Cartas al general Melo: guerra, política y sociedad en la Nueva Granada, 1854

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No obstante, hay que señalar que el melismo contó con casos que no se ajustan a ninguna de las regularidades expresadas, estos son los casos de Manuel Jiménez y José del Rosario Guerrero. El primero era un militar venezolano del pueblo de La Cruz, quien luchó en la guerra de Independencia en diversas campañas desde Venezuela hasta Perú. Solicitó, desde Venezuela, la admisión al Ejército granadino en 1842, siendo aceptada favorablemente con el grado de teniente coronel por haber servido en los ejércitos de Colombia.
Jiménez apoyó al gobierno liberal durante la rebelión conservadora de 1851 y se comprometió con el golpe, siendo jefe de la caballería del Ejército melista. Se encontraba en Zipaquirá cuando acontecieron los eventos del 17 de abril, el gobernador de la provincia, José María Martínez, temiendo traición del militar, lo capturó y lo remitió a Guateque, pero fue liberado por los dictatoriales y a la cabeza de ellos marchó y derrotó en el puente de Sisga al gobernador. Fue el encargado de defender a Zipaquirá (20 de mayo de 1854) de las fuerzas constitucionalistas que desde Tunja habían salido a recuperar a Bogotá y, posteriormente, persiguió a los últimos restos de las fuerzas expedicionarias de la fracasada campaña constitucional procedente de Cúcuta al mando de Melchor Corena, derrotada en Aposentos (29 de mayo de 1854).
El militar venezolano marchó, a finales de julio de 1854, sobre el Magdalena con unos 500 hombres, el 30 de ese mes ocupó Guaduas y se dirigió a Chaguaní, pero, al no contar con piraguas o barquetas para atravesar el Magdalena, regresó al puerto del Platanal y después retornó a Facatativá. El 30 de septiembre se encargó de operar contra la guerrilla de Ardila a consecuencia de las diversas acciones de dicha partida, arrasando la hacienda de su líder en las inmediaciones de Facatativá. Se rindió con Melo el 4 de diciembre de 1854, otorgándosele un indulto el 6 de junio de 1855 con el compromiso de salir del país por siete años, cuando se alistaba su destierro por la costa Caribe, se fugó89.
José del Rosario Guerrero, según Gustavo Arboleda, era de Cúcuta. Sirvió a la causa de la emancipación desde 1819 haciendo diversas campañas en el sur y, posteriormente, estuvo en Perú. Debió residenciarse en la costa del Pacífico ya en los treinta, fue el comandante de la campaña que los comerciantes del puerto de Buenaventura financiaron contra los rebeldes de Iscuandé durante la guerra de los Supremos (junio-octubre de 1841). Por sus conocimientos de la región, el gobierno nacional lo nombró comandante de armas de Tumaco y Barbacoas, y luego de Iscuandé (1842-1844), con el grado de sargento mayor.
Era, sin duda, un hombre que dependía de su salario, pues son reiteradas las quejas de que se le cancelaran los meses atrasados, así como de que se le asignara una parte de este para su familia en Cúcuta. En 1851 se encontraba en Patía apoyando al gobierno en las correrías que hacía contra los rebeldes conservadores de aquel valle, pero debió tener un comportamiento poco claro para que, en ese año, el juez letrado de Popayán le siguiese un proceso judicial por rebelión e intento de asesinato. Se encontraba en Popayán en 1854 cuando se pronunció el batallón 5.º, siendo uno de sus líderes (16 de mayo de 1854). No sabemos la suerte que después corrió, pero aparece como comandante de las fuerzas del estado de Boyacá y luego participó en las guerras federales bajo las banderas liberales en el Cauca y bajo el mando del batallón Palacé90.
Los casos en mención no se ajustan al derrotero identificado en los hombres seguidores de Melo. Pero sin duda creemos, como lo demuestra la correspondencia de José del Rosario Guerrero, que dependían para vivir del servicio militar, de manera que las políticas antimilitaristas de los gólgotas, sin duda, les despertó temores. Esta es la situación de Jiménez, quien, desde 1842, se había radicado en la Nueva Granada y, siendo reinscrito en el escalafón militar, dependía para vivir del oficio castrense.
