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La rectoría, instancia directiva que orienta los procedimientos propios de la construcción de disciplina en la institución, así como los procedimientos sancionatorios en las situaciones de incumplimiento de las normas.
El Manual de Convivencia, que recoge tanto los aspectos necesarios para construir una adecuada convivencia, como de llevar a cabo los procesos disciplinarios de los estudiantes que incumplen dichas normas y cometen faltas graves o especialmente graves.
Los procedimientos y formas de proceder, tanto explícitas como tácitas, para la construcción de un ambiente donde la disciplina sea real y efectiva en la construcción de un ambiente de aprendizaje y formación.
Los procedimientos para la realización de los procesos disciplinarios en los casos de incumplimiento de las normas por parte de los estudiantes.
Estos son algunos de los elementos que hacen parte de la infraestructura con la cual una institución educativa debe contar para tener un manejo adecuado de la disciplina.
La disrupción en el ámbito escolar
Uno de los problemas que más afecta la convivencia en el ámbito escolar es justamente la presencia de comportamientos disruptivos por parte de los estudiantes, los cuales generan un clima poco adecuado para los procesos académicos que ordinariamente las instituciones educativas desarrollan. En este sentido, de manera general, se puede entender por disrupción todo tipo de acciones de “baja intensidad” que interrumpen el ritmo de las clases. Los protagonistas principales son estudiantes molestos, que con sus comportamientos impiden o dificultan la actividad docente.
Si bien la disrupción no es un problema grave de disciplina y de convivencia en la institución educativa, los profesores “gastan” mucho tiempo y energías buscando reducir este tipo de comportamientos. Entre las situaciones de disrupción que habitualmente se presentan en una institución educativa, y que más afectan la convivencia, se encuentran las siguientes:
— Tener comportamientos, que sin ser graves, generan detrimento de la calidad de los procesos educativos, tales como: llegar tarde, hablar a destiempo, levantarse continuamente del puesto, no contar con los materiales necesarios para el desarrollo de la actividad, no presentar las tareas o asignaciones, entre otros.
— Impedir la realización de las actividades ordinarias programadas mediante comportamientos como: preguntar reiteradamente a destiempo y sin atender a las respuestas que se dan; abrir debates sobre asuntos que no son relevantes o que únicamente intentan “quemar tiempo”; desviar el curso normal que debe seguir la actividad, clase o proceso, llevándolo hacia aspectos no pertinentes o no relevantes.
— Realizar pequeños actos de indisciplina como conversar en voz baja, distraer a los compañeros, realizar otra actividad diferente a la asignada, dormirse en la actividad, acciones que generan “ruido” o distraen a los estudiantes.
— Fastidiar y distraer a los compañeros con actos de molestia como “tirar papelitos” u otros objetos, esconder los materiales de trabajo de los demás, burlarse, poner sobrenombres, invadir el puesto en un sitio donde no hay sillas o espacios para todos, “colarse” en una fila, son situaciones que molestan o generan interrupción.
— Realizar actos y tener comportamientos que generan molestia a los adultos o a los profesores que están al mando de un grupo o de una actividad, tales como no participar activamente en los procesos y procedimientos que se están realizando, ejecutar otro tipo de actividades que si bien no son malas o dañinas en sí, no están directamente conectadas con lo que en ese momento se está haciendo, y en últimas, tener todo tipo de acciones y comportamientos que molestan o distraen a quien está al mando de la actividad.
— El saboteo de las clases o a los compañeros asociado a la burla o la ridiculización del otro.
Este tipo de comportamientos y acciones que habitualmente se dan en el contexto escolar son disruptivas por cuanto impiden el normal desarrollo de las actividades educativas, hacen gastar energía y tiempo, limitan e impiden el cumplimiento de las metas académicas y deterioran los procesos formativos.
La agresión en el ámbito escolar
Otra de las situaciones y comportamientos que deterioran la convivencia en el ámbito educativo es la agresión que se suele dar entre los diversos actores de la comunidad educativa, y puede ser entre pares, entre los estudiantes y los profesores o viceversa, entre los padres de familia y los profesores o viceversa, entre los directivos y los profesores, entre los directivos y los estudiantes.
