DATUS Dispositivo Analítico para el tratamiento de Urgencias Subjetivas

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Lo crucial no es, entonces, la ilegalidad sino la globalización de ese funcionamiento pulsional fuera del límite, fuera de la castración. La idea de nudo, sostiene Indart, permite ubicar a los responsables: al capitalista que invierte para producir más capital, al que vende la fuerza de trabajo como mercancía y queda sometido a un trabajo compulsivo y a la angustia, y finalmente a los técnicos también responsables de la producción ilimitada (Indart, 2005).
“Soy toxicómano”
En las guardias y admisiones es habitual esta modalidad con la que los sujetos eligen presentarse. Las urgencias de hoy, afirma Ricardo Seldes (2005), implican que los modos de gozar pueden ir en cortocircuito con el inconsciente; es decir, que no se precisa de él para gozar, siendo las adicciones su evidencia. Éstas encuentran en las comunidades de goce modos de “aliviarse de la angustia a través de una identificación de reemplazo que alivia el vacío que implica la no escritura a nivel del inconsciente acerca de la relación sexual” a la vez que como respuesta conduce al fracaso (Seldes, 2005).
La producción de nuevos objetos de goce, en el nudo que proponía Indart, deja por fuera la castración y por lo tanto la falicización de goce del sujeto. El “soy toxicómano” habla de un goce que proviene de este nudo, del Otro de la ciencia y el mercado. El consumo, devenido enfermedad des-responsabiliza a los sujetos, quienes se presentan como víctimas de una enfermedad que se padece. Este nombre, ofrecido por la cultura, supone un goce y una forma de nombrarlo. Esta nominación habla de una pretendida medida común, generalizable, un para todos. “Nominación de un goce y no identificación” (Unterberger, 1995). Alienación al discurso del Otro que no resuelve la ruptura con el falo de la que habla Lacan.
“El rechazo del Otro está en juego en la operación toxicómana. (…) y se sitúa frente a la encrucijada sexual no con una ficción, sino con un goce (el de la intoxicación) que está en ruptura con toda ficción. Un goce no fracturado, a-sexual. Es una elección frente a la castración, contra la división del sujeto, contra el inconsciente”, sostiene Mauricio Tarrab (1995). El “yo soy toxicómano” no identifica al sujeto sino que, haciendo existir un goce, “da consistencia al yo” y sutura la división subjetiva (Tarrab, 1995).
El intento de generalización del goce que los grupos monosintomáticos propone (“toxicómanos”, “anoréxicas”, “alcohólicos”, “fóbicos”, etc.) tiene como consecuencia las modalidades de intervención y tratamiento “generalizados”, tratamientos de reemplazo y de reducción de daños, tratamientos humanitarios, tratamientos que por la vía del ideal transforman al toxicómano en un “ex”; la domesticación y la abstinencia nada dicen del destino de la pulsión.
El psicoanálisis nos enseña que hay que darle algún tratamiento al exceso en juego: interrogarlo, ponerlo a decir; sabiendo que no se reduce a la palabra y al lenguaje, pues el cuerpo está hecho para gozar (Tarrab, 1995). Desde esta perspectiva se ponen en cuestión las terapéuticas en comunidades que segregan por una modalidad de goce o por un modo de vida, proponiendo en cambio la intervención del analista que apunta a “tratar lo intratable” y a la subjetivación de un consumo que lo transforme en enigma, en interrogación, en síntoma.
Consumos en la urgencia (3)
En las guardias y admisiones, verificamos que el consumo de diversas sustancias es muy habitual en los pacientes que consultan: el tóxico y la urgencia se entraman y toman en la época una dimensión que es necesario leer cuidadosamente.