En conclusión, consideramos que el golpe militar de José María Melo, el 17 de abril de 1854, fue una acción contenciosa liderada por los militares. Pero, paradójicamente, la interpretación general de las últimas décadas ha sido ser una acción liderada por los artesanos y no se ha prestado atención al hecho de que el evento fue promovido por los hombres en armas, en los cuales los artesanos participaron enrolados en la Guardia Nacional.
A partir de hacerles un seguimiento del ciclo de vida de los militares implicados en el golpe, podemos concluir que los participantes de los hechos pretorianos eran, en su mayoría, veteranos de las guerras de Independencia, procedentes de estratos sociales no privilegiados, los cuales iniciaron el oficio de las armas en los grados más bajos del escalafón militar como soldados. Su largo servicio en las milicias los llevó a ascender lentamente en la jerarquía militar, al punto de que los principales seguidores de Melo se hallaban, en abril de 1854, entre sargentos mayores y tenientes coroneles. Es decir, se hallaban en los rangos de jefatura; eran los encargados de los procesos administrativos, de disciplina y mando de las unidades militares de batallones a divisiones, así como de los Estados Mayores, de inspección general o intendencia. Esto significa que eran militares con cierta experticia en su oficio, que no fue obtenida en academias, sino por la experiencia obtenida a lo largo de décadas de servicio en el Ejército o las milicias; aunque, como sabemos, Melo hizo este tipo de estudios formales en Europa.
Por todo lo señalado, los oficiales que dependían del prest militar fueron vulnerables a las reformas antimilitares que un sector del liberalismo ventilaba desde la prensa, el Congreso y en la esfera pública en general, ya que liquidar el Ejército permanente los dejaba sin su medio de vida, más aún para aquellos hombres que desde su juventud se enrolaron en diversas compañías y batallones durante las guerras de Independencia y, cuando estas terminaron hacia mediados de los años veinte del siglo XIX, difícilmente podían empezar un nuevo oficio. Su afiliación temprana a la milicia, como en el caso del general Martiniano Collazos, entre otros, los llevó a depender del prest que el Estado les asignó por estar en servicio activo o en retiro permanente o parcial.
Además, los militares que apoyaron a Melo tenían cierta simpatía por las ideas liberales. No es gratuito el hecho de que muchos de los comprometidos con Melo sirvieran durante el régimen liberal de mediados de siglo y, posteriormente, lucharan en las guerras federales como oficiales, de los ejércitos de los recientemente constituidos Estados, contra el gobierno de la Confederación, presidido por el conservador Mariano Ospina Rodríguez. Es necesario, en este caso, revisitar sus vidas y sus ideas políticas, para saber hasta qué punto su apoyo al golpe de Estado más famoso de la Colombia en el siglo XIX también comprometió un proyecto político que buscaba integrar a los diversos sectores plebeyos a los que las contradictorias reformas de mediados de siglo habían empezado a darles mayor espacio en la arena pública del país.
Notas
1 Venancio Ortiz, Historia de la revolución del 17 de abril de 1854 (Bogotá: Banco Popular, 1972), 15. La tesis de Venancio Ortiz de la falta de empleo para explicar las guerras fratricidas que asolaron a Colombia en el siglo XIX fue tempranamente expuesta por Mariano Ospina Rodríguez en su informe que rindió ante el Congreso en 1842 como secretario de Estado en el despacho de interior, donde señaló que excesivo número de abogados que sacaban las instituciones universitarias del país, llenos de ideas “metafísicas” y sin empleos, promovían la alteración del orden constitucional. Doris Wise de Gouzy (Ed.), Antología del pensamiento de Mariano Ospina Rodríguez, tomo 1 (Bogotá: Banco de la República, 1990), 481-483. Este esquema interpretativo está presente en otras latitudes, por ejemplo, en Bolivia, donde diversos intelectuales señalaron como una de las causas de la anarquía la búsqueda de un empleo estatal por parte de civiles y militares. Víctor Peralta Ruiz y Marta Irurozqui Victoriano, Por la concordia, la fusión y el unitarismo. Estado y caudillismo en Bolivia, 1825-1880 (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2000), 33-59.