Se puede entender por agresión un tipo de comportamiento que generalmente pretende hacer daño a través de una forma de proceder destructiva u hostil. Las formas más agudas de la agresión son el bullying o intimidación escolar y la violencia en general. La agresión atenta contra la sana convivencia en el ámbito educativo al adquirir formas y maneras de presentarse como las siguientes:
Los comportamientos agresivos generalmente son más dañinos que los disruptivos, puesto que no son acciones de “baja intensidad”, sino que pueden producir un nivel medio de daño, o incluso alto.
Los comportamientos agresivos más comunes son: comentarios que lesionan la imagen del otro; los chismes y rumores sobre una persona que lesionan su imagen ante los demás; los conflictos mal resueltos en los que se impone al otro una postura personal sin posibilidad de disenso; los golpes y las peleas que se dan entre los estudiantes como la única forma de resolver los conflictos o las diferencias, entre otros.
Hacen parte de la agresión las situaciones en las que un estudiante, un profesor, un padre de familia, un directivo u otro tipo de persona vinculada a la comunidad educativa realiza actos físicos, psicológicos, emocionales o de cualquier otra índole que perjudican, mediana o gravemente al otro, e incluso al espacio físico o al medio ambiente.
De igual manera, hace parte de esta categoría de los problemas de convivencia la violencia pasiva, un tipo de agresión en la que si bien no hay acción directa ni probablemente física para dañar al otro o al medio, sí existe una forma más bien larvada o soterrada de manipular, amenazar, someter, intimidar o atacar, que generalmente va acompañada de una posición pasiva e involucra generalmente una manipulación emocional.
Estas son algunas de las formas de agresión que afectan la convivencia escolar y deterioran el clima escolar, tanto en el aula de clase como en la institución en general, y que deben ser atendidas en los procesos de gestión de la convivencia para minimizar el daño que causan.
Otras formas de disrupción o indisciplina en el ámbito escolar
Existen asimismo otras formas de daño de la convivencia que afectan el clima escolar. Dichas formas son:
— El bullying o la intimidación escolar, consiste en una forma de agresión repetida y sostenida en el tiempo que ejerce un estudiante (el agresor) sobre otro (la víctima) ante la mirada de sus compañeros (los espectadores), con el fin de someterlo y ejercer poder sobre él, impidiendo que la víctima genere estrategias o acciones que le permitan liberarse de dicho sometimiento. Este tipo de agresión puede ir desde el daño físico hasta el psicológico. Dada la relevancia y gravedad de esta forma de violencia y su incidencia en el deterioro del clima escolar, además de la intencionalidad del presente texto, esta será abordada en un capítulo independiente.
— Los daños materiales y físicos que generalmente rayan con el vandalismo y la destrucción del medio, ya sea escolar, de la ciudad misma o de las personas, y que consisten, entre otras cosas, en: ruptura de objetos o destrucción de la propiedad pública o privada, realización de “pintas” o grafitis en las paredes y los muros, el robo de enseres o partes del mobiliario, ya sea de la institución educativa o de la ciudad, y en general, todo tipo de acciones destructivas que atentan contra lo material.
— La violencia física, un tipo de agresión de alta intensidad que involucra golpes, riñas, daño a la integridad física del otro, ya sea con golpes o con algún tipo de objeto o de arma, conflictos entre grupos o pandillas, enfrentamientos y todo tipo de acciones en las que se hace uso inadecuado de la fuerza para generar violencia. Este tipo de acciones generalmente se inscriben en la categoría de los delitos en el ámbito jurídico.
— El consumo de sustancias prohibidas o dañinas para el ser humano, tales como las psicoactivas, las medicinas controladas, el alcohol, el cigarrillo o cualquier otro tipo de sustancia que atente contra la integridad y la salud del ser humano.
La violencia institucionalizada en la escuela
Cuando se habla de violencia en la escuela casi siempre se hace referencia a las agresiones y actos violentos que se suscitan entre los estudiantes y sus compañeros, y si bien es uno de los problemas más serios de la convivencia, también hay otro tipo de violencia o agresión que se da entre la institución o sus profesores, y los estudiantes. Este es un tipo de violencia del cual casi no se hacen estudios o indagaciones, porque parece estar legitimado o normalizado por el sistema mismo. Se podría hablar entonces de un tipo de violencia institucionalizada.
Es evidente que la violencia institucionalizada no existe por deliberación y perversa decisión de los directivos, los profesores o de cualquier otra instancia o estamento de la institución. Existe porque ella está asociada, entre otras cosas, a las maneras de ser y proceder de los directivos y profesores, o a criterios y patrones de comportamiento que previamente se han determinado como fundamentales en los procesos formativos, o porque se tiene un concepto de autoridad que raya en el autoritarismo y la represión contra toda forma de proceder y actuar de los estudiantes.