En el Proyecto de Investigación UBACyt: “Los dispositivos para alojar la urgencia en Salud Mental, desde la mirada de los profesionales, psiquiatras y psicólogos, que intervienen en ellos” (I. Sotelo, et al., 2012-2015) nos propusimos analizar el lugar que, de acuerdo con la mirada de psiquiatras y psicólogos, ocupa el consumo problemático de sustancias en los dispositivos hospitalarios que reciben urgencias. Tomando como antecedente los resultados obtenidos en una de nuestras investigaciones anteriores (del año 2008-2010), compuesta por una muestra de 714 sujetos mayores de 15 años, encontramos que el 7% de dicha muestra se corresponde a lo que se denomina según el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (APA, 1995) como trastornos mentales debidos al consumo de sustancias (código: F10-F19) (I. Sotelo, et al., 2008-2010). Sin embargo, los profesionales entrevistados afirman que en los últimos años se ha registrado un incremento considerable de consultas en las que la adicción es un fenómeno presente, aunque no sea el motivo de consulta.
La Organización Mundial de la Salud (OMS, 2004) establece que en los últimos treinta años el consumo de drogas ha aumentado considerablemente en todo el mundo, siendo las toxicomanías un problema de salud que en algunos países desarrollados supera en morbilidad a las enfermedades cardiovasculares y oncológicas. Se ubica de este modo a la adicción a sustancias psicoactivas como el mayor problema de salud pública a nivel mundial, con el tercer lugar de morbi-mortalidad por causas prevenibles.
Un estudio realizado por la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico (SEDRONAR, 1999) en base a instrumentos epidemiológicos validados para Argentina acerca del uso de sustancias psicoactivas, señaló el aumento creciente de su uso. El primer estudio comparativo realizado, en el año 2008, sobre toxicomanías y factores asociados en la población Argentina de entre 15 y 64 años de edad, por las Naciones Unidas, mostró que el 25% de la muestra consumió por primera vez cocaína alrededor de los 16 años. En nuestro país, la franja etárea que se ve más afectada por el uso (consumo ocasional) y abuso (consumo regular) de estas sustancias, son los adolescentes. Según el mencionado estudio, la cocaína y la pasta base serían las sustancias psicoactivas ilegales que conllevan un elevado riesgo para la salud de la población. “La edad de inicio en el consumo de drogas es un importante indicador para proyectar cuan problemático puede llegar a ser el uso de sustancias en el futuro. La evidencia internacional indica que mientras más temprano es el inicio de drogas entre los adolescentes, mayor es el riesgo de escalada y de consumos problemáticos posteriores” (O.N.U.D.D., 2008). Teniendo en cuenta el gran impacto social, cultural, político, legal y económico que el consumo problemático de sustancias genera en nuestras sociedades, se considera de suma importancia la puesta en práctica y la difusión de tratamientos que posibiliten una reducción de este problema y un mejoramiento en la salud de estos pacientes.
Los profesionales que trabajan en las guardias de CABA y Gran Bs. As. subrayan que tienen dificultades para atender la problemática de las adicciones en el marco de los recursos con los que se dispone en los hospitales. En la mayoría de las entrevistas, los profesionales afirman que los pacientes suelen ser derivados a otras instituciones que en muchas ocasiones denominan “especializadas” en el tema por no contar con los recursos para atender este tipo de problemáticas (I. Sotelo, et al., 2012-2015).
En estos casos, la resolución de la urgencia depende de quien la lee, de cómo se la aloje. El diagnóstico, el tiempo que se ofrece, las intervenciones que se decidan, dependen de la concepción de sujeto, de síntoma, de cura, así como de la posición de quien reciba dicha urgencia. Desde esta perspectiva localizaremos las consecuencias en la clínica de las toxicomanías y alcoholismo, de la presencia en las guardias, del psicoanalista de orientación lacaniana
Se puede gozar del usufructo de una herencia a condición de no despilfarrarla; esto es distribuir lo que toca al goce. Es una referencia muy precisa de Lacan en “El saber del psicoanalista”, que permite ligar el exceso que se concentra en la urgencia como despilfarro.
El goce autoerótico, el que no sirve para nada, cobra valor cuando se introduce el falo, se le agrega la fantasía, el partenaire, creando así las condiciones necesarias para el síntoma. La irrupción sintomática que parece ajena se ha transformado en una urgencia que se ha subjetivado.