2 El sufragio universal masculino para todos los varones mayores de 21 años fue para los liberales un fracaso en las elecciones para elegir gobernadores provinciales, celebradas a finales de 1853. Perdieron en varias provincias como Bogotá, Buenaventura, Casanare, Córdoba, Cundinamarca, Mariquita, Medellín, Neiva, Pasto, Popayán, Buenaventura, Riohacha, Tequendama, Túquerres, Veraguas, entre otros. En resumen, varios candidatos oficialistas salieron derrotados, como lo fue en el suroccidente a excepción de la provincia del Cauca. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VI (Bogotá: Banco Central Hipotecario, 1990), 225-251.
3 Hoy existe un consenso en la historiografía latinoamericana respecto al carácter local y voluntario de las guardias nacionales, desempeñando una función central los notables parroquiales: Luis Ervin Prado Arellano, “El leviatán desarmado. El monopolio de las armas en las provincias del Cauca, 1830-1855”, Procesos Revista Ecuatoriana de Historia, n.° 49 (2019), 11-38; Natalia Sobrevilla, “Ciudadanos armados: las guardias nacionales y la construcción de la nación en el Perú a mediados del siglo XIX”, Natalia Sobrevilla Perea, Los inicios de la República peruana. Viendo más allá de la “cueva de bandoleros” (Lima: Fondo Editorial Universidad Católica del Perú, 2019), 333-366. Para Cartagena: Sergio Paolo Solano y Roicer Flórez, La infancia de la nación. Colombia en el primer siglo de la República (Cartagena: Ediciones Pluma de Mompóx, 2011), 95-120.
4 Para el caso colombiano aún no hay un estudio sistemático sobre la participación de las milicias y el Ejército en tiempos de elecciones. El único trabajo disponible señala explícitamente la falta de evidencia, para la primera mitad el siglo XIX, de injerencia de las fuerzas armadas en los días de elecciones. Patricia Pinzón de Lewin, Ejército y las elecciones. Ensayo histórico (Bogotá: CEREC, 1994). Para el caso latinoamericano, se puede consultar: Marta Irurozqui Victoriano, A bala, piedra y palo. La construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 1826-1956 (Sevilla. Diputación de Sevilla, 2000); Ulrich Mücke, Política y burguesía en el Perú. El partido civil antes de la guerra con Chile (Lima: Instituto Francés de Estudios Andinos, Instituto de Estudios Peruanos, 2010), 137-184.
5 Tomás Cipriano de Mosquera, Resumen de los acontecimientos que han tenido lugar en la República (Bogotá: Editorial Incunables, 1983). Esta misma interpretación, de ser un ardid perpetrado por Obando y Melo, también la señala contemporáneamente Venancio Ortiz, lo cual sugiere que era una idea compartida por ciertos grupos políticos de la época.
6 José María Samper, Historia de un alma (Medellín: Editorial Bedout, 1971); José María Cordovez Moure, Reminiscencias de Santafé y Bogotá (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978), 239-252.
7 José Manuel Restrepo, Diario político y militar. Memorias sobre los sucesos importantes de la época para servir a la historia de la revolución en Colombia y de la Nueva Granada, tomo IV (Bogotá: Imprenta Nacional, 1954); Anónimo, Diario de los acontecimientos de Popayán desde el 16 de mayo en que el batallón 5.º se pronunció a favor de la dictadura de Melo, en Luis Ervin Prado Arellano, David Fernando Prado Valencia y Laura Helena Ramírez Tobar, Diarios de las guerras de mediados de siglo en las provincias del Cauca, 1851 y 1854 (Popayán: Universidad del Cauca, 2014), 83-162.
8 José Manuel Restrepo, Historia de la Nueva Granada, tomo II, 1845 a 1854 (Bogotá: Editorial El Catolicismo, 1963), 319-404.
9 El mismo autor reconoce que casi toda la información disponible “para narrar los hechos militares y políticos del 54 son de origen constitucionalista, producidas por el encono de las pasiones de la época y decididamente contrarias a Melo y sus amigos”. Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 160.
10 Alirio Gómez Picón, El golpe militar del 17 de abril de 1854 (Bogotá: Editorial Kelly, 1972), la expresión citada en: María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Lopera, Las palabras de la guerra. Un estudio sobre las memorias de las guerras civiles en Colombia (Medellín: La Carreta Histórica, 1.ª reimpresión, 2010), 349.