En las instituciones educativas se generan procesos y procedimientos de actuación que en sí son violentos o agresivos para los estudiantes, ya que buscan amedrentarlos y someterlos a las formas de proceder con anterioridad definidas. En ocasiones estas formas larvadas de agresión o violencia adquieren el tinte conocido como de violencia pasiva o violencia soterrada, que termina por aceptarse como “normal” o como una manera adecuada de proceder. Generalmente este tipo de violencias es generado por parte del personal directivo, de los profesores o del personal de apoyo contra los estudiantes y, en algunos casos, contra los padres de familia. Algunas de las manifestaciones más comunes de ella son:
— La agresión pasiva. Se configura cuando quien detenta un poder en el aula o en la institución escolar emplea un lenguaje irónico, descalificador, manipulador de los sentimientos y emociones de los otros, hace chantaje emocional, o en últimas, manipula al otro mediante expresiones intimidatorias, buscando su sometimiento u obediencia. Este tipo de violencia es casi siempre verbal, no emplea la agresión física, y se queda generalmente en el plano de las expresiones.
Dicho comportamiento es violencia, porque somete, intimida y paraliza al otro, coartando su libertad y autonomía, llevándolo a la pérdida de la autodeterminación y haciendo que actúe más por miedo y coerción que por libre determinación. Emplea como motor de manipulación la fuerza psicológica o la emocional, que utiliza para coartar y someter al otro.
— Las sanciones evaluativas. Este tipo de violencia larvada tiene que ver con las actuaciones de un docente que utiliza los quices, las previas, las tareas y los exámenes sorpresa como medio de control, sometimiento o manejo de la disciplina y que buscan intimidar y mantener al estudiante “bajo control”. Se presenta generalmente cuando el docente es incapaz de controlar al grupo o tener un manejo adecuado de él.
Este tipo de violencia generalmente se sustenta en argumentos cercanos a la exigencia académica, a la necesidad de mantener el control, y generalmente, a todo tipo de argumentos de orden académico, pero en definitiva ocultan un docente poco diestro en el manejo de los estudiantes, temeroso, intimidado por estos, con necesidad de mantener el orden y la compostura en el grupo, que lo lleva a agredirlos y someterlos con la herramienta de la cual dispone de manera inmediata, pero además cobijada con una “buena causa”: la exigencia académica.
— El autoritarismo. Muchos directivos o profesores de las instituciones educativas piensan que frente a los niños o a los adolescentes se debe actuar con autoridad, de tal manera que consideran que la mejor manera de proceder es siendo impositivo, exigente, no negociando, y sobre todo, definiendo todo desde las estructuras más centrales de la institución, sin dar cabida al debate, al disenso o a la controversia.
Suele suceder que los profesores confundan detentar una legítima autoridad con autoritarismo, en tanto siempre están prevenidos ante los posibles “retos” que los estudiantes o adolescentes les plantean y que, a juicio suyo, minan su autoridad. Ante esta situación, muchos docentes o directivos optan por asumir posiciones dogmáticas, no permiten que se cuestionen sus decisiones, no admiten ningún tipo de controversia y todo lo definen, todo lo controlan.
Rápidamente el autoritarismo empieza a ser un tipo de violencia pasiva, la que si bien no golpea físicamente, sí maltrata la autoestima de los estudiantes, les impide autoconstruirse, los paraliza en la acción y les impide que encuentren maneras propias y adecuadas de solución de los problemas y de las situaciones que diariamente acontecen en el trajinar de la vida escolar.
— Ignorar los problemas de convivencia. En un gran número de instituciones educativas los directivos, pero especialmente los profesores, ignoran deliberadamente los casos de agresividad, violencia no física, intimidación y demás problemas de convivencia. Generalmente esto ocurre porque los profesores tienden a minimizar los comportamientos disruptivos que ocurren en la cotidianidad, ya sea porque los consideran banales y juzgan que no son situaciones graves, o porque quieren ahorrarse problemas o no desgastarse con los estudiantes interviniendo en cada situación problemática.
Este tipo de comportamientos de los directivos o de los profesores rápidamente genera un ambiente de permisividad en la institución y los estudiantes aprenden también, muy rápido, qué tipo de cosas son ignoradas por los directivos y profesores, y por lo mismo, que se pueden hacer sin temor a recibir una reconvención o sanción.