Lo imperativo de la impulsión en la urgencia, del “no pienso”, del pasaje al acto, actualiza las formas del actuar en desmedro del decir; toxicomanías, bulimias, anorexias, muestran el punto de irresponsabilización del sujeto llevado por el imperativo “no puedo dejar de hacerlo”. Tarrab propone sostener la apuesta que intenta tratar el malestar de un modo que no sea idiotizante, ejerciendo el derecho a salir del anonimato al que condena un goce que la civilización actual promueve (Tarrab, 2000a).
La operación toxicómana
W. llega acompañado por su familia, junto con un oficio judicial que ordena tratamiento. La madre está desesperada, llora, relata que no sabe qué hacer. Su hijo, aún menor de edad, se droga, está con “malas juntas” y ya ha cometido algunos delitos para conseguir dinero. El joven tiene una actitud desafiante, sólo le interesa la constancia de tratamiento ya que, afirma, él maneja la droga, sabe hasta donde consumir y que “no es para tanto…”.
La urgencia aparece localizada del lado de la madre, a quien esta situación se le hace inmanejable, preguntándose acerca de su culpa en la conducta de su hijo: “¿Qué hice como madre?”.
El lugar que ocupa la droga para este joven es el enigma a descifrar, pero para los otros. Su posición en la urgencia es de ruptura, con la familia, con el estudio, el trabajo, el otro sexo y hasta con su padecimiento. El sujeto se presenta ante los otros bajo una modalidad que angustia a su madre, pero que parece darle alguna consistencia al joven.
“En el extremo faltar a la cita con el falo, el verdadero toxicómano rechaza la puesta en juego de una verdad ligada al deseo, y se refugia en un goce que al retornar sobre el propio cuerpo, genera la ilusión de la independencia del otro, ilusión de independencia del mundo exterior fuente de privación” (Sillitti, 2000). La operación toxicómana, afirma Mauricio Tarrab, es aquella que no requiere del cuerpo del Otro como metáfora del goce perdido y es correlativa de un rechazo mortal del inconsciente. En este joven parecería más bien como ruptura con el campo del Otro; esto es un goce que toma el cuerpo y no se articula a un partenaire.
Este goce tóxico permite una solución al problema sexual; experiencia de intoxicación vacía del sujeto del inconsciente, goce a-sexual, experiencia vacía de significación fálica. Experiencia donde se trata la castración, no con una ficción sino con la positividad del goce tóxico, “tratando de este modo el vacío central del sujeto, es decir, lo incurable, que con la droga trata de ser colmado, a costa del sujeto mismo” (Tarrab, 2000b).
¿Qué tratamiento ofrecer desde la perspectiva del psicoanálisis, cuando no se trata de dar interpretaciones vía la operación analítica, sino quebrantar la operación toxicómana para confrontar al sujeto con el deseo? La analista propone un ordenamiento diferente al judicial: cita a la señora responsabilizándola, no del consumo de su hijo, sino de su propia urgencia, que habrá que desplegar. Separar a la madre podría funcionar como un modo de abrir la “boca del cocodrilo”, metáfora del deseo materno estragante. Proponer un trabajo que posibilite el dejar de responder en nombre del hijo, confrontando así al joven con su propia responsabilidad y su propia angustia, apostando a que ésta pudiera emerger.
La intervención podemos pensarla según la orientación lacaniana: decidir la táctica, es a la luz de la estrategia y la política en juego.
Comenzaremos por leer la forma en que llega, de quién es la urgencia. En principio, es el Otro social el que ordena a través del juez alguna intervención. Este joven ha sobrepasado los límites de lo tolerable, sus actos han producido un quiebre, una ruptura. Sin embargo, esto no parece conmoverlo, al menos por ahora.
Fabián Naparstek sostiene que el verdadero toxicómano muestra que con su patología prescinde del Otro del lenguaje; esa muleta que le servía para paliar el malestar lo deja por fuera de la relación con el Otro. Recomienda también situar la instancia clínica del desenganche hacia la toxicomanía. Necesitamos un tiempo para verificar cuál es la relación de este sujeto con el consumo, para aproximarnos a un diagnóstico (Naparstek & colaboradores, 2005).