11 Se inscriben en esta lógica con diversos matices: Sergio Guerra Vilaboy, Los artesanos en la revolución latinoamericana, Colombia (1849-1854) (Bogotá: Universidad Central, 2.ª edición, 2000); Enrique Gaviria Liévano, El liberalismo y la insurrección de los artesanos contra el librecambio. Primeras manifestaciones socialistas en Colombia (Bogotá: Editorial Temis, 2.ª edición, 2012); Gustavo Vargas Martínez, José María Melo. Los artesanos y el socialismo (Bogotá: Editorial Planeta, 1998). Sobre la expresión del primer “frente nacional”, lo expresa de la siguiente manera Fernando Guillén Martínez: “Por primera vez se dio en la Historia de Colombia el fenómeno —luego recurrente— de una tregua estratégica entre los partidos, cuando tuvieron que enfrentar la amenaza de formas de asociación no adscripticias…”, Fernando Guillén Martínez, El poder político en Colombia (Bogotá: Editorial Planeta, 1996), 333.
12 Julián Casanova, La historia social y los historiadores. ¿Cenicienta o princesa? (Barcelona: Crítica Editorial, 2003), 59.
13 Memorias de la II Cátedra Anual de Historia Ernesto Tirado Restrepo, Las guerras civiles desde 1830 y su proyección en el siglo XX (Bogotá: Museo Nacional de Colombia, Ministerio de Cultura, 1998).
14 Si bien no se puede decir que en Colombia existe una amplia bibliografía sobre el tema de las guerras civiles en el siglo XIX, sin duda desde el año 2000 en adelante se percibe un creciente interés por el tema. Algunos de los trabajos son los siguientes: Luis Javier Ortiz Mesa et al., Ganarse el cielo defendiendo la religión. Guerras civiles en Colombia, 1840-1902 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2005); Luis Javier Ortiz Mesa, Fusiles y plegarias. Guerra de guerrillas en Cundinamarca, Boyacá y Santander, 1876-1877 (Medellín, Universidad Nacional, Dirección de Investigaciones, 2004), 101-166; Obispos, clérigos y fieles en pie de guerra. Antioquia 1870-1880 (Medellín: Editorial Universidad de Antioquia, Universidad Nacional, 2010); Juan Alberto Rueda, Luis Javier Ortiz, Diego Andrés Jaimes, Guerra y rebelión en la década de 1870. Estados Unidos de Colombia (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, Colciencias, 2014); Fernán González, Partidos, guerras e iglesia en la construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900) (Medellín: La Carreta Histórica, 2006); Álvaro Gärtner, Guerras civiles en el cantón de Supía. Relatos de episodios armados acaecidos entre el siglo XVI y el XIX. Luchas por la tierra del oro (Manizales: Editorial Universidad de Caldas, 2006); Luis Ervin Prado Arellano, Rebeliones en la provincia. La guerra de los supremos en las provincias suroccidentales y nororientales granadinas, 1839-1842 (Cali: Universidad del Valle, Centro de estudios regionales, 2007); Luis Ervin Prado Arellano, David Fernando Prado Valencia, Narraciones contemporáneas de la guerra por la Federación en el Cauca (1859-1863) (Bogotá: Universidad del Rosario, 2017); Brenda Escobar Guzmán, De los conflictos locales a la guerra civil. Tolima a finales del siglo XIX (Bogotá: Academia Colombiana de Historia, 2013).
15 Alonso Valencia Llano, “La revolución de Melo en las provincias del Cauca”, en: Memorias de la II Cátedra Anual de Historia…, 73-89; Alonso Valencia Llano, Dentro de la ley fuera de la ley. Resistencias sociales y políticas en el valle del río Cauca, 1830-1855 (Cali: Universidad del Valle, Centro de Estudios Regionales, 2008), 209-245.
16 Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso del movimiento plebeyo (1849-1854) (Bogotá: Iepri, El Áncora Editores, 1995).