Es un tipo de violencia institucionalizada porque los estudiantes aprenden que la institución permite comportamientos que pueden ir en contra de los estudiantes por ser violentos emocionalmente, y en definitiva, llegar a ser de un nivel de agresividad alto.
— Las decisiones arbitrarias. Este tipo de violencia generalmente va de la mano del autoritarismo y tiene que ver con las decisiones que los directivos o los profesores toman frente a sus estudiantes sin tener un soporte normativo ni de hechos reales, y que tienden a someter la rebeldía de los estudiantes; no hay razones ni argumentos que las justifiquen y únicamente se sustentan en la autoridad que se detenta.
Generalmente los estudiantes, especialmente los adolescentes, quieren saber las razones de una decisión. Nada hay más agresivo para aquellos que responderles “porque yo lo he decidido así”, puesto que es inherente a su condición el cuestionar, saber las razones, participar en la toma de decisiones, ser escuchados, disentir.
Es un comportamiento violento puesto que busca lo mismo que el autoritarismo: sojuzgar al estudiante, impedir su disenso, coartar su libre expresión, y en últimas, imponer el sometimiento revestido de respeto a la autoridad.
— El castigo. Es una estrategia de control que, como muchas de las enunciadas en este apartado, busca la sujeción del estudiante al control y la decisión de los adultos por medio de una estrategia totalmente punitiva, que busca intimidar y obtener la obediencia del castigado.
Como se verá en otro apartado de este texto, una cosa es sancionar o dejar que las consecuencias naturales de las acciones de los estudiantes sigan su curso normal, y otra es castigar para abatir y minar la autoestima de los estudiantes. Claramente el castigo se inscribe en esta segunda línea y genera en los estudiantes consecuencias devastadoras, asociadas con la humillación, la rabia, el resentimiento y la impotencia que experimentan frente a lo que deciden los adultos que los forman.
— Las presiones académicas. Si bien el sentido de una institución educativa es justamente la formación, en muchas instituciones lo académico tiende a convertirse en un fin en sí mismo, especialmente cuando se apuesta por ocupar los primeros lugares en los rankings de colegios. Tal propósito genera presiones muy fuertes para que los estudiantes obtengan buenos resultados, además de que en muchas ocasiones se los somete a entrenamientos en pruebas objetivas y simulacros, llegando a descalificar, hacer sentir mal y hasta excluir de la institución a quienes obtienen los resultados más bajos.
Este es un tipo de violencia porque, con un fin altruista como lo es la obtención de buenos resultados, se atropella a los estudiantes, se los somete a extenuantes jornadas de entrenamiento, se les aumenta la presión y se genera un clima de zozobra y de incertidumbre que se revierte en estrés y fobia escolar.
— Las actitudes psicológicas. En ocasiones los profesores o directivos de las instituciones educativas asumen posiciones de orden psicológico que se traducen en discriminación hacia los estudiantes, ya sea porque estos poseen habilidades especiales, porque tienen comportamientos distintos a los normales de los estudiantes de su edad, o porque carecen de las habilidades que el promedio de los estudiantes despliegan.
Este tipo de actitudes se constituyen en violencia institucionalizada en tanto son detentadas por los profesores o los directivos pero de todas maneras se dirigen en contra de los alumnos, quienes generalmente se hallan en estado de indefensión frente a las autoridades escolares. Por el daño que estas actitudes causan en la autoestima de los menores, en ocasiones terminan lesionando gravemente su integridad emocional.
— La negligencia académica del profesor. Es evidente que los profesores son modelos de excelencia académica para sus estudiantes. En este sentido, cuando un docente es negligente, es decir, no se actualiza permanentemente en su campo de experticia, no prepara sus clases, no enseña con calidad, no enseña todo lo que debe enseñar, deja temas o aspectos curriculares importantes sin abordar en sus clases, realiza sesiones de clase de muy baja calidad o repetitivas, sin tener en cuenta las necesidades, expectativas y búsquedas de sus estudiantes, entre otros muchos aspectos, genera un tipo de violencia pasiva contra sus estudiantes.
Es violencia ya que engaña y lastima los procesos académicos y formativos de los estudiantes, de tal manera que no pueden desarrollar su potencial, son engañados y en últimas, desde lo institucional, desde lo estructural, se deja pasar esta situación y no se toman las medidas o las estrategias para remediarla.