Por su parte, José Luis González, Director de CENARESO (Centro Nacional de Reeducación Social), en la Ciudad de Bs. As., aporta un dato interesante: si bien un 50% de esas derivaciones no entra en tratamiento, hay un 50% que sí; es decir, que en muchos casos la contingencia de la intervención judicial produce una ruptura, un quiebre, algo que toca al sujeto. Se trata de verificar, caso por caso, el efecto de tal indicación (Naparstek & colaboradores, 2005).
La abstinencia del lado del analista se localiza en la posición de articulador entre las normas de la civilización y las particularidades individuales. El analista da respuesta a las normas del Otro social, pero ubica además otra urgencia: la de la madre. Haciendo uso del entrecruzamiento de discurso y de las normas, el analista decide su táctica.
Consumo en las psicosis (4)
Miriam llega a la guardia presentando síntomas de un desencadenamiento psicótico: alucinaciones auditivas e ideas delirantes. Su madre refiere que siempre fue una chica difícil, aislada y sin amigos hasta que en la adolescencia comenzó a juntarse en la plaza con una barrita de chicos que tomaban alcohol y se drogaban.
Se puso muy difícil, si bien trabajaba, el resto del tiempo quería estar con esos chicos hasta que la madre la convence de ir a una Iglesia evangélica a tratar de curarse. Deja de drogarse pero comienza tener ideas y conductas raras. Dice: “Dios me eligió como a María Magdalena. Yo fui prostituta, una perdida, cuando tengo ganas de drogarme es el demonio que se mete en mi sangre, en mi cuerpo y en mi alma…”; “…en mi casa todo estaba revuelto, las camas revueltas, mis padres duermen separados… cuando vi las camas revueltas entendí todo, supe que ese no era un matrimonio, que las cosas no estaban ordenadas, estoy en el Plan Divino y el Señor me lo reveló”.
La urgencia se localiza en principio en la madre; cuando Miriam consume, intenta por todos los medios que deje la droga entendiendo que allí estaba la causa de todos los problemas de su hija; sin embargo, podemos pensar que en este caso la droga funcionaba anudando y es el abandono del consumo lo que desencadena la psicosis.
En Miriam, la madre intenta conducirla por una terapia religiosa que la conduce al ideal del padre y “Satanás se mete por la ventana” (Naparstek & colaboradores, 2005), en tanto que ella sostenía una práctica de consumo que de alguna manera la enlazaba con los pares: era el “porro” lo que la anudaba a los otros.
Ante su propia urgencia y con la premura de una respuesta que solucione, la madre la conduce al templo donde operan introduciendo al Padre, haciendo caer las identificaciones que la sostenían; entonces el desencadenamiento hace aparecer nuevas urgencias: el caos, la sumersión radical de todas las categorías, el desorden en las relaciones, las alucinaciones, las ideas delirantes.
Una vez mas la clínica nos confronta con la abstinencia del analista, quien deberá leer el acontecimiento, diagnosticar riesgo y establecer el valor que tiene para ese sujeto la droga, es decir, aquello que desde otras perspectivas no le convendría, tal como nos indica Lacan en el Seminario La ética del psicoanálisis: “Tenemos que saber en cada instante cuál debe ser nuestra relación efectiva con el deseo de hacer el bien, el deseo de curar”, alertándonos contra la trampa benéfica de querer el bien del sujeto.
Si la droga servía en este caso para restituir la ruptura que estaba dada desde el inicio, la indicación que hubiera convenido es la de un tratamiento que permitiera orientar y regular el exceso. La intervención religiosa: un No a la droga para todos, opera en este caso produciendo la catástrofe imaginaria propia de la desregulación fálica, que “el porro” permitía limitar.
El intento de articulación de toxicomanías, alcoholismo y urgencia nos conduce a las situaciones de crisis, a las dificultades en el ejercicio diagnóstico y la complejidad en el inicio del tratamiento: la instalación del dispositivo y manejo de la transferencia. Estas dificultades incluyen las del analista, cuya intervención en las guardias, admisiones, interconsultas requieren de una permanente invención, pero con todo el rigor ético.