17 Fabio Zambrano Pantoja, “El golpe de Melo de 1854”, en: Memorias de la II Cátedra Anual…, 59-72. Un estudio relativamente reciente comparte la misma interpretación de Zambrano, al demostrar que las leyes arancelarias decretadas por el Gobierno en los años treinta y cuarenta poco afectaron la actividad artesanal de la capital de la República (aclarando que se debe hacer investigaciones en los casos regionales para determinar su impacto en otros contextos) y más bien fue el desarrollo de la navegación a vapor que pudo tener un mayor impacto en este proceso, al abaratar los costos de transporte y, con ello, el de las mercancías que llegaban al altiplano cundiboyacense. Véase: Sandra Milena Polo Buitrago, “Los artesanos bogotanos y el librecambismo, 1832-1836”, Historia y Sociedad, n.° 26 (2014), 53-80.
18 Jorge Conde Calderón, Buscando la nación. Ciudadanía, clase y tensión racial en el caribe colombiano, 1821-1855 (Medellín: La Carreta Histórica, Universidad del Atlántico, 2009), 331-341.
19 María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Lopera hacen en su libro un análisis de los discursos que elaboraron sobre las guerras civiles sus actores en la primera mitad del siglo XIX y es uno de los pocos trabajos que ha tenido en cuenta las fuentes melistas: María Teresa Uribe de Hincapié y Liliana María López Lopera, Las palabras de la guerra…, 339-473.
20 David Sowell, Artesanos y política en Bogotá, 1832-1919 (Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico y Círculo de lectura alternativa, 2006) consultar especialmente el capítulo 3; David Sowell, “La sociedad democrática de artesanos de Bogotá”, German Rodrigo Mejía Pavony, Michel Larosa y Mauricio Nieto Olarte, Eds. Colombia en el siglo XIX (Bogotá, Editorial Planeta, 1999), 204; Armando Martínez Garnica, “En defensa del honor militar: el golpe de estado del general Melo” (Bogotá: Conferencia leída en la Academia Colombiana de Historia. Bogotá, 2005); Carlos Camacho Arango, “Pero no basta vencer, 1854-1859”, en: Carlos Camacho Arango, Margarita Garrido, Daniel Gutiérrez Ardila, Eds. Paz en la República. Colombia, siglo XIX (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2018), 115-151.
De hecho, en la última parte del estudio de Hans-Joachim König sobre el nacionalismo granadino en la primera mitad del siglo XIX, dedicado al golpe de Estado de Melo, a pesar de que propone una interpretación sugerente al afirmar que el golpe fue promovido por profundas causas sociales, no se distancia de los artesanos, a quienes les da un lugar protagónico, invisibilizando a los militares y a otros grupos populares regionales que vieron con simpatía los hechos capitalinos promovidos por el general Melo el 17 de abril de 1854. Véase: Hans-Joachim König, En el camino hacia la nación. Nacionalismo en el proceso de formación del Estado y la nación de la Nueva Granada, 1750-1856 (Bogotá: Banco de la República, 1994), 493-502.
21 La expresión golpe de Estado (coup d’État) tuvo sus orígenes en Francia durante la monarquía absoluta, y desde allí se extendió a otros países y mantuvo un significado preciso hasta comienzos del siglo XIX. Tal concepto formaba parte de la teoría de la razón de Estado y “se usaba para referirse a ciertas medidas extraordinarias y violentas, que el monarca o su ministro de confianza tomaban en forma sorpresiva o inesperada, sin respetar el derecho común ni la legislación ordinaria, y haciéndose evidente la violación de la moral tradicional cuando consideraba necesarias esas medidas por existir una amenaza a la seguridad del Estado, o por el bien o la utilidad pública que de ellas se derivaría”. En sus inicios la noción no implicaba el reemplazo violento de un gobernante era más bien el instrumento que usaba para deshacerse de enemigos políticos o de cualquier obstáculo en su ejercicio de poder, por medios extralegales. A partir del siglo XX, con la aparición de la obra Técnica del golpe de Estado (1931) de Curzio Malaparte, se reconoció que dicha acción podía ser emprendida por otras personas o grupos no pertenecientes a los salones del poder. El objetivo era una acción audaz y repentina que buscaba reducir al mínimo la acción armada para deponer al gobierno. Este carácter lo diferencia de la guerra civil o las revoluciones: Édgar Velásquez Rivera, Historia comparada de la doctrina de seguridad nacional: Chile-Colombia (Bogotá: Ediciones Ántropos, 2009), 129-130.