Si bien, estas son algunas de las manifestaciones que adquiere la violencia institucionalizada, y no se abarca ni se explora todo lo que podría caer bajo esta categoría, de todas maneras el enunciarlas y saber que existen, pero no darles solución, se constituye en un “caldo de cultivo” para otros tipos de problemas de convivencia, tales como el bullying.
No es el propósito de este texto abordar dicha problemática en toda su complejidad, pero bien vale la pena hacer este breve enunciado que llame la atención sobre elementos y aspectos que crean condiciones y modifican la cultura institucional al punto de hacer posible, e incluso, incentivar el bullying.
2. La gestión de convivencia
La gestión de la convivencia es una de las responsabilidades del directivo en una institución educativa. Normalmente se habla de otro tipo de gestiones, tales como la directiva, la de calidad, la académica, pero no de la de convivencia. Esta gestión requiere de una disposición, unas habilidades y unas competencias especiales por parte del directivo, que en la perspectiva de lo planteado en este texto, requiere de un abordaje especial.
Definición e implicaciones de la gestión de convivencia
Uno de los principios básicos de la gestión de la convivencia es el reconocimiento del valor de las personas en la organización. De acuerdo con ello, el tema central de la gestión, según Casassus (2000), “es la comprensión e interpretación de los procesos de la acción humana en una organización”, de ahí que el esfuerzo de los directivos se oriente a la movilización de las personas hacia el logro de los objetivos misionales.
La gestión es considerada como el conjunto de servicios que prestan las personas dentro de las organizaciones, situación que lleva al reconocimiento de los sujetos y a diferenciar las actividades eminentemente humanas del resto de actividades, donde el componente humano no tiene esa connotación de importancia. Lo anterior permite inferir que el modelo de gestión retoma y resignifica el papel del sujeto en las organizaciones, proporciona una perspectiva social y cultural de la administración mediante el establecimiento de compromisos de participación del colectivo y de construcción de metas comunes, lo cual exige al directivo docente responsabilidad, compromiso y liderazgo en su acción.
La gestión de convivencia busca, fundamentalmente, disponer todos los elementos con los cuales una institución educativa cuenta para organizar y ejecutar las tareas propias que aseguren la formación de los estudiantes en el ámbito de la convivencia, incluyendo la prevención de comportamientos y conductas disruptivas, a la par que busca la ejecución de los procedimientos contenidos en el PEI y en el Manual de Convivencia para la formación ética y moral, la formación ciudadana, la convivencia pacífica, la resolución pacífica de los conflictos, la prevención de la violencia y la maduración e integración afectiva de los estudiantes, entre otros aspectos.
Entendida la gestión de convivencia de esta manera, de ella se deduce una serie de implicaciones para su comprensión que bien vale la pena explicitar.
La primera acción que ella implica es justamente disponer los elementos de una institución educativa. Esta acción supone que el directivo conoce con propiedad esos elementos, los maneja y sabe organizarlos convenientemente para que funcionen integradamente en la organización escolar. Pero además, es preciso tener en cuenta que cuando se habla de elementos se hace referencia a procedimientos, procesos, instancias, niveles de la estructura organizacional y aun los directivos que se encargan de la convivencia.
La segunda acción es organizar y ejecutar las tareas para la formación de los estudiantes, lo cual implica disponer todos los procedimientos para poder llevar a la práctica, de manera eficiente y efectiva, la formación de los estudiantes en determinados aspectos que previamente se hayan definido, ya sea en las políticas públicas o en los lineamientos y el horizonte institucional propio de cada organización escolar.
La meta fundamental de la gestión de la convivencia es la creación y ejecución de estrategias y procedimientos que hagan posible la formación de los estudiantes en la convivencia para la prevención de los comportamientos y conductas disruptivas, además del manejo adecuado de la disciplina y la aplicación de las normas y procedimientos contenidos en el Manual de Convivencia para hacer posible la vida en comunidad. En síntesis, todo lo que tiene que ver con los procesos, los procedimientos y las estrategias necesarias y pertinentes para hacer posible no solo la vida en comunidad, sino la formación ciudadana, social, ética y política de los estudiantes.
Como ya se ha afirmado, los procesos educacionales y de desarrollo cognitivo y académico ocurren convenientemente si hay un ambiente que los haga posibles. La gestión de la convivencia busca que dicho desarrollo cognitivo y académico, así como el humano, ocurran adecuadamente.