1- Este apartado contiene fragmentos del trabajo “Dispositivos y abordaje de la problemática de la violencia en el marco de la atención a la demanda en urgencias en Salud Mental: una perspectiva psicoanalítica” publicado en el Vol. XXI del Anuario de investigaciones. Autoras: Sotelo, I; Fazio, V; Miari, A.
2- Este apartado contiene fragmentos del trabajo “El consumo problemático de sustancias, desde la mirada de los profesionales, psiquiatras y psicólogos en los dispositivos para alojar urgencias. Una lectura psicoanalítica” publicado en el Vol. XX del Anuario de investigaciones de la Facultad de Psicología (UBA). Autoras: Sotelo, M. I; Irrazabal, E; Miari, A; Cruz, A.
3- Este apartado contiene fragmentos del trabajo “El consumo problemático de sustancias, desde la mirada de los profesionales, psiquiatras y psicólogos en los dispositivos para alojar urgencias. Una lectura psicoanalítica” publicado en el Vol. XX del Anuario de investigaciones de la Facultad de Psicología (UBA). Autoras: Sotelo, M. I.; Irrazabal, E.; Miari, A.; Cruz, A.
4- Este apartado contiene fragmentos del capítulo 5: “Urgencias y Toxicomanías” del libro Clínica de la urgencia, JCE, 2007.
APÉNDICE Entrevista a Silvia Cortese
La complejidad, así como la presencia insistente del consumo en las guardias, nos condujo a entrevistar a la Dra Silvia Cortese quien nos transmite desde la perspectiva médica una mirada crucial en el momento de aproximarnos a las modalidades actuales de consumo de sustancias.
Ella es Médica toxicóloga, pertenece a la División Toxicología del Hospital Juan A. Fernández en la CABA, Toximed Argentina (Centro de Información, Asesoramiento y Asistencia Toxicológica Privada), y en la Universidad es Jefa de Trabajos Prácticos en la Carrera de Especialización en Toxicología de la Universidad de Buenos Aires y Titular de Cátedra de Toxicología en la Carrera de Medicina de la Universidad Católica Argentina.
1. ¿En que época el consumo de sustancias tóxica se instala fuertemente como un problema de salud generalizado?
El consumo de sustancias que afectan la conciencia se remonta a los albores de la humanidad. El alcohol, por ejemplo, ha sido utilizado con estos propósitos desde hace miles de años. En China, los habitantes de la Edad de Piedra desarrollaron una bebida de miel fermentada y fruta con hasta un 10% de contenido alcohólico. La fabricación de cerveza y vino eran comunes en gran parte del mundo grecorromano. Los romanos tenía un dios del vino (Baco) y estaban más que familiarizados tanto con los efectos agudos de la intoxicación por alcohol como con los efectos de su uso crónico. Hipócrates, por su parte, describió los síntomas como consecuencias del consumo crónico de alcohol y, por otra parte, problemas médicos que podrían ser curados por beber vino mezclado con una parte igual de agua.
Los efectos adversos del alcohol eran bien conocidos también en la Edad Media, como quedó registrado en la descripción del famoso médico Juan de Gaddesden, en 1314: “El adulto debe evitar beber inmoderado, porque la borrachera es extremadamente perjudicial”. Ya durante el siglo XVII, William Hogarth representó vívidamente los efectos del exceso de alcohol en sus pinturas y grabados.
Si nos situamos en el siglo XVIII, el abuso del alcohol era común en Europa y fue especialmente prevalente en Suecia. En los primeros años de este siglo, el médico escocés Thomas Trotter (1760-1832) fue el primero en caracterizar como una condición clínica de enfermedad el beber en exceso. Benjamín Rush (1746-1813), por otro lado, identificaba al alcoholismo como una “pérdida de control” y no dudaba en utilizar el término adicción para describir el abuso del alcohol.