22 Hace ya casi tres décadas la tesis de una dictadura exclusivamente para el golpe de Melo fue cuestionada. Véase: Hans-Joachim König, En el camino hacia la nación…, 493-495. Sobre los actos de gobierno de Melo en: María Teresa Uribe de Hincapié, Liliana María López Lopera, Palabras de la Guerra…, 370-371; Venancio Ortiz, Historia de la Revolución…, 149; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia…, 67-82; José Manuel Restrepo, Historia de la Nueva Granada…, 323-324.
23 Sobre esta campaña, véase: Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII…, 146-151, 165-168, 195-199.
24 Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII..., sobre Barriga: 78, 90-91, 93-94 y de Arboleda, sobre la ocupación de La Mesa: 173, 207-208.
25 Es necesaria una investigación profunda para explicar por qué fue tan precario el control del occidente de la sabana por parte del melismo. Una explicación inicial y provisional, es que esta región en ese momento se podía considerar una “frontera agraria”, que empezaban a roturar algunos empresarios bogotanos, gracias a la demanda internacional de productos tropicales, que como sabemos empezó a despegar en el país justamente a finales de la década del cuarenta. Era, pues, un territorio de haciendas de frontera, pertenecientes a las principales familias capitalinas, que no solo se negaron a apoyar al general Melo, sino que además le hicieron fuerte oposición. No fue gratuito que uno de sus principales opositores en esta región fuese el hacendado Manuel María Ardila, dueño de la hacienda El Corito en jurisdicción de Facatativá, quien logró constituir una guerrilla que hostilizó en repetidas ocasiones a las guarniciones aledañas a La Mesa. Además, el territorio era cercano al Alto Magdalena. No debemos olvidar que las provincias de Mariquita y Neiva fueron bastiones constitucionales y si hubo melistas, estos tuvieron poca oportunidad de jugar una función hegemónica.
26 Sobre estos personajes, véase: Luis Ervin Prado Arellano, David Fernando Prado Valencia y Laura Helena Ramírez Tobar, Diarios de las guerras, 40-45.
27 Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 82.
28 Luis Ervin Prado Arellano, David Fernando Prado Valencia y Laura Helena Ramírez Tobar, Diarios de las guerras…, 83-105; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia…, 101-106.
29 Al respecto, consultar un opúsculo de la época: Ramón Mercado, Memorias sobre los acontecimientos del sur de la Nueva Granada durante la administración del 7 de marzo de 1849 (Cali: Centro de Estudios Históricos y Sociales “Santiago de Cali”, Gerencia para el Desarrollo Cultural de la Gobernación del Valle del Cauca, 1996). También a Margarita Pacheco, La fiesta liberal en Cali (Cali: Universidad del Valle, 1992).
30 Sobre los orígenes de la resistencia constitucional en Caloto y la columna Torres: Mariano Sendoya, Caloto ante la historia, tomo I (Cali: Imprenta Departamental, 1975), 73-77, sobre la acción de San Julián en las páginas 165-166.
31 Sobre la mediación de Mateus Garay en el paso de Navarro, véase: Mariano Sendoya, Caloto ante la historia, tomo I, 169-170; Gustavo Arboleda, Historia contemporánea de Colombia, tomo VII, 156-159.
32 Sobre la represión, ver en contemporáneo de los hechos: Manuel Joaquín Bosch, Reseña histórica de los principales acontecimientos políticos de la ciudad de Cali, desde el año de 1848 hasta el de 1855 inclusive. [Imprenta Echevarría & Hermanos, Bogotá, 1856] (Cali: Imprenta Departamental, Centro de Estudios Históricos y Sociales “Santiago de Cali”, 1996), 82-98; Alonso Valencia Llano, Dentro de la ley, fuera de la ley…, 239-245.
33 Manuel Joaquín Bosch, Reseña Histórica de los principales acontecimientos, 93-104. Un análisis sobre el periodo posterior de 1854 y el intento de restablecer el control social y la movilización plebeya que el liberalismo había promovido especialmente en el valle del Cauca en: James Sanders, Contentious Republicans. Popular politics, race and class in nineteenth century Colombia (Duke University Press, 2004), 109-111.