sucedido sin apenas poderlos asimilar.
La merienda
—Por cierto, te quiero comentar que esta tarde nos ha invitado el Coronel a su casa para celebrar su aniversario, cumple 85 años. Me parece que no podemos rechazar la invitación, dada la situación —dijo Dª María a su nieta.
—No me apetece nada ir, y menos ahora que seremos la comidilla de Inca por la venta de la Masía.