El bien conocido Delirium Tremens o Delirio Tembloroso fue descripto en 1836 por James Ware (1795-1864), quien proporcionó una descripción clínica muy completa del mismo. También durante el siglo XIX, muchos escribieron sobre el abuso del alcohol. Algunos de ellos, como Edgar Allan Poe (1809-1849) sucumbieron ante su consumo abusivo. Charles Dickens (1812-1870) fue otro de los que describió muchos de los efectos perjudiciales de alcohol.
La historia de los alucinogenos también se remonta hacia atrás en los siglos. La Amanita Muscaria era utilizada por sus efectos alucinógenos por diferentes sacerdotes de pueblos ubicados en regiones tan disímeles como la India, Siberia, el nordeste de Canadá y la Península de Yucatán.
En Asia Menor, el Opio en la Tablilla de URUK (Tablillas sumerias) representa la adormidera con igual signo que el júbilo-gozo. La tablilla se remonta al 3000 a.C. En Grecia, hacia el 600 a.C., el opio estaba muy difundido. Mientras los griegos suponían que el uso del vino envilecía, no sucedía lo mismo con el opio. De cualquier forma, ambos estaban asociados a figuras del panteón griego: el vino era representado por Dionisio-Baco y el opio por Demeter (diosa de la fecundidad). En el mundo Romano, finalmente, tanto el opio como la harina contaban con un precio regulado por el Imperio.
Ya en el siglo XIX, Bayer lanzó a la comercialización en 1898 la Diacetilmorfina (Heroína) dentro de la composición del analgésico, obviamente bajo venta libre. Ambrecht, Nelson & Co., empresa con sede en el Reino Unido, pero que contaba con subsidiarias también en Alemania y EE.UU., ofrecía a sus clientes, durante los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX, el “Vino de Coca” para la fatiga de la mente y el cuerpo.
El consumo problemático de sustancias con impacto en la salud pública se inicia en la década de 1960. A partir de la década de 1980, comenzó a asociarse con la aparición del VIH y las hepatitis B y C.
2. Las voces de la calle afirman que el consumo de drogas es creciente, ¿cuál es su opinión de acuerdo a estadísticas médicas? ¿Cuál es la edad y sexo de mayor incidencia? ¿Cuál es, en nuestra ciudad y/o país, la sustancia mas consumida?
Los primeros estudios epidemiológicos se hicieron en el país en el año 1989 en la población en general.
Según la última encuesta del Observatorio de Drogas 2012, la prevalencia de vida (según quien consumió alguna vez en la vida) de sustancias psicoactivas fue del 47.3% para el tabaco, 70% para el alcohol, 2.6% para el clorhidrato de cocaína y 0.3% para la pasta base de cocaína (PACO).
La prevalencia de mes (consumió alguna vez en el último mes) entre los 18 y 24 años es del 57.2% para el alcohol, del 6.8% para marihuana, 1.3% para cocaína y 0.1% para PACO, en el mismo grupo etario.
Estos porcentajes aumentan cuando las estadísticas se focalizan en zonas de emergencia social. Allí, el 13% de la población consumía pasta base (prevalencia anual), mientras el número asciende del 8,4% al 21,1% según aumenta el número de carencias.
En el caso del Consumo Episódico Excesivo de Alcohol (Binge Drinking), en dicho rango etario es del 43%.
La prevalencia de año (consumió alguna vez en el último año) en estudiantes de nivel medio el consumo de marihuana se incremento del 3.5% en el 2001 al 10.4% en el 2011. En el caso del Binge Drinking, el incremento en los varones fue del 39.7% al 68.1% y en las mujeres 19.5% al 59.1% en el 2001 y en el 2011.
El problema más grave en la Argentina es el del alcohol. Ya en muchos países se considera que el Binge Drinking ocasiona muchos más gastos en la salud pública que el trastorno por dependencia al alcohol.
ONUSIDA, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud (OMS) informan que, a nivel mundial, se calcula que en 2012 entre 162 y 324 millones de personas, es decir del 3,5% al 7,0% de la población de entre 15 y 64 años, consumieron por lo menos una vez alguna droga ilícita, principalmente sustancias del grupo del cannabis, los opioides, la cocaína o los estimulantes de tipo Anfetamínico.





